Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 16, diciembre 2019, pp. 183-205

Alternativas al agronegocio en la provincia de Buenos Aires: dos casos de estudio*
Alternatives to agribusiness in the province of Buenos Aires (Argentina): A study of two cases

 

 

Tomás Palmisano**


* Una versión previa fue presentada en el XXXVII Congreso de Latin American Studies Association. Agradecemos las sugerencias de todos los participantes del panel.


** Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires (Argentina), tomaspalmisano@hotmail.com, orcid.org/0000-0001-8244-514X.

Recibido: 28/08/2019 • Aceptado: 25/10/2019 • Publicado: 20/12/2019
DOI: http://doi.org/10.17141/eutopia.16.2019.3865

Resumen

La provincia de Buenos Aires en Argentina ha sido una de las regiones donde el avance de la lógica del agronegocio ha sido más profundo. Sin embargo, es posible encontrar experiencias que persisten o recrean formas alternativas de agricultura. Con base en un relevamiento previo, el objetivo de este trabajo es analizar en profundidad dos experiencias que se desarrollan en distintas localidades de la provincia. Para ello, se caracteriza cada área considerando su producción, estructura agraria y legislación (principalmente aquella referida a la restricción de fumigaciones o el impulso de agriculturas alternativas). Luego se analiza específicamente dos casos de producciones alternativas –uno llevado adelante por una organización social rural y otro, por un pequeño grupo de personas– a partir de sus prácticas agronómicas, su ubicación en la región, las formas de organización y los terceros actores involucrados, así como sus redes comerciales. Finalmente se presentan algunas reflexiones acerca de las condiciones de aparición y persistencia de las experiencias de agricultura alternativa como también de sus posibilidades de expansión.

Palabras claves: agriculturas alternativas; agroecología; agronegocio; permacultura

Abstract

Fte province of Buenos Aires (Argentina) has been one of the regions where the widespread of agribusiness logic has been more severe. However, it is possible to find cases that try to persist and recreate ways of alternative agriculture. Based on a previous compilation, this paper aim to analyze deeply two cases located in different districts of the province. To address the objective we will describe each area considering its production, agrarian structure and normative (mainly those which refers to fumigation control or the support for alternative cropping systems). ften we analyze specifically two cases of alternative production –one carried out by an agrarian organization, and the other by a small group of people– considering their agronomic practices, location, internal organization, social and commercial networks, among others. Finally we will present some considerations about the condition of emergence and persistence of these projects of alternative agriculture and their possibilities of expansion.

Key words: : alternative agriculture; agroecology; agribusiness; permaculture

Introdución

uego de un relevamiento de experiencias de agricultura alternativa en la provincia de Buenos Aires (Palmisano 2018b), se selecciona dos de ellas para comprender los elementos y relaciones que las caracterizan y su relación-tensión con el agronegocio. Eneste marco, se opta por un estudio de caso colectivo (Stake 1999) que implicó la presencia de distintas intensidades de las dimensiones de análisis, una alta cualidad descriptiva y un gran valor heurístico. En tanto nos interesa pensar relacionalmente características particulares, en este trabajo se analizaron dos experiencias en las cuales sus miembros se autoadscribieran a dos paradigmas distintos de agriculturas alternativas, estuviesen localizados en entornos socioeconómicos diferentes y estuviesen separados entre sí por una distancia considerable.

Del cruce de dichos elementos con un criterio de factibilidad en términos de acceso y contactos, surgieron los casos de la finca Yamay en el partido de Las Flores y la Colonia Agrícola Integral de Abastecimiento Urbano. 20 de Abril. Darío Santillán, en el partido de Luján1.

Este trabajo es el primer paso del desarrollo de una estrategia metodológica para comparar formas de habitar el mundo rural, alternativas al agronegocio. No se trata aquí de medir cuantitativamente qué proyecto es más o menos alternativo, sino de comprender cómo se construyen las experiencias, qué discursos y saberes se generan, y qué tipos de redes se establecen para extender la alteridad. La siguiente propuesta supone evaluar las experiencias a partir de un contraste con las características del agronegocio y analizar transversalmente los casos con el fin de encontrar similitudes, divergencias y desafíos. Para poder avanzar en esta línea, luego de seleccionados los casos, se visitó dos veces los lugares, entre 2018 y 2019, y se realizaron numerosas notas de campo y algunas entrevistas en profundidad a productores y responsables de las experiencias. Las notas fueron particularmente útiles en La Colonia, pues en las dos ocasiones las productoras y productores se encontraban trabajando y se eligió mantener charlas informales con la finalidad de no interrumpirlos y registrar algunas prácticas en sus parcelas. Además, como parte de nuestras visitas, se realizaron talleres de discusión sobre el agronegocio y el acceso a la tierra en Argentina. A estas visitas en terreno se sumó la concurrencia a actividades políticas y culturales (recitales, ferias, manifestaciones, talleres, entre otros) en los cuales los sujetos de cada caso estuvieron involucrados. Estas instancias sirvieron para comprender las prácticas extraprediales y los vínculos por ellos construidos. La información recogida se sistematizó siguiendo dos objetivos. Por un lado, se buscó caracterizar la experiencia de acuerdo con: tipo de producción; tipo de trabajo; técnicas productivas; utilización de tecnología y maquinaria; canales de comercialización; conexión con otras experiencias; e influencia de políticas públicas. Por otro lado, se realizó un análisis de contenido cualitativo de la información para reconstruir la relación entre los elementos estructurales y las estrategias de los agentes rurales. Para ello, se enfatizaron las representaciones, imágenes y disputas que se identificaron en relación con las experiencias de agricultura alternativa en el marco del agronegocio. En tanto consideramos que estos actores sociales son sujetos activos en la construcción de saberes, se intercambió con ellos fragmentos de este escrito para poner a su consideración nuestras lecturas y caracterizaciones2.

Adicionalmente se utilizó información cuantitativa secundaria para caracterizar la estructura agraria y el impacto del avance de la lógica del agronegocio en la provincia, y se sintetizó normativas sobre uso de fitosanitarios, ahondando en las ordenanzas de los partidos de Las Flores y Luján donde se asientan los casos estudiados.

Marco teórico

Numerosos estudios críticos utilizan el término agronegocio para referirse a las transformaciones agrarias recientes (Cáceres 2015; Giarracca y Teubal 2008; Gras y Hernández 2013; Taddei 2013; entre otros). Coincidimos con Giarracca y Teubal (2008 y 2013) en caracterizar al agronegocio como la expresión rural del modelo civilizatorio neoliberal y a su vez la manifestación agropecuaria del modelo extractivo que, como tipo ideal,3

se define por:

• La preponderancia del mercado y la demanda global en la determinación del cultivo o ganado producido por cada país. Argentina exportó tradicionalmente sus excedentes alimentarios de granos (trigo y maíz) y carne, sin embargo, actualmente más de la mitad del área cultivada se destina a la soja transgénica de la cual más del 90% se exporta

• La financiarización de la producción agropecuaria. Por un lado, los actores especulativos globales tienen una gran influencia sobre los precios de las materias prima (Lilliston y Ranallo 2011), entre ellas la soja, por lo que la dependencia de Argentina a ese cultivo redunda en una mayor vulnerabilidad por la excesiva especialización. Por el otro lado, las altas ganancias del sector agrario, especialmente durante la década de 2000, atrajeron a actores extra agrarios ya sea financiando directamente la producción o por medio de inversiones en el mercado de capitales o de futuros (Gras y Hernández 2013; Palmisano 2018a).

• La incorporación continua de “tecnología de punta” difundida, y en muchos casos patentada, por empresas transnacionales o transnacionalizadas. El paquete tecnológico incluye semillas transgénicas, siembra directa, agroquímicos (especialmente el glifosato) y maquinaria que requiere escalas de producción cada vez más grandes (Palmisano 2015; Perelmuter y Poth 2009).

• La mayor concentración y centralización del capital y la tierra. Solo a modo de ejemplo, entre el Censo Nacional Agropecuario de 2002 y el de 2018 la cantidad de Explotaciones Agropecuarias (EAP) de Argentina se redujo de 333 533 a 250 881 (–24,78%) y la extensión promedio de las mismas pasó de 524,11 a 689,32 hectáreas (31,52%). En la provincia de Buenos Aires, el número de EAP pasó de 51 116 en 2002 a 36 700 en 2018 (–28,20%) y su área promedio ascendió de 504,51 hectáreas a 647,19 (28,28%) [elaboración propia con datos de Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC)].

• La menor demanda de trabajo por hectárea. Durante las últimas décadas, hubo una creciente separación entre las unidades productivas y la propiedad de la maquinaria, cada vez más costosa y para extensiones más grandes. Los trabajadores son empleados temporalmente en sus lugares de residencia o realizan largos viajes ofreciendo servicios agrícolas (Villulla 2015).

• El despliegue de procesos de exclusión y arrinconamiento sobre otras formas de habitar los espacios agrarios. Los actores subalternos (campesinos, indígenas, chacareros, entre otros) son presionados por algunas empresas a abandonar sus tierras mediante artilugios legales o la violencia [Domínguez y De Estrada 2013; Grupo de Estudios Rurales (GER) 2004; Lapegna 2013].

• La reducción de la agrobiodiversidad a raíz de los cambios de consumo alimentario a escala global y nacional. El fortalecimiento de la “dieta neoliberal” (Otero y Pechlaner 2014) implicó mayor consumo de alimentos procesados, con alto contenido de grasas y azúcares, densos en energía, pero sin demasiado valor nutritivo. En tanto los consumos alimentarios tienden a diferenciarse según el nivel socioeconómico, los sectores populares, principalmente urbanos, son los más afectados.

• La intensificación de los impactos socioambientales negativos de la producción agropecuaria. Entre ellos se destacan los efectos de los agroquímicos y los transgénicos, la deforestación, el incremento de inundaciones, la pérdida de fertilidad del suelo (González et al. 2015; Pengue 2017; Rossi 2018; Schmidt 2014).

En este marco, la lógica del agronegocio se define no por un cultivo en particular sino por una forma específica de producción agropecuaria. Su intensidad dependerá de cómo se manifiestan cada una de las características mencionadas de manera directa, esto es en el entramado productivo, y de manera indirecta, sobre aquellos actores que sin estar conectados con la producción son afectados por la misma tales como los consumidores, los habitantes cercanos a los cultivos, etcétera.

A pesar de la hegemonía de la lógica del agronegocio en Argentina, existe un creciente interés sobre las alternativas agroalimentarias. En este marco, se propone aquí caracterizar a la “agricultura alternativa” como aquellos sistemas o prácticas que intentan proporcionar un medio ambiente balanceado, la sostenibilidad en los rendimientos y la fertilidad del suelo, y un control natural de plagas, todo ello mediante el diseño de agroecosistemas diversificados y el empleo de tecnologías de bajos insumos (Altieri 2009, 70). Este paradigma incluye corrientes heterogéneas que suelen solaparse tales como la agroecología, la agricultura tradicional o campesino-indígena, la agricultura orgánica, la biodinámica, la permacultura, agricultura biológica, agricultura natural (Petersen 2018).

A los fines de este trabajo y por la directa conexión con los casos analizados, se realiza una breve descripción de dos de estas corrientes. La primera de ellas es la agroecología que, como propuesta científica, fue sistematizada en la década de 1980 a partir de una evaluación crítica acerca de los impactos, principalmente sociales y ambientales, de la revolución verde4. Con una fuerte influencia de académicos latinoamericanos, este paradigma busca el balance edafológico, energético, biológico, económico y social de los ecosistemas. Su objetivo agronómico es:

desarrollar agroecosistemas con una dependencia mínima de agroquímicos y subsidios de energía, enfatizando sistemas agrícolas biodiversos y complejos, en los cuales las interacciones ecológicas y los sinergismos entre sus componentes biológicos proveen los mecanismos para que los sistemas subsidien la fertilidad de su propio suelo, la productividad y la protección de los cultivos (Altieri 2009, 71).

Reforzando esta perspectiva, Sevilla Guzmán (2006) enfatiza el componente político de la agroecología en tanto reclama un acceso igualitario a los medios de vida a partir de una articulación entre la ciencia/ conocimiento y la praxis. Ello requiere de, por un lado, una reflexión sobre la dependencia productiva y comercial de los agricultores producto de la creciente mercantilización, y por el otro, un rescate de la matriz comunitaria en la que ellos se insertan. La segunda corriente que nos interesa definir es la permacultura, surgida durante la década de 1970 a raíz de la crítica al desbalance en la relación campo-ciudad y la posibilidad de “retorno” a la vida rural de personas desencantadas con las urbes. Su propuesta implica el diseño de sistemas sostenibles de uso del suelo que, en analogía con los ecosistemas naturales: i) consideren las diferentes funciones de la tierra, el agua, la flora y la fauna; ii) diversifiquen las fuentes de alimento, energía, alojamiento y reciclaje; iii) preserven el suelo, el agua, la energía y los recursos naturales; y iv) involucren a colectivos sociales de diversos tamaños que vivan en el lugar del proyecto (Mollison 2001). Los primeros pasos de esta corriente los dio Mollison en Australia, quien enriqueció su formación en ciencias biológicas con aportes de la agricultura natural de Fukuoka. Esta vertiente impulsa la idea de que la agricultura debe realizarse minimizando la interferencia en la dinámica propia de los ecosistemas. De allí que su principal lema sea “no hacer” (no arar, no aplicar insumos, no podar y realizar limpiezas selectivas) (Petersen 2018).

Si bien las dos corrientes comparten algunos elementos –que se podrían sintetizar en la búsqueda de compatibilizar la vida rural con el ecosistema en que se inserta–, surgieron en geografías distintas y por motivaciones diversas, lo cual le imprime ciertas cualidades. Mientras la agroecología prioriza la producción alimentaria, la permacultura la considera un elemento dentro del diseño de sistemas sostenibles.

Los estudios académicos dentro del paradigma de la agricultura alternativa en la provincia de Buenos Aires no son abundantes. Sin embargo, se destacan varios trabajos sobre experiencias productivas y comerciales alternativas en los entramados rururbanos (Feito 2013; González 2015; Marasas 2012); análisis de experiencias agroecológicas (Domínguez 2019; Sarandón y Flores 2014) y orgánicas (Vásquez y Vignolles 2015). En contraste, existe otra línea analítica mucho más prolífera que aborda las estrategias de los agricultores familiares bonaerenses para adaptarse al contexto desigual y asimétrico que supone el despliegue de la lógica del agronegocio, dando lugar a situaciones híbridas de resistencia y persistencia. Craviotti (2014), por ejemplo, analiza las disputas e interrelaciones que se producen entre la agricultura intensiva y las producciones trabajo intensivas orientadas al mercado interno en el partido de San Pedro. Allí la autora destaca que los productores familiares despliegan estrategias exitosas para mantenerse en el campo, tales como la diversificación de cultivos. Por su parte, López-Castro (2016) también reconstruye casos de persistencia de productores medios (chacareros) en el sudoeste bonaerense a partir de la diversificación agrícola y ganadera, la pluriactividad y la utilización de múltiples formas de comercialización.

El agronegocio bonaerense

La provincia de Buenos Aires es la más extensa (307 571 kilómetros cuadrados) y poblada de Argentina. La mayoría de sus 15 millones de habitantes se encuentra concentrada en el conurbano bonaerense (zona que rodea la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Si bien esta jurisdicción genera más del 30% del Producto Interno Bruto nacional (PIB), cuenta con la tasa de desocupación más alta, salarios promedio por debajo de la media y una de las mayores inequidades en la distribución del ingreso de Argentina. La provisión de servicios genera la mitad del Producto Bruto Geográfico (PBG) provincial y en la mitad restante, correspondiente a la producción de bienes, se destacan la industria manufacturera (30% del PBG), el sector agropecuario (10%) y la construcción (8%). Además, Buenos Aires cuenta con una de las llanuras más fértiles del mundo y es la principal provincia productora de trigo, cebada, soja y girasol y la segunda de maíz, y concentra la tercera parte del stock vacuno, el 25% de la producción de leche y el 39% de la faena avícola de Argentina (Dirección Nacional de Asuntos Provinciales 2018).

En Palmisano (2018b) dimos cuenta de la forma en que se expresa la lógica del agronegocio en la provincia de Buenos Aires. Los casos de estudio que desarrollaremos se emplazan en las inmediaciones de pequeños poblados (Villa Pardo y Jáuregui), en un espacio rururbano caracterizado por “una zona habitada, barrios aislados rodeados de una geografía visible, una urbanización parcial o discontinua en donde el aislamiento o separación entre las aglomeraciones es discreta, perceptible y de clara identificación” (Crovetto 2011, 366). Allí se registran dos elementos de gran importancia: la producción hortícola a pequeña y mediana escala, y los impactos de las fumigaciones.

En términos muy generales, la producción hortícola en los espacios rururbanos la desarrollan mayoritariamente productores familiares en extensiones medias inferiores a 5 hectáreas. Preponderantemente la forma de tenencia es el arrendamiento y la mano de obra es familiar (Benencia y Quaranta 2005). La producción se hace a campo abierto o bajo cubierta (invernadero), esta última con mayor intensificación de capital y trabajo. A partir de las características descritas por Le Gall y García (2009/2010) podemos decir que el despliegue de la lógica del agronegocio en esta actividad se manifiesta más fuertemente en el espacio de la circulación que en la producción. Puntualmente, la horticultura es llevada adelante por un amplio número de productores, por lo que la concentración se expresa en los eslabones superiores de la cadena, principalmente en la intermediación y la comercialización al mercado concentrador. Además, la fuerte competencia por la tierra en un mercado con presencia mayoritaria de arrendatarios permite una generosa captación de renta por parte de los dueños. A ello se suma la presión de la expansión de las ciudades y los proyectos residenciales para sectores de altos ingresos (countries). En paralelo, la intensificación en capital, principalmente en los sistemas bajo cubierta, se traduce en una tasa de aplicación de agroquímicos producidos o licenciados por grandes empresas. Muchos de estos insumos son de alta toxicidad y son aplicados directamente por los productores o miembros de su familia. Finalmente, si bien existe un número bastante amplio de frutas y verduras que son cultivadas bajo este sistema y la gran mayoría se destinan al mercado interno urbano, la demanda suele obligar a los productores a concentrarse en pocas variedades aptas para soportar varios días de manipulación entre la cosecha y la venta final.

El segundo elemento que afecta a los espacios rururbanos son las fumigaciones a gran escala que se utilizan en la agricultura extensiva. En tanto el maíz y la soja son en su mayoría transgénicos, principalmente resistentes al glifosato, el consumo nacional de plaguicidas subió casi un 800% entre 1993 y 2014. El principal impulso lo dieron los herbicidas (donde se ubica el glifosato), cuya utilización creció un 1007,9% en dicho período (Palmisano 2018b). En este marco, numerosos municipios han avanzado en la regulación de las fumigaciones alrededor de los núcleos urbanos, escuelas rurales y cursos de agua tal y como se observa en el siguiente cuadro.

A pesar de estos avances locales, en octubre de 2018 el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires emitió la resolución 246-MAGP-18 donde planteaba que “no es esencial” la fijación de zonas donde se prohíba la aplicación de agroquímicos en lotes contiguos a residencias urbanas y extraurbanas, población dispersa, márgenes de cursos o cuerpos de agua, zonas de bombeo, establecimientos educativos, áreas de esparcimiento y reservas naturales. Dichas aplicaciones solo debían ser controladas por ingenieros agrónomos contratados para ello. Esta medida generó un amplio rechazo y en febrero de 2019 fue modificada por la resolución 246-MAGP-195 que prohibió las aplicaciones de fitosanitarios en los lotes linderos a escuelas, bombas de agua, cuerpos y cursos de agua, y suspendió por un año la vigencia de la anterior resolución.

Tomando como marco estos elementos, se procederá a continuación a caracterizar dos alternativas frente a la lógica hegemónica de producción agropecuaria en Argentina.

Permacultura y pueblos rurales. El caso de la finca Yamay en Las Flores

Las Flores es un partido ubicado en el centro de la provincia de Buenos Aires (ver imagen 1) que, según el último Censo de Población y Vivienda, en 2010 tenía 23 871 habitantes.

El 89,88% de esas personas vivía en la ciudad cabecera y el resto en pequeños poblados (Villa Pardo, El Trigo y Coronel Boerr) y la zona rural. Tradicionalmente su producción primaria se basaba en la ganadería vacuna, pero recientemente se incrementó el área destinada a cultivos de verano (girasol, maíz, soja y sorgo). De hecho, mientras en la campaña 1990/91 solo se sembraron 11 800 hectáreas con dichas variedades para 2017/18 ese valor ascendió a 64 424 hectáreas, casi un quinto del área del distrito. Como en casi toda la Argentina, el cultivo que más creció fue la soja ocupan do en 2017 unas 35 500 hectáreas6. Paralelamente, entre 1988 y 2002 (últimos dos Censos Nacionales Agropecuarios disponibles) hubo una reducción en la cantidad de EAP, las cuales pasaron de 736 a 640. El proceso afectó particularmente a las unidades de menos de 200 hectáreas que pasaron de 454 en 1988 a 359 en 2002. Tal como demostramos en Palmisano (2016), esta tendencia también se replicó en la propiedad de la tierra pues, entre 1990 y 2011, la extensión promedio de cada propietario rural florense creció un 7,74%.

En este contexto, en 2008 nació la finca Yamay, ubicada a unos 2500 metros de Villa Pardo, el segundo poblado más importante del partido de Las Flores con 159 habitantes en 2010. El emprendimiento tiene unas 6 hectáreas de tierra que primero fueron propiedad de una sociedad entre dos personas oriundas de la Ciudad de Buenos Aires y luego pasaron a manos de uno de ellos. En el lugar se realizan actividades educativas, formativas y turísticas alrededor de una serie de construcciones naturales y una pequeña producción agraria (huertas, frutales y miel), bajo el paradigma de la permacultura. La experiencia estuvo motivada por la voluntad de uno de los socios de abandonar la vida citadina y buscar otros caminos. Él no contaba con ninguna experiencia en tareas rurales sino que se había formado en administración de empresas trabajando en grandes compañías, pero el encuentro con la permacultura lo llevó a pensar un emprendimiento turístico:

Elegimos el lugar, un espacio a conciencia en un radio de 200 km, para poder simplificar el acceso de la gente de Buenos Aires o de las ciudades grandes, que haya sufrido el éxodo rural […] Creemos que tiene que ver más con la forma de agricultura moderna que antes se hacía entre vecinos, familia. Grupos de gente iba por los campos haciendo el trabajo hoy lo hace una persona en la cómoda butaca de un tractor importado con GPS, una persona. Y bueno, con la idea esa lo que buscamos era promover un modelo de “explotación” de la tierra, entre comillas, que juegue a favor de la tierra y no en contra y que pueda ser aplicado por otros municipios con una problemática similar (entrevista a Martín,7 Pardo, 11 de febrero de 2019).

Lo que se inició como una búsqueda, surgida de cierto hastío del mundo urbano, fue tomando la forma de un proyecto que ensayara una alternativa a dos puntos: el despoblamiento rural y el agronegocio agrícola. La localización de Yamay responde a la idea de que la experiencia debía emplazarse cerca de la Ciudad de Buenos Aires donde no solo se ubica su “público” sino también continúa viviendo la familia de Martín. Cumplido este requisito, el hecho de que Yamay se haya emplazado en Pardo fue bastante fortuito y, según las entrevistas, no hubo políticas públicas locales que lo hubiesen favorecido. En el caso de las fumigaciones, al hallarse a más de 500 metros del poblado, la ordenanza de restricción vigente no protege el lugar, aunque debe mencionarse que una de las personas que trabaja allí tuvo una activa participación en el impulso de dicha normativa. A comienzos del proyecto en 2008, se nombró a Yamay de interés municipal, lo cual facilitó la colaboración (principalmente logística) por parte del gobierno local, y algunos años después integró un grupo de promoción del turismo rural del programa Cambio Rural del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.

En términos del trabajo predial, la experiencia cuenta con una amplia combinación de “fuentes”. Durante los primeros cuatro años, uno de los socios se dedicó exclusivamente a la construcción y planificación del planteo permacultural con la colaboración de trabajadores asalariados transitorios tanto para la edificación de las instalaciones como para la huerta y los frutales. La mayoría de ellos vivía en Pardo o sus alrededores. Luego de ese tiempo, y frente a limitaciones económicas que llevaron a la división de la sociedad, dicho socio volvió a trabajar a una empresa de telecomunicaciones en la Ciudad de Buenos Aires y contrató a un casero para que se encargara de las actividades semanales de Yamay mientras él regresaba allí los fines de semana. Si bien a partir de ellos se organizan y hacen las labores troncales de la finca, también hubo momentos de trabajo colectivo mediante “voluntariados”, instancias de formación que tienen como contraprestación que los partícipes colaboren, de manera no compulsiva, con actividades que requieren mucho trabajo.

El planteo productivo se realiza siguiendo los lineamientos de la permacultura. En la construcción se utilizan, en la medida de lo posible, materiales nativos (barro, adobe crudo, madera del lugar, paja, techo vivo), mientras que los cultivos se realizan con asociación de especies (árboles frutales, verduras, plantas aromáticas y ornamentales) utilizando compost como abono. La producción alimentaria tuvo altibajos, pero en 2018 funcionaba una huerta para autoabastecimiento, había algunas colmenas y se habían mejorado los árboles que en 2019 dieron sus primeros frutos. Si bien el proyecto permacultural incluye todo el predio, actualmente menos de la mitad está efectivamente ocupado, por lo que han realizado un acuerdo con un vecino para que lleve a pastar sus vacas en los campos vacíos a cambio del mantenimiento del parque. Esta ha sido una transformación rotunda, pues antes del establecimiento de Yamay allí se producía soja transgénica. Tanto en la construcción como en la producción de alimentos, se ha privilegiado el uso de tecnología manual con algunas pocas máquinas basadas en energía eólica (molino de agua) o tracción humana (bomba a soga) que no solo tienen una función productiva sino también formativa:

La idea es que sea un espacio demostrativo de técnicas y tecnologías apropiadas que son tecnologías simples de fácil construcción, de fácil reparación y que están al alcance de cualquiera quiera sin necesitar una tecnología o un costo elevado (entrevista a Martín, Pardo, 11 de febrero de 2019).

En tanto debe considerarse el doble propósito del predio (turismo y agricultura), el análisis de las estrategias de comercialización debe incluir los bienes (alimentos) y servicios (alojamiento y actividades recreativas). Las frutas y verduras se destinan al auto de las personas que habitan o visitan Yamay; por su parte, la miel de producción propia y de otros apicultores locales es vendida en ferias de comercio justo que se realizan en el establecimiento o en el marco de actividades culturales en Pardo. Los servicios turísticos son ofrecidos mediante las redes sociales digitales y se orientan a personas de diversos puntos de Argentina o el mundo; a ello se suma la participación de una agencia de viajes porteña que incluye actividades en Yamay como parte del paquete turístico Pardo Auténtico.

Si bien la experiencia surgió como una iniciativa privada de dos personas, desde su creación, el actual dueño de Yamay ha realizado numerosos vínculos con otros referentes de la permacultura en Argentina, algunos de los cuales han participado de actividades de formación. Además, existe una voluntad expresa de que la experiencia funcione como un ejemplo de formas otras de habitar destinadas a un público específico:

Si alguien de mi oficina se interesara por un tema de estos y fuera a una ecoaldea o una ecovilla se sentiría un poco incómodo porque es una comunidad viviendo en un lugar […] Pero la idea fue siempre poner a Yamay en un paso intermedio, que alguien venga, te cuento lo que hacemos, lo que te guste llévatelo, como interés, como aprendizaje, como gusto o lo que sea y aplicá lo que puedas, lo que quieras o mudate a una ecovilla, seguí profundizando y hacé cursos (entrevista a Martín, Pardo, 11 de febrero de 2019).

En ese sentido, existe una clara apuesta a construir un diálogo con personas enraizadas en la cultura hegemónica citadina, que suelen presentar una enorme distancia con la vida rural. De alguna manera, la propuesta pedagógica de Yamay supone un acercarse al origen de los alimentos, conocer una forma de construir y vivir más sustentable, cambiar hábitos en los lugares de residencia (separar residuos, compostar, producir alimentos, etc.), y recuperar la contemplación de la naturaleza en un espacio libre de la sobreestimulación citadina. Como parte de la experiencia, esas personas comparten los encuentros y talleres con habitantes del pueblo y la zona rural (todas las actividades son abiertas y gratuitas para ellos), quienes además de cubrir los empleos transitorios de la finca, también participan de las ferias de comercio justo para vender productos artesanales. Asimismo, en los últimos años se mudaron a Pardo al menos cuatro familias, la mayoría de ellas proveniente de Las Flores, que se han dedicado a la construcción y la agricultura natural. En este sentido, se vislumbra una red de relaciones sociales donde las personas involucradas en Yamay juegan un rol importante:

En Las Flores tengo dos amigos, a mí siempre me gustó lo ornamental, y ellos siempre fueron de la huerta, y nos juntamos y bueno, es como que es perfecto porque tiene que haber más diversidad. El que era huertero ahora pone más flores, y yo tengo más huerta, y bueno, nos fuimos complementando. Yo me vine a Yamay, uno estaba para el lado de El Trigo, y otro estaba en Las Flores. Y ahí bueno, el que estaba en Las Flores se vino primero, estuvo parando un tiempo en carpa acá con su compañera, y buscando un espacio donde estar y consiguió ahí, en la capilla. Y después el otro estaba para el lado de El Trigo, dejó el campo que estaba, empezó a estar en Las Flores y como que no le gustaba estar en Las Flores y empezó a venir a visitarnos y salió para cuidar una casita atrás de la capilla, a 100 metros. Y nos vinimos los tres para acá (entrevista a Joaquín, Pardo, 11 de febrero de 2019).

El fortalecimiento de estos vínculos ha generado no solo una articulación productiva sino también una expansión de “actividades culturales”. Tanto en la capilla abandonada, devenida en centro cultural, como en los parques del pueblo se han realizado obras de teatro, ferias de libro, recitales y talleres de género8. Estas tareas suponen una praxis sociocultural de importancia en la deconstrucción de los imaginarios que caracterizan a lo rural a partir de cierto estatismo social, retraso, relaciones sociales basadas en arreglo a valores, más directas, cara a cara e incluso remiten a cierta idea de sociedad envejecida, como producto del éxodo poblacional ocasionado por las oportunidades supuestamente existentes en el mundo urbano (Crovetto 2019, 20).

Los encuentros han permitido estrechar el vínculo entre los pobladores locales y los partícipes de las experiencias descritas, a la vez que han contribuido al abordaje de tópicos sociales complejos tanto en términos productivos como socioculturales.

Agroecología y organización campesina. El caso de La Colonia

El distrito de Luján contaba en 2010 con 106 273 habitantes de los cuales el 91,6% vivía en áreas urbanas. Entre la campaña 1990/91 y la 2017/18 la superficie sembrada con cultivos de verano creció un 84,3%, principalmente por un avance del 442% del área con soja (de 2700 hectáreas en 1990/91 a 14 650 hectáreas en 2017/18)9. En paralelo, se produjo una marcada concentración de la tierra y la producción. Tal es así que, entre 1988 y 2002, el partido de Luján perdió casi el 80% de sus EAP, pasando de 431 a 90. El estrato de menos de 200 hectáreas fue el más afectado con una retracción del 86% en sus EAP y de un 75,37% en su superficie. En paralelo, se redujo el 41,97% de la superficie agraria de Luján por el avance urbano, con lo cual solo el 32% (25 000 hectáreas) de su área mantiene fines agropecuarios.

Específicamente La Colonia está ubicada cerca del barrio Loreto en Jáuregui, un pueblo de 8705 habitantes. El predio tiene unas 80 hectáreas poseídas en comodato de renovación quinquenal por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) a partir de una estrategia activa de obtención de tierras que implicó la ocupación de terrenos de propiedad pública sobre los cuales la organización venía negociando su sesión por parte del Gobierno nacional. Este proceso comenzó entre 2012 y 2013 y, tras un período de acampe en las inmediaciones del predio, el 20 de abril de 2015 se realizó la ocupación. En esos momentos, distintos actores que se oponían a la toma circularon versiones sobre la instalación de un asentamiento urbano que generó preocupación en los vecinos de Jáuregui. Sin embargo, cuando se comenzó a producir y vender alimentos en La Colonia y a realizar actividades en instituciones públicas se fue fortaleciendo el vínculo con la comunidad local. Esto llevó a que los productores desarrollaran un profundo sentido de pertenencia que se articuló directamente con el hartazgo frente a la política oficial:

El Gobierno nos tuvo a las idas y vueltas presentando papeles y siempre faltaba algo. Nos prometieron muchas veces que nos darían la tierra pero siempre había una excusa. La toma de La Colonia fue legal y legítima, nosotros teníamos toda la documentación pero ellos demoraban todo a propósito (testimonio de Jorge, productor de La Colonia, notas de campo, Jáuregui, 19 de mayo de 2018).

La Colonia supone un campo de experimentación político-productiva cuyo objetivo final es el asentamiento de más de 50 familias de horticultores en lotes de una hectárea (los cuales no pueden ser arrendados, vendidos o cedidos) para producir alimentos agroecológicos. A comienzos de 2019 ya se habían instalado 26 familias que producían 33 hectáreas. La mayoría de ellas provenía del cinturón hortícola platense, el espacio que rodea a la ciudad de La Plata y donde se emplazan muchos horticultores y fruticultores que proveen de alimentos frescos a dicha ciudad, Buenos Aires y gran parte del conurbano bonaerense. Las familias se fueron incorporando a La Colonia en la medida en que se mejoraron los predios y las instalaciones, pues en el lugar había funcionado una institución de salud que estuvo abandonada por décadas, con lo cual los edificios se deterioraron y los campos se cubrieron de vegetación. La mayoría de las productoras y productores son de origen boliviano, específicamente de Tarija, e inmigraron a Argentina durante las úl- timas tres décadas. Este rasgo es bastante común en los cinturones hortícolas del país y explica en parte la organización del trabajo y el conocimiento de las tareas agrícolas ya que provienen tanto de las regiones serranas como de los valles tarijeños donde se producen frutas, hortalizas y papas para el autoconsumo y el mercado (Le Gall y García 2009/2010). Asimismo, las familias que producen en La Colonia, además de ser miembros de la UTT, participaron activamente en el proceso de lucha por la tierra y en sus relatos enfatizan que la decisión de mudarse al lugar se originó de la confluencia de la crítica a las condiciones sociales (precariedad de acceso a la tierra, la vivienda y los servicios públicos)10 y ambientales (impactos sobre la salud y el ambiente del uso masivo de agroquímicos) en que producían en el Gran La Plata.

Si bien la ocupación de la tierra es colectiva, cada familia controla y trabaja su parcela individualmente pues, como parte de los requisitos fijados por la organización, en La Colonia no puede contratarse mano de obra de ningún tipo. Tampoco realizan trabajos extraprediales, con lo cual puede afirmarse que su condición de horticultores les provee de ingresos suficientes. En paralelo, algunas tareas en las instalaciones comunes son realizadas colectivamente entre quienes viven allí. En algunos casos más excepcionales suelen participar de tareas con gran demanda de fuerza de trabajo (reparación de edificios, acondicionamiento de predios, etc.) otros miembros de la organización o voluntarios que llegan al lugar a partir de su participación en colectivos políticos cercanos a la UTT.

La producción sigue los lineamientos de la agroecología. En nuestras visitas de campo, registramos numerosas técnicas tales como: el cultivo intercalado y rotativo de especies y el uso de sistemas push-pull (sembrar vegetación repelente de insectos en la parcela y “plantas trampa” en sus bordes); la aplicación de bioinsumos caseros; si bien algunas familias aún compran plantines, otras producen simientes nativas,11 muchas de ellas en riesgo de desaparición por no adaptarse a las cadenas largas de comercialización que han acotado la agrobiodiversidad. Estos dos últimos puntos enfrentan una de las manifestaciones más directas del agronegocio en la horticultura: la influencia y control indirecto de la producción por parte de las empresas de insumos. Una gran parte de las labores se realiza manualmente, pero también cuentan con maquinarias e instalaciones de uso colectivo como los pozos de agua que abastecen los sistemas de riego de cintas de goteo que permiten distribuirla eficientemente. La Colonia se ha convertido en un espacio muy importante para la UTT, pues allí se ensayan y difunden técnicas agroecológicas que pueden utilizarse en otras huertas. En este punto ha sido fundamental la labor del Consultorio Técnico Popular conformado por diversos integrantes de la organización (técnicos y campesinos) que sistematizan y comparten información para desarrollar conocimiento e insumos productivos que se asienten en una perspectiva agroecológica, rescaten la tradición campesino-indígena y se transmitan entre sus miembros. Finalmente, se encuentran varias referencias de las productoras y productores acerca de la imbricación entre la agroecología y el acceso a la tierra:

Hoy por hoy a ningún compañero de acá se le ocurre producir en base a agroquímicos, ese modelo no existe, pero también tiene que ver con que se logró el acceso a la tierra y podemos decidir sobre esa producción (testimonio de María, dirigente de la UTT, notas de campo, Jáuregui, 24 de noviembre de 2018).

Por su parte, las verduras son comercializadas por medio de diversos canales. Mensualmente en La Colonia se hace una feria donde los vecinos pueden comprar verduras. Paralelamente se distribuyen bolsones de hortalizas en redes de comercio justo y, si existe un remanente, se venden a consumidores que van hasta el predio de manera de evitar los circuitos convencionales. Los precios son consensuados por las productoras y productores por largos períodos de tiempo, todo un desafío en el contexto inflacionario argentino de los últimos años12. De esta manera se construye un puente con el consumidor basado en el lema de la UTT: “Un precio justo para el productor es una vida digna para el pueblo”. A ello se suman los “verdurazos” o “feriazos”, una forma de comercialización que opera como forma de protesta. Se trata de intervenciones políticas que se realizan en espacios públicos de las ciudades donde la organización arma ferias informales para regalar o vender alimentos provenientes de sus bases territoriales. Así se fortalece legitimidad de la organización y se desfetichiza las mercancías/alimentos (Santos 2003) al vincular políticamente a productores y consumidores, a la vez que se visibilizan reclamos puntuales.

En tanto La Colonia es parte de un proyecto político más amplio, la UTT se encuentra vinculada con numerosas experiencias de agricultura alternativa. La organización nació en 2010 a partir de un conjunto de familias campesinas del cinturón hortícola más grande de Argentina ubicado entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y La Plata. En pocos años, la UTT creció exponencialmente tanto en tamaño como en diversidad. Mientras en 2016 la organización nucleaba unas 800 familias productoras de frutas, hortalizas y flores de los alrededores de La Plata y Buenos Aires, para 2018 había más de 10 000 familias involucradas, dispersas por todo el país. Esta expansión incluyó la adopción del paradigma agroecológico al cual paulatinamente se incorporan los miembros de la organización a partir de un diagnóstico colectivo e individual acerca de qué técnicas y caminos son los más apropiados para cada caso. En este marco, La Colonia cumple un rol central como campo de experimentación social y organizacional agroecológico para la UTT y otros colectivos campesinos, situación que se hace patente en los talleres e instancias de intercambio de saberes, tales como la Escuela Nacional de Agroecología en cuya reciente edición participó el referente en agricultura orgánica Jairo Restrepo.

La caracterización de la influencia directa de políticas públicas sobre el caso es por demás compleja. En primer lugar, puede decirse que el hecho de que La Colonia se ubique en Jáuregui responde a una negociación con el Estado que accedió a negociar la sesión de esas tierras, las cuales fueron obtenidas a partir de la lucha de la organización. Este proceso significó la materialización “desde abajo” de la Colonia Agrícola (luego renombrada Agroecológica) Integral de Abastecimiento Urbano. Esta era una propuesta de política pública que había desarrollado la UTT al calor de la lucha y que se articula directamente con un proyecto de Ley de Acceso a la Tierra13 presentado en 2016 por medio de un “verdurazo”.

Una vez consolidado el control territorial, florecieron un sinnúmero de actividades en relación/tensión con el Estado. Una de ellas fue la Escuela Campesina, un espacio de educación popular con reconocimiento oficial que ha permitido la alfabetización primaria de varios miembros de La Colonia y a partir de 2019 podrán continuar sus estudios en la Escuela Secundaria Campesina. Asimismo, existen intercambios más o menos formalizados con dependencias nacionales como la Subsecretaría de Agricultura Familiar y Desarrollo Territorial y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (actualmente muy debilitados por recortes presupuestarios). En el plano local, la ordenanza 5953/2011 de Luján prohíbe las fumigaciones terrestres a menos de 500 metros de las áreas urbanizadas. Casi un cuarto de la superficie de La Colonia se encuentra a menos de 500 metros del barrio Loreto, por lo que la normativa debería proteger ese terreno. Además, están prohibidas las fumigaciones a menos 100 metros de escuelas (recordemos que allí funciona la Escuela Campesina) y cualquier aplicación entre los 100 metros y 300 metros debe notificarse por escrito a la autoridad del lugar con 48 horas de anticipación y realizarse fuera del horario escolar. Sin embargo, las observaciones y testimonios señalan constantes conflictos y denuncias por las fumigaciones que se realizan alrededor de La Colonia frente a las cuales el Estado no actúa.

Análisis

Los elementos emergentes de la descripción de los casos permiten ensayar una serie de comparaciones entre las experiencias y de su relación/tensión con el agronegocio. El primer punto a destacar es el hecho de que la hegemonía del agronegocio y los modos de vida asociados a este, son interpelados desde múltiples caminos y actores. Los casos desarrollados son ejemplos de ello. La Colonia forma parte de una de las organizaciones populares agrarias más importantes de Argentina, se construyó como respuesta a un diagnóstico colectivo de los impactos del agronegocio en el sector hortícola y, como tal, el horizonte emancipatorio (la vida digna) está presente en la mayoría de las prácticas. El destinatario de sus discursos y acciones es el “pueblo”, es decir, los sectores populares y medios a quienes buscan vender alimentos baratos y que también integran los miembros de la UTT. La politización de los protagonistas de La Colonia define transversalmente sus prácticas productivas pues no solo responden a sus motivaciones individuales sino, principalmente, a su participación en un colectivo. Así, la experiencia aparece como un modelo de explotación agroecológica donde todos los balances que impulsa el paradigma son casi perfectos (quizá con la única excepción de la compra de plantines que está siendo reemplazada por la autoproducción). Por su parte, Yamay nace como un proyecto individual a raíz de una búsqueda personal. Allí la crítica de la permacultura sobre la miopía citadina hacia las cuestiones alimentarias, habitacionales y medioambientales se tradujo en una propuesta turístico-pedagógica que busca reencontrar a sectores de clase media urbana con un modo de vida más simple y reflexivo. Desde sus inicios la propuesta incluyó una mirada anclada en el desarrollo local con creación de fuentes de trabajo y la difusión de saberes permaculturales a los habitantes de Pardo. Además, la presencia de Yamay en el lugar funcionó como punto de encuentro y atracción de otros proyectos de agriculturas alternativas. En tanto fue asumido como un proyecto personal que trasciende la esfera económica, frente a ciertas dificultades, el dueño de Yamay optó por retornar a su trabajo en la ciudad y contratar a un casero. Si bien ello supone una tensión con la “teoría” permacultural –no tanto por la existencia de trabajo asalariado sino por dejar de habitar el lugar–, puede interpretarse como una estrategia de persistencia típica de los sectores medios rurales. Como se detalló en el apartado teórico, la pluriactividad permite un aumento de los ingresos en momentos críticos suficiente para mantener el proyecto productivo.

Frente a estas diferencias sobresalen algunos puntos en común cuya intensidad está atravesada por la dimensión política antes mencionada: i) ambas experiencias tienen proyecciones de crecimiento que suponen tanto una mayor cantidad de actores involucrados como un enriquecimiento de las actividades. ii) Las personas involucradas tienen como objetivo (más individual en el caso de Yamay y como proyecto político en La Colonia), más allá de lo productivo, desarrollar formas de interpelación de los sujetos no agrarios mediante mecanismos propios. Así, las instancias de formación y difusión suponen un “mostrar al mundo” que es posible vivir la ruralidad de otra manera. iii) Existe una voluntad expresa de problematizar el vínculo mercantil hegemónico que se construye con los alimentos y los servicios. Ello podría implicar una reelaboración ética de la relación producción/consumo y consumo/objeto (alimentos o servicios). iv) Ambas experiencias tuvieron que enfrentar, problematizar y elaborar específicamente la relación/tensión entre sus prácticas y la de los pobladores que vivían en el lugar. Para el caso de Yamay, ello se dio desde el plano cultural donde las formas de la vida urbana debieron entrar en diálogo con aquellas típicas de un pequeño pueblo rural. Por su parte, en La Colonia la toma de la tierra supuso un primer momento de tensión con las vecinas y vecinos de Jáuregui, que fue matizándose a partir de las interrelaciones cotidianas.

Conclusiones

La expansión de la lógica del agronegocio se ha dado en toda Argentina con especificidades regionales y productivas que se evidencian en los casos analizados. Si bien han surgido normativas para contener sus impactos socioambientales, su aplicación ha sido acotada y depende de la movilización de los afectados.

En el plano de las alternativas, los casos seleccionados muestran algunos de los múltiples caminos y actores que se mueven entre la resistencia y la reexistencia (Porto-Gonçalves 2006) al agronegocio. Descartando una mirada prescriptiva e idealizada de los procesos, podemos afirmar que desde los márgenes se tejen proyectos heterogéneos que buscan expandirse material y simbólicamente. En una provincia fuertemente hegemonizada por el agronegocio extensivo e intensivo, las experiencias descritas trascienden las estrategias de persistencia más típicas de los productores familiares pampeanos (aunque se registran algunas convergencias en el caso de Yamay). Con sus enormes diferencias, Yamay y La Colonia muestran formas otras de habitar y producir lo rural, problematizando la mercantilización y enraizando en territorios donde se mezclan nuevas y viejas historias.

Sin rehuir a la diversidad de trayectorias y decisiones, queda claro que un punto interesante sería la posibilidad de diálogos, encuentros y debates tanto entre los paradigmas alternativos al agronegocio como entre estos y otros actores agrarios más tradicionales. En el primer caso, un punto de encuentro puede darse entre la mirada sistémica en el diseño de proyectos sostenibles de la permacultura y los conocimientos más fuertemente arraigados de la producción alimentaria agroecológica. En el segundo, podría centrarse en el encuentro entre el acervo contrahegemónico que la agroecología y la permacultura han construido en varias décadas y los saberes chacareros que han sido profundamente desvalorizados con la expansión del conocimiento experto y las tecnologías de punta. Quedan planteados así algunos elementos que podrían despertar el interés en conocer, sistematizar y poner en diálogo otras experiencias de características similares.

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1 En adelante, Yamay y La Colonia.ˆ

2 Agradecemos por ello a Gustavo, Marcelo y Rosalía.ˆ

3 Weber (2006) define al tipo ideal como una construcción teórico-metodológica de carácter utópico basada en un conjunto ordenado y no contradictorio de conexiones conceptuales obtenidas a partir del realce conceptual de ciertos elementos de la realidad. Su utilidad reside en confrontar este “núcleo conceptual” con manifestaciones empíricas, proponiendo una lectura de la heterogeneidad de lo social.ˆ

4 Se denomina revolución verde a un paradigma productivo extendido hacia mediados del siglo XX que se basa en la masificación de las semillas híbridas, principalmente de maíz, trigo y arroz, el deterioro de la diversificación productiva y el incremento del uso de insumos comerciales (fertilizantes químicos, plaguicidas, entre otros).ˆ

5 Ambas normas pueden consultarse en: https://www.boletinoficial.gba.gob.ar/secciones/9278/ver#page=27 https://www. boletinoficial.gba.gob.ar/secciones/9394/ver#page=10ˆ

6 Elaboración propia con datos del Ministerio de Agroindustria: http://datosestimaciones.magyp.gob.ar/ˆ

7 Todos los nombres referenciados son seudónimos.ˆ

8 En estos espacios se debatió sobre la despenalización del aborto, “sexualidades disidentes, feminismo, cuestiones sociales, de educación, siempre abordadas con perspectiva de género […] se busca generar una movilización de la sociedad para contribuir entre todos una sociedad igualitaria y libre de discriminación”. Ver: http://bit.ly/2qxdR7Yˆ

9 Elaboración propia con datos del Ministerio de Agroindustria: http://datosestimaciones.magyp.gob.ar/ˆ

10 Según el diagnóstico de la propia organización, más del 70% de estas productoras y productores es arrendatario o mediero, ver: http://uniondetrabajadoresdelatierra.com.ar/category/informes/. Además, las condiciones contractuales suponen altos pagos al dueño de las tierras, barreras o prohibiciones a la construcción de mejoras (especialmente viviendas), mucha inestabilidad y dificultades para conservar un lote por largos períodos, etcétera.ˆ

11 Actualmente (2019) existe el proyecto de construir en La Colonia un vivero para producir los plantines a partir de semillas nativas.ˆ

12 A partir de 2012, la inflación interanual argentina superó los dos dígitos. Si bien no es posible reconstruir todos los valores por falta de información oficial fidedigna, la tendencia se fue acentuando con una variación interanual del Índice de Precios al Consumidor en 2014 de entre 30% y 40%; entre 21% y 24% en 2015; alrededor del 40% en 2016; entre 24% y 25% en 2017; 43% en 2018; y a septiembre de 2019 dicho valor ascendía a 52,4% (elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos y la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires).ˆ

13 Puntualmente el proyecto propone la creación del Fondo Fiduciario Público de Crédito para la Agricultura Familiar, que permita otorgar créditos blandos para que los pequeños productores puedan acceder a la tierra.ˆ

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