Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 18, junio 2021, pp. 11-28
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
DOI: 10.17141/eutopia.18.2020.4565
Traspaso trunco: la
continuidad de los productores lecheros familiares, en cuestión
Truncated transfer: Continuity of
dairy family producers, in question
Clara
Craviotti. CONICET, CESOT-FCE,
Universidad de Buenos Aires. ccraviotti@yahoo.com https://orcid.org/0000-0001-6298-3768
Patricio Vértiz.
CONICET, Departamento de Desarrollo Rural, FCAyF-Universidad
Nacional de La Plata. vertizpatricio@gmail.com, https://orcid.org/0000-0002-9381-1456
Recibido: 19/06/2020 • Aceptado: 11/11/2020
Publicado: 16/12/2020
Cómo
citar este artículo: Craviotti,
Clara y Patricio Vertiz. 2020. “Traspaso trunco: la
continuidad de los productores lecheros familiares en cuestión”. Eutopía. Revista de Desarrollo Territorial 18: 119-136.
DOI: 10.17141/eutopia.18.2020.4565
Resumen: En este artículo se
abordan las perspectivas de continuidad y sucesión en la actividad lechera de
los pequeños establecimientos familiares, a partir del análisis de las
trayectorias y percepciones de productores de Entre Ríos, la cuenca de la
región pampeana argentina con mayor proporción de este tipo de
establecimientos. El trabajo se sustenta en la revisión de información
secundaria y la realización de entrevistas en profundidad a informantes clave y
productores de diferente tamaño, orientación productiva y localización
espacial. Los resultados obtenidos dan cuenta de un número significativo de
casos que se plantean abandonar la actividad láctea
aunque no necesariamente su condición de productores. Se argumenta que estas
situaciones de traspaso trunco estarían mostrando una desafección por el oficio
que se asocia con las dificultades para establecer condiciones laborales
percibidas como satisfactorias –particularmente en las explotaciones de baja
escala productiva–; las limitaciones existentes a nivel territorial; y la
prevalencia de un escenario sectorial signado por el aumento de la producción y
la productividad, en desmedro de otras consideraciones.
Palabras
clave: Argentina; agricultura
familiar; Entre Ríos; producción lechera; sucesión.
Abstract
:
This article addresses the prospects
of continuity and succession in the dairy activity, based on the
analysis of the trajectories and perceptions of producers located in Entre Ríos, the basin of
the Argentine Pampas region
with the highest proportion of this kind
of units. It is based
on the review
of secondary information and in-depth
interviews with key informants and producers of different sizes,
productive orientation, and spatial
location. The results obtained show a significant number of cases that consider abandoning
the dairy activity but not
necessarily their condition as producers. It is argued
that these situations of truncated
transfer refer to a disaffection with the job that
is associated with the difficulties
for establishing working conditions perceived as satisfactory, particularly in small-scale units; the limitations
at the territorial level;
and the prevalence of a sectoral scenario
characterized by the increase of
production and productivity,
regardless of other considerations.
Keywords: Argentina;
family farming; Entre Ríos;
dairy production; succession.
Introducción
La
sucesión de las explotaciones agropecuarias, particularmente de aquellas basadas
en el trabajo familiar, ha sido y es una problemática de interés en los
estudios sociales agrarios. No solo es vista como la transferencia del control
o gerenciamiento del establecimiento productivo, sino también de un oficio:
involucra la continuidad de sus funciones productivas y sociales, y en un
sentido más amplio, de las comunidades rurales a las que estos productores
pertenecen (Matte y Machado 2016, 133). Cómo se da este proceso, en el sentido
de cómo se produce la entrada y salida de la actividad, y cómo evolucionan las
unidades a lo largo de estas transiciones, junto con cuestiones conexas como la
migración y el posible envejecimiento de la población rural resultan
preocupaciones centrales, tanto desde el punto de vista académico como político
(Santhanam-Martin 2016). Adquieren renovada
importancia en la actividad láctea argentina, dado el constante proceso de
disminución de unidades productivas experimentado por el sector primario, y el
peso que en este tienen las explotaciones familiares.
El
debilitamiento y salida de la actividad tambera[i] no
solo puede generar profundos cambios en la estructura agraria, sino también en
el arraigo en el medio rural tanto de productores como de trabajadores y, por
consiguiente, incide en la dinámica socioeconómica de dichas áreas. En el
contexto de la región pampeana, la producción de leche supone una alta demanda
de mano de obra –0,02 equivalentes/hombre/hectárea, frente a 0,003 de la soja,
según Galetto (2018)– existiendo otras estimaciones
que amplían aún más la diferencia. Asimismo, requiere de la presencia humana
cotidiana en los predios, por la necesidad de ordeñe y cuidado diario de los
animales.
Por
otro lado, los procesos que experimentan estas explotaciones repercuten en las
áreas rurales y las localidades urbanas próximas debido a que en ellas se
asienta una diversidad de agentes vinculados con la actividad láctea: usinas de
procesamiento, proveedores de insumos, de servicios de transporte y
asesoramiento profesional; contratistas de maquinaria para ciertas tareas como
la confección de reservas forrajeras (rollos y silajes)
para la suplementación de las vacas.
A
partir de este encuadre general, en este artículo nos interesamos por la
cuestión de la continuidad y sucesión en la producción lechera mediante el
abordaje de las trayectorias y percepciones de los productores. El análisis se
basa en la revisión de información secundaria sobre la situación de la
actividad en Argentina y en particular en la provincia de Entre Ríos, que
presenta la mayor proporción de productores de pequeña escala pertenecientes al
universo de la producción familiar dentro de la región pampeana;[ii]
entrevistas en profundidad a informantes clave y a 45 productores de diferente
tamaño, orientación productiva y localización espacial.[iii]
Las
percepciones de los tamberos pueden ser desglosadas en diferentes dimensiones,
con vistas a comprender su evolución pasada y proyección hacia el futuro.
Involucran las relacionadas con el trabajo tambero, sobre la posición en la
cadena agroindustrial láctea, y sobre las transformaciones y características de
los espacios en que se asientan. Argumentamos que todos estos aspectos están
ligados para explicar la cuestión clave de la sucesión de sus explotaciones.
Más específicamente, sostenemos que un traspaso trunco –como el que se
evidencia en algunos de los casos analizados– estaría mostrando una desafección
por el oficio –en tanto vínculo emocional con la actividad– que se asocia a una
combinación de factores micro, meso y macro: la dificultad para establecer
condiciones laborales percibidas como satisfactorias por los miembros
familiares, especialmente en las explotaciones de baja escala productiva, las
limitaciones existentes a nivel territorial y la prevalencia de un escenario
sectorial signado por la promoción del aumento de la producción y la
productividad, en desmedro de otras consideraciones.
La
desafección por el oficio tambero se acentúa en contextos de urbanización y/o
de escolarización prolongada de algunos miembros familiares, que facilita la comparación
con las condiciones atribuidas a otras actividades en un espacio social
ampliado. Sin embargo, la falta de continuidad como tamberos no siempre implica
la no continuidad como productores; en todo caso, hace prever un reforzamiento
de la tendencia que ha caracterizado a la actividad láctea en las últimas
décadas: la concentración de la producción en un menor número de unidades.
A
continuación, presentamos algunos datos empíricos sobre la evolución de los
diferentes estratos de la producción primaria en Argentina, así como
antecedentes de trabajos que hacen referencia a los factores explicativos de
esta dinámica. También nos detenemos en los específicamente relacionados con la
sucesión de los tambos familiares. En la tercera sección se desarrollan algunos
aspectos metodológicos del trabajo y se analizan las percepciones de los
productores entrevistados en conexión con las características de sus unidades y
sus trayectorias. En la sección final del artículo se esbozan algunas
implicancias del análisis efectuado.
Evolución de las explotaciones lecheras y sus
causas
Según
el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (2018), los tambos en el país se
redujeron a una tasa anual promedio del 3,4% durante los últimos 30 años,
pasando de 30 131 tambos en 1988, a menos de un tercio (10 722) en 2018. A
pesar de lo significativo de la reducción y del aumento de dicha tasa en el
período más reciente,[iv]
la misma fuente sostiene que se trata de un proceso de amplio alcance y, en
todo caso, inferior al registrado en la lechería mundial. En Argentina, el
tambo promedio –una abstracción estadística– produce unos 2700 litros de leche
diarios, lo cual significa un 20% más que en 2008. El crecimiento en
productividad ha permitido el sostenimiento de los niveles de producción de
leche en unos 10 000 millones de litros anuales, aunque a costa de la
concentración de la producción en un menor número de tambos y la presencia de
marcadas desigualdades entre los estratos productivos. En efecto, las unidades
inferiores a los 2000 litros diarios que representan casi la mitad del total
(52,8%) y aportan menos del 20% de la producción generan un aporte similar al
del estrato más grande, que abarca tan solo el 3% de las unidades y produce más
de 10 000 litros diarios (tabla 1).
Tabla 1.
Estratificación de los tambos, Argentina
Fuente: OCLA 2018, con base en datos del SENASA y la
Dirección Nacional de Lechería.
Por
otro lado, el peso relativo de las unidades tamberas que producen menos de 2000
litros diarios ha disminuido de manera notable, ya que estas reunían el 67% del
total en 2008 (Terán 2009), pasando a representar el 53%, 10 años más tarde. La
explicación más frecuente de este devenir pone énfasis en los factores
estructurales asociados con una baja escala productiva, que implicarían que no
tienen el tamaño mínimo para operar en forma rentable. Galetto
(2018) indica que en ellas existe un bajo retorno al factor trabajo (por exceso
de mano de obra y baja productividad en términos internacionales) y un aumento
del costo de la oportunidad de la tierra frente a otras actividades posibles,
como la agricultura de granos. Aunque también señala que la intensificación de
la producción lechera que se produjo en Argentina no fue acompañada por la
adecuación de las instalaciones de ordeño y la disponibilidad de agua y sombra,
atentando contra la calidad y la productividad del trabajo. Todo ello aumenta
la sensibilidad de los tambos a las cuestiones ambientales, de por sí
acentuadas debido a las lluvias pronunciadas y sequías de los últimos años.
Explicaciones
también de base económica, aunque centradas en la coyuntura más reciente,
aluden a la rentabilidad negativa del tambo promedio durante la mayor parte del
período 2017-2018 y al deterioro de la relación entre el precio de los insumos
y el precio de la leche, como razones fundamentales del cierre de tambos (Fraschina 2019). Ello se ve agudizado en el caso de los
productores de menor escala, dada la ausencia del Estado en apoyo a los
sectores más débiles de las cadenas productivas y su respaldo al proceso de
concentración económica, en un contexto general de reafirmación de políticas
neoliberales en el país durante el Gobierno de Mauricio Macri (Rofman y García 2018).
Otros
estudios, tanto a escala nacional como internacional, destacan la influencia
del tamaño de las unidades como factor determinante del abandono de la
actividad lechera (Rosler et al. 2013; Litwin et al. 2015). No obstante, también es importante
tener en cuenta que buena parte de las unidades más pequeñas se basan
exclusivamente en el trabajo familiar, modalidad que les permite flexibilidad
en la asignación de tareas, pero también puede dar lugar a ciertas vulnerabilidades.
Más concretamente, se ha identificado que la pérdida de trabajadores plenos en
los hogares se asocia a situaciones de liquidación o reducción del tambo (Pardías 2013).
Al
ser explotaciones trabajo-intensivas, las condiciones laborales pueden
constituir un factor crítico para que los sucesores quieran permanecer en la
actividad (Bankuti et al. 2018). No solo el doble
ordeñe diario se ha generalizado, sino que también se incrementaron las tareas
conexas al tambo, tanto de tipo manual como administrativo. Se destacan todas
las relacionadas con la alimentación del ganado –que abarcan la producción de
forraje y el cultivo de granos, la preparación y suministro cotidiano de las
raciones a los animales–, así como aquellas orientadas a la sanidad.
Trabajos
recientes aluden a variables complementarias, de índole territorial, que
afectan la continuidad tambera. El primero de ellos, referido al departamento
Nogoyá de la provincia de Entre Ríos, hace hincapié en las condiciones
materiales e inmateriales de los espacios rurales, como la calidad de la
infraestructura vial, la densidad de los circuitos para canalizar la
producción, la presencia de instituciones tanto sectoriales como comunitarias (Craviotti et al. 2018). El segundo, focalizado en el distrito
Las Colonias de la provincia de Santa Fe, coincide en la importancia de
analizar las características de los espacios en que se emplazan las unidades
(en términos de la distancia a los centros urbanos y condición de los caminos;
la intensidad de la señal de Internet y del teléfono celular) así como en
cuanto a la densidad de las interacciones allí presentes (Sandoval et al.
2018). El mencionado trabajo argumenta el desmoronamiento del sistema
productivo basado en la familia tambera, basándose en que la mayoría de los
productores entrevistados recurre a tamberos-asociados[v] para
efectuar el ordeñe y los hijos no desean seguir en la actividad.[vi]
Con
base a estos antecedentes, se presentan a continuación los principales
resultados obtenidos de nuestro análisis.
La actividad tambera en Entre Ríos:
trayectorias lecheras y percepciones de los productores
Dentro
de la principal región productora de leche de Argentina, la región pampeana,
Entre Ríos se caracteriza por ser la provincia con los tambos más pequeños, de
menor carga animal por hectárea y menor productividad por vaca. El 85% de los
tambos entrerrianos produce menos de 1500 litros de leche diarios (Esnaola et.
al. 2016).[vii]
Alrededor del 80% de los establecimientos tamberos se basa exclusivamente en el
trabajo de sus familias (CFI 2010), diferenciándose así de otras provincias
donde cobra importancia la figura del tambero-asociado.
El
último relevamiento integral para Entre Ríos (CFI 2010) identificó alrededor de
1700 tambos en la provincia, cifra algo inferior a los captados por el Censo
Nacional Agropecuario de 2002 (1842). Más recientemente se estimaron 1450
unidades (Esnaola et al. 2016).[viii]
A pesar de la falta de datos actuales confiables,[ix] las
diferentes fuentes relevadas dan cuenta de la fuerte caída en el número de
productores, en particular durante el período 2016-2018.
Las
unidades se distribuyen en dos grandes cuencas lecheras a nivel provincial, la
del este y la del oeste; la segunda de ellas con el 75% de los tambos,
alrededor de 2/3 de las usinas lácteas y de la capacidad de procesamiento de
leche (Díaz Cano 2007). De este modo, el grueso de la producción lechera
entrerriana se ubica en tres departamentos: Paraná, Nogoyá y en menor medida
Diamante.
La
división administrativo-departamental oscurece la existencia de diferentes
condiciones contextuales, que son fundamentales para el desarrollo de una
actividad como la láctea. Nos referimos a la disponibilidad de rutas asfaltadas
o mejoradas, transitables los días de lluvia; a la diversidad y cercanía a las
usinas a las cuales entregar la producción; y a los centros poblados que
aglutinan proveedores de productos y servicios, además de establecimientos
comerciales, instituciones administrativas y escolares.
Para
poder captar estas particularidades y su incidencia en las percepciones de los
productores, las entrevistas fueron realizadas en diferentes áreas de los tres
departamentos mencionados. Abarcaron casos de diferente orientación productiva
(remitente de leche o elaborador de quesos) y escalas de producción, con
énfasis en el estrato inferior a los 1000 litros de producción diaria (tabla
2). Solo en el 1% de los casos relevados el trabajo familiar se circunscribe a
las tareas de gestión. Asimismo, en el 55% de ellos el responsable ya ha
alcanzado los 50 años, momento del ciclo vital en el cual se plantea la
cuestión del traspaso del establecimiento, o bien este se encuentra en pleno desarrollo.
Tabla 2. Distribución de los casos relevados
Elaboración propia con base en entrevistas.
Las entrevistas fueron
cara a cara, efectuadas entre fines de 2017 y principios de 2018, y grabadas
con el consentimiento de los entrevistados. Si bien involucraron a los
responsables de los establecimientos (por lo general varones); en varios casos
participaron de las mismas sus cónyuges e hijos, dando lugar a intercambios
informales sobre las temáticas planteadas.
Las guías de preguntas
incluyeron variables susceptibles de ser cuantificadas, como las relativas a
las características sociodemográficas de los miembros de los hogares, las
condiciones productivo-tecnológicas de sus explotaciones (producción diaria de
leche y sus oscilaciones a lo largo del año, la superficie trabajada según su
régimen de tenencia, etc.) y el territorio en que se asientan (distancia a una
ruta pavimentada y a las usinas, entre otras). Además, abarcaron diversas
preguntas orientadas a captar las estrategias de reproducción social de los
hogares y otras disparadoras de reflexiones, tales como los proyectos hacia el
futuro, el trabajo que les gustaría para sus hijos, los problemas como
tamberos, entre otros aspectos.
El material relevado fue objeto
de un análisis predominantemente cualitativo, en el que se identificaron las
percepciones y significados atribuidos por los entrevistados, en diálogo con
las peculiaridades de sus establecimientos productivos y hogares, y su
evolución a lo largo de los últimos 10 años.
Los
casos fueron agrupados en tres tipos de trayectorias: a) de salida de la
actividad lechera, definida por la falta de voluntad del titular de continuar
con el tambo en un futuro cercano; b) de descenso y c) de ascenso lechero,
comparando su producción actual respecto a la obtenida hace 10 años –en un
contexto donde se incrementó la producción del tambo promedio en Argentina–.
Dado el objetivo del trabajo, se presta una atención preferencial a los dos
primeros grupos, aunque también se consideran las características y miradas
presentes en el tercero, con vistas a obtener una visión de conjunto.
Estas situaciones abarcan
cerca del 30% de los casos entrevistados y se caracterizan por ser unidades
donde la gran mayoría de los titulares superan los 50 años de
edad. Las tareas cotidianas están exclusivamente a cargo de miembros
familiares, aunque en su gran mayoría los hijos no participan de las
actividades de ordeñe y atención de los animales. Los miembros más jóvenes
trabajan en actividades agrícolas o directamente se desempeñan en actividades extraprediales. Se identifican en estas familias acciones
previas o actuales orientadas a desarrollar otras oportunidades para sus
descendientes por fuera del tambo, incluyendo la realización de inversiones
orientadas a prestar servicios como contratistas de maquinaria, en los casos en
que continúan vinculados al campo. Asimismo, puede distinguirse una clara
situación de urbanización de los hijos, que incidiría sobre sus orientaciones y
proyectos de vida.
Examinando su evolución
en los últimos años, prevalecen los casos que producen menos o la misma
cantidad de litros de leche que 10 años atrás; algunos incrementaron su
producción. Si bien la consideración de estos últimos dentro de las
trayectorias de salida puede parecer a primera vista contradictoria, se explica
por el hecho de que los titulares son conscientes de que no tienen sucesor para
el tambo, previendo retirarse de la producción en los próximos años porque
ellos o los miembros familiares de mayor edad que participan de la atención de
los animales se están acercando a la edad de retiro y no prevén su reemplazo
por otro miembro familiar o asalariado.
En este grupo predominan
aquellos que producen menos de 1000 litros diarios de leche diarios, que
disponen de equipos de ordeñe de no más de cuatro bajadas e instalaciones
relativamente antiguas, no habiendo efectuado inversiones para mejorarlas. Ello
influye sobre las condiciones de trabajo desde el punto de vista ergonómico,
así como en la duración de la tarea.
Sus miradas resaltan las
exigencias del oficio, que se ven potenciadas por las contingencias climáticas
y sus repercusiones negativas sobre la salud y el bienestar:
Papi
está ya cada vez más viejo, ya no tiene que estar sacando leche y uno solo no
lo puede manejar. (…) O vender todo o conseguir un empleado, esas son las dos
alternativas. Vender todo es como lo más acertado. (…) Cualquier cosa menos
esto… Es que es muy demandante el tambo y al no haber alguien que te reemplace,
poder descansar la mente un día a la semana, aunque sea. Porque no tengo
reemplazo un día a la semana. (…) Con 900 litros, estoy bien, no tengo
empleados, es mano de obra familiar, no gastamos mucho nosotros, el único que
sale soy yo, no tenemos tiempo de ir de vacaciones. (...) Yo hace 20 años que
estoy en el tambo, hasta los 26-27 años por ahí me tomaba los domingos en la
tarde, que quedaban ahí mi viejo y la tía ordeñando, yo dejaba todo listo y
ellos tenían que ordeñar, no más. Pero después, ya no. (Entrevista 28, 2017,
tambero de 900 litros diarios).
Nosotros
ya nos sentimos viejos, cansados. Tenemos un tambo viejo, quisimos hacer una
inversión cuando pensábamos que nuestro hijo se iba a quedar (…). Somos
jóvenes, pero por nuestro trabajo somos personas de 60 años largos. La cintura
yo la tengo deshecha. (…) Son cuatro horas, cinco horas que estamos durmiendo y
todos los días es un círculo, no tenemos un fin de semana para nosotros, un
día. No tenemos un día. (Entrevista 11, 2017, tambero de 550 litros diarios).
A
nadie le gusta este trabajo, vos imagínate todos los días, no tenés sábado… Ni feriado ni
domingo, nosotros estamos 365 días del año acá, no, nunca, vacaciones voy a
tener si algún día tal vez me jubile, tal vez capaz que vaya de vacaciones a
algún lado, pero ya voy a estar viejo para ese entonces; si Dios, si el de
arriba me da vida. (Entrevista 34, 2018, tambero de 350 litros diarios).
Las palabras esfuerzo,
sacrificio, esclavizado (falta de) descanso los sábados y domingos, y de vacaciones
aparecen con recurrencia en estas narrativas. Las mismas situaciones de
enfermedad son vistas como un problema debido a la dificultad para conseguir
reemplazo para las tareas del tambo. A veces, se resalta la ventaja de la
actividad de aportar un ingreso mensual y relativamente constante a diferencia
de otras producciones agropecuarias, pero esta misma condición –que acerca la
situación de estos productores a la del trabajador asalariado– los aleja de él
por la ausencia de otras condiciones que se le atribuyen, como una nítida
separación entre las esferas de trabajo y ocio.
En contrapartida, ser
autónomo, poder decidir sobre las condiciones de su producción, no aparece en
los discursos de estos entrevistados. Esto puede conectarse con otra cuestión:
su reducida capacidad de maniobra al estar insertos en la actividad como meros
“entregadores” o remitentes de materia prima, aspecto que se refuerza debido a
la pequeña escala productiva, a la que atribuyen no ser tenidos en cuenta por
otros actores. Raúl, por ejemplo, tiene problemas para comprar insumos o
conseguir contratistas de maquinaria para ciertas labores por razón de su
escasa superficie, por ejemplo, hacer el sangrado que exige la autoridad
sanitaria para establecer la condición del rodeo
capaz
que me sale lo mismo que el que va y hace 100 [vacas] (…) Yo soy peón, soy
patrón, soy ingeniero, soy veterinario, haces todo, o mecánico, todo. (….) Me
criaron mis padres teniendo poco y teniéndolo bien. Está bien, después te
cuesta, porque no podés vender la leche porque es
poco. Como es poco, no te cuentan, no entrás.
(Entrevista 20, 2017, tambero 200 litros diarios).
Entonces, como productor
trata de tener pocos gastos en insumos y aprovechar sus recursos al máximo;
destina ingresos de otras actividades familiares a realizar pequeñas mejoras en
el tambo y explorar otras oportunidades como pequeño productor (incorporó
gallinas ponedoras y vende los huevos a conocidos). Cuando es necesario, ajusta
su nivel de vida.
En este grupo es generalizada la alusión a
la baja calidad de la infraestructura territorial (el mal estado de los
caminos), que dificulta la llegada de los camiones para retirar la leche de los
campos.[x]
Cabe precisar que no necesariamente se refieren a su situación particular, ya
que en la mayoría de estos casos los establecimientos se ubican sobre rutas
asfaltadas o a menos de 5 kilómetros de las mismas, lo
cual posiblemente haya facilitado su continuidad como pequeños productores.
La
salida de la actividad –vista como futuro posible y deseable– no es planteada
como un corte abrupto. De por sí la actividad lechera es de ciclo largo, en el
sentido de que involucra inversiones en infraestructura y animales que demandan
varios años en amortizarse. También requiere planificación a corto y mediano
plazo en materia de implantación de pasturas y crianza de las vacas lecheras.
Pero dada la importancia del ingreso periódico proveniente de la venta de la
leche para la reproducción cotidiana de estas familias, el abandono es
avizorado como paulatino, mediante el descenso de la cantidad de leche
producida –reduciendo la cantidad de vacas y/o su alimentación– y el aumento
progresivo de la cría de animales (considerada como una actividad menos
exigente). Entonces, se apunta a complementar la entrada de dinero esporádica
que esta última brinda con el ingreso estable proveniente de una jubilación,
que reemplazará el aporte mensual o quincenal brindado por el tambo.
Este grupo abarca un 25%
de los casos entrevistados y en él cobran importancia aquellos que producen la
mitad de leche respecto a 10 años atrás, aunque hay situaciones donde la
reducción es menos acentuada. En varios de ellos la disminución fue buscada por
medio de la reducción de la alimentación, de la cantidad de vacas o hasta del
número de ordeñes diarios debido al empeoramiento de la relación entre los
precios de la leche y los costos; en otros, fue producto de las malas
condiciones climáticas que afectaron la producción.
Sin embargo, no se
plantean dejar el tambo sino conservarlo, o aún tratar de recuperar los niveles
previos donde la actividad lechera forme parte de un esquema diversificado de
ingresos. Por la baja superficie que disponen también engordan terneros a corral
(como actividad generalizada que permite un ahorro o inversión a futuro) y/o
prestan servicios como contratistas, especialmente aquellos relacionados con la
actividad tambera, como la confección de reservas forrajeras (rollos). La
diversificación les ha permitido mantenerse, ya que todos comparten la
condición de productores de baja escala, en situaciones repartidas por debajo
de los 1000 litros, y entre los 1000 y 2000 litros diarios.
Como los tamberos del
grupo anterior, la gran mayoría de estas unidades productivas en trayectoria
descendente se basan exclusivamente en el trabajo familiar para sus tareas
cotidianas; sin embargo y a diferencia de estos, solo un tercio de los
titulares supera los 50 años. Un rasgo clave es que aquellos con hijos
adolescentes o adultos varones integran a estos a la actividad del tambo;
únicamente dos tienen la ayuda de un empleado para las tareas de ordeñe.
Resulta llamativo que se vincula y legitima la participación de los hijos en el
hecho de que “no quisieron” estudiar como hubieran querido o proyectado sus
padres. Además, la exposición a un medio de vida urbano es más baja que en
aquellos productores que fueron encuadrados dentro de las trayectorias de salida,
aspectos que retomaremos luego.
Ambas
cuestiones estarían vinculadas con las representaciones del oficio tambero,
donde también aparece el cuestionamiento de lo demandante que resulta el
trabajo, pero se lo atribuye a la visión de los “otros” que podrían
desempeñarlo (los empleados) o se lo relativiza por el carácter del ingreso
estable que brinda y el menor riesgo, en comparación con otras actividades
agrarias. Asimismo, hay casos que manifiestan su gusto por el tambo como modo
de vida.
Es
hartante porque no tenés…
Yo trabajé más de 20 años sin fines de semana libres. Y no tenés
vacaciones. (…) Lo que por ahí tiene el tambo de ventaja me parece con respecto
a otras actividades es que vos todos los meses tenés
tu ingreso. (Entrevista 7, 2018, tambero de 1500 litros diarios).
A
pesar del mal precio que nosotros tenemos, el mal precio que cobramos, el tambo
siempre ha sido más rentable que ninguna otra cosa. Para mí, en mi caso
personal. Con la agricultura puede pasar que de un día para otro no da. (Entrevista
23, 2018, tambero de 350 litros diarios).
Me
encanta el tambo, por ahí dan ganas de tirarlo a la mierda, estos días de
lluvia estas vacas se quieren ir nomás, pasa con todos los animales porque más
allá de que sea cansador, que no haya sábados ni domingos ni feriados ni nada,
a mí me apasiona el tambo. (…) No es un laburo pesado, no es de que vos te rompés el lomo, te rompés el lomo
en el frío, en la lluvia en el andar con las botas en el barro, pero en sí no
es un laburo pesado, es rutina, es muy rutinario. (Entrevista 35, 2018, tambero
de 400 litros diarios).
Es
duro volver de una fiesta y levantarse a las 4h00 a hacer el tambo, vos a veces
venís pensando, todos se van a dormir, y yo tengo que ir a trabajar encima (…).
[Pero] otra gente a veces está peor desde el punto de vista económico, y acá
uno trabaja para uno mismo, nadie te presiona, lo manejas a tu gusto, a tu
forma. (Entrevista 33, 2018, hijo de tambero de 1000 litros diarios).
No obstante, la condición
desventajosa de pequeño productor de leche es percibida de manera tan o más
aguda que en el caso anterior, resaltándose las diferencias con los
establecimientos tamberos de gran escala o con los productores agrícolas: “El
campo hoy por hoy no está siendo benigno con los que se inician, sobre todo con
los productores chicos. Está todo muy sistematizado para grandes productores,
sobre todo para la colonia, para la agricultura”, nos decía un tambero
de 450 litros diarios (entrevista 17, 2017). Se comparte la visión sobre el
marcado cierre de tambos en los últimos años (que algunos se asemejan con la
situación de principios de los años 2000). También se menciona la disminución
de la producción en aquellos que permanecen y se alude al impacto de estos
procesos sobre las redes de diálogo locales.
Por
último, y tal como ocurre en el grupo anterior, aparece la problemática del
estado de los caminos como una de las falencias más sentidas.
Esta categoría ilumina,
por contraste, la situación de las otras dos en el ámbito productivo y formas
de manejo, y su relación con las percepciones de los productores. Abarcando
poco menos de la mitad de los casos entrevistados, es el grupo que presenta
mayor proporción de titulares relativamente jóvenes (menores a los 40 años). En
comparación con el grupo anterior, tiene mayor incidencia de casos donde el
sucesor para el tambo ya está definido.
Este grupo casi no
incluye productores por debajo de los 1000 litros de leche diarios; algo más de
la mitad ha duplicado su producción respecto a 10 años atrás. A diferencia de
los otros dos grupos, han tomado créditos con condiciones “blandas”. A primera
vista, el aumento en materia productiva reafirmaría la idea de que para
permanecer como productor lechero hay que incrementar la escala. Sin embargo,
hay un dato clave en estas situaciones, que es la presencia de empleados
–algunos en carácter de tamberos asociados– como complemento o reemplazo del
trabajo familiar, sin que esto suponga una gestión del establecimiento “a la
distancia”. En cuanto a las condiciones de trabajo, solo el 5% carece de fosa
para el ordeñe y el 10% posee máquinas de hasta cuatro bajadas, a diferencia de
los grupos anteriores donde estas situaciones eran más frecuentes. También se
identifica la incorporación de otras mejoras orientadas a hacer más aliviado el
trabajo, ya sea en materia de instalaciones (por ejemplo, agregando extractores
automáticos para las pezoneras de las vacas), o de gestión (introduciendo un
régimen de días “francos” alternados con el empleado o tambero-asociado o entre
los propios miembros familiares, cuando no hay personal ajeno).
Todo ello está vinculado
al mayor tamaño de estos tambos en términos relativos y a la evolución de la
mayor parte de estas unidades productivas hacia la conformación de explotaciones
de carácter familiar-empresarial. Ello implica que se han dejado de lado
ciertos “reparos” mencionados por otros entrevistados, relacionados con los
riesgos que involucra la incorporación de personal externo a las familias en
cuanto a un eventual maltrato de los animales o posibles juicios laborales. Sin
embargo, esta misma situación implica que el nivel de producción logrado debe
generar un ingreso que permita cubrir las remuneraciones de los trabajadores y
aportes patronales, lo que se traduce en una pulsión hacia aumentar más la
producción.
La delegación total o
parcial del doble ordeñe diario se conecta con la identificación de un problema
que no aparecía en los casos previamente presentados, que es el
temor a quedarse sin personal. Así se plantea que, a diferencia del
pasado, en la actualidad la mano de obra contratada proviene del medio urbano,
por lo tanto, no estaría acostumbrada al ritmo de trabajo del tambo (las
exigencias horarias, la “rutina” del ordeñe); tampoco a las limitaciones en términos
de conectividad que implica vivir en algunas zonas rurales, que afecta la
educación de los jóvenes y las posibilidades de esparcimiento.
En cuanto a las miradas
sobre el oficio tambero, y quizá por haberse “liberado” parcial o totalmente de
la parte más ardua y rutinaria del trabajo, son más frecuentes las narrativas
que tienden a relativizar los inconvenientes del tambo porque les gusta la
actividad y posee ventajas respecto a otras producciones de ingreso más
esporádico o más riesgosas.
Cabe precisar que en este
grupo también se dan esquemas diversificados de ingresos. Incluso es donde hay
mayor proporción de productores que elaboran quesos (actividad visualizada como
más rentable que entregar leche) y/o producen soja para la venta (vista como más
riesgosa que el tambo, pero que permite hacer una diferencia
con la cual capitalizarse o comprar tierras).
Es clara la visión de la
necesidad de continuar con la diversificación productiva, pero también de que
para poder mantenerse como tamberos solo existirían dos opciones: aumentar el
tamaño o basarse exclusivamente en el trabajo familiar. Según lo captado en las
entrevistas, el primer punto depende de la intensificación de la producción
–por medio del refuerzo de la alimentación de animales y/o de la ampliación del
plantel de vacas lecheras mediante el arriendo de tierras, cuestión a su vez
limitada por la competencia con otras actividades, como la agricultura de
granos–. El segundo punto aparece puesto en duda porque está supeditado a que
los descendientes deseen continuar en la actividad como trabajadores directos.
Al respecto, cabe observar que en la actualidad solo en un tercio de los casos
se da su participación en el ordeñe; el resto cuenta con personal contratado.
Por lo tanto, el camino privilegiado sería el aumento de la producción, más que
recentrarse en el trabajo familiar.
Este
grupo aglutina la mayor cantidad de productores no urbanizados, ubicados a las
distancias más lejanas de rutas asfaltadas; sin embargo, varios de ellos
residen sobre rutas mejoradas. Las percepciones sobre el territorio no son
unívocas; los que destacan que su zona se ha mantenido o crecido como cuenca
tambera en buena parte lo atribuyen a la mejora de los caminos, ya sea por
acciones del Estado o por iniciativas de los propios vecinos, mediante la
conformación de consorcios camineros con algún aporte estatal para la
realización de las tareas de mantenimiento.
Discusión y conclusiones
En
las explotaciones tamberas basadas en el trabajo familiar, el vínculo con el
oficio –y por lo tanto la continuidad– está influenciado por aspectos propios
de los hogares y los establecimientos productivos, en estrecha vinculación con
las características de los espacios en que se asientan y las condiciones
estructurales en que se desenvuelve su actividad. Todas estas cuestiones están
presentes en las percepciones de los productores, permean sus estrategias de
reproducción social y sus proyecciones a futuro.
De acuerdo con lo captado
por este trabajo, el vínculo afectivo con el tambo parece estar puesto en
cuestión en aquellos productores familiares que se encuentran en trayectorias
de salida de la actividad. Lo que está en juego en su traspaso trunco es la
transmisión de un oficio que colisiona con los deseos de ellos y/o de sus hijos
en cuanto a condiciones de trabajo y calidad de vida, ya que en casi todos los
casos se plantean continuar como productores.
En los otros dos grupos
analizados las miradas son más matizadas; se contrapesan las desventajas
atribuidas a la actividad lechera con los aportes que brinda. Se apunta a
lograr explotaciones económicamente viables que incluyan la producción de leche
dentro de un planteo productivo diversificado. En el primer caso, por medio de
una modalidad de organización del trabajo que preserve su condición familiar;
en el otro, mediante un esquema de tipo familiar-empresarial.
El “éxito” de la sucesión
lechera implica poder poner en práctica los mecanismos que permitan el traspaso
de la tarea de ordeñe, que es la que estructura las restantes. La atractividad
de cada tambo en particular define la factibilidad de dicho traspaso y depende
tanto de las características del espacio en que está inserto como de la capacidad
de establecer condiciones de trabajo percibidas como satisfactorias. Esto
último está asociado con el nivel de ingresos obtenido, que condiciona la
posibilidad de recurrir a trabajadores externos, contar con mayor cantidad de
miembros familiares para el reparto de las tareas y/o acceder a maquinaria e
infraestructura que las haga más livianas. Desde este punto de vista, las
políticas públicas directa o indirectamente orientadas a la mejora de la
calidad de vida –como es el caso de aquellas que mejoran la participación de la
producción primaria en el precio del producto– resultan de especial importancia
para posibilitar el traspaso de estas explotaciones.
En el caso de los
titulares de mayor edad y dada su temprana incorporación al trabajo, el momento
clave de la sucesión tambera se plantea alrededor de los 50 años de vida. Allí
se define la suerte futura de sus unidades, aunque en los hechos se ha generado
tiempo atrás con las decisiones de escolarización y urbanización, que influyen
no solo en la participación efectiva de los hijos en las tareas prediales, sino
también en su “sentirse parte” del devenir de la explotación.
De todos modos, no se
trata de elecciones exclusivamente individuales o familiares, sino que están
territorialmente “incrustadas”. En acuerdo con otros autores (Hess 2004; Filippi et al. 2011), consideramos que las personas
absorben y en algunos casos están constreñidas por las dinámicas que existen en
un área determinada. Especialmente en zonas distantes a localidades urbanas y
sin buenos caminos, prevalecen condiciones insatisfactorias que inciden en el
abandono de la producción de leche.
Estos procesos a su vez
impactan sobre la conformación de los grupos locales de intercambio. Un
contrapeso o mitigador son las iniciativas de cursos de “profesional tambero” y
“peñas lecheras” fomentadas por asesores técnicos y hacia donde concurren
productores y empleados de tambos. También opera en la misma dirección la
pertenencia a colonias donde existen mecanismos de ayuda entre vecinos y/o
actividades de sociabilidad informal que pasan más por lo comunitario que por
lo estrictamente sectorial. Sin embargo, hay áreas donde estas instancias se
han reducido de manera significativa, producto de la baja cantidad de población
residente en ellas. Estos aspectos agudizan la sensación de aislamiento y falta
de contención de las familias tamberas, en un medio rural donde su peso ha
disminuido.
Por otro lado, y si bien
la abrumadora mayoría de los entrevistados hereda la actividad tambera de sus
padres y fue socializada en ella, la aceptación y aún promoción de otras
posibilidades para los descendientes parece ampliarse, frente al mandato de
seguir con la tradición. Desde este punto de vista, merece destacarse la
centralidad que adquiere dentro de las narrativas relevadas la referencia a la
posición desfavorable de los tamberos en relación con la de los trabajadores
asalariados urbanos, por la exposición a arduas condiciones ambientales y la
escasez o aún ausencia de descansos semanales y vacaciones. Dicha comparación
no solo es posible, sino que también es razonable en tanto quienes remiten su
leche a las usinas perciben un ingreso que, por su frecuencia, podría ser
asimilado a un salario.
En este contexto, el
deseo que verbaliza buena parte de madres y padres acerca de que sus hijos
“estudien” se transforma en el posible puente hacia otra actividad a la que se
atribuyen mejores condiciones de vida. Sin embargo, las acciones orientadas a
posibilitar el acceso a estudios universitarios, al implicar por lo general su
migración hacia un centro urbano, se transforman en un elemento potencialmente
disruptivo de la sucesión tambera, ya que aleja a los descendientes de ese
mundo organizado en torno a las vacas lecheras, tanto por el estilo de vida
como por el ritmo de la jornada. En este sentido y parafraseando a Bourdieu
(1989), se puede argumentar que, en tales situaciones, la fuerza de atracción
del campo social unificado alrededor de las realidades urbanas dominantes
tiende a neutralizar la eficacia de los factores que aseguraban la continuidad
del mundo tambero.
Otros
trabajos sobre la región pampeana, aunque no referidos a la producción lechera,
han remarcado la influencia de los crecientes vínculos con el medio urbano en
la reproducción de la producción familiar como tal (Balsa 2006), o en las
particulares estrategias hereditarias puestas en práctica por estos hogares
(Neiman 2013). En nuestro caso, el énfasis no estuvo puesto en captar las
modalidades implementadas para la sucesión y el reparto de la herencia, sino en
identificar las trayectorias de los productores y sus condicionantes, así como
las percepciones que permiten comprenderlas, en una actividad que muestra una
tendencia sostenida a la disminución de las unidades productivas, más
pronunciada que en otras.
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Notas
[i]
En Argentina y Uruguay se denomina tambos a las unidades productivas dedicadas
a la producción de leche. Por extensión, se denomina “tamberos” a quienes
realizan esta actividad.
[ii] Estimación
efectuada con base en un reprocesamiento de los datos
del Censo Nacional Agropecuario de 2002. Toma un conjunto de criterios, entre
ellos, que el 50% o más de la mano de obra vinculada con la actividad lechera
sea familiar y se produzca diariamente menos de 1000 litros de leche (Marino et
al. 2011).
[iii]
Estas actividades se enmarcan en el proyecto PICT 1093 financiado por la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina. Los
autores agradecen la colaboración de Silvina Butarelli,
María José Marnetto, Paula Palacios y Nathalia Waked Sánchez.
[iv]
El número de tambos se redujo en 5,3% para el período enero 2017-agosto 2018
(OCLA 2018). Por su parte, una encuesta realizada por el Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA), con base en 190 productores de la región
pampeana, indicó que en el ejercicio 2016-2017 cerró el 6,4% de los tambos
relevados en 2014-2015 (Gastaldi et al. 2018).
Además, el 7% de los casos que permanecían en la actividad tenía como intención
abandonarla en los próximos cinco años, y su producción era inferior a los 2000
litros diarios.
[v]
Una forma laboral particular que existe en la actividad láctea argentina está
representada por los tamberos asociados, que reciben un porcentaje de la
producción. Están a cargo del ordeñe y, según los casos, de otras tareas. La
ley de contrato asociativo de explotación tambera define al tambero asociado
como un sujeto autónomo en lo laboral, previsional e impositivo. No obstante,
esta condición no se refleja en su posición en el proceso de trabajo, que es
organizado por el productor y al cual el tambero asociado únicamente aporta
mano de obra (Quaranta 2003).
[vi] En el mismo sentido, una encuesta efectuada por la Asociación
Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA) a
empleados de los tambos (AACREA 2014) presenta la paradoja de que la mayoría
recomendaría a un joven iniciarse en la actividad láctea, pero no se la
recomendaría a un hijo.
[vii]
El mismo trabajo caracteriza al tambo promedio de la provincia como uno de 71
vacas totales y 19 litros de leche/vaca/ día si es remitente de leche a una
industria, y 48 vacas totales y 16 litros/vaca/día si es elaborador de quesos.
[viii]
La cifra dista de las 854 unidades productivas registradas en el Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) para 2017, lo cual puede
atribuirse a la existencia de productores tamberos que no están inscriptos como
tales debido a las exigencias que ello supone en materia de sanidad de los
animales y para la habilitación de las instalaciones (en el caso de que
elaboren subproductos en sus predios).
[ix]
El Censo Nacional Agropecuario 2018 relevó 609 tambos en la provincia, pero los
datos obtenidos son materia de discusión.
[x]
La provincia de Entre Ríos cuenta con 32 000 kilómetros de caminos, de los
cuales el 19% están asfaltados, 7% son de ripio y el resto son de tierra (Banco
Mundial 2008).