Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 18, junio 2021, pp. 11-28

ISSN 13905708/e-ISSN 26028239

DOI: 10.17141/eutopia.18.2020.4565


Traspaso trunco: la continuidad de los productores lecheros familiares, en cuestión

Truncated transfer: Continuity of dairy family producers, in question

 

Clara Craviotti. CONICET, CESOT-FCE, Universidad de Buenos Aires.   ccraviotti@yahoo.com      https://orcid.org/0000-0001-6298-3768

 

Patricio Vértiz. CONICET, Departamento de Desarrollo Rural, FCAyF-Universidad Nacional de La Plata.  vertizpatricio@gmail.com,      https://orcid.org/0000-0002-9381-1456

Recibido: 19/06/2020 • Aceptado: 11/11/2020

Publicado: 16/12/2020

 

Cómo citar este artículo: Craviotti, Clara y Patricio Vertiz. 2020. “Traspaso trunco: la continuidad de los productores lecheros familiares en cuestión”. Eutopía. Revista de Desarrollo Territorial 18: 119-136. DOI:  10.17141/eutopia.18.2020.4565

 

Resumen: En este artículo se abordan las perspectivas de continuidad y sucesión en la actividad lechera de los pequeños establecimientos familiares, a partir del análisis de las trayectorias y percepciones de productores de Entre Ríos, la cuenca de la región pampeana argentina con mayor proporción de este tipo de establecimientos. El trabajo se sustenta en la revisión de información secundaria y la realización de entrevistas en profundidad a informantes clave y productores de diferente tamaño, orientación productiva y localización espacial. Los resultados obtenidos dan cuenta de un número significativo de casos que se plantean abandonar la actividad láctea aunque no necesariamente su condición de productores. Se argumenta que estas situaciones de traspaso trunco estarían mostrando una desafección por el oficio que se asocia con las dificultades para establecer condiciones laborales percibidas como satisfactorias –particularmente en las explotaciones de baja escala productiva–; las limitaciones existentes a nivel territorial; y la prevalencia de un escenario sectorial signado por el aumento de la producción y la productividad, en desmedro de otras consideraciones.

Palabras clave: Argentina; agricultura familiar; Entre Ríos; producción lechera; sucesión.

Abstract : This article addresses the prospects of continuity and succession in the dairy activity, based on the analysis of the trajectories and perceptions of producers located in Entre Ríos, the basin of the Argentine Pampas region with the highest proportion of this kind of units. It is based on the review of secondary information and in-depth interviews with key informants and producers of different sizes, productive orientation, and spatial location. The results obtained show a significant number of cases that consider abandoning the dairy activity but not necessarily their condition as producers. It is argued that these situations of truncated transfer refer to a disaffection with the job that is associated with the difficulties for establishing working conditions perceived as satisfactory, particularly in small-scale units; the limitations at the territorial level; and the prevalence of a sectoral scenario characterized by the increase of production and productivity, regardless of other considerations.

Keywords: Argentina; family farming; Entre Ríos; dairy production; succession.

Introducción

La sucesión de las explotaciones agropecuarias, particularmente de aquellas basadas en el trabajo familiar, ha sido y es una problemática de interés en los estudios sociales agrarios. No solo es vista como la transferencia del control o gerenciamiento del establecimiento productivo, sino también de un oficio: involucra la continuidad de sus funciones productivas y sociales, y en un sentido más amplio, de las comunidades rurales a las que estos productores pertenecen (Matte y Machado 2016, 133). Cómo se da este proceso, en el sentido de cómo se produce la entrada y salida de la actividad, y cómo evolucionan las unidades a lo largo de estas transiciones, junto con cuestiones conexas como la migración y el posible envejecimiento de la población rural resultan preocupaciones centrales, tanto desde el punto de vista académico como político (Santhanam-Martin 2016). Adquieren renovada importancia en la actividad láctea argentina, dado el constante proceso de disminución de unidades productivas experimentado por el sector primario, y el peso que en este tienen las explotaciones familiares.

El debilitamiento y salida de la actividad tambera[i] no solo puede generar profundos cambios en la estructura agraria, sino también en el arraigo en el medio rural tanto de productores como de trabajadores y, por consiguiente, incide en la dinámica socioeconómica de dichas áreas. En el contexto de la región pampeana, la producción de leche supone una alta demanda de mano de obra –0,02 equivalentes/hombre/hectárea, frente a 0,003 de la soja, según Galetto (2018)– existiendo otras estimaciones que amplían aún más la diferencia. Asimismo, requiere de la presencia humana cotidiana en los predios, por la necesidad de ordeñe y cuidado diario de los animales.

Por otro lado, los procesos que experimentan estas explotaciones repercuten en las áreas rurales y las localidades urbanas próximas debido a que en ellas se asienta una diversidad de agentes vinculados con la actividad láctea: usinas de procesamiento, proveedores de insumos, de servicios de transporte y asesoramiento profesional; contratistas de maquinaria para ciertas tareas como la confección de reservas forrajeras (rollos y silajes) para la suplementación de las vacas.

A partir de este encuadre general, en este artículo nos interesamos por la cuestión de la continuidad y sucesión en la producción lechera mediante el abordaje de las trayectorias y percepciones de los productores. El análisis se basa en la revisión de información secundaria sobre la situación de la actividad en Argentina y en particular en la provincia de Entre Ríos, que presenta la mayor proporción de productores de pequeña escala pertenecientes al universo de la producción familiar dentro de la región pampeana;[ii] entrevistas en profundidad a informantes clave y a 45 productores de diferente tamaño, orientación productiva y localización espacial.[iii]

Las percepciones de los tamberos pueden ser desglosadas en diferentes dimensiones, con vistas a comprender su evolución pasada y proyección hacia el futuro. Involucran las relacionadas con el trabajo tambero, sobre la posición en la cadena agroindustrial láctea, y sobre las transformaciones y características de los espacios en que se asientan. Argumentamos que todos estos aspectos están ligados para explicar la cuestión clave de la sucesión de sus explotaciones. Más específicamente, sostenemos que un traspaso trunco –como el que se evidencia en algunos de los casos analizados– estaría mostrando una desafección por el oficio –en tanto vínculo emocional con la actividad– que se asocia a una combinación de factores micro, meso y macro: la dificultad para establecer condiciones laborales percibidas como satisfactorias por los miembros familiares, especialmente en las explotaciones de baja escala productiva, las limitaciones existentes a nivel territorial y la prevalencia de un escenario sectorial signado por la promoción del aumento de la producción y la productividad, en desmedro de otras consideraciones.

La desafección por el oficio tambero se acentúa en contextos de urbanización y/o de escolarización prolongada de algunos miembros familiares, que facilita la comparación con las condiciones atribuidas a otras actividades en un espacio social ampliado. Sin embargo, la falta de continuidad como tamberos no siempre implica la no continuidad como productores; en todo caso, hace prever un reforzamiento de la tendencia que ha caracterizado a la actividad láctea en las últimas décadas: la concentración de la producción en un menor número de unidades.

A continuación, presentamos algunos datos empíricos sobre la evolución de los diferentes estratos de la producción primaria en Argentina, así como antecedentes de trabajos que hacen referencia a los factores explicativos de esta dinámica. También nos detenemos en los específicamente relacionados con la sucesión de los tambos familiares. En la tercera sección se desarrollan algunos aspectos metodológicos del trabajo y se analizan las percepciones de los productores entrevistados en conexión con las características de sus unidades y sus trayectorias. En la sección final del artículo se esbozan algunas implicancias del análisis efectuado.

Evolución de las explotaciones lecheras y sus causas

Según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (2018), los tambos en el país se redujeron a una tasa anual promedio del 3,4% durante los últimos 30 años, pasando de 30 131 tambos en 1988, a menos de un tercio (10 722) en 2018. A pesar de lo significativo de la reducción y del aumento de dicha tasa en el período más reciente,[iv] la misma fuente sostiene que se trata de un proceso de amplio alcance y, en todo caso, inferior al registrado en la lechería mundial. En Argentina, el tambo promedio –una abstracción estadística– produce unos 2700 litros de leche diarios, lo cual significa un 20% más que en 2008. El crecimiento en productividad ha permitido el sostenimiento de los niveles de producción de leche en unos 10 000 millones de litros anuales, aunque a costa de la concentración de la producción en un menor número de tambos y la presencia de marcadas desigualdades entre los estratos productivos. En efecto, las unidades inferiores a los 2000 litros diarios que representan casi la mitad del total (52,8%) y aportan menos del 20% de la producción generan un aporte similar al del estrato más grande, que abarca tan solo el 3% de las unidades y produce más de 10 000 litros diarios (tabla 1).

Tabla 1. Estratificación de los tambos, Argentina

 

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Fuente: OCLA 2018, con base en datos del SENASA y la Dirección Nacional de Lechería.

Por otro lado, el peso relativo de las unidades tamberas que producen menos de 2000 litros diarios ha disminuido de manera notable, ya que estas reunían el 67% del total en 2008 (Terán 2009), pasando a representar el 53%, 10 años más tarde. La explicación más frecuente de este devenir pone énfasis en los factores estructurales asociados con una baja escala productiva, que implicarían que no tienen el tamaño mínimo para operar en forma rentable. Galetto (2018) indica que en ellas existe un bajo retorno al factor trabajo (por exceso de mano de obra y baja productividad en términos internacionales) y un aumento del costo de la oportunidad de la tierra frente a otras actividades posibles, como la agricultura de granos. Aunque también señala que la intensificación de la producción lechera que se produjo en Argentina no fue acompañada por la adecuación de las instalaciones de ordeño y la disponibilidad de agua y sombra, atentando contra la calidad y la productividad del trabajo. Todo ello aumenta la sensibilidad de los tambos a las cuestiones ambientales, de por sí acentuadas debido a las lluvias pronunciadas y sequías de los últimos años.

Explicaciones también de base económica, aunque centradas en la coyuntura más reciente, aluden a la rentabilidad negativa del tambo promedio durante la mayor parte del período 2017-2018 y al deterioro de la relación entre el precio de los insumos y el precio de la leche, como razones fundamentales del cierre de tambos (Fraschina 2019). Ello se ve agudizado en el caso de los productores de menor escala, dada la ausencia del Estado en apoyo a los sectores más débiles de las cadenas productivas y su respaldo al proceso de concentración económica, en un contexto general de reafirmación de políticas neoliberales en el país durante el Gobierno de Mauricio Macri (Rofman y García 2018).

Otros estudios, tanto a escala nacional como internacional, destacan la influencia del tamaño de las unidades como factor determinante del abandono de la actividad lechera (Rosler et al. 2013; Litwin et al. 2015). No obstante, también es importante tener en cuenta que buena parte de las unidades más pequeñas se basan exclusivamente en el trabajo familiar, modalidad que les permite flexibilidad en la asignación de tareas, pero también puede dar lugar a ciertas vulnerabilidades. Más concretamente, se ha identificado que la pérdida de trabajadores plenos en los hogares se asocia a situaciones de liquidación o reducción del tambo (Pardías 2013).

Al ser explotaciones trabajo-intensivas, las condiciones laborales pueden constituir un factor crítico para que los sucesores quieran permanecer en la actividad (Bankuti et al. 2018). No solo el doble ordeñe diario se ha generalizado, sino que también se incrementaron las tareas conexas al tambo, tanto de tipo manual como administrativo. Se destacan todas las relacionadas con la alimentación del ganado –que abarcan la producción de forraje y el cultivo de granos, la preparación y suministro cotidiano de las raciones a los animales–, así como aquellas orientadas a la sanidad.

Trabajos recientes aluden a variables complementarias, de índole territorial, que afectan la continuidad tambera. El primero de ellos, referido al departamento Nogoyá de la provincia de Entre Ríos, hace hincapié en las condiciones materiales e inmateriales de los espacios rurales, como la calidad de la infraestructura vial, la densidad de los circuitos para canalizar la producción, la presencia de instituciones tanto sectoriales como comunitarias (Craviotti et al. 2018). El segundo, focalizado en el distrito Las Colonias de la provincia de Santa Fe, coincide en la importancia de analizar las características de los espacios en que se emplazan las unidades (en términos de la distancia a los centros urbanos y condición de los caminos; la intensidad de la señal de Internet y del teléfono celular) así como en cuanto a la densidad de las interacciones allí presentes (Sandoval et al. 2018). El mencionado trabajo argumenta el desmoronamiento del sistema productivo basado en la familia tambera, basándose en que la mayoría de los productores entrevistados recurre a tamberos-asociados[v] para efectuar el ordeñe y los hijos no desean seguir en la actividad.[vi]

Con base a estos antecedentes, se presentan a continuación los principales resultados obtenidos de nuestro análisis.

La actividad tambera en Entre Ríos: trayectorias lecheras y percepciones de los productores

Dentro de la principal región productora de leche de Argentina, la región pampeana, Entre Ríos se caracteriza por ser la provincia con los tambos más pequeños, de menor carga animal por hectárea y menor productividad por vaca. El 85% de los tambos entrerrianos produce menos de 1500 litros de leche diarios (Esnaola et. al. 2016).[vii] Alrededor del 80% de los establecimientos tamberos se basa exclusivamente en el trabajo de sus familias (CFI 2010), diferenciándose así de otras provincias donde cobra importancia la figura del tambero-asociado.

El último relevamiento integral para Entre Ríos (CFI 2010) identificó alrededor de 1700 tambos en la provincia, cifra algo inferior a los captados por el Censo Nacional Agropecuario de 2002 (1842). Más recientemente se estimaron 1450 unidades (Esnaola et al. 2016).[viii] A pesar de la falta de datos actuales confiables,[ix] las diferentes fuentes relevadas dan cuenta de la fuerte caída en el número de productores, en particular durante el período 2016-2018.

Las unidades se distribuyen en dos grandes cuencas lecheras a nivel provincial, la del este y la del oeste; la segunda de ellas con el 75% de los tambos, alrededor de 2/3 de las usinas lácteas y de la capacidad de procesamiento de leche (Díaz Cano 2007). De este modo, el grueso de la producción lechera entrerriana se ubica en tres departamentos: Paraná, Nogoyá y en menor medida Diamante.

La división administrativo-departamental oscurece la existencia de diferentes condiciones contextuales, que son fundamentales para el desarrollo de una actividad como la láctea. Nos referimos a la disponibilidad de rutas asfaltadas o mejoradas, transitables los días de lluvia; a la diversidad y cercanía a las usinas a las cuales entregar la producción; y a los centros poblados que aglutinan proveedores de productos y servicios, además de establecimientos comerciales, instituciones administrativas y escolares.

Para poder captar estas particularidades y su incidencia en las percepciones de los productores, las entrevistas fueron realizadas en diferentes áreas de los tres departamentos mencionados. Abarcaron casos de diferente orientación productiva (remitente de leche o elaborador de quesos) y escalas de producción, con énfasis en el estrato inferior a los 1000 litros de producción diaria (tabla 2). Solo en el 1% de los casos relevados el trabajo familiar se circunscribe a las tareas de gestión. Asimismo, en el 55% de ellos el responsable ya ha alcanzado los 50 años, momento del ciclo vital en el cual se plantea la cuestión del traspaso del establecimiento, o bien este se encuentra en pleno desarrollo.

Tabla 2. Distribución de los casos relevados

 

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Elaboración propia con base en entrevistas.

Las entrevistas fueron cara a cara, efectuadas entre fines de 2017 y principios de 2018, y grabadas con el consentimiento de los entrevistados. Si bien involucraron a los responsables de los establecimientos (por lo general varones); en varios casos participaron de las mismas sus cónyuges e hijos, dando lugar a intercambios informales sobre las temáticas planteadas.

Las guías de preguntas incluyeron variables susceptibles de ser cuantificadas, como las relativas a las características sociodemográficas de los miembros de los hogares, las condiciones productivo-tecnológicas de sus explotaciones (producción diaria de leche y sus oscilaciones a lo largo del año, la superficie trabajada según su régimen de tenencia, etc.) y el territorio en que se asientan (distancia a una ruta pavimentada y a las usinas, entre otras). Además, abarcaron diversas preguntas orientadas a captar las estrategias de reproducción social de los hogares y otras disparadoras de reflexiones, tales como los proyectos hacia el futuro, el trabajo que les gustaría para sus hijos, los problemas como tamberos, entre otros aspectos.

El material relevado fue objeto de un análisis predominantemente cualitativo, en el que se identificaron las percepciones y significados atribuidos por los entrevistados, en diálogo con las peculiaridades de sus establecimientos productivos y hogares, y su evolución a lo largo de los últimos 10 años.

Los casos fueron agrupados en tres tipos de trayectorias: a) de salida de la actividad lechera, definida por la falta de voluntad del titular de continuar con el tambo en un futuro cercano; b) de descenso y c) de ascenso lechero, comparando su producción actual respecto a la obtenida hace 10 años –en un contexto donde se incrementó la producción del tambo promedio en Argentina–. Dado el objetivo del trabajo, se presta una atención preferencial a los dos primeros grupos, aunque también se consideran las características y miradas presentes en el tercero, con vistas a obtener una visión de conjunto.

a) Trayectorias de salida

Estas situaciones abarcan cerca del 30% de los casos entrevistados y se caracterizan por ser unidades donde la gran mayoría de los titulares superan los 50 años de edad. Las tareas cotidianas están exclusivamente a cargo de miembros familiares, aunque en su gran mayoría los hijos no participan de las actividades de ordeñe y atención de los animales. Los miembros más jóvenes trabajan en actividades agrícolas o directamente se desempeñan en actividades extraprediales. Se identifican en estas familias acciones previas o actuales orientadas a desarrollar otras oportunidades para sus descendientes por fuera del tambo, incluyendo la realización de inversiones orientadas a prestar servicios como contratistas de maquinaria, en los casos en que continúan vinculados al campo. Asimismo, puede distinguirse una clara situación de urbanización de los hijos, que incidiría sobre sus orientaciones y proyectos de vida.

Examinando su evolución en los últimos años, prevalecen los casos que producen menos o la misma cantidad de litros de leche que 10 años atrás; algunos incrementaron su producción. Si bien la consideración de estos últimos dentro de las trayectorias de salida puede parecer a primera vista contradictoria, se explica por el hecho de que los titulares son conscientes de que no tienen sucesor para el tambo, previendo retirarse de la producción en los próximos años porque ellos o los miembros familiares de mayor edad que participan de la atención de los animales se están acercando a la edad de retiro y no prevén su reemplazo por otro miembro familiar o asalariado.

En este grupo predominan aquellos que producen menos de 1000 litros diarios de leche diarios, que disponen de equipos de ordeñe de no más de cuatro bajadas e instalaciones relativamente antiguas, no habiendo efectuado inversiones para mejorarlas. Ello influye sobre las condiciones de trabajo desde el punto de vista ergonómico, así como en la duración de la tarea.

Sus miradas resaltan las exigencias del oficio, que se ven potenciadas por las contingencias climáticas y sus repercusiones negativas sobre la salud y el bienestar:

Papi está ya cada vez más viejo, ya no tiene que estar sacando leche y uno solo no lo puede manejar. (…) O vender todo o conseguir un empleado, esas son las dos alternativas. Vender todo es como lo más acertado. (…) Cualquier cosa menos esto… Es que es muy demandante el tambo y al no haber alguien que te reemplace, poder descansar la mente un día a la semana, aunque sea. Porque no tengo reemplazo un día a la semana. (…) Con 900 litros, estoy bien, no tengo empleados, es mano de obra familiar, no gastamos mucho nosotros, el único que sale soy yo, no tenemos tiempo de ir de vacaciones. (...) Yo hace 20 años que estoy en el tambo, hasta los 26-27 años por ahí me tomaba los domingos en la tarde, que quedaban ahí mi viejo y la tía ordeñando, yo dejaba todo listo y ellos tenían que ordeñar, no más. Pero después, ya no. (Entrevista 28, 2017, tambero de 900 litros diarios).

Nosotros ya nos sentimos viejos, cansados. Tenemos un tambo viejo, quisimos hacer una inversión cuando pensábamos que nuestro hijo se iba a quedar (…). Somos jóvenes, pero por nuestro trabajo somos personas de 60 años largos. La cintura yo la tengo deshecha. (…) Son cuatro horas, cinco horas que estamos durmiendo y todos los días es un círculo, no tenemos un fin de semana para nosotros, un día. No tenemos un día. (Entrevista 11, 2017, tambero de 550 litros diarios).

A nadie le gusta este trabajo, vos imagínate todos los días, no tenés sábado… Ni feriado ni domingo, nosotros estamos 365 días del año acá, no, nunca, vacaciones voy a tener si algún día tal vez me jubile, tal vez capaz que vaya de vacaciones a algún lado, pero ya voy a estar viejo para ese entonces; si Dios, si el de arriba me da vida. (Entrevista 34, 2018, tambero de 350 litros diarios).

Las palabras esfuerzo, sacrificio, esclavizado (falta de) descanso los sábados y domingos, y de vacaciones aparecen con recurrencia en estas narrativas. Las mismas situaciones de enfermedad son vistas como un problema debido a la dificultad para conseguir reemplazo para las tareas del tambo. A veces, se resalta la ventaja de la actividad de aportar un ingreso mensual y relativamente constante a diferencia de otras producciones agropecuarias, pero esta misma condición –que acerca la situación de estos productores a la del trabajador asalariado– los aleja de él por la ausencia de otras condiciones que se le atribuyen, como una nítida separación entre las esferas de trabajo y ocio.

En contrapartida, ser autónomo, poder decidir sobre las condiciones de su producción, no aparece en los discursos de estos entrevistados. Esto puede conectarse con otra cuestión: su reducida capacidad de maniobra al estar insertos en la actividad como meros “entregadores” o remitentes de materia prima, aspecto que se refuerza debido a la pequeña escala productiva, a la que atribuyen no ser tenidos en cuenta por otros actores. Raúl, por ejemplo, tiene problemas para comprar insumos o conseguir contratistas de maquinaria para ciertas labores por razón de su escasa superficie, por ejemplo, hacer el sangrado que exige la autoridad sanitaria para establecer la condición del rodeo

capaz que me sale lo mismo que el que va y hace 100 [vacas] (…) Yo soy peón, soy patrón, soy ingeniero, soy veterinario, haces todo, o mecánico, todo. (….) Me criaron mis padres teniendo poco y teniéndolo bien. Está bien, después te cuesta, porque no podés vender la leche porque es poco. Como es poco, no te cuentan, no entrás. (Entrevista 20, 2017, tambero 200 litros diarios).

Entonces, como productor trata de tener pocos gastos en insumos y aprovechar sus recursos al máximo; destina ingresos de otras actividades familiares a realizar pequeñas mejoras en el tambo y explorar otras oportunidades como pequeño productor (incorporó gallinas ponedoras y vende los huevos a conocidos). Cuando es necesario, ajusta su nivel de vida.

En este grupo es generalizada la alusión a la baja calidad de la infraestructura territorial (el mal estado de los caminos), que dificulta la llegada de los camiones para retirar la leche de los campos.[x] Cabe precisar que no necesariamente se refieren a su situación particular, ya que en la mayoría de estos casos los establecimientos se ubican sobre rutas asfaltadas o a menos de 5 kilómetros de las mismas, lo cual posiblemente haya facilitado su continuidad como pequeños productores.

La salida de la actividad –vista como futuro posible y deseable– no es planteada como un corte abrupto. De por sí la actividad lechera es de ciclo largo, en el sentido de que involucra inversiones en infraestructura y animales que demandan varios años en amortizarse. También requiere planificación a corto y mediano plazo en materia de implantación de pasturas y crianza de las vacas lecheras. Pero dada la importancia del ingreso periódico proveniente de la venta de la leche para la reproducción cotidiana de estas familias, el abandono es avizorado como paulatino, mediante el descenso de la cantidad de leche producida –reduciendo la cantidad de vacas y/o su alimentación– y el aumento progresivo de la cría de animales (considerada como una actividad menos exigente). Entonces, se apunta a complementar la entrada de dinero esporádica que esta última brinda con el ingreso estable proveniente de una jubilación, que reemplazará el aporte mensual o quincenal brindado por el tambo.

b) Trayectorias de descenso lechero

Este grupo abarca un 25% de los casos entrevistados y en él cobran importancia aquellos que producen la mitad de leche respecto a 10 años atrás, aunque hay situaciones donde la reducción es menos acentuada. En varios de ellos la disminución fue buscada por medio de la reducción de la alimentación, de la cantidad de vacas o hasta del número de ordeñes diarios debido al empeoramiento de la relación entre los precios de la leche y los costos; en otros, fue producto de las malas condiciones climáticas que afectaron la producción.

Sin embargo, no se plantean dejar el tambo sino conservarlo, o aún tratar de recuperar los niveles previos donde la actividad lechera forme parte de un esquema diversificado de ingresos. Por la baja superficie que disponen también engordan terneros a corral (como actividad generalizada que permite un ahorro o inversión a futuro) y/o prestan servicios como contratistas, especialmente aquellos relacionados con la actividad tambera, como la confección de reservas forrajeras (rollos). La diversificación les ha permitido mantenerse, ya que todos comparten la condición de productores de baja escala, en situaciones repartidas por debajo de los 1000 litros, y entre los 1000 y 2000 litros diarios.

Como los tamberos del grupo anterior, la gran mayoría de estas unidades productivas en trayectoria descendente se basan exclusivamente en el trabajo familiar para sus tareas cotidianas; sin embargo y a diferencia de estos, solo un tercio de los titulares supera los 50 años. Un rasgo clave es que aquellos con hijos adolescentes o adultos varones integran a estos a la actividad del tambo; únicamente dos tienen la ayuda de un empleado para las tareas de ordeñe. Resulta llamativo que se vincula y legitima la participación de los hijos en el hecho de que “no quisieron” estudiar como hubieran querido o proyectado sus padres. Además, la exposición a un medio de vida urbano es más baja que en aquellos productores que fueron encuadrados dentro de las trayectorias de salida, aspectos que retomaremos luego.

Ambas cuestiones estarían vinculadas con las representaciones del oficio tambero, donde también aparece el cuestionamiento de lo demandante que resulta el trabajo, pero se lo atribuye a la visión de los “otros” que podrían desempeñarlo (los empleados) o se lo relativiza por el carácter del ingreso estable que brinda y el menor riesgo, en comparación con otras actividades agrarias. Asimismo, hay casos que manifiestan su gusto por el tambo como modo de vida.

Es hartante porque no tenés… Yo trabajé más de 20 años sin fines de semana libres. Y no tenés vacaciones. (…) Lo que por ahí tiene el tambo de ventaja me parece con respecto a otras actividades es que vos todos los meses tenés tu ingreso. (Entrevista 7, 2018, tambero de 1500 litros diarios).

A pesar del mal precio que nosotros tenemos, el mal precio que cobramos, el tambo siempre ha sido más rentable que ninguna otra cosa. Para mí, en mi caso personal. Con la agricultura puede pasar que de un día para otro no da. (Entrevista 23, 2018, tambero de 350 litros diarios).

Me encanta el tambo, por ahí dan ganas de tirarlo a la mierda, estos días de lluvia estas vacas se quieren ir nomás, pasa con todos los animales porque más allá de que sea cansador, que no haya sábados ni domingos ni feriados ni nada, a mí me apasiona el tambo. (…) No es un laburo pesado, no es de que vos te rompés el lomo, te rompés el lomo en el frío, en la lluvia en el andar con las botas en el barro, pero en sí no es un laburo pesado, es rutina, es muy rutinario. (Entrevista 35, 2018, tambero de 400 litros diarios).

Es duro volver de una fiesta y levantarse a las 4h00 a hacer el tambo, vos a veces venís pensando, todos se van a dormir, y yo tengo que ir a trabajar encima (…). [Pero] otra gente a veces está peor desde el punto de vista económico, y acá uno trabaja para uno mismo, nadie te presiona, lo manejas a tu gusto, a tu forma. (Entrevista 33, 2018, hijo de tambero de 1000 litros diarios).

No obstante, la condición desventajosa de pequeño productor de leche es percibida de manera tan o más aguda que en el caso anterior, resaltándose las diferencias con los establecimientos tamberos de gran escala o con los productores agrícolas: “El campo hoy por hoy no está siendo benigno con los que se inician, sobre todo con los productores chicos. Está todo muy sistematizado para grandes productores, sobre todo para la colonia, para la agricultura”, nos decía un tambero de 450 litros diarios (entrevista 17, 2017). Se comparte la visión sobre el marcado cierre de tambos en los últimos años (que algunos se asemejan con la situación de principios de los años 2000). También se menciona la disminución de la producción en aquellos que permanecen y se alude al impacto de estos procesos sobre las redes de diálogo locales.

Por último, y tal como ocurre en el grupo anterior, aparece la problemática del estado de los caminos como una de las falencias más sentidas.

c) Trayectorias de ascenso lechero

Esta categoría ilumina, por contraste, la situación de las otras dos en el ámbito productivo y formas de manejo, y su relación con las percepciones de los productores. Abarcando poco menos de la mitad de los casos entrevistados, es el grupo que presenta mayor proporción de titulares relativamente jóvenes (menores a los 40 años). En comparación con el grupo anterior, tiene mayor incidencia de casos donde el sucesor para el tambo ya está definido.

Este grupo casi no incluye productores por debajo de los 1000 litros de leche diarios; algo más de la mitad ha duplicado su producción respecto a 10 años atrás. A diferencia de los otros dos grupos, han tomado créditos con condiciones “blandas”. A primera vista, el aumento en materia productiva reafirmaría la idea de que para permanecer como productor lechero hay que incrementar la escala. Sin embargo, hay un dato clave en estas situaciones, que es la presencia de empleados –algunos en carácter de tamberos asociados– como complemento o reemplazo del trabajo familiar, sin que esto suponga una gestión del establecimiento “a la distancia”. En cuanto a las condiciones de trabajo, solo el 5% carece de fosa para el ordeñe y el 10% posee máquinas de hasta cuatro bajadas, a diferencia de los grupos anteriores donde estas situaciones eran más frecuentes. También se identifica la incorporación de otras mejoras orientadas a hacer más aliviado el trabajo, ya sea en materia de instalaciones (por ejemplo, agregando extractores automáticos para las pezoneras de las vacas), o de gestión (introduciendo un régimen de días “francos” alternados con el empleado o tambero-asociado o entre los propios miembros familiares, cuando no hay personal ajeno).

Todo ello está vinculado al mayor tamaño de estos tambos en términos relativos y a la evolución de la mayor parte de estas unidades productivas hacia la conformación de explotaciones de carácter familiar-empresarial. Ello implica que se han dejado de lado ciertos “reparos” mencionados por otros entrevistados, relacionados con los riesgos que involucra la incorporación de personal externo a las familias en cuanto a un eventual maltrato de los animales o posibles juicios laborales. Sin embargo, esta misma situación implica que el nivel de producción logrado debe generar un ingreso que permita cubrir las remuneraciones de los trabajadores y aportes patronales, lo que se traduce en una pulsión hacia aumentar más la producción.

La delegación total o parcial del doble ordeñe diario se conecta con la identificación de un problema que no aparecía en los casos previamente presentados, que es el temor a quedarse sin personal. Así se plantea que, a diferencia del pasado, en la actualidad la mano de obra contratada proviene del medio urbano, por lo tanto, no estaría acostumbrada al ritmo de trabajo del tambo (las exigencias horarias, la “rutina” del ordeñe); tampoco a las limitaciones en términos de conectividad que implica vivir en algunas zonas rurales, que afecta la educación de los jóvenes y las posibilidades de esparcimiento.

En cuanto a las miradas sobre el oficio tambero, y quizá por haberse “liberado” parcial o totalmente de la parte más ardua y rutinaria del trabajo, son más frecuentes las narrativas que tienden a relativizar los inconvenientes del tambo porque les gusta la actividad y posee ventajas respecto a otras producciones de ingreso más esporádico o más riesgosas.

Cabe precisar que en este grupo también se dan esquemas diversificados de ingresos. Incluso es donde hay mayor proporción de productores que elaboran quesos (actividad visualizada como más rentable que entregar leche) y/o producen soja para la venta (vista como más riesgosa que el tambo, pero que permite hacer una diferencia con la cual capitalizarse o comprar tierras).

Es clara la visión de la necesidad de continuar con la diversificación productiva, pero también de que para poder mantenerse como tamberos solo existirían dos opciones: aumentar el tamaño o basarse exclusivamente en el trabajo familiar. Según lo captado en las entrevistas, el primer punto depende de la intensificación de la producción –por medio del refuerzo de la alimentación de animales y/o de la ampliación del plantel de vacas lecheras mediante el arriendo de tierras, cuestión a su vez limitada por la competencia con otras actividades, como la agricultura de granos–. El segundo punto aparece puesto en duda porque está supeditado a que los descendientes deseen continuar en la actividad como trabajadores directos. Al respecto, cabe observar que en la actualidad solo en un tercio de los casos se da su participación en el ordeñe; el resto cuenta con personal contratado. Por lo tanto, el camino privilegiado sería el aumento de la producción, más que recentrarse en el trabajo familiar.

Este grupo aglutina la mayor cantidad de productores no urbanizados, ubicados a las distancias más lejanas de rutas asfaltadas; sin embargo, varios de ellos residen sobre rutas mejoradas. Las percepciones sobre el territorio no son unívocas; los que destacan que su zona se ha mantenido o crecido como cuenca tambera en buena parte lo atribuyen a la mejora de los caminos, ya sea por acciones del Estado o por iniciativas de los propios vecinos, mediante la conformación de consorcios camineros con algún aporte estatal para la realización de las tareas de mantenimiento.

Discusión y conclusiones

En las explotaciones tamberas basadas en el trabajo familiar, el vínculo con el oficio –y por lo tanto la continuidad– está influenciado por aspectos propios de los hogares y los establecimientos productivos, en estrecha vinculación con las características de los espacios en que se asientan y las condiciones estructurales en que se desenvuelve su actividad. Todas estas cuestiones están presentes en las percepciones de los productores, permean sus estrategias de reproducción social y sus proyecciones a futuro.

De acuerdo con lo captado por este trabajo, el vínculo afectivo con el tambo parece estar puesto en cuestión en aquellos productores familiares que se encuentran en trayectorias de salida de la actividad. Lo que está en juego en su traspaso trunco es la transmisión de un oficio que colisiona con los deseos de ellos y/o de sus hijos en cuanto a condiciones de trabajo y calidad de vida, ya que en casi todos los casos se plantean continuar como productores.

En los otros dos grupos analizados las miradas son más matizadas; se contrapesan las desventajas atribuidas a la actividad lechera con los aportes que brinda. Se apunta a lograr explotaciones económicamente viables que incluyan la producción de leche dentro de un planteo productivo diversificado. En el primer caso, por medio de una modalidad de organización del trabajo que preserve su condición familiar; en el otro, mediante un esquema de tipo familiar-empresarial.

El “éxito” de la sucesión lechera implica poder poner en práctica los mecanismos que permitan el traspaso de la tarea de ordeñe, que es la que estructura las restantes. La atractividad de cada tambo en particular define la factibilidad de dicho traspaso y depende tanto de las características del espacio en que está inserto como de la capacidad de establecer condiciones de trabajo percibidas como satisfactorias. Esto último está asociado con el nivel de ingresos obtenido, que condiciona la posibilidad de recurrir a trabajadores externos, contar con mayor cantidad de miembros familiares para el reparto de las tareas y/o acceder a maquinaria e infraestructura que las haga más livianas. Desde este punto de vista, las políticas públicas directa o indirectamente orientadas a la mejora de la calidad de vida –como es el caso de aquellas que mejoran la participación de la producción primaria en el precio del producto– resultan de especial importancia para posibilitar el traspaso de estas explotaciones.

En el caso de los titulares de mayor edad y dada su temprana incorporación al trabajo, el momento clave de la sucesión tambera se plantea alrededor de los 50 años de vida. Allí se define la suerte futura de sus unidades, aunque en los hechos se ha generado tiempo atrás con las decisiones de escolarización y urbanización, que influyen no solo en la participación efectiva de los hijos en las tareas prediales, sino también en su “sentirse parte” del devenir de la explotación.

De todos modos, no se trata de elecciones exclusivamente individuales o familiares, sino que están territorialmente “incrustadas”. En acuerdo con otros autores (Hess 2004; Filippi et al. 2011), consideramos que las personas absorben y en algunos casos están constreñidas por las dinámicas que existen en un área determinada. Especialmente en zonas distantes a localidades urbanas y sin buenos caminos, prevalecen condiciones insatisfactorias que inciden en el abandono de la producción de leche.

Estos procesos a su vez impactan sobre la conformación de los grupos locales de intercambio. Un contrapeso o mitigador son las iniciativas de cursos de “profesional tambero” y “peñas lecheras” fomentadas por asesores técnicos y hacia donde concurren productores y empleados de tambos. También opera en la misma dirección la pertenencia a colonias donde existen mecanismos de ayuda entre vecinos y/o actividades de sociabilidad informal que pasan más por lo comunitario que por lo estrictamente sectorial. Sin embargo, hay áreas donde estas instancias se han reducido de manera significativa, producto de la baja cantidad de población residente en ellas. Estos aspectos agudizan la sensación de aislamiento y falta de contención de las familias tamberas, en un medio rural donde su peso ha disminuido.

Por otro lado, y si bien la abrumadora mayoría de los entrevistados hereda la actividad tambera de sus padres y fue socializada en ella, la aceptación y aún promoción de otras posibilidades para los descendientes parece ampliarse, frente al mandato de seguir con la tradición. Desde este punto de vista, merece destacarse la centralidad que adquiere dentro de las narrativas relevadas la referencia a la posición desfavorable de los tamberos en relación con la de los trabajadores asalariados urbanos, por la exposición a arduas condiciones ambientales y la escasez o aún ausencia de descansos semanales y vacaciones. Dicha comparación no solo es posible, sino que también es razonable en tanto quienes remiten su leche a las usinas perciben un ingreso que, por su frecuencia, podría ser asimilado a un salario.

En este contexto, el deseo que verbaliza buena parte de madres y padres acerca de que sus hijos “estudien” se transforma en el posible puente hacia otra actividad a la que se atribuyen mejores condiciones de vida. Sin embargo, las acciones orientadas a posibilitar el acceso a estudios universitarios, al implicar por lo general su migración hacia un centro urbano, se transforman en un elemento potencialmente disruptivo de la sucesión tambera, ya que aleja a los descendientes de ese mundo organizado en torno a las vacas lecheras, tanto por el estilo de vida como por el ritmo de la jornada. En este sentido y parafraseando a Bourdieu (1989), se puede argumentar que, en tales situaciones, la fuerza de atracción del campo social unificado alrededor de las realidades urbanas dominantes tiende a neutralizar la eficacia de los factores que aseguraban la continuidad del mundo tambero.

Otros trabajos sobre la región pampeana, aunque no referidos a la producción lechera, han remarcado la influencia de los crecientes vínculos con el medio urbano en la reproducción de la producción familiar como tal (Balsa 2006), o en las particulares estrategias hereditarias puestas en práctica por estos hogares (Neiman 2013). En nuestro caso, el énfasis no estuvo puesto en captar las modalidades implementadas para la sucesión y el reparto de la herencia, sino en identificar las trayectorias de los productores y sus condicionantes, así como las percepciones que permiten comprenderlas, en una actividad que muestra una tendencia sostenida a la disminución de las unidades productivas, más pronunciada que en otras.

Referencias

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Notas



[i] En Argentina y Uruguay se denomina tambos a las unidades productivas dedicadas a la producción de leche. Por extensión, se denomina “tamberos” a quienes realizan esta actividad.

[ii] Estimación efectuada con base en un reprocesamiento de los datos del Censo Nacional Agropecuario de 2002. Toma un conjunto de criterios, entre ellos, que el 50% o más de la mano de obra vinculada con la actividad lechera sea familiar y se produzca diariamente menos de 1000 litros de leche (Marino et al. 2011).

[iii] Estas actividades se enmarcan en el proyecto PICT 1093 financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina. Los autores agradecen la colaboración de Silvina Butarelli, María José Marnetto, Paula Palacios y Nathalia Waked Sánchez.

[iv] El número de tambos se redujo en 5,3% para el período enero 2017-agosto 2018 (OCLA 2018). Por su parte, una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), con base en 190 productores de la región pampeana, indicó que en el ejercicio 2016-2017 cerró el 6,4% de los tambos relevados en 2014-2015 (Gastaldi et al. 2018). Además, el 7% de los casos que permanecían en la actividad tenía como intención abandonarla en los próximos cinco años, y su producción era inferior a los 2000 litros diarios.

[v] Una forma laboral particular que existe en la actividad láctea argentina está representada por los tamberos asociados, que reciben un porcentaje de la producción. Están a cargo del ordeñe y, según los casos, de otras tareas. La ley de contrato asociativo de explotación tambera define al tambero asociado como un sujeto autónomo en lo laboral, previsional e impositivo. No obstante, esta condición no se refleja en su posición en el proceso de trabajo, que es organizado por el productor y al cual el tambero asociado únicamente aporta mano de obra (Quaranta 2003).

[vi] En el mismo sentido, una encuesta efectuada por la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA) a empleados de los tambos (AACREA 2014) presenta la paradoja de que la mayoría recomendaría a un joven iniciarse en la actividad láctea, pero no se la recomendaría a un hijo.

[vii] El mismo trabajo caracteriza al tambo promedio de la provincia como uno de 71 vacas totales y 19 litros de leche/vaca/ día si es remitente de leche a una industria, y 48 vacas totales y 16 litros/vaca/día si es elaborador de quesos.

[viii] La cifra dista de las 854 unidades productivas registradas en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) para 2017, lo cual puede atribuirse a la existencia de productores tamberos que no están inscriptos como tales debido a las exigencias que ello supone en materia de sanidad de los animales y para la habilitación de las instalaciones (en el caso de que elaboren subproductos en sus predios).

[ix] El Censo Nacional Agropecuario 2018 relevó 609 tambos en la provincia, pero los datos obtenidos son materia de discusión.

[x] La provincia de Entre Ríos cuenta con 32 000 kilómetros de caminos, de los cuales el 19% están asfaltados, 7% son de ripio y el resto son de tierra (Banco Mundial 2008).