EUTOPÍA. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 14, diciembre de 2018 DOI: http://dx.doi.org/10.17141/eutopia.14.2018.3616 ISSN 1390 5708/e-ISSN 26028239 |
Hidrocarburos y agricultura en el Comahue (Patagonia, Argentina). Relaciones de poder y transformaciones territoriales Hydrocarbons and agriculture in the Comahue (Patagonia, Argentina). Power relations and territorial transformations Hidrocarbonetos e agricultura na Comahue (Patagônia, Argentina). Relações de poder e transformações territoriais
Martine Guibert (A), Marie Forget (B) y Silvina Cecilia Carrizo (C) Fecha de envío: 10 de septiembre de 2018 Fecha de aceptación: 25 de noviembre de 2018 (A) Universidad Toulouse 2 – Jean Jaurès, Francia, guibert@univ-tlse2.fr (B) Universidad Savoie – Mont Blanc, Francia, marie.forget@univ-smb.fr (C) Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, scarrizo@conicet.gov.ar Resumen En la región del Comahue (Patagonia argentina), los sectores hidrocarburífero y agropecuario presentan procesos de intensificación del uso de los recursos naturales y tecnológicos. Mientras uno explota el subsuelo y otro cultiva la tierra, ambos desarrollan infraestructuras y participan en la conformación de la identidad de la región (socioeconómica, política, ambiental, paisajística, etc.). Empresas nacionales y extranjeras ponen en valor los recursos locales con criterios globalizados de producción. Los actores privados, la sociedad civil y el Estado procuran hacer converger sus intereses. Participan en la construcción de poder y de las relaciones y condiciones locales (empleo, manejo de los conflictos, etc.). Basado en la recopilación de datos empíricos y en las entrevistas realizadas en 2016, este artículo interroga el modelo de desarrollo que resulta del posicionamiento de actores globalizados en la región (grandes establecimientos agrícolas, transnacionales del sector hidrocarburífero y servicios), para la explotación a gran escala de las materias primas del suelo y del subsuelo. Las negociaciones que se entablan ante conflictos sociales y ambientales, en las que el diálogo llega a estructurarse y consensuar posiciones, pueden conllevar procesos de hibridación de lógicas públicas y privadas. Luego se puede establecer una co-construcción socioeconómica y política del territorio. Palabras clave: agricultura; Argentina; desarrollo económico y social; hidrocarburo; suelo In the Comahue region (Argentine Patagonia), the oil and gas sector as well as the agricultural one are relevant, in terms of intensifying the use of natural and technological resources. While one exploits the subsoil and another cultivates the land, both develop infrastructures and participate in the conformation the region´s identity (socio-economic, political, environmental, landscape, etc.). National and foreign companies value local resources with globalized production criteria. Shared agreements make converge the interests of private actors, local governments and the State. They participate in the construction of power and their relations with local populations (employment, conflict management, etc.). Based on the compilation of empirical data and interviews conducted in 2016, the article questions the development model resulting from the positioning of globalized actors (large agricultural establishments, hydrocarbon concessions) in the region, for the large-scale exploitation of soil and subsoil materials. The negotiations that take place before social and environmental conflicts, in which the dialogue comes to be structured and leads to agreements, can entail processes of hybridization of public and private logics. Then a socio-economic and political co-construction of the territory can be established. Key-words: agriculture; Argentina; economic and social development; hydrocarbon; soil Resumo Na região de Comahue (Patagônia argentina), os setores de hidrocarbonetos e agropecuário apresentam processos de intensificação do uso de recursos naturais e tecnológicos. Enquanto um explora o subsolo e o outro cultiva a terra, ambos desenvolvem infraestruturas e participam da conformação da identidade da região (socioeconômica, política, ambiental, paisagística, etc.). Empresas nacionais ou estrangeiras valorizam os recursos locais com critérios globalizados de produção. Esses atores privados, outros da sociedade civil e os Estados procuram fazer convergir seus interesses. Participam da construção do poder e das relações e condições locais (emprego, gestão de conflitos, etc.). Baseada na recompilação de dados empíricos e em entrevistas realizadas em 2016, a reflexão questiona o modelo de desenvolvimento resultante do posicionamento de atores globalizados na região (grandes estabelecimentos agrícolas transnacionais do setor de hidrocarboneto e de serviços) em relação à exploração em grande escala de matérias primas do solo e do subsolo. As negociações que se estabelecem perante os conflitos sociais e ambientais e, quando o diálogo é estruturado e leva a consensos, podem carregar processos de hibridação de lógicas públicas e privadas. Logo se pode estabelecer uma co-construção socioeconômica e política do território. Palavras chaves: agricultura; Argentina; desenvolvimento econômico e social; hidrocarboneto; chão Introducción En Argentina, los sectores agropecuario e hidrocarburífero son esenciales para la economía de varias regiones y ambos participan en el reequilibrio de la balanza comercial del país. En un contexto de reprimarización de la economía, la exportación de materias primas permite obtener divisas y alimentar el presupuesto con las retenciones que el Estado federal cobra por productos exportados, con tasas específicas. En los espacios de la Patagonia, percibidos como periféricos en relación con la región pampeana y con la Capital Federal de Buenos Aires, se identifican tierras potencialmente explotables de manera más intensiva y yacimientos de petróleo y gas. En función de las tecnologías disponibles, las empresas nacionales y las compañías extranjeras intensifican la explotación de esos recursos naturales, aplican innovaciones y cumplen con los criterios de producción internacionales (normas ambientales y sociales, calidad, etc.) impuestos por las condiciones de mercado (Redon et al. 2015). Este es el caso de la región del Comahue, en el Norte de Patagonia, unas empresas incorporan nuevas tierras agrícolas y otras nuevas concesiones de hidrocarburos, por lo cual, se expanden espacialmente las dos cadenas de valor y aumentan la producción y la productividad. Los sectores agropecuario e hidrocarburífero participan en la conformación de la región patagónica, en la definición de su identidad socioeconómica, política, ambiental y paisajística, y en de la de los habitantes. Cada sector tiene una organización espacial diferente; no obstante, los principios que rigen su territorialización son asimilables en algunos aspectos. La elección estratégica de la localización de la infraestructura productiva y la inserción de los actores involucrados en el tejido socioeconómico regional, orientan y determinan su forma de “hacer o no, territorio”, es decir, las modalidades de su territorialización (Haesbaert 2004). Al mismo tiempo, transforman la territorialidad, entendida como la apropiación del territorio por los actores, con identificación al mismo. Por otro lado, esos actores privados y los Estados nacional, provinciales o municipales (en el marco de un sistema federal) procuran hacer converger sus intereses. La co-gestión pública-privada participa en la construcción del poder de las empresas y de sus relaciones con las poblaciones locales; por ejemplo, en términos de evolución del empleo o en el manejo de las tensiones. Las relaciones de poder, entendidas como las relaciones de fuerza entre los distintos actores, orientan las negociaciones, pero no siempre se ven modificadas. En el caso de los conflictos sociales, económicos o ambientales, si el diálogo y las negociaciones entre actores representativos llegan a estructurarse y a consensuar posiciones, las negociaciones pueden conllevar procesos de hibridación de las lógicas públicas y privadas. Luego se puede establecer una co-construcción socioeconómica y política de la organización de los espacios locales. Esta reflexión, basada en la recopilación de datos empíricos, en los trabajos de campo de observación y en las entrevistas realizadas en el año 2016, en el noreste de la Provincia de Neuquén y el noroeste de la Provincia de Río Negro, interroga el modelo de desarrollo económico que resulta del posicionamiento y de la territorialización de actores globalizados para explotar los recursos naturales (tierras agrícolas, agua, subsuelo rico en hidrocarburos) de la región patagónica del Comahue. Se analiza la explotación a gran escala de las materias primas del suelo y del subsuelo de parte de grandes establecimientos agrícolas y de titulares de concesiones de hidrocarburos (convencionales o no), con una etapa mínima de transformación industrial y de creación de valor. Según las características del espacio local, la complejidad del juego de los actores y el nivel de conflictividad, la dinámica de la co-construcción territorial es diferente y dibuja hibridaciones efectivas o tensiones más o menos agudizadas. La reflexión toma en cuenta también las alternativas propuestas por los movimientos sociales que cuestionan las actividades extractivas y los modos de intervención y de transformación de sus lugares de vida. Resisten por medio de acciones de protesta y de reivindicaciones de sus derechos sobre los recursos locales. Así, en primer lugar, se analiza el uso del suelo en superficie (producción de frutas y vid para la exportación, ganadería y forraje para el mercado argentino) y en profundidad (explotación de hidrocarburos) de la región del Comahue. En segundo lugar, se identifican las formas de competencia y de cooperación entre los actores. Finalmente, se define la trayectoria territorial de las provincias estudiadas, es decir, las transformaciones locales que se dieron debido a la intensificación productiva actual de cada uno de los dos sectores. Explotaciones hidrocarburíferas y actividades agropecuarias: convivencia productiva y doble uso del suelo Desde hace décadas, en el norte de la Patagonia, más específicamente en el noreste de la Provincia de Neuquén y en el noroeste de la Provincia de Río Negro, dos actividades productivas principales conviven espacialmente: la agricultura y la explotación hidrocarburífera. Mientras hay pequeños ganaderos (cabras y ovinos) en la zona de la pre-cordillera más al oeste, los productores agropecuarios se despliegan en el Alto Valle del Río Negro con sus cultivos frutales irrigados (principalmente, manzanas y peras), vides y sus bodegas. Además, la ganadería bovina tiene de vecinos o aloja en sus propiedades explotaciones de hidrocarburos, operadas por empresas argentinas o extranjeras. Organización de sistemas productivos en convivencia histórica Los fundamentos de la convivencia territorial de las dos actividades, agropecuaria e hidrocarburífera, se pueden analizar a través de la historia de la integración progresiva del territorio norpatagónico a la Nación argentina, con base en la explotación territorial destinada a los mercados nacionales e internacionales. En efecto, este territorio ha sido modelado a lo largo de los ciclos económicos, los cuales han favorecido su integración al funcionamiento energético y agrícola del país. Desde el siglo XIX, la exploración de territorios patagónicos bajo el dominio nacional ha viabilizado el avance de frentes pioneros para la explotación de sus recursos naturales, sean energéticos o agrícolas. A lo largo del siglo XX, en esos espacios periféricos, el Estado nacional modeló un territorio cada vez más integrado. La construcción de una de las obras hidroeléctricas más grandes del país sigue a la expansión abierta por frentes pioneros, los cuales avanzaron con relevamientos y obras técnicas de considerable envergadura. En Neuquén y en Río Negro las expediciones militares y científicas fueron numerosas, como por ejemplo, las organizadas alrededor del año 1900, por F. P. Moreno –director del Museo de La Plata– para la exploración geográfica y la colección de materiales paleontológicos, biológicos y antropológicos. Constituyeron una contribución mayor al conocimiento geológico y brindaron información sobre los recursos de la región. La industrialización del petróleo y, posteriormente, el aprovechamiento del gas natural, han favorecido la especialización e internacionalización de la cuenca neuquina. Empresas transnacionales entran en el juego desde el inicio de la actividad hidrocarburífera, compitiendo con la empresa estatal YPF Yacimientos Petrolíferos Fiscales, que ha liderado la exploración y la producción. Se extendió la red de ferrocarril, desde el puerto de Bahía Blanca, hasta Confluencia en 1902 y hasta Zapala en 1913. Esta red favoreció el desarrollo de los yacimientos de petróleo de Plaza Huincul y Cutral Có, hacia el Oeste (mapa 1). Se llevaron a cabo grandes obras de riego, como el dique Ballester en 1910, sobre el río Neuquén. Mapa 1. Localización de los valles irrigados y evolución de la perforación de los pozos de hidrocarburos en la Provincia de Neuquén Fuente: Forget, Carrizo y Villalba (2018). Desde comienzos de siglo XX, en la estepa semiárida norpatagónica, se fue desarrollando un sistema agrícola irrigado, estructurado por los valles de los Ríos Neuquén y Limay, y del Río Negro, en el que aquéllos confluyen. La llegada del ferrocarril acompañó al proceso de colonización, con el desarrollo de una red de localidades urbanas que siguen organizando el espacio regional. Se pensó en una actividad con mano de obra familiar. La empresa Ferrocarril del Sur instala en 1918 la Estación agronómica de Cinco Saltos para adaptar variedades al clima y suelos locales. Desde los años de 1920, la producción frutícola (manzanas, peras) y de hortalizas, así como las primeras vides, fueron implementadas por migrantes de Europa del Sur, utilizando la red de canales puestos en marcha a partir del Dique de Ballester en particular (Martínez de Gorla 1994). La producción estaba destinada al mercado nacional interno; sin embargo, rápidamente, las frutas se exportaron a través de los puertos de San Antonio Oeste y de Bahía Blanca. Este frente pionero va integrando a la nación al territorio patagónico, reconocido oficialmente a fines de siglo XIX. Así, la región cobra un nuevo dinamismo. Se establecieron las formas de acceso al suelo y el esquema de su uso. El recurso suelo: acceso y uso Además del uso específico para cada actividad, el recurso de la tierra se diferencia, además, por la forma de acceso: con propiedad privada, en el caso de la agricultura; con concesiones, en el caso de la producción hidrocarburífera. En la actualidad, la estructura agraria de la región del Comahue se organiza con base en la propiedad privada de las explotaciones agropecuarias. Ello tiene raíz a finales del siglo XIX, cuando culminaba el proceso de adjudicación de tierras a quienes habían participado en las expediciones de conquista del territorio y, también, de concesiones en arrendatario y de venta en remates públicas, lo cual generó la creación de grandes propietarios para la ganadería extensiva (Bandieri 1993). Igualmente, las chacras donde se desarrolló el cultivo de cereales y, luego, la fruticultura y la vitivinicultura, beneficiando del sistema sofisticado de riego, resultan de la delimitación de propiedades privadas a partir de los años 1920 y a lo largo del tiempo. Por otro lado, las comunidades indígenas mayoritariamente localizadas al oeste de la Provincia de Neuquén, en la zona ante-cordillerana y en la Cordillera de los Andes (región de Chos Malal, en particular), se benefician del uso de tierras gestionadas colectivamente. La escasez del recurso del suelo en relación con el número de animales (cabras y ovejas) conduce al sobrepastoreo. Por su parte, en Argentina, el dominio sobre el recurso hidrocarburífero se construyó con un esquema de concesión. El sistema petrolero, como red técnica, se configuró a partir de una sucesión de etapas que podrían definirse como concepción, adaptación, inflexión y reforma (Carrizo 2010). En primer lugar, la etapa de concepción o gestación permite establecer normas y formas de organización del sistema de explotación. En el siglo XIX se discutió el estatuto de la propiedad del suelo y del subsuelo y, tras 30 años, con considerables vacíos normativos, se eligió el principio de dominio en lugar del principio de accesión. Esto significa que el propietario de la tierra no adquiere la propiedad del subsuelo. Posteriormente, a comienzos del siglo XX, el Estado nacional sostuvo una política exploración del subsuelo, a través de un servicio de perforación para buscar agua. Fue así cómo, en 1907, se descubrió un yacimiento en la cuenca del Golfo de San Jorge. Inmediatamente, el gobierno se lanzó a la explotación del recurso petrolífero en la Patagonia, entonces territorio nacional. En 1922 se creó la “Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales”, YPF, cuyas acciones, desde entonces, lideran la configuración de las redes y espacios petroleros (Carrizo 2010). En 1930, el derrocamiento del presidente Hipólito Yrigoyen acota el poder creciente de YPF, que representaba una competencia al poder de las empresas transnacionales. Hacia los años 1960, se observa una inflexión el desarrollo del sector, al promoverse abiertamente la participación del sector privado a través de contratos. A fines del siglo XX, en el marco de una reforma del Estado, con una desregulación muy amplia de las actividades energéticas, se concreta también la privatización de la empresa YPF y de otras grandes empresas energéticas como Gas del Estado. Finalmente, aquella pasó, en su mayor parte, a manos de la empresa española Repsol, y el conjunto de la actividad quedó concentrada en un grupo pequeño de empresas extranjeras, que ampliaron sus mercados al interior del país y en el exterior. Desde 2012, nuevamente bajo control del Estado nacional, YPF sigue funcionando como una empresa privada que busca rentabilidad, aunque favoreciendo a que Argentina recupere soberanía energética (Forget, Carrizo y Villalba 2018). La configuración productiva regional actual La expansión espacial reciente de los dos sectores productivos, sea superficial con el desarrollo de los establecimientos agropecuarios y de las vides, sea a partir de la explotación hidrocarburífera del subsuelo, redibuja la configuración productiva regional. Asimismo, la región está mallada por chacras y por concesiones de petróleo y gas que se superponen en el espacio, aunque el uso del suelo, tanto en términos de superficie como de subsuelo, es muy específico para cada actividad. El análisis de la co-construcción del espacio regional puede realizarse en términos de mosaico, en el caso agropecuario, y de archipiélago, en el caso hidrocarburífero. Expansión espacial En el Alto Valle del Río Negro, las chacras se suceden entre sí, junto con pastos y parcelas cultivadas, y vides plantadas desde hace más de un siglo. Hay productores largamente arraigados en la región y empresas extranjeras, o de provincias vecinas, que están procurando tierras para el engorde de ganado, entre otros rubros. Las frutas de pepita permanecen en el corazón de 2266 explotaciones agrícolas y ocuparon, en 2016, alrededor de 45 000 hectáreas, las dos provincias del Comahue, totalizando con esa superficie más del 87 % del total del país en manzanos y casi 90 % en perales (Ministerio de Hacienda 2017). La producción primaria es bastante heterogénea: el estrato de los productores entre 20 y 50 ha representa el 17 % del total, y el de los productores de más de 100 ha, el 2 % del total. Ciertos productores tienen sus propias instalaciones de empaque; caso contrario, son empresas que se dedican a la fase pos-cosecha con una grande diversidad en las tecnologías empleadas. En cambio, las empresas que exportan son muy poco numerosas. El sector sufre una disminución de las exportaciones desde la década de los 1980, pero que se está agudizando en la actualidad, dado los costos de producción en alza y las dificultades de gestión de las chacras (Alvaro 2013). Más frutas van para el mercado interno y para el procesamiento agroindustrial (40 % de las manzanas y 25 % de la peras) (Labruna 2018). Respecto a los otros cultivos, el forraje (alfalfa) ocupa más superficie, dada la demanda actual de ganaderos pampeanos, más allá de sus ventajas agronómicas. Un poco más al norte, desde hace unos treinta años, el establecimiento de una docena de vides con bodegas posiciona al área de San Patricio del Chañar como una región vitivinícola de fama internacional. La expansión espacial de la viti-vinicultura contrasta con las dificultades actuales de la fruticultura, y queda como la actividad más característica de la región del Comahue. En la cuenca neuquina, los territorios de extracción del petróleo convencional pueden ser considerados como consolidados en las áreas históricamente explotadas, como la denominada Dorsal Huincul, hacia el centro de la Provincia de Neuquén. Pero la actividad se ha ido desplazando. A partir de la década del 60, se descubren yacimientos importantes hacia el este. El mayor ha sido Loma la Lata, en la región de Confluencia. En la década de los años 1980, se concentran más al Norte, en Rincón de los Sauces (mapa 2). En la década de los 1990, tras el proceso de privatización de YPF y de la desregulación de la actividad, se generó una dinámica extractiva que permitió alcanzar el autoabastecimiento y la exportación. Sin inversiones suficientes para reponer las reservas, el horizonte de la actividad se fue acortando y, en el siglo XXI, Argentina necesitó volver a importar petróleo y cada vez más gas. Mapa 2. Desplazamiento del baricentro petrolero en la frontera hidrocarburífera neuquina Fuente: elaboración propia con datos de del Ministerio de Energía de la provincia de Neuquén. Frente a la situación deficitaria, el Estado nacional se reposiciona en el sector energético con la regulación y con la readquisición de una parte mayoritaria de la empresa YPF. A través de ella, y con la posibilidad abierta por nuevas tecnologías, el Estado avanza con un nuevo frente pionero para incursionar en la exploración y producción de los hidrocarburos no convencionales. Más recientemente, a partir del boom de los recursos no convencionales, los desarrollos se ubican en torno a la ciudad de Añelo, en el este de la provincia. El conocimiento, la infraestructura y los servicios acumulados favorecen la explotación de la formación Vaca Muerta. Este sistema productivo es muy dinámico, ya que los pozos no convencionales se agotan más rápido que los pozos convencionales. Esto propicia un modelo de frente pionero, en el que los actores exploran y desarrollan nuevos depósitos de hidrocarburos. Las innovaciones tecnológicas disminuyen los costos y aumentan la rentabilidad. Nuevamente, se pliegan en la dinámica extractiva las empresas transnacionales. Argentina pretende, en un corto plazo, volver a exportar hidrocarburos y a recuperar mercados. El doble sistema mosaico/archipiélago En Argentina, dado que hay marcos legislativos favorables a la explotación de materias primas, los sitios productivos, sean tradicionales o más recientes, ofrecen un potencial significativo. Los inversionistas los convierten en los nuevos ejes de sus estrategias de desarrollo, basados en una lógica de maximización de la rentabilidad. Luego, se configuran distintos espacios en función del tipo de producción, con un doble sistema mosaico/archipiélago. En el sector agropecuario, la producción se organiza según un sistema que vincula las chacras de manzanos y perales (algo de frutas de carozo), con las instalaciones de selección, de frío (convencional o bajo atmósfera controlada) y empaque de las frutas (Sili 2015); las vides, rodeando las bodegas; y las pasturas para ganado, con parcelas de alfalfa u otros cultivos, adaptados a las condiciones semiáridas y a los climas patagónicos. Su desarrollo es función de los tipos de suelo, la presencia de agua (canales de riego en condiciones de uso), las posibilidades logísticas y la infraestructura agroindustrial. Las cortinas de álamos bordean las parcelas, creando un mosaico de cultivos, colores y ambientes agronómicos. Los canales e instalaciones de riego subrayan ese paisaje agrario que contrasta con los alrededores (mesetas, zona pre-cordillera) con vegetación estépica o de menor uso agropecuario, y con los enclaves hidrocarburíferos, sean en las chacras, sean vecinas. Las ciudades cercanas (como General Roca, Cipolletti o Allen) y las grandes ciudades, más alejadas (como Neuquén o Buenos Aires), son puntos espaciales neurálgicos de organización o valorización de la producción, debido a los servicios que ofrecen (legales, comerciales, financieros, productivos, cotidianos, etc.) y a la demanda (consumo nacional). El mosaico agrario participa de la definición del paisaje de la región, en el marco de la convivencia y de la co-construcción socioeconómicas del norte de la Patagonia. En el sector hidrocarburífero, el desarrollo está respaldado por tecnologías e innovaciones, liderado por empresas transnacionales estadounidenses, europeas y sudamericanas, incluso de origen nacional, como YPF. La explotación de hidrocarburos, estandarizada y reproducible, más allá de las limitaciones o especificidades de cada territorio, crea enclaves con un sistema espacial que se articula alrededor de los pozos de extracción, con puntos de almacenamiento, industrialización o exportación; y nodos urbanos de comando, conectados por la infraestructura del suministro de agua y energía, de transporte de bienes y personas y de comunicación (Carrizo, Forget y Denoël 2016). En la mayoría de los casos, la zona de hidrocarburos, identificada, explorada y explotada por grandes grupos internacionales, reúne varios sitios de producción cercanos, vinculados a un eje principal que drena los productos. Así, la organización productiva toma la forma de archipiélago. Además de la co-construcción del Comahue en mosaico o en archipiélago, las explotaciones agrícolas y las concesiones hidrocarburíferas dinamizan los espacios de la región. Sus relaciones de proximidad varían, a veces se encuentran distantes, otras, superpuestos. Por ende, los sitios de extracción pueden convivir con las chacras de quienes usufructúan el suelo y el suministro del agua. Por ejemplo, según las entrevistas, los propietarios de las tierras reciben legalmente una compensación económica de parte de las empresas hidrocarburíferas, en relación con el espacio ocupado en su chacra por los pozos y los ductos. Respecto al recurso agua, los ríos Neuquén, Limay y Negro resultan imprescindibles tanto para la extracción hidrocarburífera, como para los sistemas de riego de las chacras. Brindan una importante oferta hídrica, cuya gestión depende de las autoridades públicas y de los usuarios. En el caso del Alto valle del Río Negro, el mantenimiento y la gestión del canal principal (vinculado con el dique Ballester) y de la red de canales dispersos en el territorio, dependen del Departamento Provincial de Aguas y de consorcios de usuarios. El sector hidrocarburífero solo puede utilizar las aguas superficiales, para evitar la contaminación de las aguas subterráneas en el proceso de fracking y para tener un mejor control sobre su uso (Código de Aguas de Neuquén n.° 899 y decreto n.° 2756/83). Las dos actividades –agrícolas e hidrocarburíferas– no solo se relacionan por la tierra y el agua, también por el acceso a la mano de obra. Esta mano de obra, tradicionalmente contratada en la actividad agrícola, en la actualidad se ve atraída por la explotación no convencional de los hidrocarburíferos, que tiene mejores remuneraciones. Esto genera problemas de contratación en el momento de la cosecha de frutas de pepita o en el momento de la poda. También, los dos sistemas de producción se pueden superponer o coexistir, compartiendo cotidianamente las infraestructuras de transporte y de los medios de comunicación. El pasaje frecuente de camiones de agua (y de arena) necesarios para la actividad hidrocarburífera (no convencional) requiere rutas principales asfaltadas, e implica que los caminos de acceso a los sitios de extracción deban ser mantenidos. Un arreglo frecuente entre chacareros y empresas de hidrocarburos es la humidificación de los caminos de tierra entre las parcelas, para no dañar las frutas con el polvo. A su vez, los equipos técnicos de las empresas hidrocarburíferas y los de los sitios de producción dependen de sistemas de comunicación, para su conexión permanente. Es decir, la intensificación y la lógica de producción actual generan la incorporación de tecnologías que modifican las lógicas locales según normas globalizadas a la región. Dadas las características productivas y las relaciones de poder que se establecen entre los grupos de actores, a menudo se dan situaciones de desapropiación o de pérdida de control del acceso a las riquezas naturales y a los recursos locales. Esa realidad suele ir en contra de los derechos individuales y colectivos de las poblaciones de las regiones afectadas; entre ellas, las comunidades indígenas (Svampa y Viale 2014; Gambina 2010). Estas dimensiones hacen altamente “conflictiva” la forma de desarrollo, con objetivos económicos y financieros de actividades extractivas vinculadas a mercados ajenos y alejados. Entre conflictos y co-construcciones Por la naturaleza de los conflictos y la dinámica de co-construcción, se pueden establecer diferencias entre los espacios donde las dos actividades agropecuarias y hidrocarburíferas están presentes y bastante arraigadas, es decir, donde se están territorializando. Primero, en los espacios consolidados, los métodos agrícolas altamente tecnificados provocan cambios socioeconómicos, con una reconfiguración del mercado laboral (pérdidas de empleo y demanda de mano de obra calificada) y con conflictos en relación con el uso del agua de riego. Para los territorios hidrocarburíferos, el desplazamiento o cierre de la producción provoca conflictos que exigen la negociación y confrontación de lógicas sindicales, públicas y privadas. Una forma de protesta ya clásica en Argentina es el piquete, es decir, el paro de una actividad y su manifestación con el corte de caminos y accesos principales (Bonifacio, Mases y Taranda 2003). Este modo de protesta fue “inventado” en los territorios históricos del petróleo en Argentina (Cutral-Có y Plaza Huincul) durante la privatización de la petrolera nacional YPF, en los años 1990. Segundo, en los nuevos espacios, los actores globalizados imponen una actividad extractiva que tiene impactos ambientales más apremiantes que los métodos convencionales (como el uso más intensivo de recursos hídricos) y que afectan negativamente las actividades históricas. Los conflictos “ambientales” se estructuran por redes de actores a escala nacional e internacional, con argumentos o posicionamientos globales, como los compromisos internacionales frente al cambio climático o la ley internacional de los pueblos indígenas (Urkidi Azkarraga 2008). El nuevo espacio se ve reorganizado por la actividad globalizada que genera equipamientos y flujos distintos, y que impone relaciones de poder, en tensión con las lógicas de representación y de acción de los habitantes locales. Conflictos socioeconómicos y ambientales Frente a las nuevas dinámicas, surgen conflictos de dos tipos. El primero son los socioeconómicos, por demandas de ciertos grupos de poblaciones locales, ante la desposesión de tierras u otros recursos, como el agua, para su producción o subsistencia. Su relación con el territorio se ve alterada, al no haber tenido en cuenta su sistema de valores socioculturales en la implantación de las grandes explotaciones. Estas poblaciones casi siempre son olvidadas en la distribución de la riqueza, inherente a las ganancias obtenidas con la explotación de los recursos. El segundo tipo de conflictos son los ambientales, con consignas basadas en el vocabulario globalizado del desarrollo sostenible, denunciando la deforestación de los bosques y la contaminación del suelo y del agua, debido al uso de pesticidas, en el caso de los cultivos industriales, y de productos químicos, en los procesos de extracción de hidrocarburos. Los conflictos y las resistencias que puedan surgir de parte de las poblaciones locales y por las implicancias ambientales exigen negociaciones. Las empresas despliegan sus activos, entablando grados diversos de interacción con los actores locales (gobiernos provinciales, municipales, movimientos sociales, representantes de los habitantes locales). Luego, ocurren procesos de hibridación entre las lógicas privadas y públicas, las dimensiones global y local, y los modos de producción modernos y los tradicionales. La figura 1 esquematiza los juegos de actores y los procesos de territorialización. A la derecha, los tipos de relaciones dominantes afectan los dos tipos de espacios, consolidados o nuevos, representados a la izquierda del esquema relacional (respectivamente en color rojo y en color naranja). En estos espacios aparecen conflictos de diferentes tipos: socioeconómicos, ambientales o mixtos. Figura 1. Juegos de actores y territorialización Fuente: Forget (2015). El nivel de territorialización varía de la co-construcción a una situación a-local-territorial, siguiendo un gradiente representado por la flecha ubicada a la izquierda. Co-construcciones socioeconómicas y políticas En Argentina, en cada provincia, las negociaciones en torno a las actividades extractivas conducen a co-construcciones socioeconómicas y políticas. Dan facilidades financieras, técnicas, de infraestructura y burocráticas a los grandes inversores, y servicios, equipamientos u otro tipo de respuestas a los actores locales. Modifican los márgenes de maniobra en términos ambientales, teniendo en cuenta las comunidades y la responsabilidad social. Estos procesos de co-construcción involucran una amplia variedad de actores, cuyos juegos e intereses son complejos. Conducen a la reformulación de las políticas públicas nacionales y a la redefinición de proyectos provinciales, estrategias privadas y actividades locales, por lo que cambian, así, el futuro de los territorios, es decir, sus trayectorias. Las co-construcciones pueden surgir de la convergencia de intereses. Sin embargo, a veces, son el resultado de una negociación necesaria para la resolución de conflictos. En estos procesos de negociación, las rivalidades aparecen, pero se refuerzan también las complementariedades entre la lógica privada y la lógica pública, a distintas escalas. La búsqueda de un mayor compromiso y de una salida conveniente de las situaciones de conflicto, llevan a la cooperación en el funcionamiento del sistema, a largo plazo. Esta dinámica influye en las elecciones de inversión público-privada y en las estrategias de las empresas extranjeras, aunque las relaciones preexistentes de poder no se redefinen necesariamente (Pestre 2011). Co-dependencia y territorializaciones Más allá de la asimetría en las relaciones, la interacción refuerza los vínculos de co-dependencia. De hecho, los gobiernos, locales o nacionales, ven que una gran parte de sus ingresos provienen de las empresas y, después de negociaciones más o menos equitativas, les permiten o facilitan la actividad. Del mismo modo, debido a los servicios brindados tanto por las empresas como por los actores públicos, las interrelaciones son importantes. En efecto, el territorio es modelado por la co-dependencia de los actores, articulada al grado de territorialización de las empresas extra-locales. El gradiente varía desde una implantación no integrada, debido al esquema de producción importado que ignora las “rugosidades del espacio” (Santos 1997), hasta un proceso de co-construcción territorial que las integra o se adapta. Eso depende de la gobernanza de esas empresas, muy a menudo realizada desde los centros urbanos; del tipo de políticas públicas; de la consolidación de los espacios como proveedores de recursos o del sistema productivo local y del comportamiento de los actores locales. Diversos juegos de actores entablan relaciones conflictivas y/o negociadas. Las empresas transnacionales necesitan territorialización para poder operar en un contexto social favorable. Su territorialización pasa a través de etapas sucesivas e/o iterativas, que conducen al proceso de negociación, que puede dar lugar a la hibridación de lógicas públicas y privadas y a una co-construcción territorial. Esta comienza por acuerdos con las comunidades y los gobiernos locales, con el fin de frenar o, incluso, desactivar las movilizaciones que hacen más lenta o que bloquean la actividad extractiva. Luego, las empresas incorporan en sus operaciones prácticas que implican a la sociedad: la contratación de mano de obra local, el desarrollo de una visión común del futuro en los alrededores, la creación de servicios y/o equipamientos, la formación de comités de supervisión independientes en el monitoreo de calidad de agua, la repartición de los beneficios fiscales. La contraparte es que los proyectos públicos tomen en cuenta los intereses particulares de las empresas y la reivindicación del valor, tanto económico como identitario, de los espacios de vida de las poblaciones locales. Se presentan alternativas de desarrollo en las tierras de los que se sienten desposeídos. Por ejemplo, el turismo puede ayudar a valorizar sus actividades. Por lo tanto, los procesos de identidad y la reinvención de los conocimientos técnicos defienden, dentro de las comunidades locales, la valorización de los recursos territoriales, frente a su explotación por parte de actores extra-locales. Finalmente, los “recursos” se construyen en un territorio, con la participación de las poblaciones. Se convierten en un soporte y un objeto de negociación cuyo objetivo es definir el modelo de sociedad y de desarrollo. En Argentina, en un nivel macroeconómico, las actividades extractivas contribuyen a la profundización del modelo de exportación de materias primas o de productos muy poco elaborados. Sin embargo, una visión alternativa valora los recursos en función de las representaciones del territorio de parte de los habitantes (comunidades indígenas) (Svampa y Viale 2014) y de sus trayectorias socio-históricas y socio-culturales. Se otorga valores de uso o de no uso a los recursos. Se distinguen los valores mercantiles (venta de productos locales, uso agrícola de la tierra, uso de energía solar) y/o no mercantiles (valores éticos y espirituales) (Aranda 2012). Cuando estos valores son reconocidos por los diversos actores involucrados (empresas, Estados y sociedad), la hibridación de la lógica puede conducir a una forma distinta de territorialización, evita la creación de enclaves y promueve la co-construcción. La figura 2 representa los valores atribuidos a los recursos y a los procesos de co-construcción territorial. Los actores están representados de acuerdo con su estatuto: público, privado o sociedad civil. Están conectados por sus interacciones hasta llegar a la apropiación y administración del recurso. Entonces, el sistema conoce una bifurcación: o bien los recursos se identifican como recursos extractivos, económicos o “commodities”, lo que les da un valor de uso reconocido en los intercambios mercantiles; o bien los recursos se consideran de una manera más amplia que el valor de mercado y exprensan una forma de pensar el futuro de la sociedad y de sus lugares de vida. Las tensiones que genera su explotación se convierten en temas de negociación. Figura 2. Valores atribuidos a recursos y co-construcción territorial Fuente: Aranda (2012). Conclusión En Argentina, les regiones llamadas “periféricas” presentan una nueva dinámica con la intensificación tecnológica de las actividades extractivas y el desarrollo de los sitios de producción. Este es el caso del Norte de la Patagonia, en la región de confluencia del río Neuquén y del río Limay, donde las explotaciones agropecuarias suelen adoptar innovaciones y aprovechar más productividad de los recursos de base, como la tierra y el agua para riego. Igualmente, los sitios de producción hidrocarburíferos se multiplican en relación con el avance de la explotación del subsuelo. Los dos sistemas productivos se articulan en el espacio, al combinar las formas en archipiélago de la extracción hidrocarburífera y de mosaico de las chacras. Co-construyen territorios impregnados de su lógica de producción y de las estrategias de los actores que participan. De manera transversal, presentan tres niveles de territorialización. El primero se observa en espacios productivos que modelan por medio de infraestructuras y actividades, y modifican las dinámicas socioeconómicas. Un segundo nivel se revela en las asociaciones de actores extra-regionales y locales para el desarrollo de las actividades. Por último, un tercer nivel aparece en los reposicionamientos de unos y otros, a partir de negociaciones por los conflictos que puedan surgir. Los cambios vinculados con la intensificación productiva y con la expansión espacial de ambas actividades reposicionan a la región norpatagónica en todas las escalas. Así, adquiere una mayor conexión con el sistema mundial (Ghorra-Gobin y Reghezza-Zitt 2016), en particular, por la presencia de empresas transnacionales, las cuales adquieren una nueva centralidad a nivel del país y alto dinamismo e importancia localmente. Esta dinámica llevaría a una especie de “desmarginación”, que encajaría en el complicado juego entre las demandas territoriales de las poblaciones locales y la búsqueda de espacios productivos de las empresas extra-locales, en nombre de las necesidades de consumo de espacios alejados. La expansión rápida de la explotación de hidrocarburos no convencionales y de los nuevos sectores agrícolas liderados por la viticultura, la ganadería y el cultivo de forraje (alfalfa) genera beneficios para los territorios que las alojan. La transformación del espacio local de parte de empresas conectadas a la demanda nacional (alfalfa, para el ganado de la región pampeana o del Norte; petróleo y gas, para las regiones más pobladas) e internacional (hidrocarburos, vinos) se basa en acuerdos con las autoridades locales y en la aceptación, más o menos profunda, de los habitantes y de los actores locales, dado las acciones de responsabilidad social, las políticas de comunicación y la oferta de empleo. No obstante, los movimientos de protesta cuestionan esas modalidades de desarrollo económico territorial y demandan el “territorio” de las poblaciones locales, preocupadas por los riesgos ambientales, el acceso a la tierra, su derecho de circulación y la redistribución de los beneficios de la actividad, incluido el empleo. Esas acciones colectivas defienden el territorio de antes, de hoy y de después de la actividad extractiva, reivindican su identidad y otras formas de valorización de los recursos, como las tradicionales, en las zonas rurales. Estas propuestas alternativas están dando forma a nuevas visiones del territorio y del desarrollo local. Por su parte, las empresas pretenden un “espacio-tiempo libre” donde puedan desplegar actividades de carácter temporario. En respuesta a los conflictos que surgen, se esfuerzan por proponer acciones participativas. En esos esquemas, en los territorios extractivos argentinos, la cooperación entre los actores empresariales y los deseos territoriales de las poblaciones locales podría favorecer procesos inclusivos de co-construcción. Bibliografía Aranda, Darío. 2012. “Corte Suprema, minería y pueblos indígenas”. Redaf, Red Agroforestal Chaco Argentina, Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas, 5 de abril. http://redaf.org.ar/5174/ Alvaro, María Belén. 2013. Estrategias de reproducción social en la producción familiar capitalizada. Los chacareros del Alto Valle de Río Negro. Buenos Aires: Editorial La Colmena. Bandieri, Susana. 1993. “Condicionantes históricos del asentamiento humano después de la ocupación militar del espacio”. En Historia de Neuquén, coordinado por Susana Bandieri, Orietta Favaro y Marta Morinelli, editado por el Departamento de Historia de la Universidad Nacional del Comahue, 109-146. Buenos Aires: Plus Ultra. 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