Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 20,
diciembre 2021, pp. 32-51
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
DOI: 10.17141/eutopia.20.2021.5163
Mercados como
cultura: Los lazos sociales, crédito rural y ferias de alimentos
Markets as culture: Social ties, rural credit and food fairs
Abel Cassol.Doctor en sociología. Profesor en el Departamento de
Sociología y Antropología de la Universidad Federal del Maranhão, Brasil abelcassol@hotmail.com
Otto Colpari Cruz. Sociólogo, máster
en ciencias sociales y doctor en Desarrollo Rural por la Universidad Federal de
Rio Grande del Sur, Brasil colpari@gmail.com
Recibido: 31/08/2021 - Aceptado: 15/11/2021
Publicado: 21/12/2021
Resumen:
La
sociología económica contemporánea defiende la idea de que los mercados son
resultado de lazos interpersonales y los significados sociales. Esto en
contraposición a una visión hegemónica de estudiar los mercados desde la
perspectiva de la teoría económica, donde la cultura y la vida social son
disociadas de los fenómenos económicos. En ese sentido, el objetivo del
presente artículo es comprender como los mercados tienen un profundo
enraizamiento en la cultura y los lazos sociales. Para dicha tarea se describe
de modo comparativo dos experiencias de investigación de mercados latinoamericanos:
La primera, la formación de un mercado de crédito rural en comunidades
indígenas Chibuleo del Ecuador y la segunda experiencia se refiere a las
tradicionales ferias de Campina Grande
y Caruaru ubicadas en el Nordeste del
Brasil. Las evidencias empíricas se sustentan en los resultados de las
investigaciones doctorales de los autores, que reflejan que los mercados están
enraizados en circuitos interpersonales.
Palabras Clave: Mercados, Nueva sociología económica, crédito rural,
ferias de alimentos
Abstract:
Contemporary economic
sociology defends the idea that markets are the result of interpersonal ties
and social meanings. This is in contrast to a hegemonic vision of studying
markets from the perspective of economic theory, where culture and social life
are dissociated from economic phenomena. In this sense, the objective of this
article is to understand how markets are deeply rooted in culture and social
ties. For this task, two Latin American market research experiences are comparative
described: The first, the formation of a rural credit market in indigenous
Chibuleo communities of Ecuador, and the second experience refers to the
traditional Campina Grande and Caruaru fairs located in the Northeast of
Ecuador. Brazil. The empirical evidence is supported by the results of the
authors' doctoral research, which reflects that markets are embedded in
interpersonal circuits.
Keywords: Markets, New economic
sociology, rural credit, food fairs
Introducción
A pesar de que los autores clásicos de la sociología,
especialmente Durkheim (2010) y Weber (1991; 2012), reivindicaban la
imprescindibilidad de los aspectos y mecanismos sociales de la economía - el
primero llama la atención sobre el aspecto socializador del intercambio y el
segundo acerca del estatuto de las acciones económicas como tipos de acciones
sociales – la evolución disciplinar de esa
ciencia llevó al análisis económico para una polarización infructífera.
Desde Parsons (1956), se estableció
una supuesta división científica entre sociología y economía: mientras que la sociología se encargaría de
analizar los valores que orientan la acción social, la economía se reservaría
para investigar las elecciones entre medios y fines.
Aunque la evidente fragilidad
de esta división ha sido cuestionada a lo largo del tiempo, para
algunos académicos todavía estos dos mundos se reproducen en el interior de los
estudios sociológicos de la economía. Especialmente por medio de la división
entre intimidad (cultura) y racionalidad (economía) (Zelizer, 2009).
Del mismo modo, los debates de los estudios rurales aún tienen una
notable influencia
en esta división que se expresa en los paradigmas de la modernización agrícola
y el marxismo, que privilegian una lectura excesivamente economicista de los
mercados (Schultz, 1974; Lenin, 1973; Newby y Sevilla-Guzman, 1983). Es decir,
la sociología rural reproduce la (supuesta) división científica entre
sociología y economía al no tratar los aspectos culturales, simbólicos y
sociales vinculado a los mercados y la actividad económica.
Desde estas dos posturas teóricas, los mercados
aparecen como singulares y exentos de la cultura, los sentimientos y las
relaciones interpersonales (Zelizer, 2009). Por eso, la idea principal de este trabajo es
comprender que en los mercados no existe una separación entre el ámbito socio
cultural y las acciones económicas racionales. Por lo contrario, se pretende exponer
en este artículo, que la racionalidad económica esta circunscrita por la
cultura, en la medida en que aquí se analiza los mercados de crédito y las
ferias tradicionales de alimentos, que estructuran sus transacciones haciendo
uso de normas y reglas (sentidos) sociales.
Para ello, la sociología
establece nuevas herramientas teóricas para estudiar la formación de los
mercados, especialmente en aquellos considerados como marginales. Ya que los
mercados no deben ser reducidos a un imaginario de intercambio de mercancías y
dinero. En ese sentido, la sociología económica contemporánea
está proporcionando categorías teóricas respecto de generar nuevas
explicaciones de los mercados en el naciente siglo XXI.
Este debate inicia con la llamada Nueva
Sociología Económica (NSE) y
el trabajo seminal de Mark Granovetter (2003) con su concepto de embeddedness o incrustación[i].
En resumidas cuentas, la NSE estudia los mercados como hechos sociales y plantea
que las transacciones económicas están incrustadas o enraizadas en una estructura
social y cultural.
Por consiguiente, la tesis general de la NSE es mostrar como diferentes
“fuerzas sociales” moldan la economía[ii].
Una de esas fuerzas sociales es la cultura, la cual para Viviana Zelizer (2015)
- una de sus principales representantes - no es considerada por los economistas,
ya que simplemente no toman en cuenta el contexto cultural para la formación de
los fenómenos económicos y las transacciones mercantiles. De esta manera, Zelizer
se esfuerza por recuperar una concepción plenamente cultural de las actividades
económicas y por intentar superar la división parsoniana entre economía y
sociología.
Dentro de esta perspectiva teórica, lo sustancial en el estudio de los
mercados es observar las relaciones sociales, combinaciones, conexiones,
significados e incluso sentimientos en la formación de los mismos. Nuestro
trabajo busca responder las siguientes preguntas: ¿Los mercados están inmersos en
la vida social de las personas? ¿Los créditos tienen su enraizamiento en los lazos
sociales? ¿Las ferias de alimentos son espacios sociales para que confluya con
la mercantilización?
En esta perspectiva, la vida social es mucho más fuerte de lo que
comúnmente se supone ya que los recursos culturales contrarrestan el impacto
que se cree tiene el mercado o el dinero en las relaciones sociales (Zelizer, 2015;
Steiner, 2013). Esta constatación teórica invita a refutar posiciones
sociológicas del siglo XX respecto de la concepción del mercado. Ya que casi
todas las teorías sociológicas del siglo XX consideraban que era inadmisible
que el espacio sentimental u solidario pueda combinarse con el ámbito
calculador del mercado (cfr. Marx 1976, 2005; Weber, 1946; Habermas, 1989;
Simmel, 2004).
En otras palabras, era impensable que los lazos comunitarios y de apoyo
mutuo se junten con el espacio instrumental y eficiente de la
mercantilización. En contra posición,
planteamos la idea de superar esta supuesta división entre cultura y economía, ya
que estos dos mundos se entremezclan constantemente creando vida económica.
1. Los circuitos de comercio
Nuestra sociología económica pretende desarrollar una concepción
cultural de la actividad económica mediante la operacionalización del concepto
de circuitos de comercio. Según Zelizer (2015), el concepto de circuitos
requiere mayores investigaciones debido a que se inaugura una nueva forma de
comprender los mercados.
La base de este concepto surge del reconocimiento de las relaciones
interpersonales trabajado por Randall Collins (2004), en su Interaction Ritual Chains, de la
Universidad de Princeton, donde este autor describe los circuitos como:
Circuitos transaccionales que se superponen y que tienen una
amplitud y unos contenidos que difieren en gran medida unos de otros. Puesto
que estos circuitos difieren tanto en la particularidad o en la anonimidad de
sus conexiones, en el tipo de control que se hace y en la orientación hacia la
manipulación económica o el consumo, las experiencias que tiene los individuos
de las relaciones económicas les sitúan en mundos subjetivos diferentes, incluso
si éstos son invisibles desde cierta distancia (Collins 2004, 268. En: Zelizer,
2015, 421)
En otras
palabras, el concepto de circuitos de comercio establece como unidad de
análisis las relaciones económicas personales y subjetivas entre los actores.
No hay una preocupación con factores y mecanismos estructurales que afectan las
tomas de decisiones de los agentes económicos, sino un foco en los contenidos
culturales de las relaciones interpersonales y subjetivas presentes en las
transacciones y prácticas económicas[iii].
La investigación de circuitos en el estudio de los mercados es prometedora
dentro la NSE, ya que ocupan un espacio teórico y empírico que merecerá mayor
atención analítica. Se podría decir, que Zelizer recupera el viejo sentido de
circuitos comerciales, donde el comercio significaba conversación, intercambio
y conformación mutua. Por ende, la misma Zelizer define a los circuitos de
comercio de la siguiente manera:
Una configuración crucial y más
compleja de los lazos sociales es la que constituyen los circuitos. Cada
circuito social incorpora sus propias particularidades: acuerdos, prácticas,
informaciones, obligaciones, derechos, símbolos y medios de intercambio. Más
precisamente, cada circuito se distingue por (1) una frontera, (2) un conjunto
de lazos interpersonales significativos, (3) unas transacciones económicas
asociadas y (4) un medio de intercambio. Los llamo circuitos de comercio, dando
un sentido antiguo a esta última palabra, por el que comercio significa
conversación, intercambio, interacción y mutua determinación. Estos circuitos
van de los más íntimos a las transacciones sociales más formales. (Zelizer,
2008, 14)
En esa línea y siendo extremadamente sintéticos se puede definir los
circuitos de comercio identificando las siguientes características que la misma
Zelizer explica en Real Economy (2008): a) un
conjunto distintivo de relaciones sociales entre los individuos específicos; b)
actividades económicas compartidas continuadas por medio de esas relaciones
sociales; c) sistemas de contabilidad comunes para la evaluación de los
intercambios económicos, por ejemplo formas especiales de dinero; e)
significados compartidos que las personas se adhieren a sus actividades
económicas; f) un límite bien definido que separa los miembros del circuito
respecto de los no miembros con un cierto control sobre las transacciones que
cruzan la frontera.
Por consiguiente, este trabajo quiere resaltar la importancia del
concepto de circuitos para estudiar como los lazos sociales, significaciones y sentimientos
se entremezclan con los mercados, resaltando el papel que tiene la cultura para
la manutención de la vida económica. En esa medida, en primer lugar, se
describe los circuitos interpersonales como elemento de estructuración de un
mercado de crédito en las comunidades indígenas Chibuleos del Ecuador.
En un segundo momento, se expone los circuitos de
comercio establecidos en el mantenimiento y reproducción de dos mercados
alimentarios tradicionales de Brasil: La Feria Central de Campina Grande, en el Estado de Paraíba, y la Feria de Caruaru, en Pernambuco.
El objetivo es analizar sintéticamente cómo estos
mercados se reproducen a partir de la lectura económica cultural de Zelizer,
teniendo como foco los contenidos culturales de las relaciones establecidas
entre los actores y las particularidades presentes en estos dos circuitos. Con
todo, antes de esto, es necesario presentar los procedimientos metodológicos
utilizados para la recolección de datos empíricos que posteriormente serán
analizados
2.
Metodologia
Los
datos empíricos que sustentan los análisis realizados se obtuvieron a través de
dos investigaciones doctorales realizadas por ambos autores en dos contextos
sociales y culturales distintos.
Una
de las investigaciones se realizó en dos mercados agroalimentarios
tradicionales ubicados en la región Nordeste de Brasil: la Feria Central de Campina
Grande, ubicada en el Estado de Paraíba, y la Feira de Caruaru,
ubicada en el Estado de Pernambuco. La metodología utilizada fue cualitativa,
analizando comparativamente los diferentes mercados. Los datos se recolectaron
a través de 35 entrevistas semiestructuradas con actores clave
(comercializadores, agricultores, consumidores, representantes de organismos
municipales, sindicatos, etc.), además de análisis documental y bibliográfico
(Cassol, 2018).
La
otra investigación se desarrollo en un mercado de crédito ubicado en la
provincia de Tungurahua del Ecuador en dos territorios indígenas denominados
como comunidades de Chibuleo y Pilahuín. La metodología utilizada fue mediante
36 entrevistas semiestructuradas (indígenas de la comunidad, gerentes de
cooperativas indígenas, funcionarios de las cooperativas, asesores de crédito,
técnicos estatales y de cooperación internacional). Para conseguir una
triangulación de técnicas de recolección de información se combinó con una
revisión histórica de archivos documentales entre los años de 1991-2014 en
periódicos, revistas, testimonios escritos, cartas, documentos internos de
cooperativas, documentales audiovisuales y películas. A la vez de la
utilización de información bibliográfica secundaria que refuercen las
evidencias empíricas (Colpari, 2017)
Es
preciso subrayar que el presente estudio comparativo intenta encontrar
regularidades sociológicas, en dos realidades empíricas distintas,
para consolidar el enfoque teórico de la NSE. Asumiendo que nuestros objetos de
investigación son definidos y construidos en función de una problemática
teórica que permite someter a un examen sistemático todos los aspectos de esas realidades
(Bourdieu, 2008).
3.
El circuito de crédito rural indígena
Desde la
perspectiva cultural de la NSE expuesta por Zelizer, el crédito está
estructurado principalmente por relaciones culturales y sociales. En ese marco, los
siguientes apuntes esbozan de manera sintética el contenido cultural de un
mercado de crédito establecido desde comunidades indígenas ecuatorianas. Para dicho
fin, se utilizó el concepto de circuito de comercio de Viviana Zelizer para la
compresión de la vida económica indígena.
El mercado
de crédito referido está ubicado en la provincia de Tungurahua del Ecuador. En
especial en su capital la ciudad de Ambato. Una región donde se encuentra un
número considerable de cooperativas de crédito indígenas de ese país.
Así mismo,
en esta provincia se hallan los indígenas Chibuleos[iv] que viven en los páramos andinos de la zona[v]. La población indígena está
organizada en comunidades y una parte de ella, vive en contacto con los nevados
del Chimborazo y las estribaciones del Carihuairazo.
Los
indígenas Chibuleos, sobre todo los varones, tienen una larga historia de
comercialización y de hecho en los años noventa del siglo pasado fueron
reconocidos comerciantes de ajo. En las ciudades del interior del Ecuador se
podía observar el tradicional poncho rojo del Chibuleo, un distintivo que
fácilmente los identificaba como vendedores de ajo.
Las
entrevistas de nuestra investigación demostrarían que los históricos circuitos
de comercio del ajo iniciaron las primeras cooperativas de ahorro y crédito
rurales en el Ecuador. De esta manera, las históricas redes de comercialización
de los Chibuleos permitieron la formación de un mercado de crédito indígena
desde los inicios de los años ochenta[vi].
Las
comunidades indígenas lograron conformar un circuito de venta de crédito bien
delimitado con significados sociales compartidos de la cultura local. Según el
economista ecuatoriano Charco esto implicaba “una política deliberada para el
mantenimiento de la identidad cultural en la provisión de los servicios
financieros” (Charco, 2014, 47). Que retoma la idea de que la cultura y la
racionalidad económica se mezclan, a medida que el mercado de crédito fue
construido sobre la identidad cultural. Esto sin impedir o limitar el acceso a
la racionalidad económica.
La
racionalidad económica, en este caso, es el resultado de la identidad cultural,
y no al contrario, como se argumenta desde la ciencia económica. Por ello, en
adelante se describe las características que definen a este mercado de crédito como
un circuito, que contiene un conjunto de lazos interpersonales significativos, transacciones
económicas asociadas y medios diferentes de intercambio.
Un conjunto
de lazos interpersonales significativos
Este
circuito se puede resumir en cuatro tipos de lazos interpersonales inmersos en
el mercado de crédito indígena: Los lazos comunitarios, los significados sentimentales,
el vínculo cultural y la presencia de actores hábiles.
En un primer
análisis de estos cuatro tipos de lazos interpersonales, la venta de crédito
estaba inmersa en pequeños grupos de música, las activas asociaciones de
futbol, las congregaciones de organizaciones eclesiásticas evangélicas y
católicas; y el cabildo político de la comunidad.
En sus
inicios el mercado de crédito indígena estaba conformado por actores sociales
que se hacían llamar “socios de las cooperativas”, que generalmente eran de
origen campesino. Incluso, hoy en día, se observa la presencia de trabajadores
de la economía campesina en las cooperativas. Estos iniciales socios pertenecen
a comunidades rurales concretas que generaron diversas relaciones sociales en
la construcción social de las cooperativas.
Estas
relaciones sociales interpersonales fueron espacios deliberativos para que los
indígenas puedan iniciar arreglos institucionales para pensar estos
emprendimientos cooperativos, donde la confianza, la amistad y el mutuo
reconocimiento étnico fueron esenciales para la construcción social del crédito
indígena.
Por ejemplo,
el cabildo indígena que es el espacio de representación política y ética de las
comunidades mediaba muchas veces los conflictos entre la comunidad y la
cooperativa de crédito. Estas autoridades locales incluso “certificaban”
mediante un documento impreso que el solicitante de un crédito era honesto,
buen pagador y conocido en la comunidad. Una práctica que se fue perdiendo con
el tiempo.
También las
comunidades indígenas de Chibuleo lograban establecer relaciones sociales con
instituciones de la cooperación internacional, principalmente aquellas que son
representadas y financiadas por la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica.
Estas instituciones crearon el contexto social necesario para el ingreso de
ideas calculadoras en las economías campesinas, conllevando una mentalidad
calculadora respecto del ahorro y
el crédito en la población rural.
Esto generó
un discurso simbólico de que los indígenas son aptos para la administración financiera,
cuestionando la imagen del indígena como incapaz para las relaciones
financieras o contrario a la racionalidad instrumental del dinero.
En nuestras
entrevistas se hacía visible el anhelo de mujeres y varones indígenas en
pertenecer a una cooperativa, ya que generaba estatus social dentro y fuera de
sus comunidades: “Ahora nos respetan”, es una palabra constante, que permite
observar que el hecho de afirmarse como parte de una cooperativa genera un
capital simbólico que permite a los indígenas, “olvidar nuestro pasado”, y
presentarse como una forma “positiva” a la sociedad.
Por ello, los lazos sentimentales jugaron un rol
fundamental en la construcción de este circuito. Era común
identificar en las historias orales de los indígenas un significado social del “nuevo
campesino”. En especial,
los jóvenes querían romper esa imagen del indígena del páramo: ese individuo
triste, que trabaja de peón para el terrateniente, y que migra a Nueva York
para sobrevivir perdiendo sus lazos familiares.
En las
comunidades indígenas ecuatorianas históricamente se construyó una imagen
peyorativa del ser campesino-indígena tanto de un ámbito interno como externo
como demuestran los documentos históricos de nuestra investigación. Esa imagen
es el reflejo de experiencias intimas de familias indígenas. Y esto es más
expresivo cuando observamos que todos los gerentes entrevistados de las
cooperativas de crédito tienen por detrás una historia de marginación y pobreza
en su familia campesina.
Se podría
decir que el sentimiento de empatía con sus familiares pobres llevó a que jóvenes
indígenas puedan pensarse fuera de lo que ellos consideran como campesinos. Por
así decirlo, la relación entre los significados y sentimientos sociales de
exclusión campesina estaban enraizados a la construcción de un “espíritu
empresarial” del que habla Werner Sombart (1972). Este espíritu de empresario
que repercutió en la creación de cooperativas de crédito, que estaba
determinado por relaciones sociales íntimas, los sentimientos de injusticia y
exclusión.
Yo digo que hay todo tipo de discriminación
y me preguntaba a mí mismo ¿por qué no tenemos banco indígena? ¿por qué no
tenemos cooperativas? ¿Por qué no tenemos empresas? Por qué no tenemos
absolutamente nada, tenemos que dedicarnos sólo a lo que es campo y algún
negocio chiquito de venta de legumbres, ajos, ¿eso son los mercados nada más?
(Entrevista, gerente indígena de Pilahuín, 13 de agosto del 2015) (Colpari,
2017, 145-146)
Estos
sentimientos se materializaban en la cantidad de jóvenes indígenas que estudian
en las universidades locales y regionales que están en relación con las
carreras de auditoria, contabilidad, economía y administración de empresas. De
hecho, para los jóvenes trabajar en una cooperativa representaba una nueva
forma de rango social dentro y fuera de la comunidad.
Esto
introduce al tercer elemento que tiene que ver con el vínculo cultural de los
indígenas. Si bien parece “romántico”
pensar que los principios del ama
llulla, ama súa, ama quilla (no
mentir, no robar, no ser ocioso), son elementos ligados a la cosmovisión
indígena milenaria de la zona andina. Estos principios sirvieron como marketing
para los negocios crediticios.
Los valores “cósmicos y telúricos” de la economía campesina indígena
generaron un atractivo insumo para vender el crédito. Para la comunidad
internacional, la prensa local y autoridades estatales era más que llamativo
tener gerentes indígenas en la ciudad de Ambato, donde se concentraba la sede de
las principales cooperativas de origen campesino.
Por tanto, este elemento cultural fue usado como símbolo de honradez
ante la sociedad urbana, que permitió construir una señal de confianza. Es
decir, se mezclan los valores culturales con la economía. La cosmovisión
cultural/simbólica de los indígenas son positivas a la racionalidad
instrumental, como describe la siguiente entrevista:
La
gente mestiza, hispano hablante, se motiva porque nosotros nos confían de que
los indígenas somos serios, de que aplicamos al ama quilla, ama llulla, ama
sua, no ser ocioso, no ser mentiroso y no ser ladrón, son tres principios
creo que es universal del mundo indígena y eso los mestizos nos confían de que
no vamos a defraudar sus ahorros, su dinero. Entonces, eso nos motiva para
seguir en cualquier parte del país o el mundo estemos representando con nuestra
propia cultura (Entrevista, indígena Chibuleo, 3 de agosto del 2016) (Colpari, 2017, 160)
Por último,
estos lazos interpersonales se centraban en lo que llamamos aquí los actores hábiles (Fligstein, 2009)[vii], que son parte central para la
construcción del circuito de crédito. En general, en sus inicios estos actores
hábiles fueron exdirigentes políticos de las comunidades que vieron en la venta
del crédito la oportunidad para generarse prestigio, estatus y capital
político.
De esta
manera, los actores hábiles utilizaban sus redes de confianza y compadrazgo,
para que miembros de las cooperativas de crédito indígenas ocupen cargos
dirigenciales en las comunidades como: presidente del Cabildo, tesoreros,
presidentes de las juntas de agua y otros cargos de autoridades dentro la
comunidad.
Una división
social del trabajo, que no se inicia por una mayor especialización en el
trabajo agrícola, sino mediante la presencia de actores hábiles que podían
identificar nuevos negocios mediante acuerdos institucionales con las
cooperativas de ahorro y crédito, que llevo a la población indígena encontrar
en el espacio del mercado de crédito una nueva forma de empleo y de inversión
en otras actividades no agrícolas.
De acuerdo
con nuestra observación de campo la acumulación de capital no se encuentra en
aquellos campesinos que logran concentrar más tierra o mano de obra como
pensaría un pensamiento lenninista, sino la acumulación de capital se encuentra
en aquellos campesinos que tienen capacidades para la comunicación, carisma,
habilidad para la negociación o una red de capital social. Ello, demuestra,
nuevamente que la mercantilización del campesinado es también un fenómeno
cultural y no solamente material como apunta el marxismo más ortodoxo.
Las
transacciones económicas del mercado de crédito indígena
La presencia
de cooperativas de crédito permitía diferentes tipos de transacciones
económicas, que principalmente estaban ligadas con la economía campesina y la
economía informal urbana, que fue ampliándose con otros sectores “formales” con
el transcurrir de los años.
En los
inicios de este circuito, para las transacciones económicas era fundamental el
pasado campesino de los gerentes. Puesto, que su conocimiento de la vida
económica local le permita saber si una cosecha iba ser rentable o no. Incluso
su conocimiento le permitía calcular una estimativa del precio de una
determinada cosecha para otorgar crédito.
También una
gran parte de los entrevistados del circuito reconoce la importancia del
comercio informal urbano. La confianza en el comercio informal fue fundamental
para tener movimiento crediticio, porque una cooperativa de crédito no sólo
puede vivir del ahorro de los socios.
En ese
sentido, para vender mejor el crédito al mundo campesino e informal las
cooperativas indígenas usaban como marketing su cultura, símbolos, tradiciones,
lenguaje, vestimenta y folclore[viii]. De hecho, todo el personal de las
cooperativas indígenas utiliza su traje típico para las transacciones
financieras.
Así mismo,
los indígenas utilizan la imagen del campesino en forma positiva “sembrar para
obtener los frutos deseados” dice un comunicado local de una cooperativa.
Paradójicamente se usa la imagen del campesino como algo positivo para el marketing
comercial. En sus transacciones económicas las cooperativas subrayan todo el
tiempo su origen humilde, campesino y de exclusión, de aquel campesino ligado
con la madre naturaleza: La Pachamama.
Por
consiguiente, la comunidad de Chibuleo tiene un fuerte enraizamiento con las
cooperativas de crédito porque muchos de sus habitantes tienen sus ahorros e
inversiones en estas. Y también porque dependen del crédito que les
proporcionan para sus negocios agrícolas y no agrícolas.
El trabajo
de toda una vida se encuentra confiada en las cooperativas y para algunas
familias indígenas esto era imprescindible. De esta manera el vínculo cultural
de los Chibuleos permitía una mayor confianza entre los actores del negocio del crédito. Las
cooperativas disponían de clientes indígenas, su trámite era ágil, oportuno y
ligado a lo lógica campesina y la economía informal (Imagen 1). Este circuito
era próspero y demostraba que las personas que provenían del campo y la
informalidad eran buenos pagando.
Imagen 1: La cultura se mezcla con los negocios Fuente: Trabajo de
campo El uso de su
cultura local era especialmente útil cuando se trataba de hacer negocios. El
uso del idioma kichwa o los plazos para pagar créditos estaban definidos
por el tipo de actividad económica de sus clientes. Por ende, el crédito se
adecuaba a la racionalidad de la vida social de los mismos. O como muestra la
peculiar estrategia que la siguiente entrevista relata: En
base a las borracheras captábamos socios, porque antes, yo era el que tomaba,
el que hacía relación con las personas, yo era el prioste sin plata, y si es
que se gastaba uno se llevaba unos cinco, tres dólares, pero cuando yo me
chumaba, los mismos compañeros de aquí a mí me andaban buscando como cuando el
marido chuma, se iban ellos de casa en casa de fiesta en fiesta a buscarme
donde estoy, me encontraban me traían, me dejaban en la casa ese era el trabajo
en cambio ellos, el mío era de socializarme con las personas, de entrarme con
las personas, de negociar con las personas porque, en un negocio siempre hay.
Seamos sinceros el que no toma no tiene amigos, el que no toma no hace
negocios. Es que por lo general de chumados quién no se apega (Entrevista,
gerente, indígena de Pilahuín, 14 de agosto del 2015) (Colpari, 2017) Este
conjunto de diversas relaciones sociales y el crédito originó una diversidad de
pequeños emprendimientos empresariales. Producto de los créditos distribuidos
entre los indígenas, empezaron a surgir negocios que van desde empresas
textiles, vendedores de llantas, venta de electrodomésticos, empresas de metal
mecánica, creación de mini mercados, zapaterías, venta de ropa indígena, venta
de artesanía, etc. Por ende,
dentro del circuito del crédito se generaba un gran sentido de pertenencia y
solidaridad, puesto que el desarrollo de las cooperativas quedaba ligado al
bienestar de la comunidad. Por así decirlo, la racionalidad acumulativa se
juntaba con la racionalidad comunitaria para innovar una nueva forma de
actividad económica asentada en el crédito.
Por otro
lado, para muchos de los indígenas especialmente mayores fue un problema
conocer y entender el tipo de cambio, y todo lo que implicaba las transacciones
financieras producto de la dolarización[ix]. En esa medida, el trato de las
cooperativas indígenas era más cordial y con más tino para los campesinos que
precisaban adecuarse al nuevo sistema monetario. Las
transacciones económicas igualmente respondían a la vida económica de familiares
migrantes urbanas y rurales que vieron en la cooperativa un trato adecuado; puesto
que les permitan explicaciones del funcionamiento financiero. Por eso, este
circuito posibilitó expandir el servicio de Wester Union para las áreas
rurales donde los familiares de los migrantes podían receptar sus
transferencias a costos moderados sin tener que recurrir a la ciudad. Esto
demuestra que la conformación del circuito de crédito indígena es una respuesta
a la exclusión financiera por parte de la banca privada y estatal; que en
general, excluyó a los indígenas del sistema financiero tradicional. De ahí que
se podría decir, que el crecimiento de cooperativas de crédito indígena se
manifiesta en la habilidad social para usar sus lazos sociales que resultan en
la consolidación del mercado de crédito. La identidad
indígena se convierte en la marca del crédito y en la mercantilización cultural
de su producto. Así, la presencia del crédito
crea nuevos significados culturales, empieza a construir nuevas identidades que
están enfocadas a la mayor des-campesinización de las comunidades, pues en sus
discursos privados y públicos el objetivo, es la mayor división social del
trabajo. Esto
repercute en cuestionar un clásico debate entre la campesinización o
descampesinzación de las comunidades andinas, pero este análisis es parte de
otra discusión. 4. Los circuitos de
comercio de las Ferias tradicionales brasileñas Hay otro conjunto de relaciones
económicas que pueden ser analizadas a partir del abordaje cultural de la
economía de Zelizer y su noción de circuitos de comercio; y estos son los
mercados tradicionales (ferias libres) brasileños de compra y venta de
alimentos. En esos espacios es posible identificar las cinco dimensiones de los
circuitos de comercio aludidas por Zelizer (2008), constituyéndose en lugares
en los cuales se mezclan valores culturales – construidos y movilizados
históricamente por los actores territoriales – y practicas (acciones)
económicas de compra y venta de alimentos.
Estos mercados tradicionales
están presentes en todo el territorio del Brasil, especialmente en sus regiones
Norte y Nordeste. Se entiende como tradicional aquellas ferias en las cuales una
diversidad de actores sociales interactúan para comercializar cualquier tipo de
producto, no sólo productos agropecuarios. En ese sentido, el término
tradicional todavía indica antigüedad temporal, es decir, mercados que desde
hace mucho tiempo están presentes y actuantes como fuentes de abastecimiento
alimenticio en Brasil y que muchas veces son vistos como arcaicos o atrasados (Garcia-Parpet,
1984; 2002). El funcionamiento de estos mercados, y sus flujos de
mercancías y actividades económicas son resultado de un conjunto de relaciones
interpersonales establecidas entre diversos actores (agricultores, feriantes,
consumidores, poder público, fiscales), que históricamente conforman circuitos
de comercio tal como es definido por Zelizer (2008; 2009). En este contexto, las ferias de Campina Grande y Caruaru
son dos de los mayores y más antiguos mercados agroalimentarios brasileños.
Están ubicadas en los Estados de Paraíba y Pernambuco en la región Nordeste de
Brasil respectivamente. Tales ferias son definidas como mercados por el hecho
de constituirse en espacios de interacción e intercambio de mercancías en los
cuales actores sociales se dirigen para sociabilizar y adquirir productos
alimenticios. Además, estos espacios están impregnados de valores culturales
que también son intercambiados y movilizados en su interior, orientando los
modos y las maneras en que los actores realizan sus transacciones económicas. Tanto la feria central de Campina Grande como la feria de Caruaru
son mercados que poseen un origen social y cultural similar, puesto que están
ubicados en la microrregión nordestina llamada Agreste. El Agreste es un área
de transición geo-climática localizada entre la zona de la Mata litorânea[x]
y el Sertão[xi]
nordestino, siendo considerada "una zona de transición, con trechos casi
tan húmedos como el de la Mata y otros tan secos como el del Sertão, alternándose constantemente y a
poca distancia" (Andrade, 1973, 25). Por este motivo, la región Agreste es un área de
transición, y ambas ferias fueron construidas a partir del tránsito de
viajeros, transportistas de ganado y comerciantes - que se desplazaban buscando
ganado en el Sertão para abastecer
los ingenios de caña costeros - los cuales pasaron a utilizar los territorios
de Campina Grande y Caruaru como
punto de parada y de apoyo en estos viajes. Estas paradas comenzaron a formar
un comercio incipiente de intercambio de mercancías y productos alimenticios
entre viajeros y locales, que fueron gradualmente creciendo y dando origen a
pueblos que más tarde se convirtieron en ciudades. Por lo tanto, es posible verificar que estos dos
mercados alimentarios se encuentran presentes en la formación histórica de las
ciudades y de la región en la que se insertan, manteniendo un importante papel
simbólico en el imaginario social y cultural de los actores que los frecuentan.
Ambas ferias son espacios de consumo popular y tradicional, en los cuales aún
es posible encontrar productos y alimentos típicos de la cultura nordestina
(principalmente harinas, frutas y algunas carnes) (Araújo, 2006; Cassol, 2018). Además de este origen social e histórico común, ambas
ferias se caracterizan por una gran diversidad de circuitos de comercio y de
tipos de feriantes, que construyen innumerables redes e interacciones para
abastecer a los consumidores con productos de toda especie. Es posible
encontrar en cada uno de estos mercados desde pequeños agricultores que a ellas
se dirigen una vez por semana (los sábados) para comercializar los alimentos
que producen, hasta pequeños y medianos comerciantes que no son productores,
sino que adquieren sus productos en centrales de abastecimiento (las cuales
cuentan con productos oriundos de todo el territorio brasileño) (Ver Tabla No
1)). Para cada tipo de feriante hay un conjunto de relaciones y acciones
económicas que son permeadas por valores y normas culturales específicas. Son
esas normas las que orientan la vida económica de los actores (Cassol, 2018). Así, el contenido social de las redes de relaciones
que construyeron y reproducen actualmente estos mercados se forma en el proceso
histórico de ocupación de este territorio y en la vinculación de la región
Agreste como punto de comercio, "ambiente de negocios" en el que todo
es posible de ser cambiado. Por lo tanto, existe un componente cultural muy
fuerte que mantiene estos mercados actuando, principalmente a través de la
posibilidad de negociar y regatear los precios de los productos allí
comercializados, como veremos más adelante. Tabla
No 1 – Tipos de feriantes en las ferias Nordestinas Fuente: Elaborado
a partir de Cassol (2018, p. 88). Cabe resaltar que desde su inicio estos dos mercados
no tuvieron ningún apoyo del Estado para estructurarse y reproducirse. Por el
contrario, las ferias de Campina Grande
y de Caruaru crecieron y se
desarrollaron completamente al margen del Estado y de los gobiernos, teniendo
poca representatividad en estos espacios, a pesar del gran atractivo popular
entre los habitantes de las ciudades. Esas características resultaran en un
fuerte lazo cultural de esos mercados, puesto que la ausencia del Estado ha
resultado en una baja regulación formal y contribuido para la reproducción de
prácticas tradicionales de negocio e intercambio mercantil (Cassol, 2018). Es decir, toda la estructuración de estos mercados - y
los circuitos de comercio establecidos - se hace sobre un conjunto de
relaciones comerciales y de intercambios establecidos entre feriantes y
consumidores, que definen acuerdos, prácticas y modos de negociación
tácitamente incorporados a través de la cultura local. Este es un punto
importante de diferenciación con relación al caso de las cooperativas
indígenas, las cuales tuvieron una intervención del Estado ecuatoriano como
explica en su investigación más extensa Colpari (2017), permitiendo que fueran
formalizadas y aumentar el acceso al microcrédito. Por lo tanto, es posible
leer las ferias libres a partir del abordaje de circuitos de comercio de
Zelizer, conforme se hace a seguir. Circuito delimitado con diferentes relaciones sociales y modos
específicos de negociación económica Los circuitos de las ferias tradicionales nordestinas
tienen su origen en las interacciones establecidas entre distintos actores. Los
transportistas de ganado, pequeños comerciantes, productores de harina,
pequeños agricultores locales y antiguos trabajadores de las industrias de caña
de azúcar transformados en posseiros[xii],
comenzaron a interactuar recurrentemente y a intercambiar productos,
desarrollando y consolidando los mercados de la feria central de Campina Grande y de la feria de Caruaru. Con el paso del tiempo, estos espacios dejan de
constituirse apenas como mercados agroalimentarios y pasan a comercializar todo
tipo de productos, desde ropas, herrajes, artículos para cocina, flores,
tabaco, calzados, objetos electrónicos y toda una variedad de productos que
extrapolan sus orígenes rurales y agrícolas. Este proceso acaba atrayendo hacia
el interior de estos mercados grandes comerciantes y productos no regionales,
que acaban por complicar los circuitos, redes de comercio y sus relaciones
económicas (Ver Tabla No 1) (Cassol, 2018). Otro fenómeno contemporáneo es la disminución de los
pequeños campesinos y agricultores en el interior de ambas ferias, los cuales
pasan a ser sustituidos por pequeños y medianos comerciantes de alimentos que
adquieren sus productos en las centrales de abastecimiento regionales que
cuentan con productos oriundos de todo el país o de los propios campesinos,
otrora feriantes. A pesar de estas transformaciones, los circuitos de
comercio establecidos y que permiten el abastecimiento y la reproducción de
estos dos mercados, se asientan en un conjunto de relaciones sociales y
culturales que reflejan maneras específicas de negocio y de transacción
económica. Este conjunto de relaciones es objetivamente movilizado por medio de
relaciones de negociación entre los distintos feriantes y sus suministradores,
por la diversidad ofertada de productos en cada una de las ferias, y por la
calidad que se atribuye a los productos (vistos como tradicionales y frescos). Gran parte de los circuitos establecidos se conforman
entre agentes conocidos y antiguos, que desde hace mucho tiempo comparten
relaciones de negocio. En virtud de la diversidad de tipos de feriantes, existe
una extensa red de lazos e interacciones sociales, las cuales acaban por
construir circuitos de comercio bastante delimitados y particulares (ver Tabla
No 1). Es decir, ambas ferias mantienen y reproducen en su interior un conjunto
de prácticas tradicionales de negocio y transacción que se refleja en maneras
de actuar, negociar, almacenar y manipular los alimentos que están vinculados a
valores culturales específicos. En nuestra investigación, buena parte de los feriantes
de estos espacios afirmó que se utiliza redes de negocios antiguos y estables,
sean aquellos que compran directamente de agricultores, sean aquellos feriantes
comerciantes que compran de centrales de abastecimiento y de otras regiones.
Por ejemplo, un pequeño comerciante de frutas, afirmó que mantiene desde hace
años una relación de negocio y amistad con diversos campesinos, de los cuales
adquiere los productos para comercializar en la feria. Así como sus
consumidores lo hacen, este feriante también hace uso de prácticas como la barganha[xiii]
(regateo) cuando compra de sus proveedores. Un comerciante de carnes accede a otros circuitos para
abastecer su banca. Además de comprar de algunos productores locales, suele
frecuentar ferias de ganado regional y otros estados para adquirir sus
productos. Sin embargo, a pesar de esta diversidad mayor de proveedores, él
también destaca el hecho de "comprar siempre de los mismos", "de
quien ya conoce" (Cassol, 2018:160). Así, el punto común en la construcción de todos estos
distintos circuitos marginales que construyen los mercados de ambas ferias está
en el hecho de que estos actores comparten entre sí determinadas maneras de
actuar y negociar asentadas en la negociación y en el regateo. Es decir, los feriantes utilizan relaciones sociales
asentadas en la barganha para
construir distintos circuitos de comercio, sea para abastecer las ferias de
productos, sea para comercializar estos productos a los consumidores. Esa
posibilidad de regatear es vista como positiva, y fortalece los lazos
económicos entre los actores. Además, la propensión a la negociación proviene
del proceso histórico de ocupación de la región Agreste y de su identificación
comercial, en la cual la perspectiva de "hacer negocio" es
extremadamente actuante y presente. Por lo tanto, los circuitos de comercio establecidos
en la construcción y reproducción de los mercados alimentarios de la feria de Caruaru y de la feria central de Campina Grande se asientan sobre un
conjunto de relaciones sociales que los diferencian de los otros mercados de
ambas ciudades y de la región. Objetivamente, estas relaciones aparecen a
través de la negociación (barganha)
de los precios en el momento de la compra y en la no aceptación, por parte de
los consumidores y de los feriantes comerciantes al comprar de sus proveedores,
del precio inicialmente ofertado por los productos. Se requiere así que los
actores negocien los precios y lleguen a un acuerdo para que la compra se
efectúe (Cassol, 2018). Es decir, la negociación actúa como una relación
económica culturalmente construida y que define maneras de actuar en el
mercado, a través de la "disputa" por bajar los precios y conseguir
una supuesta ventaja. Algunos feriantes asumieron que aumentan intencionalmente
los precios de sus productos para que los consumidores negocien y consigan
descuentos, reproduciendo así un modo tradicional de hacer negocios, lo cual no
está presente en otros mercados alimentarios de las dos ciudades. Por ejemplo,
cuando uno de los feriantes entrevistados explica cómo es su interacción con
los consumidores y si ellos suelen negociar los precios, afirma Aqui é demais!
Centavos...eu já cansei de contar os centavos que eu já perdi...30 centavos, 20
centavos, 50 centavos, ah...quando dá R$ 10,50 eles [consumidores] dizem, ‘dá
R$ 10,00 mesmo’, e eu digo ‘é’. Então eu acho que eles procura a Feira por isso
também, porque no supermercado é tudo na máquina, até 20 centavos você paga.
(Feirante da Feira Central de Campina Grande, comerciante de queijos e doces. Trabalha na Feira
há 22 anos) (Cassol, 2018:190). Por el lado de los consumidores, éstos también afirman
que la posibilidad de barganhar (regatear)
el precio es un diferencial de las ferias y una práctica cultural reproducida
en su interior. En las palabras de un
consumidor: Ah, tem que ter a
negociata né, porque se não houver a negociata, a conversa, a pechincha como
diz o palavrar né, tem que pechinchar! Porque se não pechinchar, se for na
primeira palavra [preço] deles [feirantes], a gente leva pra trás. (Consumidor
da Feira de Caruaru, consome na Feira há 30 anos) (Cassol, 2018:195). Así, se percibe que esta posibilidad de "hacer
negocio" es extremadamente valorada y reproducida por los actores que
participan en estos mercados, estableciendo una frontera clara de actuación de
estos circuitos y definiendo sus prácticas tradicionales de negocio, sus
acuerdos, modos de transacción, en fin, sus particularidades como circuito
(Zelizer, 2008). Significados compartidos y fronteras culturales en
las ferias En virtud de la inmersión histórica, cultural y social
de estos mercados en la región Agreste nordestina, los actores que de ellos
participan comparten entre sí un conjunto de valores y creencias que refuerzan
sus componentes simbólicos y económicos creando un conjunto de lazos
interpersonales significativos asentados en la tradición de vender y comprar en
la feria. En este sentido, es visible la identificación de
feriantes y consumidores con la cultura nordestina a través de la participación
en la feria de Caruaru y de Campina Grande. Durante el trabajo,
quedó claro cómo estos actores atribuían "significados sociales" al
acto de "hacer la feria", es decir, compartir determinados
comportamientos económicos y formas tradicionales de sociabilidad en estos dos espacios
mercantiles (Cassol, 2018). Las dos ferias son vistas como lugares en los que es
posible “encontrar de todo”. Muchos
entrevistados afirmaron que van a las dos ferias a comprar porque en ellas
“tiene de todo lo que usted busca y encuentra”. Y este factor está íntimamente
ligado a la cuestión cultural de formación de estas ferias y de su
representación nordestina, desde artículos de alimentación (frutas, legumbres y
verduras), hasta artículos y productos antiguos casi no más encontrados en
otros mercados. En segundo lugar, también es posible verificar cómo
ambas ferias son referidas como ejemplos objetivos de la cultura nordestina
principalmente a través de la posibilidad de encontrar comidas típicas y
productos regionales en su interior. Esta variedad de productos ofertados y
conectados con la cultura local acaba produciendo una significación social que
se manifiesta en la idea / imaginario de que estos mercados son mejores que los
otros existentes. Este fenómeno produce redes de interacción y circuitos
de comercio en los que el contenido social presente en las transacciones y
prácticas económicas de los actores es mediado por las referencias positivas
atribuidas a las ferias por medio de sus productos, generando sentimientos de
identidad permeados por la tradición en comprar y vender en estos espacios Así,
se percibe cómo los feriantes utilizan este componente de la variedad como una
estrategia para atraer consumidores y diversificar sus ofertas de productos.
Esto se hace por medio de la disposición de los productos en los quioscos (Ver imagen
2), que son seleccionados y distribuidos de modo que los consumidores perciban
visualmente la diversidad presente en cada una de las bancas. Imagen 2: Modos
tradicionales de exposición de productos como estrategia de negocio Fuente: (Cassol, 2018, 213). Por último, en relación a los consumidores, éstos
demuestran atracción por las ferias por el hecho de que ellas representan la
tradición comercial de las ciudades. Esta tradición confiere a los productos
ofrecidos mayor autenticidad y calidad y refuerza el carácter tradicional de
estos mercados. En las palabras de
una consumidora entrevistada, (...) Caruaru ela
é uma cidade empreendedora. Então pro pessoal daqui tudo é negócio, tudo
negocia! E a Feira ela representa isso. Porque a Feira acabou se misturando,
sendo um tudo. Aqui você mistura alimento, roupa, calçado, comida típica,
artesanato (...). Tudinho de qualidade. Então a Feira é tradição...representa
essa tradição [comercial] da cidade (...). (Consumidora da Feira de Caruaru.
Consome na Feira há 30 anos) (Cassol, 2018, 197). Por lo tanto, siguiendo la definición de circuito de
comercio propuesta por Zelizer (2008) podemos verificar como la feria central
de Campina Grande como la feria de Caruaru, se establecen y se reproducen a
partir de la constitución de un conjunto de significados compartidos que
resultan en lazos económicos interpersonales asentados en sentimientos de
identidad y tradición que están vinculados a los productos ya las prácticas de
sociabilidad allí presentes. Estos
significados son los responsables de reproducir ciertas transacciones
económicas y modos de intercambio que están directamente asociados a las
prácticas culturales de negocio compartidas en la región Agreste nordestina,
siendo las dos ferias ejemplos concretos y empíricos de esta relación entre
economía y cultura. 5. Conclusión La principal contribución de este trabajo radica en
demostrar cómo el proceso de mercantilización de la vida social no es solo un
fenómeno material, sino también cultural. Incluso, con las importantes
diferencias de los dos casos analizados (origen étnico, ubicación geográfica,
tipo de mercado, etc.), es posible encontrar un conjunto de semejanzas que
atestiguan cómo la dimensión cultural organiza y orienta la vida económica de
los actores. En primer lugar, tanto los mercados populares de
alimentos del nordeste de Brasil como el mercado de crédito indígena
ecuatoriano se desarrollaron a partir de fuertes lazos de identidad cultural.
Esas identidades son responsables por integrar feriantes e indígenas a la
mercantilización, manteniendo sus lazos culturales de pertenencia que
repercutirán en las prácticas y circuitos comerciales que se establezcan entre
ellos, sus proveedores y consumidores. En segundo lugar, los dos casos de estudio demuestran
la importancia de las redes de interacciones personales para la formación y
desarrollo de ambos mercados. Asentadas en identidades culturales compartidas
por sus actores, estas redes se presentan a sí mismas como algo más que simples
estrategias comerciales y de fomento de la confianza (Granovetter, 2003). Son
producto de la historia y de la cultura local, movilizados por sus actores en
la constitución de lazos durables y permanentes de negocio y transacciones
responsables para la sustentación de sus mercados. Esto queda claro, por ejemplo, en la
propensión a la negociación y la valorización de la variedad de productos en
las ferias, o en la habilidad de los actores indígenas en el uso del cálculo y
de la racionalidad económica. Estos significados compartidos - presentes y
reproducidos por medio de la alusión a la "cultura nordestina"; o
mediante la mentalidad calculadora indígena – son los responsables de crear
lazos sociales y económicos (lo que Zelizer llama "mundos sociales")
que establecen límites, maneras de actuar y transacción que se reproducen por
medio de las prácticas de negocio cotidianas movilizadas en ambos mercados. Finalmente,
el tercer elemento común resultante de la comparación entre los dos casos se
refiere al fuerte enraizamiento social de los mercados. Como resultado de las
identidades culturales compartidas y de los lazos y redes interpersonales
construidos para la manutención de complejos circuitos de comercio. Pues, ambas
experiencias poseen fuertes conexiones con el lugar en el que surgen. Un elemento
central de este enraizamiento se encuentra en el origen popular de las ferias y
el mercado crediticio indígena. Al constituirse como resultados de los procesos
de mercantilización de la vida social, pero mediadas por significados,
sentimientos y prácticas culturales explícitas, tanto las ferias nordestinas
del Brasil como el mercado crediticio indígena del Ecuador resultan en espacios
económicos en los que un grupo de actores marginados se reconoce
(culturalmente) como partícipes en la vida social y económica de sus
territorios. En este
sentido, los resultados aquí presentados contribuyen a reforzar la
indivisibilidad entre cultura y economía o entre intimidad y racionalidad. El
análisis de las fuerzas sociales que orientan la economía (Beckert, 2010), y
más específicamente, la cultura rompe con los mundos divididos en el análisis
de los mercados. Esto refuerza la validez de esta perspectiva teórica, que la
cultura no puede separarse de la economía. Y que la economía es profundamente
cultural (Zelizer, 2015). Los circuitos de comercio
desenvueltos y establecidos en la construcción y reproducción de los mercados,
según lo presentado hasta aquí, están fuertemente conectados a la cultura local
y a las maneras tradicionales de negociar, interactuar y alimentarse presentes
en la región Agreste nordestina del Brasil y las comunidades indígenas del
Ecuador. Estas evidencias demuestran cómo la
economía y la cultura son dimensiones relacionales e interactivas que se
mezclan cotidianamente en la construcción de significados y sentidos que se
atribuyen a las prácticas económicas por los actores. En este sentido, refuerza
el argumento central de Zelizer (2015) de que economía y sociedad no son
"mundos hostiles", sino diferentes dimensiones relacionales que
producen "vidas conectadas". En los dos casos aquí analizados
percibimos cómo los circuitos de comercio fueron estructurados de manera distinta,
pero manteniendo estrecha relación con los componentes culturales compartidos
tanto por los indígenas ecuatorianos como por los feriantes brasileños en el
mantenimiento de sus negocios. De esta forma, a pesar de construir
mercados completamente distintos y asentados sobre valores y significados
diferentes, tanto las cooperativas de ahorro y crédito como las ferias son
circuitos comerciales en los que vive la conversación, el intercambio y la
conformación mutua. Elementos fundamentales para empezar a considerar en los
análisis de la mercantilización. Así, como reforzar la idea de que, en
lugar de vivir en esferas segregadas, la gente en los mercados populares
participa en densas redes de relaciones sociales que entrelazan las dimensiones
íntimas y económicas de la vida. Por eso, para Williams y Zelizer (2005), la
teoría de los mundos hostiles reaparece en las críticas contemporáneas de la
mercantilización. Una y otra vez escuchamos que la expansión de la actividad
del mercado a una gama cada vez más amplia de bienes y servicios y a las
diversas culturas del mundo está produciendo una sujeción estratificadora de la
espontaneidad, la creatividad y la particularidad a un solo estándar racional. Cuando los estudios “reales” de
contextos sociales concretos, como los presentados aquí no producen
descripciones de esferas bien separadas, es decir un mundo completamente
mercantilizado o anti-mercantilizado. Por ello, la simple pregunta sobre si
"mercantilizar" perpetúa o no la suposición de dos mundos distintos y
hostiles no es completamente útil para la comprensión de los mercados populares
o de la gente real. Un enfoque más útil es reconocer que muchas transacciones
de los mercados populares, como son el crédito indígena y las ferias de alimentos
tienen elementos de emoción y sociabilidad y que muchas transacciones íntimas
tienen dimensiones económicas. 6. Bibliografia Andrade, Manuel. 1973. A terra e o homem no nordeste. São Paulo: Editorial Brasiliense Araújo, G. (2006). Múltiplos discursos sobre a Feira
Central de Campina Grande. Ed. Agenda, Campina Grande. Beckert, Jens. 2010. "How do fields change? The interrelations of institutions, networks, and
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[i] Para ampliar esta perspectiva teórica revisar:
Granovetter, M. S. (2003). Acción económica y estructura social: El problema de
la incrustación. Análisis de redes sociales: orígenes, teorías y aplicaciones,
(198), 231.
[ii] Beckert (2010) afirma haber cuatro “fuerzas (estructuras)
sociales” principales orientadoras de los mercados y que están presentes en los
análisis de la NSE: Las instituciones (Nee, 2005; Polanyi, 1980), las redes
sociales (White, 1981; Granovetter, 2005), la cultura (Zelizer, 2008; 2015) y
el abordaje de campo (Bourdieu, 2005; Fligstein, 2001).
[iii] El principal límite del abordaje culturalista es que
ella, en muchas de sus análisis, se restringe a grupos u minorías sociales las
cuales tienen fuertes trazos económicos distintivos de la sociedad en general.
Las relaciones de poder a que están sometidas esos grupos es otro límite
apuntado al abordaje (Fine y Lapavitsas, 2000; Zelizer, 2000)
[iv] Las poblaciones indígenas que se privilegió para este
estudio son aquellas donde surgen las primeras Cooperativas de Ahorro y Crédito
Indígenas (COACI), grupos étnicos que se auto-identifican como pilahuines y
chibuleos, para la comprensión aquí usamos la generalidad de chibuleos. Por los
datos históricos consultados estas poblaciones provienen del mismo grupo étnico
denominado como Tomabela (Colpari, 2017).
[v] Los
páramos se encuentran entre los 3.000 m. y 4.400 msnm. Ubicadas en el sur
occidente del cantón Ambato de la provincia de Tungurahua. En estas parroquias
se encuentran comunidades indígenas, que son el grado más bajo del ordenamiento
territorial de las parroquias, de las cuales hemos identificado 14 comunidades
que comparten tradiciones, cultura e identidad.
[vi] Este circuito mezcla identidad y crédito desde los
años ochenta, que lleva a una situación de estabilidad y crecimiento del
mercado de crédito rural. Al contrario de la progresiva caída de los bancos más
grandes del Ecuador en el llamado Feriado Bancario (Miño, 2013).
[vii] Esto en relación
con el concepto de habilidad social: “esa compleja combinación de recursos
cognitivos, afectivos y lingüísticos que hacen a los individuos más o menos
eficaces como actores estratégicos cualificados y sumamente adaptados a las
demandas de la acción colectiva” (Fligstein y MacAdam, 2012:46). Que demuestran
que la capacidad existencial, el significado y la identidad crean y sostienen
los campos económicos.
[viii] La cooperativa Mushuc Runa fue la primera
cooperativa indígena en utilizar como activos comerciales, el capital étnico de
las poblaciones indígenas. Por ello, la vestimenta, el idioma y la cultura que
antes eran estigmatizados pasan a ser atributos que conforman la base de la
acumulación de capital, puesto que el cuadro político y cultural había
transformado la imagen de los indígenas en la gran mayoría de la sociedad
blanco-mestiza. Y esto era visible en la forma en que la prensa informaba sobre
los indígenas.
[ix] En enero de 2000, en medio de una profunda crisis, el
gobierno de Mahuad decretó la dolarización de la economía, convirtiendo al Ecuador
en el primer país latinoamericano que elimina su moneda nacional (Larrea,
2004).
[x] La
zona de Mata es aquella que se
encuentra en el litoral nordestino de Brasil (zona costera), tradicionalmente
productora de caña de azúcar
[xi] Sertão es una región del interior del
Nordeste de Brasil, caracterizado por el clima semi-árido con temperaturas
elevadas y lluvias irregulares el año todo.
[xii] Los posseiros son trabajadores agrícolas que
tiene una posesión de tierra pero que no poseen un documento oficial que pruebe
que ellos son dueños o propietarios de la tierra.
[xiii] Barganha es el
acto de cambiar un objeto por otro. En el caso de las ferias estudiadas se
refiere a la discusión y negociación de
los precios de los alimentos intercambiados.