Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 16, diciembre 2019, pp. 73-98

El modelo de agronegocios en los oasis de Mendoza (Argentina). Notas para una ecosíntesis territorial
Agribusiness model in the oases of the Mendoza province (Argentina). Notes for a territorial ecosynthesis

 

 

Robin Larsimont*

*Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA). National Scientific and Technical Research Council (CONICET) (Argentina), rlarsimont@mendoza-conicet.gob.ar, orcid.org/0000-0001-8095-1399.

Recibido: 28/08/2019 • Aceptado: 22/11/2019 • Publicado: 20/12/2019
DOI: http://doi.org/10.17141/eutopia.16.2019.3865

Resumen

Los márgenes de los oasis de la provincia de Mendoza adquirieron durante las últimas décadas especial relevancia como focos de inversiones del “modelo de agronegocios”. Este se destacó como el protagonista de una verdadera conquista en zonas periféricas de los oasis, expandiendo la frontera agrícola con base en la adquisición de terrenos seleccionados por sus características edáficas, la explotación de aguas subterráneas y la aplicación de modernos sistemas de riego. Protagonizada por la llamada nueva vitivinicultura –caracterizada por la producción de vinos de alta calidad enológica y orientada al mercado internacional–, esta dinámica se evidenció también en otros sectores frutícolas u hortícolas. Con base en una triangulación de datos cualitativos provenientes de fuentes primarias y secundarias, se indagaron las formas mediante las cuales la expansión del modelo de agronegocios incide en la reconfiguración de la ruralidad hidrosocial en la provincia. Se analizaron estas transformaciones en el marco de una ecosíntesis territorial, argumentando que la territorialidad de este modelo actúa de manera confinada, zonal y en red.

Palabras clave: agronegocios; Mendoza; oasis; territorialidad

Abstract

Fte margins of the oases of the Mendoza province have acquired in the last two decades special relevance as a focus of investment of the so-called “agribusiness model”. fte latter has been the protagonist of a real conquest in peripheral areas of the oasis, expanding the agricultural frontier based on the acquisition of land selected for its edaphic characteristics, the exploitation of groundwater and the application of modern irrigation systems. Starring by the so-called new vitiviniculture –characterized by the production of high-quality wine destined for export–, this dynamic was also evident in other fruit or horticultural sectors. Drawing on a triangulation of qualitative data from primary and secondary sources, we explore the ways in which the expansion of the agribusiness model reconfigure the hydrosocial rurality of theses oases. We analyze these transformations within the framework of a territorial eco-synthesis, arguing that the territoriality of such model acts in a confined, zonal and networked manner.

Key words: : agribusiness; Mendoza; oasis; territoriality

Introducción

En un contexto de valorización de ciertos espacios rurales y de exclusión de otros, los márgenes de los oasis irrigados de la provincia semiárida de Mendoza se presentan como un auténtico “laboratorio” para analizar los efectos territoriales de los procesos de globalización del sistema agroalimentario. Estas tierras anteriormente poco valoriza- das adquirieron durante las últimas décadas especial relevancia como focos de inversiones del llamado “modelo de agronegocios” (Gras y Hernández 2013). Este se destacó como el protagonista de una verdadera conquista en zonas periféricas de los oasis, expandiendo la frontera agrícola con base en la adquisición de terrenos seleccionados por sus características edáficas, la explotación de aguas subterráneas y la aplicación de modernos sistemas de riego. Protagonizada por la llamada nueva vitivinicultura –caracterizada por la producción de vinos de alta calidad enológica y orientada al mercado internacional–, esta dinámica se evidenció también en otros sectores frutícolas u hortícolas. En este trabajo, tomando como centro de análisis este modelo de agronegocios, se defiende que se ha conformado un nuevo esquema de ruralidad en relación con su papel en la ampliación de los oasis, más allá de la histórica red hídrica superficial. Se indaga, por lo tanto, en torno a las formas mediante las cuales la expansión de este modelo incide en la reconfiguración de lo rural en la provincia. Si bien nuestra propuesta teórico-metodológica se enraíza en estudios sociales agrarios, se nutre del supuesto ontológico y epistemológico que la circulación del agua (Swyngedouw 2004) se encuentra al centro de la relación poder-territorio (Raffestin 1986). Por lo tanto y desde esta mirada crítica acerca a la relación poder-agua-territorio, nos preguntamos: ¿de qué manera la territorialidad de este modelo de agronegocios redefine la ruralidad hidro- social en la provincia?

La metodología se basó en la triangulación de información generada en terreno (entrevistas y observación participante) e información secundaria como artículos de prensa, sitios web, informes comerciales y censos. Gran parte de esta información fue recopilada y analizada en el marco de la tesis doctoral del autor (Larsimont 2018). A los fines de encaminar la argumentación, se organizó este trabajo de la siguiente manera: en primera instancia, desde una mirada netamente teórico-metodológica, nos ceñiremos en destacar cinco pilares en torno a los cuales se sostiene un modelo de agronegocios (Gras y Hernández 2013). Con base en estas consideraciones, se expondrá, siguiendo a Claude Raffestin, la trama territorial por medio de la cual se consideran ciertas transformaciones rurales generadas por este modelo.

En una segunda instancia, se hará una contextualización espacio-temporal de la fuerte fragmentación territorial asociada con la conformación de los oasis y de sus recientes reestructuraciones productivas. Estas precisiones histórico-geográficas son necesarias para destacar la inercia de relaciones de poder en torno al manejo del agua en la provincia. Con esta contextualización como telón de fondo, nos centraremos en la reciente expansión de la frontera agrícola en el Valle de Uco (oasis centro), haciendo especial hincapié en las estrategias de localización y conformación de diversas zonas productivas por parte del modelo de agronegocios. En tercera instancia, se propondrá una mirada sintética para evidenciar las formas mediante las cuales este modelo redefine lo rural en la provincia. Se argumentará que actúa por medio de tres principales formas, a saber: una territorialidad confinada, una territorialidad zonal y una territorialidad en red.

Marco teórico

El agronegocio, un concepto polisémico y polémico

Al calor de los procesos de reestructuración global de los sistemas agroalimentarios, surgieron intensos debates en torno al polémico y polisémico concepto del agronegocio (agribusiness) (Wallace 1985; Walker 2004; Whatmore 2009). En Argentina, si bien la connotación ideológica de la palabra “agro-negocio” dio lugar a un “uso común” en el ámbito empresarial y político, también se ha instrumentado activamente en el mundo académico, tanto en perspectivas apologéticas (Ordóñez 2000; Alvarado Ledesma 2005) como críticas (Giarracca y Teubal 2008; García y Rofman 2009; Gras y Hernández 2009; 2013 y 2016). Efectivamente, desde el inicio de la década de 1990, el sector agropecuario argentino emergió como uno de los más desregulados del mundo y se observó en el mundo académico una proliferación de estudios que movilizaron el concepto, haciendo especial referencia al contexto neoliberal. Ahora bien, si la desregulación política, la apertura económica y la innovación tecnológica constituyeron los aspectos más estudiados del fenómeno (Gras y Hernández 2009), cabe subrayar también que el modelo pampeano y particularmente la sojización se presentaron como referentes empíricos centrales, acaparando casi toda la atención del ámbito académico y mediático (Reboratti 2010; Giarracca y Teubal 2008; Craviotti 2014; Albaladejo 2012).

Sin repasar exhaustivamente esta amplia literatura, queremos, sin embargo, destacar dos aspectos generales de la detallada y original radiografía del agronegocio Made in Argentina, surgida de las investigaciones realizadas o coordinadas por Carla Gras y Valeria Hernández (2009; 2013 y 2016). Primero, proponen un enfoque que, más allá de lo material, excava ampliamente en aspectos discursivos y simbólicos. Hacen, por ejemplo, especial hincapié en factores de orden subjetivo e ideológico al explorar “desde dentro” los discursos constitutivos del llamado “nuevo paradigma del agronegocio” (Gras y Hernández 2009). Este paradigma, como apuntan las autoras, llegó a “posicionarse en menos de 10 años en un lugar de hegemonía material, simbólica e ideológica en toda la nación Argentina” (Gras y Hernández 2009, 13), o en las propias palabras de un agribusinessman mendocino, como “punto de partida de cualquier decisión” (Los Andes 2013). Segundo, al referirse a un modelo de agronegocio y a su articulación a una serie de pilares (tecnológico, productivo, financiero y organizacional), proponen un abordaje que trasciende la habitual “falta de cristalización del objeto de estudio” 1 (Gras y Hernández 2013, 25), invitando a su vez a combinar diferentes focos de análisis. En este artículo, se busca matizar ciertos marcos conceptuales homogeneizadores relacionados con los procesos de globalización del sistema agroalimentario, en particular en lo que tiene que ver con la agricultura de oasis. Por lo tanto, si bien se retoma el concepto de modelo de agronegocio (Gras y Hernández 2013; Chazarreta 2019), particularmente la idea de modos de apropiación diferencial de sus componentes, se busca operacionalizarlo a la luz de nuestra problemática de estudio, a saber, la expansión reciente de la frontera agrícola de los oasis con base en el uso de agua subterránea. Si bien se toma como escenario central de análisis estos nuevos proyectos agrícolas, se los considera a la manera de Van der Ploeg (2008) como los apéndices de un “imperio” que pueden desplegarse a escala mundial, evidenciando múltiples conexiones entre espacios de producción y de consumo. En esta trama, un proyecto agrícola (vitícola, vitivinícola, fruti-hortícola, entre otros) nos remite a una determinada organización empresarial, 2 la cual se articula singularmente a un modelo de agronegocios.

Con este propósito, entendemos el modelo de agronegocios como una lógica de acumulación flexible centrada en la producción, transformación, distribución y consumo de productos agropecuarios.

Consideramos que diferentes organizaciones empresariales (más o menos complejas y del sector agrario o no) se pueden articular –mediante sus respectivos proyectos– a este modelo, sin descartar que lo hagan también a otros ejes complementarios de acumulación, como pueden ser ciertas actividades turísticas o inmobiliarias. A continuación, destacamos cinco dimensiones clave e interconectadas, que comparten gran parte de las organizaciones empresariales que operan dentro de este modelo de agronegocios. El gráfico 1 retoma estas características y resume nuestra argumentación en cuanto a su despliegue territorial.

Resaltamos, en primer lugar, que estas organizaciones empresariales suelen depender de una flexibilización del acceso tanto a los factores productivos (tierra-agua, capital, trabajo) como a los mercados. Un contexto económico desregulado (D) les permite, por lo tanto, desplegar sus estrategias empresariales, conectando nuevos espacios productivos a nuevos espacios de consumo (McMichael 2012; Delgado Cabeza 2010; Van der Ploeg 2008).

En segundo lugar, se entiende que esta desregulación tiende a facilitar fuertes oleadas definanciarización (F) depredadoras que convierten al sector agropecuario en foco de especulación (Gras y Hernández 2013). En este sentido, la valorización e incursión financiera –que puede tomar varias formas– somete el sistema productivo a lógicas extragrarias y transectoriales (Gras y Hernández 2013). En particular, esta “pata financiera”, además de proveer el apoyo necesario al arranque inicial de un plan de negocio, puede también con- formarse como un factor de flexibilidad en las estrategias de (re)localización empresariales. En tercer lugar, consideramos que la continua búsqueda de mayor velocidad de rotación del capital induce una inflexión en los procesos productivos y de gestión mediante experticias tanto agronómicas como manageriales (Gras y Hernández 2009). Defendemos que esta doble pericia –dependiente de una perpetua innovación agronómica y en comunicación (Atkins y Bowler 2001)– opera en el marco de un medio técnico-científico-informacional 3 (T-C-I), conformándose como verdadero paradigma para estas organizaciones empresariales.

En cuarto lugar, destacamos la compleja relación producción-consumo (P-C) que caracteriza diversas estrategias empresariales. Retomando en cierta medida la idea que “la producción crea el consumidor” y el “modo de consumo” (Marx 1963 [1857], 343) entendemos que, más allá de la elaboración de mercancías agropecuarias, las organizaciones empresariales tienen que trabajar también la forma de consumirlas. En este sentido, consideramos que, ante formas diferenciadas de producción y de consumo (Friedland 1994), responden diferentes gradientes de marketing empresarial. Este, al promover una continua búsqueda de marcas de distinción y singularidad (Harvey 2007), se presenta como una herramienta indispensable para garantizar y fidelizar el destino de los diversos productos, sean considerados commodities o specialities (Ordóñez 2000; Gras y Hernández 2009; Larsimont 2018; Chazarreta 2019).

Con base en estas consideraciones, sostenemos que estas cuatro dimensiones explicarían gran parte el fenómeno de “incorporación de una importante cantidad de tierras al sistema de producción agrícola, conquistando espacios anteriormente desvalorizados (llamados ‘improductivos’) u ocupados por la cría de animales” (Gras y Hernández 2009, 25). Dicho de otra manera, abordar las lógicas que rigen el llamado fenómeno de acaparamiento de tierras o land grabbing (A) en relación con este modelo de agronegocios, nos invita –al contemplar las otras cuatro dimensiones– a mirar más allá de la compra de terrenos por parte de una determinada organización empresarial y preguntarnos tanto por el origen de la inversión como por el destino hacia el cual apuntan sus productos. De particular trascendencia para nuestro ámbito de estudio, cabe resaltar también la problemática del uso del agua que suponen ciertos acaparamientos de tierras, lo que ciertos autores han denominado water grabbing (Mehta, Veldwisch y Franco 2012). A continuación, conceptualizamos cómo inciden territorialmente las organizaciones empresariales que operan dentro del modelo de agronegocios.

La producción territorial: de la ecogénesis a la ecosíntesis territorial

Ha corrido mucha agua bajo el puente de la cuestión territorial (Debarbieux 2009; Elden 2013; Delaney 2005) y nuestra intención en este artículo no es repasar exhaustivamente este “mil hojas” teórico. En cambio –y sin objetar la impronta de ciertas delimitaciones político-administrativas–, nos nutrimos de la obra de Claude Raffestin para aprehender los procesos territoriales de manera más relacional, fluida y dinámica. En este esquema, se entiende que la producción territorial no se limita únicamente a un asunto político-administrativo, sino al contrario, que cualquier grupo de actor humano puede participar activamente en el proceso, produciendo formas territoriales múltiples. Específicamente, entendemos por producción territorial la articulación dialéctica 4 entre dos momentos: la ecogénesis y la ecosíntesis territorial (Raffestin 1982 y 1986). En esta trama, mientras la ecogénesis territorial permite “decifrar procesos de territorialización-desterritorialización-reterritorialización (TDR)” de un determinado grupo de actores humanos (Raffestin 1986), la ecosíntesis remite a su territorialidad (Raffestin 1982). En este trabajo, no nos enfocaremos sobre las particularidades de los procesos de T-D-R sino más bien sobre los rasgos comunes que caracterizan la territorialidad del modelo de agronegocios. Según Raffestin (1980), la territorialidad reflejaría la “multidimensionalidad de lo vivido territorial por miembros de una colectividad” (143). De ahí la idea de que los actores de esta colectividad viven el proceso y producto territorial por medio de un sistema de relaciones existenciales y/o productivistas. Conceptualizamos en este sentido a la territorialidad como un sistema de relaciones materiales, representacionales y simbólicas que une un determinado grupo de actores 5. (Raffestin 1980)

Ahora bien, en el presente artículo damos cuenta de que la territorialidad de los actores del modelo de agronegocios incide diferencialmente en lo que llamamos la ruralidad hidrosocial de los oasis de la provincia de Mendoza (gráfico 1). Nuestra problemática se construye efectivamente en torno a otro supuesto ontológico y epistemológico clave, a saber, la idea de circulación del agua (Swyngedouw 2004). Consideramos que en Mendoza la circulación de agua se constituyó como eje vertebrador y pilar en torno al cual se han producido históricamente los espacios rurales de los oasis y, por lo tanto, la ruralidad hidrosocial asociada (Larsimont 2018). Dicha circulación se presenta como una lente por medio de la cual analizar ciertas prácticas y relaciones de poder alrededor de la producción territorial de determinados actores en estos oasis. Nos invita así a focalizarnos en los factores que dirigen los flujos de agua hacia determinados usuarios o usos, y excluyen o invisibilizan otros.

Cabe precisar a esta altura que, si bien nuestra contribución se enmarca en una amplia línea de estudios sobre las transformaciones rurales recientes en los oasis de Mendoza (Montaña 2012; Grosso y Larsimont 2014; Bustos 2014; Martin y Larsimont 2016; Grosso 2017; Ivars 2017; Saldi y Scherbosky 2018; Torres et al 2018; Chazarreta 2019; Carballo 2019), movilizamos el aparato conceptual propuesto en torno al modelo de agronegocios y su producción territorial para poner de relieve una visión de conjunto, sintética y por lo tanto parcial de dichas transformaciones. Esto implica que no acotaremos nuestras observaciones a un sector en particular (la vitivinicultura, por ejemplo) sino más bien al sistema de relaciones que comparten diversos actores del modelo de agronegocios y a patrones generales de transformación territorial.

Ahora bien, entendemos que las recientes transformaciones protagonizadas por el modelo de agronegocios se tienen que entender en una perspectiva histórica amplia que, si bien hace hincapié en el recorte temporal que abarca desde 1990 a la actualidad, considera que hay puntos de anclaje y fuentes de inercias que se tienen que buscar en l’histoire longue. Por lo tanto, a continuación y de manera resumida, se contextualizará espacio-temporal- mente nuestra problemática a escala provincial para después enfocarnos específicamente sobre el oasis centro (o Valle de Uco), donde la expansión del modelo de agronegocios ha cobrado particular relevancia.

Los oasis en la encrucijada global

Islas verdes en medio del desierto

Mendoza es una provincia de tierras secas, tal y como recuerda la etimología de la Región de Cuyo de la cual es parte y que significa “país de arenas”. Por su ubicación, en el centro oeste de la República Argentina y en plena diagonal árida sudamericana, la provincia presenta un clima árido a semiárido con un promedio de precipitaciones de 200 milímetros anuales. Estas condiciones climáticas han incentivado que la agricultura solo sea posible mediante sistemas de riego artificial. De esta forma, los aportes hídricos que se utilizan en los llamados oasis provienen casi en su totalidad de la desviación de los ríos de régimen nivo-glacial que bajan de la cordillera de los Andes y de ciertas cuencas hidrogeológicas. A lo largo de la historia, la desviación de estos ríos ha configurado una fuerte fragmentación territorial (mapa 1), cuyo patrón resultante se caracteriza por la presencia de oasis artificiales de riego, 6 “islas verdes” en medio de vastos espacios desérticos no irrigados y relativamente despoblados, calificados de “espacios invisibles” (Montaña 2012, 113). Los oasis, al contrario, caracterizados por una densa red de distribución superficial de agua (por canales y acequias), reflejan la identidad provincial “visible”, históricamente construida y protagonizada por los llamados “domadores del agua” o “vencedores del desierto” (en referencia a las grandes infraestructuras hidráulicas realizadas) pero, sobre todo, por la emblemática agroindustria vitivinícola, pilar en torno al cual sigue girando gran parte de la vida política, social y cultural de la provincia (Richard-Jorba 1998; Montaña 2012; Martin 2010).

Aunque el proceso de concentración de la propiedad fue muy prematuro en la región, esta especialización regional vitivinícola y las planificaciones hidráulicas que implicó, consolidaron una “apropiación gubernamentalizada” del agua y de la tierra, es decir, una “rápida –y rígida– estructuración social a través del “gobierno del agua” por parte de las clases dominantes locales” (Martin 2010, 55). Asimismo, el orden jurídico de las aguas –que favorecía la expansión de los oasis según los intereses de la oligarquía local– se consolidó con la sanción de la Ley de Aguas de 1884. El ámbito de aplicación de dicha Ley, todavía vigente, sigue descansando sobre las autoridades del Departamento General de Irrigación (en adelante DGI), responsable de la administración de la densa red de distribución del recurso en todos los oasis 7. Se adjudicó también al DGI el cargo de administrar el aprovechamiento general de las aguas subterráneas que han ganado en consideración, al principio de la década del 1970 8. Paralelamente ciertas políticas fomentaban la incorporación de zonas áridas a la actividad agropecuaria mediante el uso de aguas subterráneas, facilitando el financiamiento de las inversiones necesarias con desgravaciones impositivas. Esta gestión expansionista del agua estaba al servicio de lo que se conoce localmente como el “modelo centenario vitivinícola” (Mateu 2007), a saber, una especialización productiva regional centrada “en la producción de grandes volúmenes de ‘uvas comunes’ y ‘vinos de mesa’, orientados casi exclusivamente al mercado interno” (Altschuler y Collado 2013, 78). Ahora bien, si este modelo socioproductivo dio lugar al desarrollo de una importante clase media rural y permitió en gran parte del siglo XX una cierta independencia político-económica frente al modelo pampeano, empezó a mostrar francos signos de agotamiento a partir de 1980 (Altschuler y Collado 2013). Las medidas de desregulación y de apertura de la economía argen- tina, con mayor expresión durante la década siguiente, convirtieron a los oasis en el escenario de importantes procesos de reestructuraciones productivas (Azpiazu y Basualdo 2001; Neiman y Bocco 2005; Chazarreta 2013; Bustos 2014). En este contexto, mientras se erradicaban viñedos y quebraban bodegas, acontecían importantes cambios de órdenes tecnológicos y organizacionales, además de una concentración económica y el desembarco de capitales multinacionales (Neiman y Bocco 2005). Tal y como destacan Jofré y Ferreyra (2010), en la medida en que funcionaba un “proceso de detrimento de las herramientas públicas de financiamiento para los pequeños y medianos productores agrícolas”, acontecía “paralelamente, […] una reactivación del sector financiero impulsado por agentes monetarios privados orientados hacia emprendimientos concentrados e intensivos en el uso de recursos y preferentemente extranjeros” (Jofré y Ferreyra 2010). Ahora bien, como recuerda Adriana Chazarreta (2014, 69), la reconversión vitivinícola “no solo implicó la entrada de nuevos capitales portadores de nuevas lógicas de producción y la salida de antiguos capitales sino también un movimiento muchas veces ignorado: el de la persistencia”. Más precisamente, la persistencia de “antiguos integrantes y perfiles sociales asociados a la burguesía que dominó el anterior modelo productivo” (Chazarreta 2014, 64).

En esta época bisagra, significativas transformaciones estructurales acontecían progresivamente en las distintas fases de la cadena vitivinícola, destacando cambios técnicos en la producción primaria y transformaciones tecnoproductivas en el sector industrial, así como en la comercialización interna y externa (Azpiazu y Basualdo 2001). De esa manera, en la medida en que se consolidaba un proceso de transformación productiva hacia un modelo más diversificado, con cambios en la producción de vinos comunes para el mercado interno, 9 se produjo una reconversión incompleta y fragmentaria del modelo vitícola tradicional hacia el “modelo de la calidad” 10 (Altschuler y Collado 2013), también conocido como la nueva vitivinicultura (Montaña 2012). Caracterizado por importantes cambios técnicos y organizacionales en la producción de vinos de alta calidad y alto precio destinados a merca- dos internacionales, este nuevo modelo fue también el principal protagonista de la reciente expansión de la frontera agrícola en los márgenes de los oasis. Cabe destacar como otro rasgo de este nuevo modelo la proliferación de proyectos empresariales que combinaron la actividad vitivinícola de exportación con otros ejes de acumulación, como son los complejos agroturísticos e inmobiliarios de lujo (Larsimont 2016; Saldi y Scherbosky 2018; Torres et al. 2018). La concentración económica y la reconversión productiva se dieron también en otros sectores frutícolas y hortícolas (Pizzolato y Potaschner 2010; Ivars 2017; Carballo 2019). A medida que se consolidaban a escala nacional e internacional nuevas tendencias dualistas de producción y consumo (Friedland 1994), ciertas áreas de los oasis se convertían también en focos atractivos para el capital corporativo y su estrategia de penetración en el mercado de masas como de alimentos especializados de alta calidad.

Al presentarse como una vía de desarrollo, desigual y selectiva, el proceso general de reestructuración del complejo agroproductivo mendocino jerarquizó y revalorizó determinados espacios en detrimento de otros. En rasgos generales, la tabla 1, además de evidenciar cierta inercia de la crisis (particularmente durante el período 1988-2002) da cuenta de la inequidad espacial resultante de dicha reestructuración. Si se comparan los datos censales de 1988 y 2002, se observa un descenso general de la superficie implantada en los tres principales oasis, sin embargo, de menor intensidad en el oasis centro (Valle de Uco). Si se comparan los datos del censo de 2002 y aquellos del Registro del Uso de la Tierra (RUT) para 2014, 11 se observa que los oasis retoman un crecimiento, particularmente el oasis norte y centro.

Ahora bien, con la inserción de diversos capitales –del sector o extra agrarios, nacionales y extranjeros–, el proceso de reestructuración productiva en los oasis dio lugar a una singular dinámica territorial. Nos referimos al desplazamiento de la frontera agrícola hacia los márgenes de los oasis con base en el uso casi exclusivo de aguas subterráneas. Así, tierras ubicadas en los márgenes cercanos de los oasis y anteriormente poco valorizadas por su localización fuera de la red superficial de distribución de agua de riego tendieron a ser cada vez más cotizadas por organizaciones empresariales fuertemente capitalizadas e integradas a circuitos agroalimentarios globales. Si bien la tendencia hacia una expansión de la frontera agrícola se ha desplegado en los tres principales oasis de la provincia, en el caso del Valle de Uco cobra particular relevancia. Por lo tanto, sin perder una visión general de este fenómeno, acotaremos a continuación nuestras observaciones a este oasis.

El Valle de Uco: un nuevo Napa Valley latinoamericano

La intensidad de las transformaciones acontecidas durante las tres últimas décadas en el Valle de Uco merece una atención especial. Este oasis que hasta finales de la década de 1980 conformaba todavía un área esencialmente fruti-hortícola de pequeños y medianos productores (Pizzolato y Potaschner 2010), pasó a consolidarse en tiempos de globalización del sistema agroalimentario como un nuevo Napa Valley latinoamericano 12. Este apodo remite esencialmente a su rápida reconversión hacia la nueva vitivinicultura, ya que predominaron en este proceso las uvas de alta calidad 13. Este giro resultó bastante tajante, aunque también se generó una leve recuperación de las superficies frutícolas y hortícolas. Como se mencionó, el uso de agua subterránea, principalmente como fuente complementaria, no es un fenómeno nuevo, como recuerda el sector rojo en el mapa siguiente (mapa 2). Sin embargo, la particularidad de las perforaciones recientes, es decir, de los pozos realizados entre 1990 y 2014 (puntos azules), reside en su ubicación principalmente en la periferia del oasis, en sectores en su mayoría no conectados a las redes de distribución superficiales. Efectivamente, en el marco del proceso de reestructuración productiva, diversas organizaciones empresariales han encontrado en estos márgenes del Valle de Uco y en la posibilidad de obtener pozos, un ámbito ideal para desarrollar nuevos proyectos agroproductivos, diversificando sus inversiones y/o adquiriendo mayor escala. Aunque un mapeo general de cultivos evidenciaría un perfil de tipo mosaico, se han conformado ciertas áreas de producción especializadas.

Mapa 2. Principales proyectos empresariales que protagonizaron la expansión de la frontera agrícola según tipo de cultivo

Fuente: Elaboración propia.

Se puede observar una importante expansión de la viticultura, principalmente hacia el margen oeste del oasis (mapa 2). Varios proyectos cuentan con bodegas y algunos implementaron actividades inmobiliarias y turísticas como complemento de la actividad vitivinícola.

Cabe mencionar también, aunque en menor medida, algunos proyectos frutícolas (de carozo y nogales). En cuanto a la expansión referida a la horticultura, cabe destacar varios proyectos en la zona sur del oasis, al sur de la ciudad cabecera de San Carlos, de ambos lados de la ruta nacional RN40. Los perfiles socioeconómicos de las organizaciones empresariales que lideraron esta conquista de los piedemontes 14 suelen ser heterogéneos. A modo de ilustrar estas particularidades –y sin acotarnos a un determinado sector (Neiman y Bocco 2005; Chazarreta 2013 y 2019)–, se resaltan tres principales grupos de organizaciones empresariales. Podemos mencionar, por un lado, empresas nacionales o extranjeras, con vinculaciones de larga data con actividades del sector. Es el caso de varias empresas familiares locales que, mediante socios estratégicos o con respaldo financiero privado y público, replantearon en las últimas décadas su operatoria hacia el modelo de agronegocios, adquiriendo tierras en estos márgenes del oasis y modernizando, bajo una visión empresarial innovadora, determinados eslabones de su cadena de producción. Encontramos también en estos nuevos espacios productivos algunos grandes nombres de la vitivinicultura europea que, sin dejar sus actividades en su país de origen, replantearon en las últimas décadas y con respaldo financiero privado su operatoria hacia Argentina, entre otros países. Por otro lado, estas tierras atrajeron hombres y mujeres de negocios, extranjeros o nacionales que, con base en un capital generado en otros sectores (banquero, inmobiliario, hotelero, automóvil) se volcaron en la actividad agrícola, principalmente vitivinícola y con una gestión fuertemente profesionalizada. Finalmente cabe mencionar también la presencia de holdings o conglomerados empresariales de diversas índoles, cuyas actividades suelen superar ampliamente el ámbito provincial, incluso nacional, y cuyos objetivos principales no necesariamente apuntan solo al sector agrícola (o de bebidas), sino a veces a la actividad inmobiliaria y financiera.

Conscientes del carácter versátil y dinámico que subyace estas dinámicas empresariales y de que esta clasificación requiere más matices (Larsimont 2018; Chazarreta 2019), lo que nos interesa destacar en este trabajo es, más bien, cómo estos actores heterogéneos lideraron el proceso espacial de expansión de la frontera agrícola con sustento en el uso de agua subterránea y el tipo de agricultura que implementaron en estos nuevos espacios productivos. Sobre la base de todo lo expresado y a modo de síntesis, se puede decir que, para estas empresas, la búsqueda de agua subterránea se vuelve inseparable del proceso de selección y compra de la tierra, destacándose el papel que han tenido en la misma los geólogos y, particularmente, los hidrogeólogos. Por lo tanto, ya sea para desarrollar un proyecto vitícola tipo terroir, o más bien en búsqueda de altos rendimientos como es el caso de la producción hortícola industrial, se podría hablar de una estrategia de acceso al nexo agua-tierra. Ahora bien, hay que especificar también que, más allá de estas ingeniosas estrategias de acceso, la puesta en producción de estas tierras suele depender de la implementación de una agricultura de precisión y, en particular, de una adecuada gestión de modernos sistemas de riego, por goteo o por aspersión, según los cultivos. Como mencionaba un enólogo del Valle de Uco, la adopción del riego por goteo al principio de la década de 1990 fue “el verdadero detonante de la expansión” de nuevas zonas de cultivos vitícolas (entrevista en Tunuyán, abril de 2016). Facilita la producción en terrenos inclinados, con suelos rocosos, pedregosos (con es- casa fertilidad e importante permeabilidad) y ubicados en altura para lograr la mayor amplitud térmica. En cuanto a la tecnología automatizada de los pivotes de riego, ha incursionado también estas últimas décadas en algunos proyectos hortícolas, principalmente sobre tierras arenosas, más fértiles y poco accidentadas. El paradigma técnico-científico-informacional se constituye como un pilar esencial para las organizaciones empresariales que tienen proyectos en estas zonas periféricas del oasis. Si existen diferentes grados de adhesión a este paradigma, todas suelen estar sometidas a las reglas de una continua innovación técnica, organizativa y logística para poder seguir produciendo y colocar sus productos en determinados mercados. Aunque algunos orientan parte de su producción al mercado nacional, la mayoría de los nuevos proyectos mantienen un significativo grado de integración a circuitos largos de comercialización, con exportaciones que apuntan el mercado latinoamericano, pero sobre todo norteamericano y europeo, y en menor medida, asiático.

Con el telón de fondo de los anteriores planteamientos, en el apartado siguiente y en el marco de una ecosíntesis territorial, se destacan ciertos patrones comunes a dichos procesos y actores movilizando el concepto de territorialidad. Entendemos que la territorialidad del modelo de agronegocios opera o actúa por medio de tres principales formas, a saber: una territorialidad confinada, una territorialidad zonal y una territorialidad en red 15.

Hacia una ecosíntesis territorial del modelo de agronegocios en Mendoza

Una territorialidad confinada

Consideramos que la territorialidad confinada de un determinado grupo de actores se realiza o actualiza mediante espacios confinados e individualizados, dando cuenta de lógicas privatistas, circunscritas generalmente a la propiedad privada. Contemplamos este proceso de privatización desde una perspectiva amplia y vertical de la tierra, donde “además del suelo, existe un subsuelo, incluso un sobresuelo” (Lefebvre 2014, 360). En primer lugar y en cuanto a los dos primeros niveles, se destaca el papel que cumple el acceso y uso de las fuentes de agua subterránea en la producción territorial del modelo de agronegocios. Ahora bien, bajo el paradigma técnico-científico-informacional, el bombeo subterráneo, junto con los sistemas de distribución de agua presurizada –por aspersión o por goteo según el cultivo– ofrecen múltiples ventajas para estas organizaciones empresariales. Permiten alcanzar y poner en producción terrenos minuciosamente seleccionados por sus características edáficas y agroclimáticas, así como también mantener ciertos criterios de calidad de los productos mediante la homogeneización del proceso productivo. En este sentido, son elementos clave para que estas organizaciones empresariales garanticen y mantengan su posición en determinados mercados. En definitiva, consideramos que, en este ámbito semiárido, estos actores empresariales necesitan tener la mayor autonomía posible en cuanto a la decisión de poder aplicar a los cultivos la cantidad de agua necesaria en el momento adecuado. Mientras esta autonomía se logra parcialmente cuando el proyecto recibe agua superficial de turnos y cuenta con un sistema de reservorio (o piletas), es plena cuando se riega por bombeo subterráneo. Además, los pozos, al estar ubicados dentro de las propiedades privadas, son de difícil acceso para los agentes encargados de controlar el uso de agua subterránea (principalmente del DGI), mientras que, por el contrario, las canalizaciones están al alcance de la vista. En palabras de un hidrogeólogo entrevistado, “bombean y riegan cuando les conviene” (entrevista en La Consulta, febrero de 2016). Con base en todo lo expresado, podemos afirmar que, durante estas últimas décadas, la territorialidad confinada del modelo de agronegocios se manifestó conformando verdaderos “aguatenientes” en los márgenes de los oasis. Desde estas posiciones periféricas, donde se goza de una ventaja operativa en cuanto al acceso y uso del agua, lograron desacoplarse del tradicional sistema de gestión de la distribución superficial del recurso, consolidando de esa manera un sistema de acceso individual y privatista al agua.

En segundo lugar, y más específicamente en cuanto al “sobresuelo” o a los “volúmenes” (Lefebvre 2014, 360), cabe también mencionar una dimensión paisajística de especial relevancia, particularmente en relación a la vitivinicultura con actividades recreativas y turísticas complementarias. Efectivamente el diseño arquitectónico y paisajístico –con vista sobre la cordillera nevada– se conformó para múltiples empresas como un valor agregado, como “seducción visual con fines comerciales” (Flores 2001, 54). En este sentido, consideramos que la territorialidad confinada del modelo de agronegocios vinculado con estos acaparamientos de tierras conforma una ruralidad “idílica” y mercantilizada, convirtiendo más allá de sus funciones productivaslos espacios rurales como enclaves de consumo (en general de élite). Es más, con la casi sistemática presencia de portones de entrada con puestos de vigilancia y de control, la impronta material de la propiedad privada en el campo parece haberse exacerbado.

Una territorialidad zonal

Consideramos que la territorialidad zonal de un determinado grupo de actores se realiza o actualiza mediante espacios contiguos, solidarizados por intercambios técnico-científico-informacionales –a veces con respaldo institucional– y vía relaciones contradictorias de cooperación y competencia 16.

Podemos resaltar dos principales manifestaciones que conlleva esta territorialidad zonal del modelo de agronegocios en los oasis.

En primer lugar, se destaca la tendencia al agrupamiento de proyectos empresariales solidarizados vía relaciones de diferentes tipos. Efectivamente, si los actores del modelo de agronegocios operan y actualizan una territorialidad confinada pueden difícilmente quedar aislados. Se pueden evidenciar entonces varias formas de colaboración que se podría calificar de oportunista e interesada o, utilizando la jerga de los estudios de marketing, relaciones de “competencia”. Estas dan cuenta de diversas estrategias para captar un beneficio común entre diferentes actores económicos competidores. En palabras de un ingeniero agrónomo activo en un proyecto entre dos empresas, “hay una cooperación muy estrecha […] una cooperación que beneficia, una simbiosis” (entrevista en Mendoza, abril de 2016). Efectivamente, sea para comprar tierras o para llevar a cabo la gestión de la producción, diversas organizaciones empresariales pueden recurrir a los mismos actores intermediarios y transversales como pueden ser las agencias inmobiliarias, equipos de ingenieros agrónomos, enólogos, técnicos de riego o firmas prestadoras de servicios. Ciertas empresas van hasta poner a disposición maquinarias e infraestructuras a otras (galpones, bodegas, entre otros). A su vez, esta competencia se manifiesta a la hora de identificar, reconocer y delimitar determinadas áreas productivas –varias veces con respaldo científico-institucional– que contribuyen a añadir una “marca de distinción” o incluso un “valor agregado” por quienes detentan propiedades y elaboran mercancías dentro de un polígono aprobado institucionalmente. En este sentido, el proceso de reconocimiento oficial de determinados terroirs, las indicaciones geográficas, pero incluso la atribución más simbólica de ciertos apodos (como el de nuevo Napa Valley) dicen mucho sobre esta territorialidad zonal del modelo de agronegocios. En un contexto de competencia internacional aguda, los actores de modelo de agronegocios que operan en Mendoza muestran cierto interés colaborativo a la hora de contribuir a la construcción de representaciones y marcas de distinción comunes. En este sentido, pueden también acoplarse a estrategias de marketing territorial fomentadas por autoridades estatales y que buscan realzar las virtudes de sus territorios “por medio de sus símbolos heredados o recientemente elaborados, como modo de utilizar la imagen del lugar como imán” para nuevas inversiones (Santos 2000, 227).

En segundo lugar, consideramos que la territorialidad zonal del modelo de agronegocios en la provincia de Mendoza toma cada más el cariz de lo que podemos llamar una selección territorial ecoeficiente. Parafraseando a un enólogo entrevistado, “parece que todo […] se va especializando […] sea función de la renta” o siguiendo “un modelo de microregiones” (o microterroirización) (entrevista en Tupungato, marzo de 2016). De esa manera, la territorialidad zonal del modelo de agronegocios presiona cada vez más a productores tradicionales y expoliados por la ofensiva neoliberal de las últimas décadas. Esta presión se ejerce tanto a la hora de comprar sus tierras o pozos en áreas estratégicas como subordinándolos como proveedores de materia prima (Ivars 2017). En un registro más discursivo, la creciente diferenciación engendrada por actores del modelo de agronegocios, particularmente en tierras periféricas de los oasis, hace que sean cada vez más conocidos como “los de arriba”. Capitaneando la imagen de una “revolución azul” por la implementación de modernos sistemas de riego presurizado, los actores del modelo de agronegocios gozan paradójicamente de una reputación de agricultura “sostenible”, “eficiente” y por supuesto “competidora”. Esta notoriedad de ser “sostenibles en tanto modernos” (entrevista en La Consulta, febrero de 2016) se construye sobre todo en contraste con el llamado “derroche” que caracterizaría el sistema de irrigación tradicional por inundación, y que remite al pasado.

Una territorialidad en red

Entendemos que un determinado grupo de actores actualiza una territorialidad en red por medio de espacios no contiguos solidarizados vía la gestión de flujos de diversas índoles (de mercancías, informaciones, capitales, entre otros), incluso mediante ciertos arreglos normativos. Como decimos, el modelo de agronegocios obedece a una lógica extravertida estrechamente dependiente de una desregulación económica y su despliegue a escala planetaria implica la articulación activa entre espacios de producción y consumo. Mediante la conexión que establecen entre sus diferentes establecimientos (unidades de gestión, producción, distribución, etc.), las organizaciones empresariales actúan como “jugadores globales” (El Cronista, 26 de diciembre de 2018) configurando redes, en general intercontinentales. “My work is international” [mi trabajo es internacional] nos decía un ingeniero holandés que supervisaba en San Carlos la producción de papas industriales destinadas a comida rápida del Cono Sur (entrevista en Tunuyán, junio de 2014). Después de su visita en Mendoza, tenía que seguir su viaje a Rusia y Egipto, donde el holding Farm Frites, para el cual trabajaba, tenía otros proyectos 17. A su vez, la estrecha adecuación del modelo de agronegocios con la innovación tecnológica, organizacional y productiva implica el almacenamiento, la gestión y el análisis permanente de gigantescos flujos de información. En este sentido, si bien suele operar una estricta división social del trabajo a la hora de llevar a cabo las diferentes tareas, algunos actores, como ciertos ingenieros agrónomos o técnicos, tienen que combinar varias prácticas y fuentes de informaciones. Sus diagnósticos abarcan tanto a la planta o el sistema de riego como el precio de la venta, y sus decisiones pueden tener peso en las estrategias empresariales. Como mencionaba irónicamente un ingeniero agrónomo entrevistado:

Uno empieza siendo ingeniero agrónomo y termina siendo psicólogo. Tenés que escucharlos [a los dueños], sus problemas, es una materia que falta en agronomía (entrevista en Tupungato, marzo de 2016).

Cabe también resaltar las reiteradas alusiones en informes o páginas web empresariales a la necesidad de estar “al día” en cuanto a las innovaciones (state-of-art technology). Se insiste en la necesidad de importar nuevos medios de trabajo de alta tecnología, como cosechadoras, sistema de riego, gestión por GPS, ya en uso en otros lugares del mundo. Ahora bien, se observa que, a pesar de la continua búsqueda de marcas de singularidad y particularidad respecto a lo que ofrece (vende), se busca conseguir un determinado nivel técnico-científico-informacional tal y como se alcanzó en otros lugares del mundo, tomados como referencia 18. Efectivamente, bajo esta lógica y mediante la estricta adopción de este paradigma, los actores del modelo de agronegocios pueden, como declara orgullosamente el famoso flying winemaker Michel Rolland: “Realizar buenos vinos en cualquier parte del mundo” (El Mundo, 21 agosto de 2018). Este lema sería también válido en referencia a la producción de “papas globales” disponibles en todos los rincones del planeta. En este esquema, el carácter particular de una práctica, un terruño o un producto parece acabar fundiéndose en los cánones estandarizados que dicta el modelo de agronegocios, como lógica de acumulación global. Finalmente, la territorialidad en red de este modelo puede evidenciar, en el caso de grandes organizaciones empresariales con respaldo financiero, cierta flexibilidad 19 ante posibles trabas, ya sean de orden jurídico o político-económico. Al hacer circular sus capitales bajo distintas formas y por medio de varios proyectos de acuerdo con coyunturas político-económicas nacionales e internacionales, logran cerrar “el grifo” de sus inversiones en un determinado lugar para abrirlo en otro, reactivando a veces un capital durmiente. Hemos observado esta capacidad de relocalización tanto en proyectos hortícolas industriales (por ejemplo, Farm Frites) como vitivinícolas (por ejemplo, Kendall Jackson) e inmobiliariarios (por ejemplo, Burco) (Larsimont 2018).

Conclusión

En este artículo se intentó dar cuenta, en el marco de una ecosíntesis territorial, de la incidencia de la territorialidad del modelo de agronegocios en los oasis de la provincia de Mendoza. Esta territorialidad se sustenta claramente en los cinco principales pilares de este modelo, a saber: la desregulación económica-política; la financiarización; el paradigma técnico-científico-información; la dialéctica producción-consumo; y el acaparamiento de tierra y agua. A su vez, se mostró que la incidencia de esta territorialidad en la ruralidad hidrosocial se manifiesta mediante tres principales formas; se destacó, en primer lugar, que en el marco de una territorialidad confinada, enclaves empresariales privados contribuyen a fortalecer un cercamiento de lo rural. Además, al privilegiar el uso de agua subterránea, tienden a desacoplarse del tradicional sistema de gestión de la distribución superficial del recurso, consolidando de esa manera un sistema de acceso individual y privatista. En segundo lugar, se mostró que la territorialidad del modelo de agronegocios operaba de manera zonal, dando cuenta de diversas formas de colaboración oportunista o interesada entre actores empresariales. Esta dimensión zonal evidenció además una creciente selección territorial ecoeficiente en la cual quedan excluidos otros actores externos a dicho modelo. Finalmente, en tercer lugar, se mostró que la territorialidad del modelo de agronegocios operaba también por medio de la continua gestión en red de los distintos lugares que permiten las conexiones entre los espacios de producción y de consumo. Cabe, a esta altura, recordar el carácter sintético y por lo tanto limitado de nuestro abordaje y recorte espacial en este trabajo. Por una parte, tomar los márgenes de los oasis irrigados y en particular del Valle de Uco como principal escenario sirvió como mencionamos en la introducción de “laboratorio” para analizar la producción territorial del modelo de agronegocios. Centrarnos en esta “conquista del piedemonte” y sus protagonistas se presentó efectivamente como una estrategia metodológica para identificar, como grupo, a diferentes actores de este modelo, a pesar de la heterogeneidad de sus perfiles. Ahora bien, cabe recordar, por un lado, que si la expansión periférica mediante el uso de fuentes subterráneas y la implementación de la agricultura de precisión tuvo especial relevancia en Valle de Uco, esta dinámica también aconteció en otros oasis de la provincia. Por otro lado, que la incidencia del modelo de agronegocios en la ruralidad hidrosocial, lejos de acotarse a zonas periféricas de los oasis, permeó considerablemente intersticios de los oasis provinciales, conformándose como el patrón de singulares transformaciones y reestructuraciones productivas. En esta trama, si los oasis mendocinos se presentan para algunos actores locales del modelo de agronegocios como punto de anclaje de su inserción en la economía internacional, para otros, se con- forman como “lugares de oportunidades” o simples piezas en el engranaje de complejas estrategias empresariales transnacionales.

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1 Así como la confusión que puede generar el término al referirse tanto al sistema agroindustrial en su conjunto, como a una institución o empresa en particular (Wallace 1985).ˆ

2 Conceptualizamos la organización empresarial como un actor colectivo y sintagmático (Raffestin 1986) que, mediante una determinada organización social del trabajo, despliega un proceso programado de producción ampliada de mercancías con el fin de maximizar sus ganancias.ˆ

3 Según el geógrafo Milton Santos (2000), en este medio la ciencia y la tecnología, junto con la información, están en la propia base de la producción, de la utilización y del funcionamiento del espacio (2000).ˆ

4 El carácter dialéctico de dicha articulación reside en la idea de que, cuando se territorializa un grupo de actores, se va “actualizando” una determinada territorialidad (Debarbieux 2009) –que puede incluso compartir con otros actores en distintos lugares del mundo– y que esta territorialidad influye o mejor dicho retroalimenta sus respectivos procesos de territorialización.ˆ

5 Retomamos y nos inspiramos aquí en la idea de una trialéctica de Lefebvre (2014) en lugar de la noción de mediador que usa Raffestin para caracterizar este sistema de relaciones. La operacionalización conceptual de esta triplicidad invita a considerar la transformación de espacios rurales en sus dimensiones materiales, discursivas y simbólicas (Halfacree 2006).ˆ

6 Los cuales concentran sobre apenas 5% de la superficie provincial, la gran mayoría de la población, repartida en los principales centros urbanos y zonas agroindustriales. En la provincia, se pueden destacar tres principales oasis: norte, centro o Valle del Uco y sur, más otro secundario, el oasis de Malargüe.ˆ

7 En esta red, el río puede ser regulado por un embalse y o un dique derivador. Este dique deriva el agua por un canal principal (canal matriz) que se subdivide en otros secundarios, a saber, las redes de distribución, con un trazado de cauces menores llamados ramas o hijuelas y que son las que llevan el agua a la propiedad.ˆ

8 La intensificación del bombeo al final de la década anterior en un contexto de sequía y la necesidad para productores capitalizados de recurrir al agua subterránea como fuente complementaria generó cambios legislativos.ˆ

9 Cabe resaltar que esta restructuración dio también lugar a un crecimiento de la producción de mosto para el mercado interno y externo (utilizado como materia prima para la elaboración de bebidas y otros productos) (Chazarreta 2019).ˆ

10 Más allá de sus antagonismos, estos dos modelos coexisten en tensión e interrelación (Altschuler y Collado 2013). En esta trama, en la industria vitivinícola “continúan teniendo una gravitación más significativa las empresas provenientes de capitales nacionales, tanto en el mercado interno como en las exportaciones y en el mercado de mosto” (Chazarreta 2013, 21).ˆ

11 El Registro de Uso de la Tierra (RUT) surge para actualizar los datos censales desde el último censo agropecuario disponible de 2008, el cual presentó varias irregularidades. Aunque la comparabilidad entre ambos datos evidencia ciertos desfases, el RUT es la principal fuente estadística actualizada (hasta finales de 2014) referida a la superficie y al uso agrícola en general a escala provincial.ˆ

12 En referencia al valle californiano, ícono del modelo de agronegocios vitivinícolas a escala mundial.ˆ

13 Si nos referimos a datos del Instituto Nacional de la Vitivinicultura (INV), podemos corroborar que, si bien el Valle de Uco tenía 8112 hectáreas de viñedos en 1990 (representando solo el 5% del total de la superficie vitícola provincial), pasa a representar más del 17% en 2016, con 27 877 hectáreas. O sea que, en este lapso, el Valle manifestó un crecimiento del 244%, mientras que la superficie total provincial solo aumentó un 9% (INV 2017).ˆ

14 De manera general, el tamaño de estos nuevos proyectos supera ampliamente el promedio provincial. Según el Censo Nacional Agropecuario de 2002, la superficie cultivada promedio por explotación agropecuaria (EAP) muestra un valor de 14,9 hectáreas para el Valle de Uco y de 8,8 hectáreas para el total de la provincia de Mendoza. Por el contrario, varios de los proyectos a los cuales aludimos cuentan con centenares de hectáreas en el Valle de Uco, algunos superan las 1000 hectáreas.ˆ

15 Esta conceptualización hace eco a la propuesta de Debarbieux (2009) de distinguir los agencements spatiaux entre “terroir”, “aireréseau” y “réseau de lieux”.ˆ

16 Estas relaciones, en palabra de Milton Santos (2000, 239), se alimentan de una continua búsqueda de complementariedad en el marco de una cooperación limitada, precisamente por su contracara, la competencia.ˆ

17 Protagonistas de esta territorialidad en red, estos agribusiness man, sean ingenieros agrónomos o CEO de empresas, tienden a conformarse por la cantidad de desplazamientos aéreos que realizan como flying comunity (en alusión a los llamados flying winemakers).ˆ

18 En cuanto al riego, las referencias parecen ser Estados Unidos e Israel. Para la gestión de fincas de gran escala, aparece Estados Unidos, pero también Chile o Australia. En cuanto a la vinificación las referencias, tienden a ser Francia e Italia, aunque haya también intercambios con la Universidad de Davis en California, entre otras.ˆ

19 En la vitivinicultura y ante ciertas coyunturas o umbrales de rentabilidad, Chazarreta (2019) resalta la flexibilidad de ciertas estrategias empresariales a la hora de comercializar diferentes productos en diferentes mercados.ˆ

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