Eutopia. Revista de Desarrollo
Económico Territorial N.° 19, junio
2021, pp. 157-174
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
DOI: 10.17141/eutopia.19.2021.4934
Coproduciendo el desarrollo territorial: estrategias
público-comunitarias por el agua y los alimentos en Imbabura, Ecuador
Co-producing territorial development: public-community strategies for
water and food in Imbabura, Ecuador
Lorena Toro-Mayorga. Universidad Técnica del Norte. loreisabelt@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-9679-0585
Emilie Dupuits. Universidad
Internacional del Ecuador. dupuits.emilie@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-3808-6650
Recibido: 30/08/2020 - Aceptado: 05/04/2021
Publicado: 30/06/2021
Cómo citar
este artículo: Toro-Mayorga,
Lorena y Emilie Dupuits. 2021. “Coproduciendo
el desarrollo territorial: estrategias público-comunitarias por el agua y los
alimentos en Imbabura, Ecuador”. Eutopía. Revista
de Desarrollo Territorial 19. DOI 10.17141/eutopia.19.2021.4634
Resumen: Este artículo analiza las
alianzas que el Estado busca establecer en los territorios, para articularse a
procesos comunitarios desde una estructura vertical, bajo los ropajes de
modelos participativos e inclusivos. Desde dos experiencias en la provincia de
Imbabura, una sobre alianzas para manejo del agua y otra relacionada con
circuitos alternativos de comercialización de alimentos, este trabajo examina:
¿cómo se negocian los conocimientos en los procesos de gobernanza territorial
en la búsqueda de alianzas público-comunitarias? ¿Qué
implicaciones tienen los procesos de coproducción de conocimientos en cuanto a
las características de las organizaciones campesinas y comunitarias? Se
analiza, desde la ecología política y los estudios del desarrollo territorial,
cómo participan organizaciones campesinas y comunitarias en alianzas con el
Estado. Encontramos que una negociación más horizontal depende de las raíces
históricas de las organizaciones y de su carácter local. En un contexto de
injusticia hídrica, varias organizaciones buscan participar y beneficiarse de
proyectos de agua. Sin embargo, en alianzas ampliadas se pierde el espectro y
varias de ellas se ven obligadas a negociar sus demandas iniciales para estar
incluidas en los proyectos. En contraste, el ideal de desarrollo territorial
desde nociones técnicas de modernización, eficiencia y profesionalización se
encuentra con mayores resistencias y adaptaciones en organizaciones locales
fuertes.
Palabras clave: circuitos alternativos de comercialización; coproducción
de conocimientos; desarrollo territorial; Ecuador; justicia hídrica.
Abstract:
This
article focuses on the alliances that the State seeks to establish on the
territories with the aim to becoming an articulating agent of community
processes, in a vertical structure under the guise of participatory and
inclusive models. From two experiences in the Imbabura province, one about
water management and the other related to alternative food commercialization
circuits models, this work analyzes: how knowledge is negotiated in the
processes of territorial governance and public-community alliances? What are
the implications of coproduction processes on peasant and community
organizations’ characteristics? From a perspective of political ecology and
territorial development studies, this article analyzes how peasant
organizations participate in alliances with public authorities. We found that a
more horizontal negotiation depends on the historical roots of the
organizations and their local character. In a context of water injustice,
several community and peasant movements seek to participate and benefit from
local and regional development projects. However, in big alliances these
community organizations are forced to negotiate their initial demands to be
included in these projects. In contrast, the modernizing ideal, of achieving
territorial development from technical notions of modernization, efficiency and
professionalization faces resistance and adaptations from strong local
organizations.
Keywords: short food supply
chain; knowledge coproduction; territorial development; Ecuador; water justice.
Introducción
El
enfoque de desarrollo territorial de las últimas décadas permitió observar las
múltiples vocaciones de los territorios rurales, entendidas como las
actividades económicamente viables que van más allá de las agropecuarias o
agrícolas que tienen el potencial de generar recursos e insertarse exitosamente
en los nichos del mercado. Así, el término de territorio, usado por los
organismos multilaterales de cooperación, más tarde se volvió popular en el
léxico planificador de los gobiernos de América Latina (Favareto
2010). El mismo Banco Mundial, en las últimas décadas del siglo
XX popularizó al “territorio” como objeto de análisis para intervención
en el desarrollo rural, con base en la visión dominante en América Latina de
una nueva ruralidad, más interconectada y pluriactiva,
lejos de su vocación tradicionalmente agraria (Caballero et al. 2007). Fue
entonces ganando terreno el enfoque territorial con un énfasis importante en la
construcción de alianzas público-privadas para la ejecución de propuestas para
el desarrollo rural que no marcaron diferencias notables con aquellas
iniciativas enmarcadas en la lógica neoliberal de la competitividad y eficiencia.
El enfoque proyectista del territorio desde el desarrollo territorial ha
sobrevalorado la visión planificadora sin mayor interés en los conocimientos
locales (es decir en dar paso a una coproducción de conocimientos) y mucho
menos en los conflictos ni las tensiones propias de los territorios.
Por
otro lado, la pandemia global desatada a inicios de 2020 ha puesto en evidencia
la fragilidad de la inserción en el mercado global de los territorios rurales y
de los modelos de gobernanza verticales, así como la exacerbación de las
injusticias hídricas y sociales en el desarrollo rural (Finn et al. 2020). Esta
crisis revela la importancia de los circuitos alternativos para garantizar
aspectos básicos para la sobrevivencia de la población como la alimentación y
el rol de las organizaciones comunitarias de base para garantizar el acceso al
agua (Ortiz 2020). La provisión de alimentos y de agua se sostiene en las
asociaciones con base territorial local y en sus conocimientos operativos y
prácticos para sostener sus modos de vida en los territorios. Sin embargo, sus
“modos de hacer” no son considerados como innovaciones sociales territoriales,
sino que ocupan un lugar subordinado frente a las innovaciones tecnológicas
(Torre 2000), aun cuando son estas organizaciones quienes muchas veces están en
la capacidad de dar insumos a las leyes y a las políticas y no a la inversa.
Existen evidentes desencuentros entre las políticas en general que se piensan
para los territorios y las organizaciones locales; tales desencuentros
desembocan en la subordinación de los saberes locales ante las lógicas de
planificación en la que persiste el ideal modernizador y técnico que de otro
lado tiende a neutralizar el desarrollo autónomo y endógeno de los territorios.
Este
artículo se enfoca en las alianzas que el Estado ha buscado establecer en los
territorios con miras a constituirse en un actor articulador de procesos con
organizaciones campesinas y comunitarias en una estructura vertical bajo los
ropajes de modelos participativos e inclusivos. En este contexto, se busca
entender: ¿cómo se han negociado los conocimientos en los procesos de
gobernanza territorial y de alianzas público-comunitarias? ¿Qué implicaciones
tienen los procesos de coproducción de conocimientos en cuanto a las características
de las organizaciones campesinas y comunitarias? Se analiza a continuación la
experiencia de organizaciones rurales de Imbabura relacionadas con el manejo
del agua y la comercialización de alimentos, que se constituyen como
representantes de sus respectivas comunidades locales. Por un lado, se estudia
la Junta regional de agua potable Pesillo-Imbabura y su integración dentro de
un proyecto de acceso al agua potable y de alianza público-comunitaria. Por
otro lado, se analiza el caso particular de la feria agroecológica del Comité
Central de mujeres de la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de
Cotacachi (CCM-UNORCAC) y su experiencia en los procesos de fomento a la
comercialización asociativa de la Agricultura Familiar Campesina (AFC) auspiciado
por el Estado bajo el sistema de CIALCOS, circuitos alternativos de
comercialización. Los casos seleccionados son representativos en la zona, y
sirven para ilustrar distintos tipos de desencuentros que se dan en la
coproducción de conocimientos entre las organizaciones locales-rurales y las
entidades públicas. Lejos de pretender generalizar los hallazgos, estos casos
permiten ilustrar como los saberes locales tienden a ocupar una posición
periférica en relación con la administración y las políticas públicas; sin
embargo, esta posición se negocia desde la experiencia de las organizaciones en
los territorios.
Desarrollo territorial y coproducción de conocimientos
Los términos espacio y territorio son
polisémicos y de uso interdisciplinario (Santos 2000), la diferencia entre
ambos es, probablemente, el componente de relaciones sociales inmersas en los
entornos físicos que caracterizaría al segundo. Nuevos estudios han visto en el
“territorio” el objeto para intervenciones prácticas de desarrollo territorial
enfocadas en aspectos o vocaciones-inclinaciones económicas particulares.
Mientras que el desarrollo regional se ha enmarcado en objetivos
macroeconómicos, durante mucho tiempo el desarrollo local ha sido tratado como
sinónimo de “sistemas de producción locales” con énfasis en relaciones o
intercambios formales y en el desarrollo tecnológico. Sin embargo, como lo
señala Torre (2020, 15): “Una parte significativa de las innovaciones
territoriales es claramente: 1) modesta o frugal; 2) sobre todo de naturaleza
social y organizativa”, aspecto que por lo general es ignorado por las
instituciones del Estado, que desde sus planificaciones e intervenciones ha
sido considerado muchas veces como el enemigo de los pueblos y poblaciones
(Scott 1998).
Los estudios recientes sobre desarrollo
territorial se han vinculado con el marco conceptual que analiza los retos de
la coproducción de conocimientos en relación con el manejo de recursos como el
agua y la tierra. Las interacciones entre diversas formas de conocimiento han
sido ampliamente estudiadas desde una perspectiva de ecología política, a
través de la noción de política de los conocimientos ambientales (Horowitz
2015; Boelens et al. 2019; Ulloa et al. 2020). La
coproducción de conocimientos se refiere a los encuentros estratégicos, usos políticos y entrelazamientos dinámicos en
el proceso de construcción de los conocimientos tecnocientíficos y locales o
ancestrales, aunque en contextos de estructuras de poder desiguales (Miller y Wyborn 2010). Una manifestación
concreta del proceso de coproducción de conocimientos es la conformación de
alianzas público-comunitarias para el manejo del agua y los alimentos. Goodwin
(2019, 504) subraya como “los ciudadanos desfavorecidos no solamente usan la
coproducción como mecanismo de acceso a servicios públicos sino también como
manera de renegociar su relación con el Estado y fortalecer sus derechos
políticos y sociales. La coproducción tiene entonces el potencial de desafiar y
reconfigurar relaciones de poder”. Por un lado, los procesos de coproducción de
conocimientos revelan la posibilidad para los movimientos de base de actuar
adentro de las estructuras estatales y de poder, más allá de los enfoques
tradicionales de la resistencia (Laurie et al. 2005; Radcliffe 2012; Dupuits
et al. 2020). Además, este concepto permite romper la
dicotomía entre saberes expertos y saberes locales para subrayar sus cruces y
procesos de adaptación mutua (Robbins 2003).
Sin embargo, por otro lado, Goodwin (2019)
subraya la necesidad de estudiar las raíces históricas de los procesos de
coproducción, que muchas veces se vinculan con estructuras capitalistas e
implican una pérdida de autonomía para las organizaciones de la sociedad civil.
La coproducción suele implicar procesos de profesionalización para las
organizaciones de base con el fin de adaptarlas a las estructuras estatales y
modernas, lo que conduce a riesgos en términos de desconexión con sus bases y
de abandono de sus demandas iniciales (Dupuits et al.
2020). Además, ciertos autores hablan de “batallas de conocimientos”
refiriéndose a los conflictos que surgen entre diferentes epistemologías,
valoraciones, y creencias alrededor del agua y la tierra (Boelens
et al. 2019).
La sierra norte del Ecuador ha sido un
escenario icónico en la historia de la organización comunitaria en Ecuador,
desde las iniciativas pioneras pro educación bilingüe
llevada adelante por Dolores Cacuango en la década de 1960 hasta las
manifestaciones contemporáneas de varios movimientos en defensa de la justicia
hídrica y en contra de las políticas extractivistas. Esas tensiones han sido
exacerbadas en la era del “socialismo del siglo XXI”, iniciadas en 2007 y
extendidas hasta la actualidad (Warner et al. 2017). En el caso particular de Imbabura, varios autores han analizado la
situación de injusticia hídrica provocada por el incremento de políticas de
agro-negocio y sus afectaciones a las comunidades campesinas e indígenas (Mena-Vasconez et al. 2016; Hidalgo et al. 2017). En este contexto de conflictividad en torno
al agua y la tierra han surgido varios proyectos de desarrollo local y regional
que han buscado incluir a las comunidades en alianzas con las autoridades
gubernamentales y con el sector privado, revelando al mismo tiempo la voluntad
del gobierno ecuatoriano de profesionalizar, formalizar y modernizar las
prácticas y saberes comunitarios a través de ‘comunidades convenientes’ (Boelens et al. 2015). Varias organizaciones comunitarias
han aceptado entrar en relaciones de colaboración con instancias de la
administración pública con el fin de desarrollar sus proyectos de acceso al
agua potable y de potenciar sus ferias campesinas, pero no todos han logrado
posicionar sus conocimientos y sus intereses. Algunos estudios analizan la conformación
de redes comunitarias, federaciones indígenas y alianzas público-comunitarias
en el país como formas de democratización del manejo del agua y la tierra, y de
escalamiento de sus demandas (Dupuits y Bernal 2015; Hoogesteger 2012;
Riofrancos 2017).
Para el caso del manejo comunitario del agua,
Goodwin (2019) subraya la existencia de relaciones de colaboración histórica
desde los años 1960 entre juntas de agua en la provincia de Imbabura. Un caso
emblemático es sin duda el proyecto regional de agua potable Pesillo-Imbabura,
que tiene sus orígenes en una lucha histórica de los años 1990 por los pueblos
indígenas de la provincia para acceder al agua potable en un contexto de alta
escasez del recurso por múltiples usos productivos. El proyecto involucra a 156
comunidades con pequeños sistemas de agua, a su vez organizados en catorce
juntas regionales, en alianza con cinco cantones de Ibarra, Antonio Ante,
Otavalo, Pedro Moncayo y Cayambe. Esta iniciativa consiste en un trasvase de
agua desde el Oriente hacia el Occidente, a través de una red de canales
alrededor del volcán Imbabura vinculados con el canal de riego
Cayambe-Tabacundo, que traerá beneficios a cerca de 300 000 personas, con una
dotación de 200 litros/habitante/día. El éxito del proyecto está basado en las
alianzas entre las instituciones del Estado y las comunidades locales, que son
actores claves para el sostenimiento del proyecto.
Por otro lado, las instituciones del Estado no
solamente han buscado construir alianzas con comunidades para proyectos de
infraestructura, otros ámbitos como las ferias campesinas que han ido en auge
en Imbabura en los últimos años, se han convertido en sus puntos de interés
para lograr alianzas público-comunitarias.
En este contexto, las llamadas “ferias
solidarias” revivieron un nuevo impulso desde el Estado central en 2007 mediante
el entonces Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca, MAGAP,[i] (luego
MAG) con el apoyo de gobiernos locales, para fomentar la comercialización
directa entre productores de organizaciones campesinas y consumidores. El MAG y
el Gobierno Autónomo Descentralizado Provincial de Imbabura (GPI) incursionaron
en la formación de ferias solidarias en Otavalo, Pimampiro, Urcuquí e Ibarra
con apoyo técnico y logístico (Guevara, Arciniegas, y Guerrero 2017). En esta
línea de apoyo, con la creación de la Subsecretaría de Agricultura Familiar
Campesina,[ii] se puso
énfasis en los CIALCOS y la vinculación de ferias campesinas preexistentes a
redes alternativas de comercialización. Este es el caso de la feria “La Pachamama nos alimenta” de la ciudad de
Cotacachi, instituida en la década de los 1990 por el CCM-UNORCAC.
Métodos
El análisis
presentado en este artículo se basa en dos casos investigados en la provincia
de Imbabura, Ecuador, por las dos autoras. El análisis del caso de estudio del
proyecto Pesillo-Imbabura es parte de un proyecto postdoctoral[iii] cuya primera fase
exploratoria se desarrolló entre Julio y Diciembre de
2018, con una segunda fase de profundización entre Agosto y Septiembre de 2019.
En estos periodos de tiempo se realizaron veinte entrevistas semiestructuradas
con actores claves del proyecto Pesillo-Imbabura: líderes comunitarios,
representantes de los municipios, actores de la cooperación internacional y del
sector privado. También se llevaron a cabo varias observaciones directas de
eventos[iv] relacionados al proyecto
y al tema del agua a nivel local, regional y nacional, intercaladas con visitas
de campo en la zona de Pesillo. El análisis de las ferias campesinas de
Imbabura se realizó durante los años 2018 y 2019 mediante proyectos con fondos
concursables para investigación.[v] La feria del CCM-UNORCAC,
fue tomado como un estudio de caso analizado mediante observación participante
complementada con entrevistas semiestructuradas con dirigentes de la
organización, autoridades locales y funcionarios de instituciones públicas
conocedores de la temática de agricultura familiar campesina y soberanía
alimentaria. En ambos casos se usó un enfoque cualitativo y análisis inductivo
basado en técnicas etnográficas de recolección de datos para entender la
naturaleza de las interacciones (Patton 2002) entre
actores en dos casos relevantes. El objetivo inicial fue de entender los casos
individuales antes de que estos casos únicos fueran combinados para asegurar
que las características descubiertas estén fundamentadas en sus propios
contextos (Glaser y Strauss 1967). Así, los dos casos de estudio permiten
ilustrar tanto los beneficios como los retos y dificultades de los procesos de
coproducción de conocimientos en alianzas público-comunitarias para el
desarrollo regional. El agua y los alimentos son dos recursos que cristalizan
las relaciones de colaboración y los conflictos que pueden surgir entre actores
y saberes distintos. Como limitación metodológica cabe resaltar que la mayoría
de las entrevistas se hicieron con líderes comunitarios, traduciendo opiniones
y percepciones de esos actores que pueden diferir de las opiniones particulares
de los comuneros y comuneras.
Además, los
resultados presentados en este artículo se han profundizado tras la realización
del seminario-taller “Agua, estrategias comunitarias, justicia hídrica y
alimentación en Imbabura, Ecuador”[vi] que contó con la
participación de alrededor de 80 personas incluyendo investigadores académicos,
estudiantes de posgrado, líderes comunitarios, así como profesionales de ONG y
de la cooperación internacional. Tres ejes temáticos se desarrollaron: i) la
producción de alimentos por pequeños productores, riego y justicia hídrica, ii) agua potable, alianzas público-comunitarias y
democratización del agua y iii) la conservación del
agua, territorios hidro-sociales y alternativas eco-territoriales.
Análisis
Alianza
público-comunitaria de acceso al agua potable: conocimientos técnicos, captura
de poder y demandas por justicia social
El proyecto de
agua potable Pesillo-Imbabura es el resultado de una lucha social histórica
llevada por los pueblos indígenas para revertir la situación de injusticia
hídrica que afecta el sector rural. Un expresidente de la Junta administradora
de agua potable Pesillo-Imbabura menciona el contexto de alta tensión en las
marchas, paros y movilizaciones del movimiento indígena en esa época y además
comenta:
Han sido 22 años de lucha. Inicialmente estábamos 3400 habitantes en querer
tener acceso a agua potable. La intención era unirnos entre 56 comunidades y se
conformó una organización de juntas administradoras de agua potable de
Imbabura. Se buscaban fuentes de agua, pero todo era adjudicado. Por eso nos
fuimos hacia Sucumbíos en el Oriente a través de un túnel de trasvase para
transportar el agua (Ibarra, Ecuador, 3 de agosto de 2018).
El inicio de
las obras de infraestructura en 2015 se dio por voluntad política, tanto por
parte del gobierno nacional como por parte de los cinco municipios involucrados.
El mismo entrevistado explica el rol clave del Gobierno de Rafael Correa a
partir de 2012 en romper con la instrumentalización política del proyecto para
dar paso a su avance: “Se dejó de lado la política para trabajar por el agua
100%. Es Correa quien hace realidad este proyecto porque ocho gobiernos
anteriores no le daban prioridad. Correa dijo que es trabajo del Estado y que
está en la Constitución” (Ibarra, Ecuador, 3 de agosto de 2018). Aparte del Gobierno
nacional, el proyecto es la suma de los esfuerzos políticos de los cinco
municipios involucrados, que aportan el 35% de los fondos. El otro 65% es un
fondo no reembolsable a través de un préstamo por la Agencia Francesa de
Desarrollo, AFD y el Banco del Estado.
Después de su
reactivación política a partir de 2012, el proyecto entra en una fase técnica
con el inicio de las obras en septiembre de 2017. La AFD, como contraparte
principal del proyecto, proyecta una visión basada en el imaginario de
crecimiento verde e inclusivo. La representante de la AFD en Ecuador expresa su
visión del agua como un “servicio mercantil que se debe proveer a través de un
justo precio, la calidad del servicio y el compromiso de los municipios sin
dejar de lado a la población” (Observación de una reunión del avance del proyecto,
Cayambe, Ecuador, 12 de septiembre de 2018). Sin embargo, se reconoce la
necesidad de adaptar los proyectos de modernización tecnológica a la realidad
Andina, lo que evidencia un proceso de coproducción del conocimiento. El
director de la empresa de gestión pública Pesillo-Imbabura explica que “la
modernización se piensa como la tecnología de punta, pero la tecnología tiene
que ser al mínimo costo por nuestra capacidad económica. Todos tenemos derecho
al sumak kawsay
independientemente del bolsillo, el segmento más desprotegido, con tarifa
justa” (Ibarra, Ecuador, 3 de agosto de 2018).
El proyecto
Pesillo-Imbabura también se adecúa con los mandatos contenidos en el marco
regulatorio de la Ley de agua. El presidente de la Red de Organizaciones
Sociales y Comunitarios de Gestión del Agua del Ecuador (ROSCGAE) menciona “el
carácter innovador del proyecto por su forma de alianza público-comunitario y
su escala regional” (Quito, Ecuador, 1 de agosto de 2018). Este proyecto se
enmarca en el objetivo de la ex Secretaría Nacional del Agua (SENAGUA) de
profesionalizar al sector comunitario, impulsar la asociatividad de las juntas
de agua del país y conformar alianzas con los municipios, quienes son los
encargados legales de los servicios de agua potable. El directorio de la
empresa pública mancomunada Pesillo-Imbabura está conformado por tres
representantes de los municipios y dos representantes de las juntas de agua,
repartición que se quiere ser rotativa. Aun cuando el proyecto está en marcha,
todavía está por definirse a través de una consultoría un modelo de gestión que
sea equitativo entre lo público y lo comunitario; una de las metas es
formalizar a las catorce juntas regionales y capacitarlas para que tengan el
mismo nivel de organización administrativa. Otro reto clave es la unificación
de las tarifas del servicio de agua manejadas por los sistemas comunitarios que
varían mucho del uno al otro.
El proyecto
también se enfrenta con varias dificultades políticas que cuestionan su
aparente buena gestión técnica. Primero, varios actores expresan su
desconfianza por su percepción de una captación del poder por la junta de agua
Pesillo-Imbabura. En enero de 2019, se eligió una nueva directiva por falta de
rendición de cuentas e informe económico por parte del anterior presidente. El
nuevo presidente de la junta explica que los líderes de las juntas regionales
denunciaron “el manejo político en beneficios de unos” (Ibarra, Ecuador, 16 de
agosto de 2019). Durante el seminario-taller en Ibarra, el
mencionado presidente también resaltó la importancia del componente social del
proyecto para que las comunidades no sean simples participantes sino también
rectores a iguales con los financiadores del sistema. Existe la necesidad de
implementar una justicia social, que se entiende como el reconocimiento de los
derechos colectivos del agua y la función vital de las comunidades en conservar
las sus fuentes, las cuales proveen agua a las ciudades de la provincia. Según
el presidente de la junta, la clave sería llegar a una alianza participativa
más que representativa en el caso de la implementación de alianzas
público-comunitarias. Uno de los retos prioritarios de la junta de agua es su
legalización y la redefinición del modelo de gestión del proyecto con iguales
derechos y obligaciones por las dos partes.
Como
dificultad política en segundo lugar, está la resistencia por parte de ciertas
comunidades a conformar alianzas público-comunitarias, por la percepción de
acaparamiento por parte de los municipios de un proyecto resultado de una lucha
social de años (Participación en la Marcha Nacional por la defensa del agua y
la vida, Quito, 14 de noviembre de 2018). El ex subsecretario de agua potable y
saneamiento en SENAGUA, comenta sobre esa situación:
Unos municipios
piensan que autonomía es eliminar a las juntas. En SENAGUA se busca potenciar
las experiencias exitosas. La competencia en agua es de todo el cantón, no solo
en la ciudad, hay que entrar en un proceso de dialogo. Esa situación persiste
en muchos municipios con la percepción de que las juntas son ineficientes,
incompetentes, que hay que absorberlas (Quito, Ecuador, 15 de agosto de 2018).
Además, el
contexto político de las últimas elecciones municipales en abril 2019 afectó la
continuidad del proyecto. El presidente de la junta regional explica que los
miembros de la junta han visitado a las nuevas autoridades para volver a
explicar la importancia del proyecto Pesillo-Imbabura y tejer relaciones de
colaboración. También comenta sobre la brecha que se sigue agrandando a favor
de las ciudades y en detrimento de las comunidades rurales, que solo son
tomadas en cuenta en el proyecto para resolver los conflictos sociales.
La encargada
de proyecto en la AFD observa los límites en la socialización del proyecto
hacia las comunidades y los temores de una falta de sostenibilidad social y
política más allá de su avance técnico (Quito, 30 de octubre de 2018). Existe
una cierta responsabilidad de la AFD por el carácter apolítico de la agencia
que tiende a generar un desbalance entre el avance técnico y la capacidad real
de las comunidades en gestionar el servicio de agua a futuro. También revela
los límites del proceso de coproducción de conocimientos entre el enfoque
técnico de la AFD y la visión más socio-organizativa de la junta regional. Para
revertir esas limitaciones, la Junta de agua Pesillo-Imbabura ha realizado 198
socializaciones a nivel de las comunidades y no de las directivas. Como segunda
fase están previstas unas capacitaciones en el uso adecuado del agua para que
no se desperdicie. Además, el presidente de la junta explica como “le han
pedido a la AFD justicia social, tienen que emplear a gente de la comunidad en
las obras y volver a redactar el modelo de gestión desde la comunidad.”
(Ibarra, 16 de agosto de 2019).
Un ejemplo de
la resistencia que enfrentó el proyecto fue la demanda de un proyecto paralelo
al Pesillo-Imbabura por la comunidad de Olmedo debido a la marginalización
inicial de esta comunidad en el proyecto por razones técnicas. Con este
proyecto paralelo, la comunidad buscó conservar su autonomía al no adherirse a
una junta regional y mantener un proyecto de escala local. El subsecretario de
la demarcación hidrográfica de Mira, expresa sus dudas
al respecto:
La comunidad
emblemática de Pesillo no debería quedar afuera, debe adherirse a una regional.
No es técnicamente viable tener un sistema a nivel de una sola comunidad, debe
ser una administración conjunta. No es adecuado volver a un modelo de gestión
del pasado (Ibarra, 18 de octubre de 2018).
Sin embargo, y
a pesar de estos desencuentros, con la elección de la nueva directiva, la
comunidad de Olmedo se está reintegrando a la junta regional Pesillo.
Otro tipo de
tensiones se dan por los distintos usos del agua en la zona. Respecto a la
conservación de las fuentes de agua (en este caso, el lago San Marcos como
captación del agua para el proyecto Pesillo-Imbabura), el proyecto no contempla
ningún mecanismo directo para su financiamiento. Sin embargo, podría ser un
tema clave en la definición de una tarifa equitativa del agua entre el sector
rural y el sector urbano, y en la generación de oportunidades económicas en el
sector del turismo. Otras organizaciones están en cambio desarrollando
alternativas territoriales a través de mecanismos financieros para apoyar la
conservación de los páramos por las comunidades indígenas. Por ejemplo, la
Confederación del pueblo Kayambi, miembro de la Confederación de Pueblos de la
Nacionalidad Kichwa del Ecuador (ECUARUNARI) han
propuesto la creación del Fondo plurinacional del agua con el fin de involucrar
a los centros urbanos y las florícolas en el pago por cuidado de los páramos.
Esa propuesta busca revertir la situación de injusticia hídrica entre los
distintos actores, al basarse en conocimientos ancestrales sobre el agua.
Finalmente, el
proyecto Pesillo-Imbabura ha evolucionado desde su creación como resultado de
una lucha política histórica de los pueblos indígenas hacia su apropiación por
los municipios y cooperantes internacionales bajo un enfoque de crecimiento
verde e inclusivo. Detrás de los avances técnicos del proyecto se esconden
relaciones de poder y tensiones políticas no solo entre los municipios y las
organizaciones comunitarias, sino también entre las propias comunidades y los
líderes comunitarios a la cabeza del proyecto. Cabe mencionar que las
comunidades pueden mantener una cierta autonomía para desarrollar sus propias juntas
y políticas del agua, en el marco de la Constitución y la Ley de aguas que
define que la administración, el uso y el aprovechamiento del agua solo puede
ser otorgada por el Estado. En el caso del proyecto Pesillo-Imbabura, la coproducción
de conocimientos tecnocientíficos y locales tiende a exacerbar injusticias
hídricas entre lo rural y lo urbano, y a nivel de la comunidad. A pesar de las
dificultades, el proyecto sigue avanzando gracias a las demandas de justicia
social y las acciones de socialización realizadas por la nueva directiva de las
juntas de agua de la zona.
Circuitos
alternativos de comercialización de alimentos: ferias, búsqueda de eficiencia y
resistencia
Las ferias de
venta directa de alimentos, para conectar a productores con consumidores, se
han desarrollado por décadas en diferentes espacios en todo el Ecuador, éstas
tomaron particular relevancia durante el gobierno de Rodrigo Borja en la década
de 1990 con las “ferias libres”. La búsqueda de conexiones entre la agricultura
familiar sostenible con los consumidores mediante la comercialización directa en
ferias agroecológicas, canastas y otras iniciativas similares es un factor
importante para el desarrollo local, que ha tomado mayor impulso en los últimos
años con base en organizaciones sociales y Redes Alternativas de Alimentos
(RAA), conceptualizadas como circuitos cortos de comercialización donde la
afiliación de sus integrantes se construye sobre prácticas alimentarias
compartidas (Sherwood, Arce y Paredes 2017), es decir, sobre valoraciones
similares respecto a lo que es la alimentación.
Es así que las
ferias locales de alimentos se relanzan como parte de la política estatal desde
2007 con la decisión de apoyar las “ferias solidarias” por medio del MAG en
alianza con gobiernos locales, como el GPI en el caso de Imbabura, brindado
apoyo técnico, logístico y financiero con sus fondos propios y contribuciones
del programa mundial de alimentos, a organizaciones de pequeños productores
reconocidos jurídicamente para que lleven adelante las ferias (Guevara,
Arciniegas y Guerrero 2017).
La
promulgación de la Ley Orgánica del Régimen de la Soberanía Alimentaria en 2009
incrementó las expectativas acerca del rol de Estado como garante de
autosuficiencia de alimentos culturalmente apropiados de forma permanente; sin
embargo, de acuerdo con Henderson (2016), la falta de claridad en el concepto
de soberanía alimentaria en Ecuador ha dado lugar a malas interpretaciones en
la reformulación de políticas gubernamentales. Para este autor, la concepción
que se manejó en el Gobierno de Rafael Correa se basó en mejorar la
productividad y eficiencia de pequeños y medianos productores concebidos desde
una visión modernizadora como private farmers siguiendo la línea de modernización capitalista
que ha caracterizado al gobierno de la última década (Acosta 2016). En un
contexto favorable en cuanto a políticas públicas que explícitamente
pretendieron apuntalar la soberanía alimentaria, se creó la Coordinación
General de Redes y Comercialización Alternativa del MAG con el objetivo de
asistir a pequeños productores agroecológicos y asociados para la venta de sus
productos en ferias y mercados campesinos (Paredes, Latorre y Prado 2020). En
algunos casos se buscó integrar organizaciones de productores en ferias
preexistentes y en otros se incentivó la formación de asociaciones con registro
formal, diferenciando ferias de la organización civil y ferias de auspiciadas
por el Estado. Así, en Imbabura entre 2010 y 2014 se registraron ocho nuevas
organizaciones para participar en ferias solidarias en Ibarra, Otavalo,
Pimampiro y Urcuquí (Pinto 2017). Uno de los técnicos responsables de las redes
comerciales del MAG explica en lo que consiste el apoyo del Estado:
Desde el año
2012 y 2013 el MAG asume como parte de su estructura las redes comerciales, con
dos subsecretarias, una a nivel macro y otra a nivel micro… a nivel micro
actualmente [2018] se está estructurando la Subsecretaría de Agricultura
Familiar Campesina que se enfoca en lo que son CIALCOS, circuitos alternativos
de comercialización, principalmente trabajamos en circuitos cortos. Lo que
manejamos principalmente aquí en la provincia de Imbabura son: ferias, canastas
de productos, tenemos pies de finca (Ibarra, 4 de enero de 2018).
Un estudio de
2010, llevado adelante por el MAG para fomentar los CIALCOS,[vii] detectó que para
entonces las ferias auspiciadas por el Estado requerían un estudio más profundo
sobre su funcionamiento porque perdían su carácter de circuito corto al estar
conformadas también por intermediarios y que por lo general las ferias
autogestionadas o de la sociedad civil eran aquellas con mayor cantidad de
miembros. En este estudio, la feria de la UNORCAC aparece como la tercera más
grande del país liderada por la sociedad civil. Mucho antes de que las
instituciones del Estado pusieran atención a la agricultura familiar campesina
y a los CIALCOS, ferias como la del CCM-UNORCAC se fueron consolidando como
iniciativas locales propias. Según Fueres (2013), a mediados de la década de
1990 el CCM-UNORCAC nació de la acción conjunta de mujeres de 43 comunidades
para recuperar las prácticas de cultivo y la culinaria ancestral, que se
extendieron luego a ferias de comidas, semillas y productos agrícolas. Así, la
feria de las productoras conocida como “La Pachamama
nos alimenta” se estableció permanentemente desde 2005 como un espacio de
intercambio de los productos para lograr un poco de independencia económica.
Tras el interés del MAG en las ferias locales, han sido varios sus intentos de
involucrarse con esta feria ofreciendo su contingente con asistencia técnica,
capacitaciones e intenciones de entrar en alianza para modificar su modelo de
gestión, insistiendo con la noción de orden, de registro formal, de uso de
mandiles, etc. De acuerdo al documento de MAG, “En general, el papel de las
organizaciones [de la sociedad civil] radica en negociar y coordinar con las
autoridades públicas, asegurar que no exista intermediación, garantizar un
adecuado reparto de los puestos y ocuparse del orden y la limpieza, antes,
durante y luego de la feria”.[viii] Dentro de este esquema,
los funcionarios públicos por lo general, sienten frustración frente a los
campesinos que “no se adaptan”, a un “deber ser” de funcionamiento de los
espacios de comercialización. La conversación de una funcionaria de la red de
comercialización del ministerio evidencia esta perspectiva:
Yo como
ministerio los visité y les dije -miren compañeros, si aquí no me ponen orden
yo voy a traer a Agrocalidad, voy a traer al Ministerio de Salud Pública y aquí
se van a dar algunas recomendaciones para que se mejore el espacio, porque no
es venta por venta. Nosotros tenemos que garantizar la calidad del producto que
llega a los consumidores- (funcionaria MAG, Ibarra, 4 de enero de 2018).
Por su parte, la
presidenta del CCM-UNORCAC explica orgullosamente que “la nuestra es una feria,
no un mercado, y cuando vienen las sugerencias del MAG o de afuera de que
debemos hacer, como dar puestos permanentes a los miembros, nosotros decimos
que no, que la feria no tiene dueños, es de todos. Nosotros no funcionamos de
esa manera” (Cotacachi, octubre de 2018). La perspectiva de la mayoría de representantes de las instituciones estatales da cuenta de
la poca valoración que tienen para el lente técnico las prácticas de las
organizaciones y en particular la postura de las mujeres de la organización que
lejos de aceptar resisten y negocian, especialmente en el ámbito de la
provisión de semillas.
Estudios
previos sobre esta organización han encontrado, por ejemplo, que las
motivaciones de las participantes de la asociación y de la feria, van mucho más
allá de la expectativa de recibir ingresos monetarios, se relacionan con la
actividad de vender, con el sentido de pertenencia y reciprocidad y con el
grado de conciencia que tienen sobre la calidad de los productos que cultivan y
venden (Toro Mayorga y Quelal 2018). Las productoras mantienen su autonomía y
sus capacidades productivas precisamente por estar protegidas por la
organización UNORCAC que sirve como un paraguas, que tiene una visión de
sospecha frente a las ofertas de las instituciones del Estado. La presidenta
del comité deja claras las distancias entre lo que propone el Estado y la
experiencia de la organización:
El problema es que la ley nosotros no seguimos mucho, nosotros hemos
aportado en tema de leyes, la lucha ha sido siempre para que la semilla se
mantenga en las comunidades, que la decisión sea de las comunidades y no pongan
reglas como que tengan que registrar o alguna cosa se eso, que las ferias sean
decisión y dinámica de las comunidades de intercambio, no al transgénico, hay
que fortalecer el tema de la semilla propia, nuestra, trabajar en tema de
agroecología, cosas así que nosotros siempre hemos estado diciendo (Cotacachi, octubre
de 2018).
Estas
capacidades de resistencia, de poder de posicionar sus conocimientos, de
mantener su autonomía están en las raíces de la organización. Para una
funcionaria del MAG, “la parte organizativa si juega un rol muy fundamental, les
da más “valía” a las organizaciones, no así como
asociación pero sí como organización de segundo o tercer grado que generan
procesos fuertes en territorio” (Funcionaria MAG, Ibarra, 4 de enero de 2018).
Discusión y conclusión
Los casos
presentados en este artículo sirven para ilustrar ¿cómo se negocian los
conocimientos en los procesos de gobernanza territorial y de alianzas
público-comunitarias? y ¿qué implicaciones tienen los procesos de coproducción
de conocimientos en cuanto a las características de las organizaciones
campesinas y comunitarias? En el marco teórico presentamos un cruce entre la
ecología política y un enfoque de desarrollo territorial que pretende mirar a las
innovaciones sociales de los territorios. Los dos casos presentados permiten evidenciar
las relaciones de poder y los intereses detrás de los proyectos de desarrollo
local y regional y de las políticas que dan lugar a procesos desiguales de
coproducción de conocimientos entre las organizaciones campesinas y
comunitarias y el Estado, y también entre los propios líderes y las comunidades
que buscan representar.
Los dos casos
revelan procesos e implicaciones diferenciadas en la provincia de Imbabura. El
caso del proyecto regional de acceso al agua potable Pesillo-Imbabura muestra
como los conocimientos de las organizaciones comunitarias que forman parte de
un proyecto regional sucumben ante los saberes técnicos de los municipios y del
Estado. Eso estría relacionado principalmente con el acaparamiento de poder
durante años por la directiva de la junta regional de agua Pesillo-Imbabura y con
la pérdida de conexión con las bases comunitarias que la conforman. Para
revertir esa desigualdad de poder, las juntas de agua organizadas a nivel de la
provincia han demandado un modelo de gestión más participativo y horizontal
bajo el enfoque de justicia social. Además, está en marcha un proceso de autocrítica
hacia los propios líderes comunitarios que acapararon durante varios años el
poder, limitando su socialización a nivel local.
En
contraste, en el caso de las alianzas que buscan construirse para fomentar los CIALCOS,
el MAG, como institución estatal, que busca incidencia en temas de las ferias
de agricultura familiar, encuentra mayor resistencia y ejerce menor incidencia
en un modelo de gestión local de una organización campesina que tiene una trayectoria
organizativa local fuerte. Los niveles de autonomía alcanzados por el CCM-UNORCAC
le permiten una negociación más equitativa con instituciones del Estado y, por
lo tanto, tiene mayor posibilidad de ubicar sus lógicas y sus propias formas-de-hacer
que les han permitido sostener una feria de manera autónoma que es importante
para el desarrollo local de la ciudad de Cotacachi.
El análisis
revela hasta qué punto los actores comunitarios aceptan negociar su autonomía y
el ideal inicial de movimiento social para obtener beneficios de acceso al agua
o recursos para la conservación y el desarrollo local. Varios actores
comunitarios se conforman entonces con los marcos regulatorios del Estado, la
formalización de sus juntas, o los estándares de eficiencia en el manejo del
agua y la tierra impuestos desde afuera, lo que hace eco a la idea de “gobierno
a través de comunidades convenientes” (Boelens et al.
2015). Pero también las resistencias son posibles, cuando sus procesos han sido
valorados y posicionados en el tiempo, como en el caso del CCM-UNORCAC cuyo
mérito fue resaltado en un trabajo de campo pionero de Robert Rhoades (2006) respecto a las prácticas de cultivo que
preservaban la agrobiodiversidad en Cotacachi. El comité de mujeres, desde sus
propias iniciativas y trabajo conjunto ha ido ganado confianza para mantener
sus propias formas de comercializar y la insistencia en lo colectivo sobre lo
privado.
En ambos
casos, es importante también destacar la existencia de relaciones de poder
detrás de los procesos de coproducción de conocimientos. La tendencia de los
proyectos regionales de favorecer conocimientos técnicos afecta los modos de
participación e inclusión efectiva de las organizaciones campesinas y
comunitarias en los procesos de decisión y gobernanza de esos proyectos. Esa
observación hace referencia al trabajo de Goodwin (2019) que mostró la
necesidad de estudiar las raíces históricas de los procesos de coproducción,
que muchas veces se vinculan con estructuras capitalistas e implican una
pérdida de autonomía para las organizaciones de base. La
coproducción de conocimientos va de la mano con la emergencia de
contrapropuestas que buscan repolitizar los proyectos
de desarrollo comunitario. Esas alternativas territoriales cuestionan la
capacidad real de los proyectos de desarrollo propuestos por las autoridades públicas y los cooperantes internacionales de
revertir la historia de injusticia hídrica y las presiones generadas por el extractivismo. La propuesta de crear una reciprocidad del
agua en el territorio del pueblo Kayambi revela, por ejemplo, otros
conocimientos sobre el manejo comunitario del agua, vinculados a una identidad
intercultural y prácticas ancestrales sobre el agua.
Cuando
las organizaciones campesinas y comunitarias entran en procesos de gobernanza
territorial, se produce un desbalance en el ejercicio del poder entre los
actores que se evidencia generalmente a favor de las autoridades del Estado. Paradójicamente,
cuanto mayor es el número de organizaciones que negocian con el Estado, que
sucede generalmente en proyectos de alcance regional, los intereses
particulares dificultan los procesos, y los conocimientos locales ocupan una
posición periférica o son ignorados. En cambio, una organización fuerte a nivel
local puede ofrecer cierto nivel de resistencia y posicionar sus demandas
cuando negocia uno-a-uno con las entidades públicas.
Finalmente, es
posible pensar en la sostenibilidad de los territorios si se logra un mayor
protagonismo de las organizaciones campesinas y comunitarias en alianzas con
distintos actores. El ideal modernizador, de conseguir el desarrollo
territorial desde nociones técnicas de modernización, eficiencia y profesionalización,
se enfrenta con resistencias y adaptaciones desde las propias organizaciones. Una
negociación más horizontal depende de las raíces históricas de coproducción de
conocimientos, de acuerdo con los actores con quienes se vinculan e implica que
los territorios engranen o detengan sus procesos endógenos de bienestar.
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Notas
[i] En 2017 las funciones del MAGAP se dividen entre
agricultura-ganadería y pesca, independizándose así el Ministerio de
Agricultura y Ganadería, MAG.
[ii] Septiembre de 2017 mediante compromiso Presidencial 0093,
el MAG creó la Subsecretaría de Agricultura Familiar y Campesina, anunciada en
el XII Congreso de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas,
Indígenas y Negras del Ecuador (FENOCIN).
[iii] El análisis también se vincula con el trabajo doctoral
de la autora realizado entre 2013 y 2016 en la región latinoamericana, con un
caso de estudio específico en Ecuador. Se han realizado alrededor de 50
entrevistas semiestructuradas con gestores comunitarios del agua, y 10
observaciones directas de eventos claves como el Foro Nacional de Recursos
Hídricos en Quito, Ecuador.
[iv] Asamblea del Agua, Cayambe, 30 de agosto de 2018; Visita
oficial de la AFD a planta del proyecto Pesillo-Imbabura, Cayambe, 12 de
septiembre de 2018; Marcha Nacional por la defensa del agua y la vida, Quito,
Ecuador, 14 de noviembre de 2018; V Encuentro Nacional de Gestión Comunitaria
del Agua, Quito, Ecuador, 15 de noviembre de 2018; Yaku Raymi, San Pablo,
Ecuador, 30 de noviembre de 2018.
[v] Concursos para proyectos de investigación INVESTIGA
2018 y 2019, administrados por el Centro Universitario de Investigación
Científica y Tecnológica, CUICYT, de la Universidad Técnica del Norte,
Ibarra-Ecuador.
[vi] 17
de enero de 2020 en la Universidad Técnica del Norte (UTN) Ibarra-Ecuador, co-organizado por la Universidad Internacional del Ecuador
(UIDE), la UTN y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA).
[vii] Ministerio de Agricultura, Acuacultura y Pesca. Circuitos
alternativos de comercialización. Estrategias de la agricultura familiar y
campesina. https://fliphtml5.com/ueig/rmlc
[viii] Ministerio
de Agricultura, Acuacultura y Pesca. Circuitos alternativos de
comercialización. Estrategias de la agricultura familiar y campesina. https://fliphtml5.com/ueig/rmlc