Eutopia.
Revista de Desarrollo Económico Territorial
N.° 21, junio
2022, pp. 203-207
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
Ocampo Guzmán, María Guadalupe,
Fletes Ocón, Héctor B, Valdiviezo Ocampo Guillermo S, eds. 2019.
Actores sociales
y alternativas de coordinación para el desarrollo territorial. Ciudad de
México: Colofon (312 páginas).
Hugo A. Pizaña Vidal. Doctor en Estudios Regionales. Profesor de
asignatura de la Universidad Autónoma de Chiapas, México.Correo:
hugoadrian_25@hotmail.com, http://orcid.org/0000-0002-9850-1596
“Actores sociales y
alternativas de coordinación para el desarrollo territorial” es una obra que
reúne una serie de estudios sociales con un enfoque territorial, lograda
gracias al esfuerzo colectivo de estudiantes y docentes de posgrado de tres instituciones
académicas del Sur y Occidente de México. El libro ofrece al lector información
detalladas de investigaciones empíricas que relatan las experiencias de actores
locales que se interrelacionan y coordinan para confrontar diversas problemáticas
que impone la globalización capitalista; ya sea a través de mecanismos que
buscan propiciar formas alternativas de desarrollo o generar vías alternativas
al desarrollo para mejorar las condiciones de vida de ciertos grupos sociales, o
bien para reivindicar saberes y epistemologías -del sur- que son escasamente
reconocidas por la racionalidad moderna. Propone, con tales experiencias,
comprender los procesos de configuración de los territorios desde una mirada
que no solo observa cómo actores hegemónicos imponen instituciones, reglas y
normas que rigen la vida socioeconómica y productiva, sino también cómo los actores
locales, desde un ámbito cotidiano, las adaptan, resisten e incluso rechazan.
Entre los referentes comunes que unen estos trabajos, está
la perspectiva de que el territorio es un producto social y político, en la
línea de lo que se ha argumentado desde el giro espacial de los años
sesenta (pensemos en Lefebvre, Massey o Yi Fu Tuan)[i]. Así queda plasmado en la
introducción del libro, cuando los coordinadores sostienen que el territorio “expresa las maneras en que diversos actores establecen relaciones de
producción, y con ello, reproducen y se apropian del mismo, dándole forma y
contenido” (p. 9). Un segundo referente que se refleja en las investigaciones es
el análisis de las relaciones de poder; este último, entendido como una
propiedad presente en todo el tejido social, que existe y descansa bajo la
modalidad de lucha entre actores que, desde distintos ámbitos y escalas, buscan
instaurar formas concretas de desarrollo sobre los territorios. De ahí también que
examinar las instituciones políticas y culturales, así como las estrategias adaptativas
y de persistencia de los actores locales a la sociedad global, sea una
característica distintiva de los trabajos que compila la obra.
Estos referentes comunes atraviesan
los diez capítulos de los que consta el libro, que está organizado en tres ejes
temáticos. El primer grupo de trabajo, aborda temas relacionados
a los alimentos y los sistemas agroalimentarios regionales. El segundo conjunto
de estudios,destaca el papel
de las mujeres en el desarrollo territorial. El resto de los capítulos, abordan
cuestiones relacionadas a los desplazamientos, la adaptación y apropiación de
los territorios. Veamos con detenimiento el contenido de este esfuerzo
colectivo.
Sistemas productivos, alimentos tradicionales y
globalización
Los que participan en
este eje temático coinciden en señalar que el régimen económico del capitalismo
neoliberal impone nuevos desafíos a los sistemas agroalimentarios regionales.
Esto se manifiesta cuando se transforman las prácticas de producción locales, los
campos de organización de las cadenas agroindustriales, las condiciones de vida
y los hábitos alimentarios de las familias rurales.
El trabajo de Fletes y
Madariaga documenta los efectos que ha conllevado la introducción de palma de
aceite en los campesinos de la región soconusco en Chiapas, estado del sur de
México. Demuestran que históricamente las políticas de reconversión productiva
han fomentado la inserción de esta zona en una dinámica agroextractivista,
amenazando la seguridad alimentaria y ambiental de los pequeños productores y
campesinos. Ante tal contexto -sostienen Fletes y Madariaga- actores internacionales imponen dispositivos para el establecimiento de
alternativas de producción “sustentables” a través de criterios que son
certificados por la Roundtable on Sustainable Palm Oil. Aunque tales
dispositivos prometen bienestar social, competitividad, preservación de los
ecosistemas, y con esto, el desarrollo sostenible de la agroindustria, solo los
productores que se alineen y ajusten mejor a las regulaciones de la RSPO podrán
competir en el mercado. El resto, será excluido.
El problema de acceso a
la alimentación es un tema que atañe al capítulo de Gómez y Ocampo, quienes realizan
una revisión general de las condiciones de pobreza e inseguridad alimentaria en
el medio rural mexicano. Mediante un estudio de caso en un municipio del
altiplano chiapaneco, demuestran que los pequeños productores conforman un
sector vulnerable, en permanente riesgo de caer en condiciones de inseguridad alimentaria.
Este problema de carácter estructural se debe a la implementación de políticas
alimentarias que han fortalecido la importación de básicos baratos en lugar de
la producción interna. Como consecuencia, afirman los autores, se deterioran
las condiciones productivas y de vida de los agricultores, cuyos ingresos
resultan insuficientes para acceder a alimentos. La investigación reafirma lo que
autores como Magdoff (2012) han señalado: que el problema del hambre y de acceso a la comida
está asociado
al carácter mercantil de los alimentos.
Un enfoque sistémico es el que utilizan
Ordoñez, Oliva y Valdiviezo para examinar el proceso de reconfiguración de la
cadena productiva leche-queso en dos municipios de la región costa, en Chiapas.
Utilizan los conceptos de cadena de valor y gobernanza para describir los
cambios suscitados en el sector ganadero, el cual ha transitado de un modelo tradicional
basado en la producción familiar, hacia uno agroindustrial orientado al
mercado. Dicha reconfiguración en buena medida ha sido dirigida por programas
públicos que reproducen intereses de la agroindustria global, específicamente
de la industria láctea. De este modo, los ganaderos de la región han
incorporado prácticas que apuntan a la estandarización de la producción, misma
que se refleja en los sistemas productivos con la introducción de maquinaria,
así como en las mejoras relativas a la genética del ganado, alimentación,
salud, técnicas para la ordeña y riego. Esta investigación permite advertir que,
junto a las nuevas formas de articulación entre productores, comercializadores
y consumidores, se han establecido nuevos canales de comercialización. Un rasgo
novedoso de la actual cadena leche-queso en la costa es su vinculación con
mercados nacionales, a donde se dirigen productos derivados de la leche.
El
presente eje temático cierra con el capítulo de Rasgado y Ocampo, donde se
documenta la persistencia de sistemas alimentarios tradicionales en el
municipio de Tuxtla Chico, Chiapas. Este trabajo asocia los alimentos a un
interés simbólico y reconoce el potencial que tienen para movilizar estrategias
alternativas para el desarrollo local. Al igual que González (2012), las
autoras sostienen que los alimentos no son únicamente recursos para saciar el
hambre, sino que remiten a símbolos, valores y hábitos que se manifiestan en
los territorios y en los paisajes alimentarios; estos permiten caracterizar la
posición de la comida y de las prácticas culinarias desde las sociedades locales.
Así, Rasgado y Ocampo describen los espacios alimentarios de Tuxtla Chico como
ligados a eventos religiosos y a las festividades (p. 105). Por ello, la
producción de alimentos tradicionales no se puede explicar solo a partir de
relaciones mercantiles, pues también cumple una función cultural y política. En
este caso, la calidad de la comida evoca identidad, tradiciones y gustos que prefieren
la preparación artesanal.
Género, saberes y desarrollo
La segunda parte del
libro considera el género como factor explicativo del desarrollo territorial,
específicamente, su aportación en la producción textil, los agronegocios y la
interculturalidad en la salud pública. Además, enfatiza los óbices que las
mujeres enfrentan para ser reconocidas como agentes protagonistas del desarrollo.
Para la región Altos de
Chiapas, Imelda Cruz identifica los mecanismos que implementan dos cooperativas
de mujeres indígenas con el propósito de contribuir en la economía de sus
familias, a partir de la elaboración de prendas tradicionales que colocan en
mercados nacionales. La autora enmarca este análisis en las propuestas del
desarrollo local y de la economía solidaria, porque “aportan elementos para el
entendimiento de las acciones colectivas de las indígenas artesanas” (p. 146). En
el desarrollo local los actores y sus iniciativas son fundamentales para
impulsar el cambio social, mientras que en la economía solidaria se valoran las
prácticas comunitarias y de ayuda mutua. Ambas propuestas se oponen a la
exclusión que genera el sistema económico dominante y resaltan las estrategias
que despliegan hombres y mujeres para configurar nuevos espacios de trabajo. El
estudio demuestra que el desarrollo en los Altos de Chiapas requiere la participación activa de las mujeres indígenas, y las
cooperativas -en tanto formas de colaboración que emergen de la ciudadanía- favorecen
la transformación de la realidad social.
En el mismo sentido,
Claudia Prado observa que el desarrollo económico también se estructura sobre
la base del género. El capítulo analiza los factores que 17 empresarias de
Colima -estado del occidente de México- consideran clave para el éxito en el
agronegocio. Resaltan los niveles educativos y el apoyo familiar como elementos
esenciales para la creación y mantenimiento de una empresa. Una parte
importante del estudio reflexiona las causas y efectos económicos de las
desigualdades de género, arguyendo que son “producto de una construcción
cultural y no resultado de capacidades naturales diferenciadas entre los sexos”
(p. 172). Prado busca visibilizar el aporte de las mujeres colimenses a la economía
estatal e interpelar las políticas públicas para incentivar la participación femenina
en el ámbito empresarial. Afirma que una economía con un enfoque de género reivindica
a las mujeres como agentes económicos, así como sus actividades económicas
incluyendo el trabajo doméstico.
Por su parte, Ruiz y
Villalobos estudian desde una perspectiva etnográfica la labor de las parteras
tradicionales en un centro de salud público en la ciudad de San Cristóbal de
Las casas, Chiapas. Las parteras tradicionales son una figura emblemática de la
medicina tradicional, y sus prácticas incluyen saberes que no contempla la
medicina moderna, como el uso de recursos herbolarios, además de la consideración
del mundo afectivo-emocional de las mujeres y sus hijos. Las autoras hacen un
interesante recorrido sobre cómo distintas instituciones han fomentado la
integración de la medicina tradicional en los sistemas de públicos de salud, so
pretexto de relacionar saberes locales y médicos a través de relaciones
interculturales. Sin embargo, una mirada fina -producto de su trabajo de campo-
les permite identificar estereotipos y prácticas que discriminan y deslegitiman
el trabajo de las parteras. Sus hallazgos revelan que la comunicación entre los
especialistas biomédicos y las parteras que es poco armónica, y que no hay estrategias
institucionales que propongan mejoras en esta relación. Además, destacan que
las parteras luchan por el reconocimiento de sus saberes por
parte de las instituciones gubernamentales.
Desarrollo, apropiación y lucha por el espacio
La última parte del libro
lo conforman tres capítulos dedicados a estudios que relacionan desarrollo y
territorio, su apropiación y lucha.
Sifuentes, Amezcua y
Vargas caracterizan los rasgos de algunas comunidades campesinas de Nayarit, que fueron desplazadas
de sus territorio a raíz de la construcción de un
proyecto hidroeléctrico. Para hacer esta caracterización emplean un modelo
analítico basado en la teoría del desarrollo local, ya que les permite
“vislumbrar las condiciones potenciales del desarrollo desde la perspectiva de
los actores mismos”. Los autores no comparten la visión convencional del
desarrollo en términos verticales y objetan que las opiniones de los actores
locales no sean consideradas en la implementación de megaproyectos. Afirman que
esta forma de desarrollo deriva en el desplazamiento forzado de poblaciones
enteras y otros efectos paralelos como pobreza y pérdida de ambientes
socioculturales. En realidad, la reubicación de las poblaciones, cuando se
trata de “favorecer el desarrollo” por la vía de proyectos de infraestructura,
ocasiona un proceso de desterritorialización que conlleva no solo pérdidas
materiales, sino también simbólicas. Sifuentes et al., identifican estos rasgos
en las comunidades de Nayarit, que a su vez tratan de resistir apropiándose de
nuevos territorios mediante diversas estrategias productivas.
Por otro lado, Álvaro Armas utiliza el
concepto de gubernamentalidad de Foucault para
analizar la confrontación de distintas modalidades de gestión del agua en el
municipio de Totonicapán, en Guatemala. Por gubernamentalidad
refiere a las tecnologías sociales (leyes, normas y reglas), mediante las
cuales los gobiernos hacen valer su poder, empleando procedimientos que
permiten controlar y vigilar la vida. Armas señala que a nivel global el agua
se ha convertido en un simple objeto de venta, y sobre ella se tejen intereses corporativos
que ven en este recurso una oportunidad para extraer valor económico. De este
modo, los actores poderosos construyen discursos organizadores para influir en
las formas nacionales de gestión del agua, vista ahora como un “recurso estratégico”
que es necesario privatizar. Esta lógica utilitarista se contrapone a la visión
de las comunidades locales de Totonicapán, quienes tienen su propia concepción
del agua como un elemento de vida, además de una estructura de autoridad local
cuyo orden normativo discrepa del plasmado en la constitución del Estado. Es
sobre la base de este orden normativo local y de las creencias naturales sobre
el agua que se erige la defensa y lucha por los territorios indígenas de
Guatemala.
El capítulo que finaliza este eje temático corresponde
al estudio de Alejandra Peña y Octavio Ixtacuy, donde
documentan el modo en que se desarrolla el comercio informal en los alrededores
de dos mercados municipales de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Los autores describen
con detalle la apropiación y uso que los vendedores ambulantes dan a la vía
pública, así como las luchas que emprenden cuando intentan desplazarlos de su lugar
de trabajo, como ocurrió con un proyecto gubernamental que buscó reubicarlos
para no afectar intereses económicos de comerciantes formales. Este trabajo
demuestra que el “espacio público es un recurso económico, social, cultural y geográfico
para la actividad comercial” (p. 307); su construcción, uso y apropiación se
materializa en relaciones sociales, los conflictos y acuerdos que establecen
con otros actores del sistema territorial como las autoridades locales y los
lideres de organizaciones sociales.
Bibliografía
Magdoff, Fredd
(2012). “Food as a commodity”. Monthly
review, 63 (8): sp. https://monthlyreview.org/2012/01/01/food-as-a-commodity/
González,
Alma (2012). “Paisajes hortícolas y cultura alimentaria en Guatemala”. Revista
Geográfica De América Central, 2 (49): 133-156. https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/geografica/article/view/5011/4795
Notas
[i]
Estos autores cambiaron el sentido del espacio al asignarle el carácter de
espacio-abierto a percepciones, vivencias, sentimiento y emociones, lo que a su
vez permitió adscribirle una dimensión local/particular asociada a una escala
pequeña. Con ello, las teorías del desarrollo comenzaron a distinguir al
territorio ya no como dimensión estática (como simple receptáculo) y uniforme
(homogéneo), sino con un mayor grado de complejidad al considerar los factores
culturales, históricos y físicos (naturales y artificiales).