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Análisis político del discurso de Ernesto Laclau: una propuesta para la investigación social transdisciplinaria

Political Analysis of the Discourse of Ernesto Laclau: A Proposal for Trans-disciplinary Social Research

Análise político do discurso de Ernesto Laclau: uma proposta para a pesquisa social transdisciplinar

Hernán Fair
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Análisis político del discurso de Ernesto Laclau: una propuesta para la investigación social transdisciplinaria

Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 54, 2016

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

Recepción: 01 Enero 2015

Aprobación: 01 Octubre 2015

Resumen: El presente artículo desarrolla una propuesta de articulación transdisciplinaria que aporta algunas herramientas teóricas tendientes a complejizar y reforzar la capacidad operativa de la perspectiva de Ernesto Laclau, con el objeto de construir una metodología rigurosa, útil y válida para el análisis político del discurso, sin perder de vista su meta socialmente transformadora. De este modo, se espera contribuir a la construcción de un programa de investigación social sobre la teoría de la hegemonía desde nuestra región.

Palabras clave: teoría de la hegemonía, análisis político del discurso, teoría política posfundacional, articulación transdisciplinaria, Ernesto Laclau.

Abstract: This article develops a proposal for trans-disciplinary collaboration that offers some theoretical tools that both complicate and strengthen the operational capacity of the perspective of Ernesto Laclau. The objective is to deconstruct a useful, rigorous and valid methodology for the political analysis of discourse without loosing the vision of social transformation. The hope is to contribute to the construction of a program of social research about the theory of hegemony from our region.

Keywords: theory of hegemony, political analysis of discourse, post-foundational political theory, trans-disciplinary collaboration, Ernesto Laclau.

Resumo: O presente artigo desenvolve uma proposta de articulação transdisciplinar que fornece algumas ferramentas teóricas destinadas a complexar e reforçar a capacidade operacional da perspectiva de Ernesto Laclau, a fim de construir metodologia rigorosa, útil e válido para a análise política do discurso, sem perder vista a sua meta socialmente transformadora. Desta forma espera-se contribuir para a construção de um programa de investigação social sobre a teoria da hegemonia, desde a nossa região.

Palavras-chave: teoria da hegemonia, análise política do discurso, teoria política pós-fundacional, articulação transdisciplinar, Ernesto Laclau.

Una pluralidad de estudios han señalado los problemas teóricos, metodológicos, epistemológicos y normativos de la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau.[ 1 ] Sin embargo, son escasos los intentos de brindar una respuesta propositiva a estos déficits y limitaciones, contribuyendo a construir una teoría sistemática y una metodología concreta para el análisis político del discurso y para el desarrollo de un programa de investigación social desde nuestra región.[ 2 ] El siguiente trabajo aporta algunos recursos teóricos para contribuir a sortear este problema, a partir de una propuesta de articulación transdisciplinaria que examina una serie de herramientas afines provenientes de la semiótica social, el psicoanálisis lacaniano, la teoría social contemporánea, la psicología social y la teoría neomarxista.[3] Se sostiene que una cuidadosa incorporación de estas herramientas puede contribuir a complejizar y aumentar la capacidad heurística de la perspectiva de Laclau desde la dinámica política, fortaleciendo su capacidad operativa para el análisis sociopolítico y crítico en Ciencias Sociales.

Déficits teóricos en la perspectiva de Laclau y contribuciones para el análisis político del discurso en clave de transdisciplinaridad

El déficit para examinar el plano enunciativo del discurso: algunas contribuciones de la semiótica social

La teoría política del discurso de Laclau, construida sobre la base de aportes de la arqueología foucaultiana y el psicoanálisis lacaniano, se concentra en el papel central de la “articulación” simbólica de las “cadenas equivalenciales” y en los “efectos de frontera” que “fijan” de forma “precaria” y “contingente” los significados en torno a ciertos “puntos nodales” (Laclau y Mouffe 1987, 152 y ss.), luego definidos como “significantes vacíos” (Laclau 1996, 69 y ss.). Sin embargo, a diferencia de estos referentes teóricos, la propuesta del pensador argentino presenta escasos elementos para trascender el análisis de los enunciados (lo que se enuncia) para examinar la dimensión enunciativa, vinculada con las estrategias y modalidades discursivas que permiten al analista examinar desde qué posición y de qué modo se legitiman políticamente los discursos.[ 4 ] La semiótica social francesa es una de las teorías que mayor hincapié ha hecho en esta dimensión enunciativa, desde una perspectiva que presenta fuertes afinidades con la teoría posfundacional de Laclau. Se destacan, en ese marco, los aportes de la teoría de los discursos sociales de Eliseo Verón, que comparte con la perspectiva laclauciana la crítica al idealismo y al realismo epistemológico, el rechazo a las concepciones objetivistas y representacionalistas y la asunción del carácter material, histórico, social y contingente del discurso.[ 5 ]

En el marco del escaso desarrollo del plano enunciativo, Laclau no analiza aspectos vinculados con los géneros y estilos que expresan los discursos enunciados. En ese contexto, la teoría de los géneros discursivos de Bajtín (1982) puede aportar recursos complementarios para estudiar de una forma más compleja la construcción de hegemonías, más allá del análisis de contenido. En contraste con otras perspectivas afines de análisis del discurso y la hegemonía (Angenot 2012), [GC1] Laclau tampoco examina las restricciones para la enunciación pública de determinados discursos en la dinámica política, dejando de lado el abordaje de los significantes tabú.

En este trabajo se afirma que el empleo de los recursos de las perspectivas socio-semióticas que mencionamos puede contribuir a complejizar a la teoría de Laclau para el análisis político, al concentrarse en:

1) El desarrollo del aspecto enunciativo de los discursos, vinculado con las modalidades, valoraciones y estrategias políticas que asumen las discursividades para legitimar determinados enunciados y deslegitimar otros. Ello incluye la posibilidad de examinar las formas, estilos, tonalidades y géneros discursivos de los agentes y su nivel de “dialogismo” (Bajtín 1982), junto a las modalidades, componentes, estrategias enunciativas y dispositivos de enunciación, en estrecha relación con el empleo de determinados “colectivos de identificación” (Verón 1987a). La teoría francesa del discurso social, además, permite examinar los límites históricos de lo “decible” y lo “pensable” en determinada coyuntura o proceso histórico-político[ 6 ] (Angenot 2012).

De forma más específica, el uso de estas herramientas, desde el análisis político del discurso, podría contribuir a examinar más detenidamente:

a) Las diferentes estrategias y modalidades de legitimación política de los discursos y su relación con el empleo de determinados colectivos de identificación, ya sea que apelen al saber objetivo de la ciencia y a la gestión técnica de los recursos públicos de los “vecinos”, al saber de lo que quiere la opinión pública o la “gente”, o a un discurso de valoración de la militancia política, basado en la exaltación de la confrontación social (lo que Verón define como la dimensión “polémica”) y una estrategia de legitimación que apela a la defensa de la soberanía popular y la expresión de la voz del “pueblo”.[ 7 ]

b) Los componentes enunciativos que predominan en los discursos, ya sea descriptivos, didácticos, prescriptivos o programáticos.

c) Los estilos enunciativos y argumentativos diferenciales de los enunciadores, ya sea que se estructuren mediante una forma más o menos confrontativa y más o menos dialógica o heteroglósica.

d) Los condicionamientos culturales de lo que, en determinada circunstancia o proceso histórico-político, puede ser decible, pensable y deseable, y lo que se constituye socialmente como un tema tabú, siendo reprimido, tendencialmente, de su enunciación pública.

e) Desde el plano metodológico, la distinción de la teoría de los discursos sociales de Verón entre las condiciones de producción y de recepción del discurso puede aportar herramientas valiosas para diferenciar diversos planos de análisis del discurso y para examinar los condicionamientos no meramente lingüísticos que restringen la eficacia performativa de los discursos.[8]

Cabe destacar que, tanto la semiosis social de Verón, como la teoría de los géneros discursivos de Bajtín y la teoría del discurso social de Angenot, comparten con Laclau una concepción epistémica que se puede situar dentro de una perspectiva posfundacional. En ese marco, tienen en común una serie de premisas:

a) La crítica al idealismo subjetivista y mentalista, ya sea dialéctico o trascendental.

b) La crítica al realismo objetivista y a toda forma de esencialismo y positivismo.

c) En el marco de los ejes anteriores, la crítica al racionalismo y al empirismo.

d) La crítica a la concepción representacionalista del estructuralismo saussuriano.

e) La crítica a toda forma de universalismo de lo social.

A su vez, estas perspectivas comparten, desde el plano de la positividad:

a) El énfasis en la dimensión constructiva y social del discurso, las identidades y el orden comunitario.

b) El énfasis en la dimensión material del orden significante.

c) La existencia de una dimensión performativa y transformativa del discurso.

d) El énfasis en la contingencia, historicidad y precariedad de lo social.

e) La dimensión de relacionalidad e intersubjetividad de las identidades.

f) La dimensión polémica y antagónica de lo social.

g) El carácter interpretativo de todo análisis del discurso.

Hemos destacado el valor de estas tres perspectivas semióticas, pese a sus divergencias, en el momento en que recuperan una concepción teórica posfundacional que se centra en la construcción simbólica e intersubjetiva de la realidad y asumen la contingencia, la incompletitud y la no transparencia de lo social. Ello implica, en consonancia con su común herencia foucaultiana, un rechazo a las perspectivas idealistas, realistas, positivistas y representacionalistas, destacando la materialidad, performatividad e historicidad del orden significante y los aspectos subjetivos, sociales, contingentes y precarios que estructuran las identidades políticas y el orden comunitario.[9]

En nuestra región, algunos referentes de la teoría de la hegemonía han reconocido las vinculaciones teórico-metodológicas y epistémicas entre las perspectivas de Laclau y Verón (Retamozo y Fernández 2011) y de Laclau y Bajtín (Arfuch 2002; Balsa 2011), aunque se entiende que hace falta profundizar el debate sobre sus afinidades y divergencias.[ 10 ] También se cuenta con algunos antecedentes de análisis empírico que han articulado herramientas de estas perspectivas desde nuestra región, ya sea para investigar al desarrollismo posperonista en Argentina (Laguado Duca 2011), el menemismo (Fair 2013) o el kirchnerismo (Retamozo y Muñoz 2008).

Los déficits para analizar con profundidad la dimensión identitaria: algunos aportes de la teoría de las representaciones sociales y el análisis de las tradiciones culturales

La teoría posfundacional de la hegemonía de Laclau presenta herramientas centrales para analizar la dimensión identitaria en los procesos políticos. Sin embargo, relegó el papel clave que asume lo que ha sido definido como la “perspectiva de la tradición”, una de las dimensiones constitutivas del discurso y las identidades políticas (Aboy Carlés 2001, 45 y ss. (Error 1: La referencia Aboy Carlés 2001, 45 y ss debe estar ligada) (Error 2: El tipo de referencia Aboy Carlés 2001, 45 y ss es un elemento obligatorio) (Error 3: No existe una url relacionada)). Este déficit teórico impidió profundizar en el análisis de los condicionamientos histórico-políticos y socioculturales provenientes de los mitos, creencias y tradiciones parcialmente sedimentadas y objetivadas, las mismas que presentan una “relativa estructuralidad”[ 11 ] (Barros 2002, 22 y ss.). Una de las perspectivas afines que ha aportado recursos que se consideran particularmente valiosos para sortear estos déficits es la teoría de las representaciones sociales de la escuela francesa, que permite examinar el papel de las creencias sociales y la construcción del sentido común desde una concepción más centrada en las interacciones sociales cotidianas de los agentes. Una segunda perspectiva valiosa proviene del campo de la historia de las ideas y de lo que podemos definir como el estudio de las tradiciones culturales parcialmente sedimentadas y objetivadas. La integración dialógica de estas herramientas podría ser útil para fortalecer la capacidad heurística de la teoría de la hegemonía para el análisis político del discurso, de modo tal que:

1) La teoría de las representaciones sociales de Moscovici (1979) podría contribuir a analizar los aspectos psicosociales vinculados con el estudio de las representaciones sociales, las creencias colectivas y su impacto en la construcción y transformación del sentido común. En ese marco, sus categorías podrían aportar al análisis del proceso de construcción intersubjetiva de las creencias desde una dimensión más micro de la hegemonía, examinando la construcción de las representaciones sociales de los actores en las interacciones interindividuales de la vida cotidiana y cómo sus imaginarios y creencias parcialmente sedimentadas condicionan sus ideas y el destino de las formaciones hegemónicas.

2) Las contribuciones adicionales de Doms y Moscovici (1984), en clave de análisis político del discurso, podrían ser útiles para analizar la influencia social que ejerce la presión del grupo sobre los individuos y las restricciones y posibilidades (discursivamente creadas y aprehendidas) para expresar públicamente las formas de resistencia social por parte de las “minorías innovadoras”.[ 12 ]

3) El análisis político de las tradiciones culturales parcialmente sedimentadas, vinculadas con las teorías de la democracia, el liberalismo, el republicanismo, el conservadurismo y el comunitarismo, así como de las tradiciones históricas relacionadas con el nacionalismo (tanto político como étnico), el socialismo, el keynesianismo, el desarrollismo, el neoliberalismo, el federalismo, entre otras, podrían aportar a un mayor ordenamiento conceptual. En ese marco, el uso no esencialista de estas tradiciones discursivas parcialmente sedimentadas y objetivadas en textos previos y en experiencias subjetivas de los agentes, podría contribuir a que el analista político del discurso destaque el papel central de las creencias sociales arraigadas de los actores en la dinámica política.

4) De manera particular, el análisis político de los discursos, en términos de tradiciones culturales parcialmente sedimentadas y objetivadas, podría contribuir a complejizar el abordaje de los aspectos identitarios de los agentes en la construcción de hegemonías, aportando recursos valiosos para fortalecer a los estudios centrados en la teoría posfundacional del populismo. En ese sentido, podría ser útil para distinguir, a partir de un continuum, entre diferentes modalidades de construcción identitaria de los liderazgos políticos (tendencialmente más democrático-horizontales, igualitarios, participativos y socialmente incluyentes, o bien tendencialmente más verticalistas-autoritarios, jerárquicos, burocráticos y socialmente excluyentes).[ 13 ]

5) A nivel metodológico, la estructuración de los discursos de los actores políticos bajo determinadas tradiciones sedimentadas y objetivadas que organizan las identidades políticas y condicionan de forma arraigada sus creencias y prácticas discursivas, puede contribuir a analizar la dimensión del éxito interpelativo (así como los límites históricos) de las formaciones hegemónicas, o con pretensiones de hegemonizar el espacio social.[ 14 ]

Aunque la perspectiva constructivista de Moscovici podría ser compatible metodológicamente con la teoría de Laclau, e incluso existen algunos antecedentes que han planteado su integración a nivel empírico (Sánchez Estellez 2009; Magrini 2012), o han destacado los aportes desde otras perspectivas de la psicología social (Jorgensen y Philips 2010), se debe examinar más en detalle posibles problemas a nivel epistemológico. En cuanto a los análisis en términos de tradiciones culturales, junto con algunos abordajes del llamado populismo “de derecha” en Europa (Panizza, 2009), en nuestra región se cuenta con contribuciones valiosas que han analizado los vínculos teóricos entre el populismo y el socialismo (De Ípola, y Portantiero 1989; Arditi 2010; Balsa 2010), el populismo y las tradiciones liberales y democráticas (Arditi 2004; De Ípola 2009; Aboy Carlés 2010, 2013) y el populismo y el republicanismo (Rinesi y Muraca 2010). A su vez, existen algunos estudios que han analizado la importancia de estas tradiciones culturales, incluyendo la cuestión del federalismo, durante las experiencias del populismo clásico latinoamericano (Groppo 2011; Melo, 2013). En todo caso, se pretende destacar el escaso desarrollo teórico y conceptual de Laclau del papel condicionante de las creencias sociales de sentido común que estructuran de forma interactiva los discursos de los actores en su vida cotidiana y la escasa sistematización de las tradiciones (entendidas como conceptualizaciones discursivas) que se encuentran parcialmente sedimentadas y arraigadas históricamente en determinados textos de referencia y en las construcciones mentales de los agentes, condicionando sus léxicos y sus prácticas discursivas, y contribuyendo a estructurar y transformar el orden comunitario.[ 15 ]

Los déficits para analizar políticamente el plano de los imaginarios sociales y las formas de identificación catexial: algunos aportes complementarios desde la “izquierda lacaniana”

Desde su trabajo fundacional de mediados de los años ochenta, Laclau hizo un creciente uso de las herramientas teóricas del psicoanálisis lacaniano, en una contribución central al análisis político. Sin embargo, algunas categorías clave de Lacan (2006, 2008) tuvieron un escaso desarrollo, solo parcialmente enmendado en los textos de su última etapa (Laclau 2003, 2005). Autores como Žižek (1993), Stavrakakis (2010), Aibar (2011) y Gutiérrez Vera (2011), entre otros, se han referido a los déficits de Laclau para analizar el plano de los imaginarios, la dimensión afectiva y catexial de la hegemonía y el papel de las fantasías y del síntoma social. Profundizando estos señalamientos, se debe destacar el relegamiento de Laclau de categorías lacanianas clave, como el goce y el plus de goce, la escasa teorización sobre las formas de identificación social y el llamativo silencio frente a la teoría de los cuatro discursos y el análisis de herramientas centrales de la teoría lacaniana, como el nudo borromeo y la cinta de Moebius. Ello impidió a Laclau distinguir adecuadamente entre los registros de lo simbólico, lo imaginario y lo Real, para luego profundizar en el análisis de sus anudamientos ónticos desde la dinámica política.[ 16 ] En ese sentido, afirmamos que:

1) Un uso más profundo de las nociones lacanianas de goce y plus de goce permitiría reforzar el análisis político de las identificaciones colectivas inconscientes, aportando recursos para comprender la construcción de hegemonías y sus límites histórico-políticos. De manera particular, podría contribuir a:

a) Distinguir más nítidamente las ligazones y desligamientos de catexis inconscientes en torno a determinadas figuras de autoridad y las modalidades de identificación y des-identificación frente a determinados ideales colectivos investidos de goce. En ese marco, podría aportar recursos teóricos para trascender el análisis de los procesos de identificación con la figura del líder como significante Amo (S1), hacia las ligazones y desapegos afectivos en torno a determinados rasgos y objetos (S2) (por ejemplo, el goce derivado del consumo de ciertas mercancías capitalistas) y hacia el propio orden hegemónico, o con pretensiones de hegemonizar el espacio social.

b) Examinar discursivamente el papel que adquieren en la dinámica política determinados deseos investidos libidinalmente de goce, como las metáforas unarias que remiten a la corporalidad y a la unidad orgánica, así como al plus de goce que se inviste en el deseo de mirar/ser mirado, escuchar/ser oído, asociado al “deseo de reconocimiento” del Otro. Estas herramientas podrían aportar recursos teóricos clave para reforzar el análisis posfundacional del populismo, contribuyendo a analizar y comprender de una forma más compleja los aspectos inconscientes de identificación afectiva (amor, cariño) y/o de rechazo social (odio, asco y otras sensaciones y deseos no racionales) de los sectores interpelados hacia los fenómenos populistas y/o hacia los liderazgos políticos que lo encarnan.

2) Un abordaje más profundo del concepto de “objeto a” de Lacan desde el análisis político del discurso podría contribuir a distinguir entre las modalidades de identificación social corporeizadas de forma directa en la figura casi hipnótica del líder político como significante Amo y las formas de identificación social adheridas catexialmente a ciertos “objetos parciales” o “rasgos unarios”, que funcionan como conceptos mediadores investidos libidinalmente como causa de deseo (ideales políticos o culturales compartidos), contribuyendo a analizar diferentes modalidades de construcción del lazo social y la operación hegemónica.[ 17 ]

3) El empleo de la teoría de los cuatro discursos desde el análisis político del discurso podría contribuir a distinguir y a explicar distintas modalidades estructurales de organización del lazo social, analizando las formas discursivas patriarcales-autoritarias, mercantilistas, tecnocráticas y posmodernas de dominación del Amo en el capitalismo actual, así como sus transformaciones histórico-políticas.[ 18 ]

4) El empleo del concepto de nudo borromeo desde el análisis sociopolítico del discurso podría contribuir a comprender y explicar tanto las formas de estructuración imaginarias del lazo social, como la emergencia del momento histórico de desestructuración (dislocación), que muestra los límites macro-estructurales (Reales) de toda construcción hegemónica.

5) La figura de la cinta de Moebius podría contribuir a analizar la forma “éxtima” que adquiere la estructuración de los discursos, la construcción de las identidades políticas y la conformación del orden social, poniendo de manifiesto el carácter dinámico y complejo de la hegemonía.

6) El estudio de las “formaciones del inconsciente” (Lacan 1976), desde el análisis político del discurso, podría contribuir a realizar un abordaje más sistemático y complejo del papel político que adquieren las fantasías (“fantasmas”) colectivas que estructuran el orden social, aportando recursos para analizar las formas imaginarias (utópicas, míticas, ilusorias) de construir el lazo social y para realizar una distinción conceptual más rigurosa entre la hegemonía y la ideología.[ 19 ]

7) El uso del concepto de síntoma social, desde el análisis político del discurso, podría contribuir a examinar las formas histórico-políticas particulares que emergen de la “dislocación estructural”[ 20 ] (Laclau 1993, 53 y ss.). Tomando en cuenta el anudamiento borromeico de lo simbólico, lo imaginario y lo real, el estudio de la forma de metabolización significante que asumen estas construcciones sintomáticas, desde un análisis que distinga grados de estructuración, permitiría examinar los niveles de “reactivación” social que construyen los agentes en respuesta al espacio dislocado, diferenciando entre las modalidades que sintomatizan simbólicamente lo Real desde construcciones meramente diferenciales y negativizadas frente al orden dominante, las construcciones sintomáticas antagónicas y las que trascienden la mera negatividad frente al orden dislocado para construir un lazo social alternativo, ya sea asumiendo su dimensión “barrada” (fallada), o pretendiendo edificar un imaginario fantasmático (e ideológico) de la plena universalidad.[ 21 ]

8) A nivel metodológico, el análisis de los mandatos superyoicos y los imaginarios sociales sedimentados, en vinculación con el papel de la ligazón catexial hacia determinados objetos y figuras y la sintomatización simbólica de lo Real, podrían contribuir a analizar la dimensión de la eficacia interpelativa de la hegemonía, contribuyendo a explicar el éxito discursivo o los límites performativos de determinadas interpelaciones para generar identificaciones sociales duraderas en los actores interpelados.

En los últimos años, diversos análisis examinaron las vinculaciones conceptuales entre la teoría de la hegemonía de Laclau y la teoría de Lacan, en particular desde la llamada “izquierda lacaniana” (Glynos y Stavrakakis 2008; Alemán 2009; Stavrakakis 2010). También se han desarrollado distintos abordajes empíricos que retomaron las herramientas de la teoría lacaniana para analizar procesos políticos contemporáneos, incluyendo análisis del populismo europeo (Stavrakakis 2009), la construcción del proceso identificatorio de los estudiantes de Sociología en México (Fuentes Amaya 1998) o la crítica del derecho positivo (Foa Torres 2012), entre otros. Sin embargo, se carece aún de una teoría sistemática para operacionalizar las categorías lacanianas desde el análisis político del discurso y la construcción de hegemonías.

Los déficits para analizar las mediaciones institucionales y las prácticas sociales de los actores políticos predominantes: algunos aportes de la teoría social contemporánea

En su doble crítica al idealismo y al estructuralismo saussuriano, Laclau se refirió en diversas ocasiones a la importancia de los factores institucionales y al papel que juegan las “decisiones”, destacando las “complejas prácticas ideológicas, discursivas e institucionales” de los actores políticos en la construcción hegemónica (Laclau y Mouffe 1987; Laclau 1993, 47, 133). En efecto, “la función de fijación nodal nunca es una mera operación verbal, sino que está inserta en prácticas materiales que pueden adquirir fijeza institucional” (Laclau 2005, 138). Sin embargo, manteniendo los residuos de la lingüística estructuralista, el teórico argentino subestimó notablemente en su obra la relativa autonomía y agentividad que adquieren los agentes políticos (Aboy Carlés 2001), sus recursos de poder diferenciales, así como la reflexión y el análisis más profundo de sus interacciones ónticas con los niveles no meramente lingüísticos del discurso (De Ípola 2001). Como consecuencia de esta herencia postsaussuriana no plenamente resuelta –a lo que debemos sumar el énfasis creciente en el abordaje del plano ontológico de la hegemonía (Howarth 2008)–, Laclau no profundizó en la relativa autonomía de los actores políticos, ni distinguió como corresponde los planos y niveles de análisis discursivo de la hegemonía, ni mucho menos conceptualizó o examinó las formas de interacción históricas entre las interpelaciones ideológicas, los condicionamientos institucionales, físicos, biológicos y contextuales y las prácticas sociales de los agentes, desde la dinámica política en la que se asientan.[ 22 ]

Una respuesta posible a este déficit teórico-metodológico consiste en tomar como base algunas herramientas provenientes de la teoría social contemporánea, en particular desde las perspectivas de Giddens y Bourdieu, con quienes comparte la crítica al falso dualismo objetivismo-subjetivismo y el rechazo al positivismo[ 23 ] (lo que Giddens denomina el “consenso ortodoxo”). Mediante una adaptación deconstructiva que permita trasladar sus valiosas herramientas al análisis político del discurso, la teoría de Laclau podría sortear algunos de estos déficits, de modo tal que:

1) El empleo en clave posfundacional de la teoría de la estructuración de Giddens (1995) podría contribuir a:

a) Deconstruir y retomar el concepto de actor político, entendido como un agente social que es relativamente autónomo de las estructuras y que presenta una relativa capacidad activa, reflexiva y racional, sin que ello suponga un retorno al individualismo metodológico, al racionalismo y al intencionalismo.[ 24 ]

b) Analizar las restricciones sociales (discursivas) provenientes de factores estructurales, como el marco institucional, que condicionan (“restringen” y “habilitan” al mismo tiempo) la estructuración de las formaciones hegemónicas.

c) Reconocer la multiplicidad de actores que, tanto en términos individualizados, como colectivos (organizados institucionalmente o no), construyen y disputan activamente la hegemonía, trascendiendo los límites de las visiones pluralistas-individualistas, corporativas y clasistas-marxistas de la Ciencia Política.[ 25 ]

d) Distinguir y examinar la diferencialidad de “capacidades” y de “recursos” simbólicos e institucionales que cuentan atributivamente los agentes en la dinámica política para construir eficazmente hegemonías, sin que ello implique asumir posiciones esencialistas, aprioristas, deterministas o lineales de lo social.

e) Analizar discursivamente las interacciones relativamente reflexivas entre los condicionamientos sociales, los recursos atributivos de los agentes y sus prácticas sociales e institucionales, cuya dinámica compleja contribuye a explicar la estructuración histórica y el destino de las operaciones hegemónicas.

2) El empleo de la teoría de los campos de Bourdieu (2000), desde el análisis político del discurso, podría contribuir a analizar los condicionamientos sociales provenientes del “capital” acumulado en cada “campo”, incluyendo el capital político, simbólico y cultural, entendiendo estos capitales como discursos relativamente sedimentados y objetivados que se vinculan con determinados imaginarios sociales atribuidos histórica y socialmente como valiosos por los actores interpelados.

3) Ambas perspectivas podrían contribuir a analizar el papel central que asumen las prácticas sociales e institucionales y los “habitus” (Bourdieu, 1991) de los agentes en la construcción de hegemonías, incluyendo las formas de interacción de los agentes, a través de las prácticas repetitivas de consumo y las modalidades de acumulación, participación y movilización popular, que permiten reproducir el orden social a partir de su propia producción.

4) Un abordaje deconstructivo que historice los aportes conceptuales de estas vertientes podría contribuir a analizar políticamente las formas de interacción ónticas entre los aspectos agenciales y estructurales parcialmente sedimentados y objetivados, cruciales para examinar el éxito performativo (y los límites históricos) de determinada formación hegemónica, o con pretensiones de hegemonizar el espacio social.

Existen algunos antecedentes que han planteado vinculaciones conceptuales entre la teoría de la hegemonía y la teoría de la estructuración de Giddens (De Ípola 2001; Schuster 2005) y también con la teoría social de Bourdieu (Laguado Duca 2011). A pesar de sus divergencias, estas perspectivas comparten una serie de elementos ontológicos, entre los que podemos mencionar:

a) Las críticas al economicismo marxista.

b) Las críticas al establecimiento a priori de las clases, que en todo caso solo pueden persistir “en el papel” (Bourdieu 1984).

c) Las críticas al objetivismo marxista, estructuralista y funcionalista.

d) Las críticas al positivismo y a las concepciones teleológicas.

e) El énfasis en la dimensión interpretativa y precaria de lo social, desde una orientación estructural.

f) La importancia de la dimensión simbólica y político-cultural en la construcción social.

También podemos destacar la influencia ideológica en común de estas tres perspectivas, que incluye algunos elementos implícitos del estructuralismo levistraussiano sobre el papel estructurante del orden simbólico y se extiende hacia la concepción fenomenológico-existencialista del tiempo de Heidegger (García 2007) y, en menor medida, a la concepción foucaultiana (Giddens 1995) y gramsciana (Bourdieu 1984) del poder. Sin embargo, hace falta profundizar en las convergencias y divergencias a nivel metodológico y ontológico.

Desde los análisis empíricos de nuestra región se han planteado algunas articulaciones entre la teoría de la hegemonía de Laclau y la teoría de Bourdieu para analizar el discurso del desarrollismo posperonista en Argentina (Laguado Duca 2011), así como algunas integraciones con conceptos clave de la teoría de la estructuración de Giddens (Fair 2013), aunque, hasta el momento, los dialogismos sistemáticos han sido escasos.

Los déficits para analizar el plano de las políticas públicas del Estado: algunos aportes complementarios de la sociología neoweberiana

En el marco de los límites de Laclau para analizar los condicionamientos no meramente lingüísticos del discurso que se refieren al aspecto institucional, y frente al problema de la indistinción de capacidades interpelativas entre los agentes que co-construyen hegemonía, un problema adicional que se percibe en la teoría de la hegemonía radica en sus escasas contribuciones para analizar discursivamente el plano de las políticas públicas del Estado, en estrecha relación con el papel político contextualmente predominante que asumen los actores corporativos.[ 26 ] Como una respuesta a este déficit teórico-metodológico, una opción valiosa consiste en destacar las contribuciones de la sociología neoweberiana, que comparte con la teoría de la hegemonía de Laclau la crítica al economicismo y al determinismo del marxismo ortodoxo y el rechazo a las perspectivas holistas y positivistas. Un cuidadoso análisis deconstructivo de estas corrientes podría contribuir a examinar más en profundidad:

1) Las mediaciones discursivo-institucionales provenientes de la relación entre el Estado y los actores políticos corporativos. En ese marco, los aportes de las perspectivas dirigenciales y de las concepciones neocorporativas, en clave posfundacional, podrían contribuir a analizar las interacciones políticas entre determinado gobierno, los grandes empresarios y los sindicalistas, o extender el análisis político a otros actores de poder, como las Fuerzas Armadas y policiales, los partidos políticos, la burocracia en la administración pública e incluso los grupos de medios masivos concentrados.

2) Las disputas hegemónicas en torno a las demandas predominantes de los actores políticos clave y cómo ello se traduce, en un juego de interacción compleja con las interpelaciones y reformulaciones discursivas desde el Estado, en la implementación, por acción u omisión, de determinadas políticas públicas vinculantes.

En este punto, los aportes teóricos y empíricos son muy escasos, aunque se puede destacar las contribuciones de Schuster (2005) para analizar la protesta social y los vínculos del Estado y los actores sindicales. En cuanto al análisis de las vinculaciones políticas e institucionales entre el Estado y los sectores empresariales locales y transnacionales, las perspectivas no economicistas de la teoría de las políticas públicas, como el clásico texto de Oszlak y O’Donnell (1992), y estudios dirigenciales que trascienden las perspectivas Estado-céntricas y socio-céntricas, como los trabajos de Viguera (2000) y Sidicaro (2003), podrían aportar recursos útiles y valiosos, aunque hace falta profundizar en el debate concerniente a la integración a nivel metodológico y epistémico.[ 27 ]

Los déficits para analizar los condicionamientos y restricciones del sistema económico y de sus modelos de acumulación: aportes desde la teoría y la sociología política neomarxista

La teoría posfundacional de la hegemonía de Laclau abandonó progresivamente el dialogismo con las tradiciones marxistas, incluyendo sus debates iniciales con el neomarxismo (Laclau, 1991) y el proyecto para construir un “socialismo democrático” (Laclau 1993, 235), lo que incluía una propuesta para deconstruir e historizar el concepto de “clase social” bajo ciertas circunstancias histórico-políticas particulares del capitalismo actual (enclaves mineros, a lo que luego agregaría “áreas campesinas atrasadas”) caracterizadas por la homogeneización y la estabilidad tendencial de posiciones de los agentes sociales (Laclau 1993, 173-176; 2003, 300). En ese marco, sobre todo a partir de La razón populista, fue perdiendo centralidad la herencia de la teoría social marxista que Laclau procuraba conservar en su propuesta “posmarxista”. En el presente trabajo se sostiene que una deconstrucción en clave posfundacional de algunas teorías no economicistas del neomarxismo, entre las que se puede mencionar a la Teoría de la Dependencia (Cardoso y Faletto 1976) y a la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer 2002), articulado con un uso más profundo de las herramientas analíticas de la teoría gramsciana (Gramsci 1984), podrían contribuir a analizar políticamente los condicionamientos que ejerce la estructura del sistema económico capitalista y de su modo de producción, acumulación social y consumo predominante. La “traducción” de estos recursos al análisis político del discurso, filtrado de sus fundamentos últimos, podría aportar, así, a:

1) Un desarrollo más complejo y profundo del papel político central que asumen contextualmente los condicionamientos económicos (discursivos) del modo de producción capitalista en la construcción y el destino de las hegemonías.[28] Ello implica considerar la desigualdad histórica de recursos y, por lo tanto, el papel político privilegiado que asumen contextualmente:

a) Los grupos económicos locales y transnacionales, a partir de su capacidad (por acción u omisión) de controlar monopólica u oligopólicamente los precios del mercado, el poder de veto para restringir o canalizar las inversiones y liquidar los ingresos en divisas en el mercado local. Ello les permite contar con recursos atributivos para disciplinar política y simbólicamente a los trabajadores y sectores subalternos mediante la regulación arbitraria de los salarios, los precios de los productos minoristas y mayoristas y el nivel de empleo, condicionando, de este modo, los índices de ocupación (con el poder de veto para contribuir a generar elevadas tasas de desocupación y subocupación), los precios de primera necesidad (pudiendo contribuir a generar hiperinflaciones) y los niveles salariales (pudiendo promover una reducción salarial que coadyuva, bajo niveles elevados de desocupación, a generar lo que Marx definía como el “ejército industrial de reserva”).[ 29 ]

b) Determinados países centrales (como Estados Unidos y el grupo de los ocho países más industrializados del planeta), organismos multilaterales de crédito (Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial) y otros actores internacionales (fondos de inversión, financistas, empresas multinacionales y transnacionales), que cuentan con los recursos económicos y políticos para condicionar el destino de la hegemonía a escala nacional, a partir de su capacidad (por acción u omisión) de invertir y realizar préstamos financieros (o ejercer el poder de veto para diferirlos o rechazarlos), condicionando la dinámica de la disputa hegemónica, a partir de su impacto directo o indirecto en los indicadores económicos y sociales y en la legitimidad de los representantes políticos electos popularmente.

2) En el marco del punto anterior, una mayor comprensión del papel político-ideológico que asume la dimensión internacional en la construcción de la hegemonía en el capitalismo globalizado del siglo XXI. Ello incluye el análisis del rol político, económico y cultural privilegiado que adquieren actualmente los organismos multilaterales de crédito, Estados Unidos y las empresas multi y transnacionales, en el marco de las transformaciones tecno-científicas del proceso de mundialización, el incremento de las interconexiones comerciales y la expansión del modelo de reformas neoliberales y valorización financiera del capital, que extienden y fortalecen el papel político, económico y simbólico de las empresas multi y transnacionales, la banca internacional y el capital monopólico u oligopólico.

3) Un análisis más profundo del rol político clave que asumen las formas de colonialismo e imperialismo de Estados Unidos, con base en el poderío económico, tecno-científico y el desarrollo de su industria armamentista, así como una reflexión más compleja de la imposición de la dominación de los países centrales que actúan como acreedores en Europa (como es el caso actual de Alemania sobre Grecia).

4) La recuperación del concepto de “intelectuales orgánicos” de Gramsci, en clave posfundacional, podría contribuir a una comprensión y a un análisis más profundo de la construcción hegemónica, estudiando las formas contemporáneas de organización político-cultural e institucional del capital concentrado y las estrategias de legitimación de las fundaciones económicas y los centros de investigación neoliberales, así como de sus principales referentes intelectuales.

5) Un análisis político y crítico más complejo de las formas históricas de dependencia internacional entre los Estados, a partir de reconocimiento del actual poderío político y económico del imperialismo estadounidense y de la imposición de las formas de colonización ideológicas del pensamiento neoliberal-conservador sobre los países periféricos y subdesarrollados.

6) Los aportes teóricos derivados de la Escuela de Frankfurt y de los estudios críticos podrían contribuir a analizar y comprender, desde un análisis posfundacional del discurso, las formas de hiper-mercantilización y de “alienación” cultural que promueve el capitalismo posmoderno (Jameson 2003), incluyendo las prácticas institucionales, “normalizadoras” (Foucault 2003), disciplinadoras y objetivadoras del capitalismo neoliberal (management, “flexibilización” laboral, nuevas modalidades de castigos disciplinarios, etc.) que se imponen sobre los sectores subalternos.

7) La teoría del “capitalismo cognitivo” (Vercellone 2011), en clave posfundacional, podría aportar recursos útiles para una comprensión más profunda y un análisis más complejo de las nuevas modalidades y estrategias políticas de ejercer la dominación en el capitalismo neoliberal globalizado, incluyendo las formas de ejercicio de la hegemonía cultural con base en el saber experto, el empleo tecno-científico del conocimiento y el control monopólico u oligopólico de las redes y flujos de información.

Más allá de las divergencias ontológicas entre las teorías neomarxistas y el posmarxismo de Laclau, un análisis deconstruido de las concepciones no economicistas del marxismo en clave posfundacional, tal como lo hizo Laclau con el concepto gramsciano de hegemonía, podría aportar herramientas centrales para examinar la dimensión político-ideológica que vincula al Estado y a los actores políticos organizados a nivel local e internacional, en el marco de las restricciones estructurales (aunque aprehendidas discursivamente) provenientes del modelo de acumulación y de la dinámica asimétrica (tanto a nivel intra-estatal como inter-estatal) de funcionamiento actual del sistema capitalista.[ 30 ] Una integración cuidadosa de estas perspectivas, desde la teoría posfundacional del discurso, podría contribuir, a su vez, a complejizar el análisis político de aspectos no meramente lingüísticos del discurso que resultan centrales para la construcción de hegemonías en el capitalismo contemporáneo, como las prácticas sociales y los mecanismos “microfísicos” (Foucault 1992) e institucionales de ejercicio del poder y el disciplinamiento, normalización y exclusión social del “orden del discurso” (Foucault 1973).

El déficit normativo de la teoría de la hegemonía de Laclau: algunos aportes del neomarxismo y de la teoría lacaniana para radicalizar la dimensión crítica y socialmente transformadora

El progresivo relegamiento de la teoría posfundacional de Laclau de sus dialogismos con las perspectivas críticas de tradición neomarxista, junto al énfasis de su última etapa en el plano ontológico, se tradujo en un creciente déficit normativo, tal como ha sido reconocido por diversos trabajos[ 31 ] (Žižek 2003; Critchley 2008, entre otros). Estos déficits no solo generan importantes limitaciones para complejizar el análisis sociopolítico, sino que tienen profundas implicancias ético-políticas, en el momento en que restringen la capacidad de cuestionar el modo de funcionamiento y la lógica de producción y reproducción del sistema capitalista y de su modelo de acumulación neoliberal. De este modo, se limita la capacidad de desarrollar un análisis político que mantenga su dimensión de crítica radicalizada de las múltiples relaciones de poder y de ejercicio de la dominación y la opresión social sobre los sectores subalternos. Desde lo que aquí hemos definido como una izquierda posfundacional, la respuesta a este déficit crítico no debería reducirse a los valiosos aportes del pensamiento marxista (en un sentido amplio), sino que debe tomar en cuenta herramientas adicionales de otras perspectivas críticas que presentan afinidades ontológicas con la teoría de la hegemonía de Laclau. En ese sentido, nos referimos a la posibilidad de incorporar recursos complementarios que permitan desarrollar una crítica político-cultural y epistemológica que vaya más allá de Marx y del marxismo, sin perder por ello su radicalidad. Se destacan, en ese marco, los siguientes ejes centrales para reforzar esta dimensión inherente a la teoría laclauniana del discurso:

1) La crítica radicalizada a la lógica de universalización, uniformización y conformismo social que genera el sistema capitalista en su fase actual de globalización neoliberal, incluyendo la denuncia de la creciente mercantilización y racionalización social que, sin ser determinante a priori, condiciona cada vez en mayor medida la producción y reproducción sistémica.[ 32 ]

2) El análisis crítico de las nuevas formas de dominación político-ideológica y cultural del llamado “capitalismo cognitivo”, que profundizan y extienden los mecanismos tradicionales de dominación del capital concentrado, sobre la base del saber-poder y el empleo tecno-científico de las redes y flujos de información.

3) La crítica radicalizada a las formas de disciplinamiento no meramente lingüísticas del capitalismo actual, como las técnicas de disciplinamiento social con base en la gestión pública y el management empresarial, las formas de control biopolíticas y el uso directo o indirecto de la violencia física y la represión social desde el aparato estatal.

4) La crítica radicalizada al papel político-ideológico clave que ejercen las corporaciones empresariales en el capitalismo contemporáneo, incluyendo el rol predominante de los medios masivos oligopólicos, convertidos en grupos económicos concentrados y diversificados con intereses privados que, en un contexto histórico-político actual de hiper-mercantilización social, son funcionales a la perpetuación de la dominación capitalista.[ 33 ]

5) La crítica radicalizada al rol político e ideológico central que asumen una multiplicidad de “intelectuales orgánicos” (Gramsci 2008) a nivel local e internacional (economistas tecnocráticos, empresarios, periodistas, banqueros, dirigentes políticos y sindicales, escritores, sectores eclesiásticos), quienes construyen y difunden las ideas neoliberal-conservadoras, creando y re-articulando nuevos sentidos comunes favorables a la dominación capitalista e imperial.

6) La crítica y el combate a las formas de dominación política, violencia simbólica y opresión social, basadas en el poder milenario de la cultura patriarcal y la discriminación y estigmatización social de las minorías, en base a diferencias culturales, sexuales, étnicas o raciales[ 34 ].

7) La crítica radicalizada al poder monopólico y/u oligopólico de las corporaciones multi y transnacionales, la imposición del poder político y cultural de los organismos multilaterales de crédito y las formas de imperialismo y colonialismo ejercidos desde los centros del poder mundial.

8) La crítica radicalizada a las formas de dominación político-culturales e ideológicas basadas en los mitos del objetivismo, el esencialismo y el universalismo, promovidas por los grandes empresarios, economistas tecnocráticos, periodistas de las empresas de medios masivos de comunicación y otros intelectuales orgánicos locales e internacionales, que contribuyen a reforzar la explotación y opresión social de los sectores subalternos.

Si se pretende trascender la mera crítica radicalizada al sistema de dominación para construir un marco teórico-político de izquierda posfundacional y posmarxista, la rica herencia de Marx y de las tradiciones marxistas no deterministas ni objetivistas deben ser reconocidas como herramientas centrales que permiten sortear los déficits críticos de la teoría de la hegemonía de Laclau. Sin embargo, en todo momento debe tenerse presente que esta crítica al capitalismo de ningún modo lo puede desvincular de su sobredeterminación significante, de manera tal que es solo a partir de un análisis histórico-político y contextualizado como se podrá afirmar el papel privilegiado que adquieren determinados actores (entre ellos, las corporaciones locales y transnacionales) y determinada lógica de funcionamiento del orden social en la actualidad (hiper-mercantilista, instrumental, privatista, racionalista y objetivista).

Una vez destacado este punto, el segundo aspecto central que se debe señalar es que la teoría política posfundacional de Laclau tiene la particularidad que realiza una “actividad desfundante” que “no es meramente negativa”, sino que “tiene una variante positiva”, vinculada con las “fijaciones parciales”, es decir, con las “fijaciones que muestran las huellas de su contingencia” (Laclau 2014, 146). Esta segunda dimensión, que aleja a la teoría de Laclau de las concepciones antifundacionales (y de algunas vertientes posfundacionales reducidas a destacar la “diferencia ontológica”), implica profundizar el desarrollo simultáneo de un segundo y crucial eje, que consiste en promover la construcción de una praxis política y social contra-hegemónica. Esta construcción contra-hegemónica, que permite distinguir más nítidamente al Análisis Crítico del Discurso (ACD) (centrado en la crítica defensiva al poder) del Análisis Político del Discurso (APD), debe oponer a los valores actualmente hegemónicos una alternativa política concreta que permita la organización colectiva y plural del amplio campo de izquierda popular en torno a ciertos ideales emancipadores aglutinantes.

Una segunda y crucial operación que debe llevar a cabo la teoría de Laclau para radicalizar la dimensión normativa consiste en asumir epistémicamente la existencia de verdades relativas que se sostienen en un “medio-decir” (Lacan 2006, 116; 2008, 113). Ello implica, siguiendo a Laclau, realizar un cuestionamiento radical a todo “efecto ideológico”, entendido como “la creencia en que hay un ordenamiento social particular que aportará el cierre y la transparencia de la comunidad” (Laclau 2006, 21). Según el pensador argentino, “la operación ideológica por excelencia consiste en atribuir esa imposible función de cierre a un contenido particular que es radicalmente inconmensurable con ella” (Laclau 2006, 19). Sin embargo, en lugar de retornar a la tesis de la ideología como “falsa conciencia” del “marxismo clásico” o de recuperar el objetivismo en última instancia del ACD, Laclau asume una postura de crítica posfundacional que reconoce que “todas las críticas serán necesariamente intraideológicas” (Laclau 2006, 13) en el momento en que “la distorsión es constitutiva de la objetividad social” (Laclau 2006, 16).

Esta posibilidad de realizar una “crítica intraideológica” resulta crucial para profundizar la crítica poslacaniana a las ideologías políticas, entendidas como aquellas construcciones políticas (discursivas) que procuran, de forma “ilusoria”, acceder a un “punto de vista extradiscursivo” y a una “plenitud y auto-transparencia que están ausentes” (Laclau 2006, 14 y 17). El empleo de estas herramientas desde el análisis político del discurso podría contribuir, así, a la transformación radical y contra-hegemónica del orden vigente, manteniendo una posición crítica y una voluntad emancipatoria precaria. De esta manera, aceptando explícitamente la existencia de verdades relativas y la inherente dimensión contingente y parcial (“no toda”) de todo ordenamiento social, y complementando la crítica con la construcción de hegemonías alternativas, la teoría posfundacional de Laclau conservaría la crítica radical a las formas ideológicas, esencialistas y totalitarias y el reconocimiento del valor constitutivo de las diferencias, trascendiendo las perspectivas de crítica ideológica “defensiva” y evitando el doble riesgo de caer en posturas fundacionalistas (en primera o en última instancia) o antifundacionales (relativistas, posmodernas o nihilistas).

A modo de (no) conclusión

Desplegamos en este trabajo una propuesta de articulación transdisciplinaria tendiente a complejizar y reforzar el plano teórico-metodológico y normativo de la perspectiva de Laclau, con el objetivo de contribuir al desarrollo de un programa de investigación social sobre la teoría de la hegemonía, desde nuestra región. Mediante el desarrollo de esta propuesta, se ha procurado abrir el debate y estimular la necesaria discusión teórica, metodológica, epistémica y política, con el objeto de fortalecer la capacidad heurística y la validez operativa de las herramientas de la teoría discursiva de la hegemonía para el análisis de los procesos políticos contemporáneos, sin perder de vista el objetivo de transformación radical del orden vigente.

No debemos olvidar, en ese sentido, que la teoría de la hegemonía de Laclau se inscribe en el marco de una concepción posfundacional y posmarxista, que pretende cuestionar tanto a las perspectivas esencialistas, objetivistas, racionalistas y universalistas, como a las visiones relativistas, idealistas y ultraparticularistas. En ese sentido, el objetivo de construir una metodología rigurosa, útil y válida para el Análisis Político del Discurso (APD), no puede perder de vista la inherente dimensión crítica y la meta socialmente transformadora. Reconociendo la existencia de esta dimensión en el transcurso de la obra de Laclau, aunque atenuada en los trabajos de su última etapa, destacamos la necesidad de radicalizar, extender y hacer explícita la crítica radicalizada en clave posmarxista, a partir de lo que definimos como una izquierda posfundacional. Desde la propuesta del presente trabajo, ello implica profundizar el desarrollo teórico y ético-político en torno a dos ejes centrales para el análisis político, que además permiten delimitar analíticamente su propio campo de investigación. En primer lugar, frente a las posturas relativistas y posmodernas del “todo vale”, se sostuvo que el APD debe retomar la crítica ideológica del marxismo, cuestionando radicalmente las formas de explotación y opresión social sobre los sectores subalternos en el capitalismo actual. Sin embargo, a diferencia de las concepciones de Análisis Crítico del Discurso (ACD), lo debe hacer desde lo que Laclau definió como una crítica “intra-ideológica”, que asume la existencia de verdades relativas, precarias y contingentes, que se sostienen en un “medio-decir”. Ello implica asumir una perspectiva epistémica basada en la objetividad parcial y relativa del conocimiento, que trasciende tanto las concepciones objetivistas y fundacionales, como las puramente subjetivistas y anti-fundacionales. En segundo término, el APD debe mantener un objetivo ético-político contra-hegemónico que, siguiendo la herencia transformadora del marxismo, trascienda la mera crítica y negatividad al orden vigente, para construir una praxis política y social alternativa. Ello supone ir más allá de la mera crítica ontológica de las perspectivas de ACD, la filosofía posmoderna y las teorías deconstructivas, para oponer una estrategia política contra-hegemónica, vinculada a la lucha por la igualdad social y la emancipación humana. El APD, sin embargo, se inscribe en el marco de una perspectiva posfundacional, alejada de todo fundacionalismo objetivista, esencialista y universalista. En dicho contexto, el objetivo radicalmente democratizador y emancipador debe resguardar como premisa básica la aceptación de las diferencias particulares y conservar una concepción abierta y plural. Desde el nivel estrictamente metodológico (aunque anudado a la dimensión ético-política), el programa de investigación debe reconocer la inherente dimensión relativa, precaria, parcial y contingente del conocimiento. Ello implica la necesidad de mantener y estimular una posición de autocrítica permanente y de apertura mental para la reformulación teórica, metodológica y normativa de sus aspectos atribuidos como más problemáticos, en estrecha relación con las transformaciones histórico-políticas e intelectuales que se van presentando en la dinámica sociopolítica. De este modo, se evita el riesgo de asumir una postura dogmática, esencialista o fundamentalista, contraria a sus premisas teóricas, normativas y ontológicas.

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______. 1992. El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires: Siglo XXI.

Notas

[1] Una parte considerable de estos estudios será citada en el transcurso del presente trabajo, con especial hincapié en los análisis desde América Latina.
[2] Entre las excepciones a nivel institucional, se deben destacar las contribuciones desde la Escuela de Essex (Gran Bretaña) lideradas por Howarth, Glynos y Norval. En nuestra región, los mayores aportes teóricos provienen del grupo de Análisis Político del Discurso en la FFyL de la UNAM y en la DIE Cinvestav (México), coordinados por la profesora Rosa Nidia Buenfil Burgos. También en UNLP y recientemente en UNQ (Argentina) existen grupos de investigación institucionalizados que se encuentran abocados a la construcción de un programa de investigación para sistematizar, teórica y metodológicamente, y operacionalizar la teoría del discurso y la hegemonía desde la dinámica política. Por último, existen algunos centros de investigación en la UNSAM y en UNGS (Argentina) que se dedican específicamente al análisis del populismo desde la teoría de Laclau.
[3] Dos aclaraciones son importantes. Primero, que este trabajo se centrará en cuestiones teóricas, aunque mencionando algunos aspectos metodológicos, epistemológicos y normativos. Y segundo, que no se pretende agotar la totalidad de problemas (y posibles respuestas) de la teoría de la hegemonía de Laclau, sino solo destacar algunas herramientas que se considera que pueden contribuir a complejizar esta perspectiva para el análisis sociopolítico.
[4] Foucault (2008) distinguía en la Arqueología del saber entre el enunciado y la enunciación, siendo un antecedente clave de los análisis socio-semióticos de la escuela francesa.
[5] Verón (1987b) elabora una “teoría de los discursos sociales” que analiza la “dimensión significante de los fenómenos sociales” en tanto “procesos de producción de sentido”. En ese marco, parte de la base que “toda producción de sentido es necesariamente social” y que “todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido, cualquiera que fuera el nivel de análisis” (Verón 1987b, 125). Destaca, además, el carácter “material” del discurso y plantea una “ruptura” teórica y epistémica con la lingüística de De Saussure (Verón 1987b, 206).
[6] Otras herramientas posibles de análisis de esta dimensión enunciativa se vinculan con los aportes de la retórica y la teoría de la argumentación en la lengua. La integración teórica y empírica de estos recursos para el análisis político del discurso ha sido trabajada en detalle por Balsa (2011) y Montero (2012).
[7] Ello incluye la posibilidad de analizar mixturas enunciativas, desde los casos empíricos.
[8] Verón (1987a y 1987b) distingue entre el análisis de las condiciones sociales de “producción” y las condiciones sociales de “recepción” del discurso, y luego diferencia entre los “verdaderos” y “falsos” performativos, señalando que, al colocar el eje en la recepción de los discursos, se puede analizar, desde sus efectos, si un discurso en producción fue performativamente eficaz o no para transformar efectivamente la realidad (ver especialmente Verón 1987b, 170-188).
[9] La búsqueda de una base metodológica posfundacional explica que se hayan dejado de lado otras perspectivas que podrían contribuir pragmáticamente al análisis político de la dimensión enunciativa, pero a riesgo de legitimar un anarquismo metodológico.
[10] De hecho, se ha dejado de lado aportes adicionales de la teoría de los discursos sociales de Verón, como el papel central de la “mediatización” que, bajo una serie de transformaciones estructurales e identitarias, permite complejizar el análisis de la construcción de hegemonías al acentuar el rol de los “paradestinatarios” (indecisos), frente al esquema binario amigo-enemigo (“pro-destinatario” y “contra-destinatario”), típico de las identidades de mediados del siglo pasado. El concepto de “dialogismo” de Bajtín, por su parte, permite examinar el “juego dialógico” de desarticulación y rearticulación de las cadenas equivalenciales y los significantes “flotantes” (Laclau 2005) desde la dinámica política, además de presentar elementos útiles para analizar la dimensión retórica y argumentativa de la hegemonía. Su concepción de la “palabra ajena”, asimismo, permite analizar la interpenetración de los discursos, estudiando la eficacia interpelativa de la hegemonía (Philips 1998; Balsa 2011).
[11] Aunque Laclau se refiere al papel político de los “mitos sociales” (Laclau 1993, 77, 242; 2006, 49), se centra en un análisis más macro, dejando de lado la cuestión de las creencias desde un abordaje de las relaciones sociales de la vida cotidiana.
[12] La teoría de la “espiral del silencio” de Noelle Neumann (1995) adquiere una relevancia clave en este tipo de análisis de la dimensión psicosocial de la hegemonía. Sin embargo, el abordaje de esta dimensión (no muy lejana del análisis de las formas de “disciplinamiento” foucaultianas) no debe llevar a la confusión de la teoría de Laclau con un análisis cognitivista, ni a asumir sus premisas ontológicas.
[13] El propio Laclau (2005) sostiene que “es un error pensar que la tradición democrática, con su defensa de la soberanía del pueblo, excluye como cuestión de principio las demandas liberales. Eso sólo podría significar que la identidad del pueblo está definitivamente fijada (…). En algunos momentos, como ocurre frecuentemente en la actualidad en la escena internacional, la defensa de los derechos humanos y de las libertades civiles pueden convertirse en las demandas populares más apremiantes” (Laclau 2005, 216, cursivas son propias). En su último libro, además, Laclau (2014, 124-125) reconoce las “combinaciones intermedias” que existen entre las concepciones “jacobinas” de la democracia (asociadas al intento de constituir el “pueblo uno”) y las “pluralistas” (entendidas como “respeto por la diferencia”) y destaca la tensión entre la dimensión “participativa” y “vertical” de la hegemonía (Laclau 2014, 19-20). Ambos recursos permiten examinar las combinaciones ónticas desde el análisis político del discurso de los liderazgos populistas, incluyendo un abordaje en perspectiva comparada.
[14] Se debe tener en cuenta que, como señala Laclau (2014) en un pasaje de su último libro, “incluso en períodos de profunda disolución social vastas áreas de la sociedad no sufren perturbaciones. En consecuencia, si una propuesta normativa choca con aspectos centrales de la organización social que no han sido puestos en cuestión, no será reconocida como un orden capaz de cumplir la función de ordenamiento” (Laclau 2014, 165, cursivas son propias).
[15] Aunque no es motivo de análisis del presente trabajo, el abordaje más micro de la hegemonía que plantea Moscovici habilita a pensar en estrategias metodológicas de análisis político del discurso centradas en entrevistas personales y en encuestas de opinión, antes que en los tradicionales estudios basados en el análisis de fuentes escritas (diarios, revistas, documentos).
[16] Laclau reconoce “la presencia de lo real dentro de lo simbólico” (Laclau 2005, 152) y que “nada es completamente interno o completamente externo” (Laclau 2005, 192), pero no profundiza en estas vinculaciones a nivel óntico, ni en sus implicancias para el análisis político.
[17] El propio Laclau reconoce esta posibilidad (desarrollada desde la perspectiva lacaniana a partir de la tesis del declive de la imagen paterna) cuando sostiene que Freud “se apresura demasiado en pasar de apuntar el amor por el líder como condición central de la consolidación del vínculo social, a la afirmación de que él constituye el origen de ese vínculo” (Laclau 2005, 109). También cuando refiere al papel del “objeto parcial” en la construcción hegemónica (Laclau 2005, 144-149 y 291; 2014, 147-148). Sin embargo, no desarrolla todas sus implicancias para el análisis político.
[18] Ello permite incorporar un análisis de ejemplos concretos que combinen diferentes formas de dominación y el abordaje de las transformaciones histórico-políticas en las modalidades de dominación del discurso del Amo.
[19] En este punto cabe destacar algunos aportes del propio Laclau (2006), cuando se refiere al papel de la ideología como un intento “ilusorio” de realizar la “transparencia” de lo social. Esta conceptualización de las ideologías como formas míticas que creen posible acceder a una totalidad “unaria” y “transparente”, permite distinguir cualitativamente a las ideologías esencialistas y fundacionales del Uno-todo, frente al lazo social “barrado” y posfundacional (precario, parcial, histórico, contingente, “no-todo”) que caracteriza a todo orden hegemónico.
[20] Cabe aclarar que la noción de síntoma social no se refiere a ninguna enfermedad colectiva sino a los efectos deletéreos del significante que insiste, haciendo síntoma, en el lazo social.
[21] Ello implica analizar cómo se construyen los discursos de los actores sociales que emergen de la simbolización sintomática del espacio dislocado, lo que incluye el modo de estructuración de las identidades y si luego se institucionalizan o no políticamente. En este punto, el análisis puede articularse con otras herramientas conceptuales. Para una propuesta de análisis político de los antagonismos que articula a Laclau con la teoría de los sistemas de Luhmann, ver Staheli (2008).
[22] Debe quedar claro que estos aspectos no meramente lingüísticos también forman parte del discurso, ya que se estructuran y adquieren significación desde y a través del orden significante. Sin embargo, se entiende que deben ser distinguidos analíticamente de los aspectos de materialidad textual. Es la observación de la contradicción potencial entre el decir (verbal) y el hacer (práctico) lo que muestra en toda su magnitud la necesidad de distinguir analíticamente estos planos del discurso para complejizar el análisis político.
[23] Al señalar que se trata de una respuesta posible, se pretende señalar que existen otras alternativas válidas. Jorgensen y Philips (2010), por ejemplo, hacen hincapié en los aportes del Análisis Crítico del Discurso (ACD) de Fairclough con algunas herramientas de la psicología social de Willig, mientras que en Philips (1998) se articula el ACD con la teoría bajtiniana, desde las contribuciones de Stuart Hall. Mauro (2011) integra la teoría de las identidades políticas de Laclau con la perspectiva de Ricoeur, mientras que De Ípola (2001) hace lo propio a nivel metodológico y epistemológico. De Mendonca y Rodriguez (2006), por su parte, plantean vínculos teóricos de Laclau con la perspectiva sistémica de Luhmann.
[24] Como señala Laclau, ello implica pensar que “no hay racionalidad, sino racionalización parcial de la experiencia colectiva” (Laclau 2014, 166).
[25] Sobre estas perspectivas predominantes, ver Alford y Friedland (1991).
[26] La teoría posfundacional de Laclau solo menciona en algunos pasajes la crítica a las visiones pluralistas y a la sociología política marxista (incluyendo a la concepción de “autonomía relativa” de Poulantzas), asumiendo la tesis de la fragmentación de posiciones del capitalismo actual, aunque sin adoptar una perspectiva individualista (Laclau y Mouffe 1987, 123, 181-187). Tampoco conceptualiza ni analiza la dinámica política entre el Estado y las corporaciones y cómo ello se traduce en la implementación (o el rechazo) de determinadas políticas públicas.
[27] Párrafo aparte merecen los análisis de la teoría de la hegemonía centrados en la relación política entre el Estado y los nuevos movimientos sociales, que han aportado recursos teóricos y empíricos valiosos para estudiar estos vínculos (ver, por ejemplo, Retamozo 2009). Cabe destacar, además, la necesidad de incorporar un abordaje teórico que tome en cuenta las transformaciones actuales en los vínculos políticos y organizativos que tradicionalmente se estructuraban a través de los canales institucionales (la llamada crisis de representatividad de los partidos políticos y del sindicalismo) y la importancia creciente que adquieren los medios masivos de comunicación (en particular la televisión), así como las nuevas formas de participación de la “democracia de lo público” (Manin 1992) en la construcción hegemónica. Algunas reflexiones teóricas sobre la relevancia de la mediatización de la política y sus efectos estructurales, en diálogo con la perspectiva de Laclau, se encuentran en Mauro (2011).
[28] Debe quedar en claro que no se presupone una determinación a priori de lo económico, sino un análisis óntico que reconoce el papel central que adquiere la lógica instrumental y mercantilista en la actualidad. Como señala el propio Laclau, en su respuesta a Žižek, “nadie negaría seriamente” la “centralidad de los procesos económicos en las sociedades capitalistas”, en el momento en que “la reproducción material de la sociedad tiene más repercusiones en los procesos sociales que lo que ocurre en otras esferas”. Pero ello no implica reducir este impacto central a un “fundamento de la sociedad” o a un “único mecanismo autodefinitorio” (Laclau 2005, 294-295).
[29] Para un acercamiento en esta línea, ver la crítica de Bonnet (2008), quien destaca también el papel represivo (físico) del Estado, otro de los elementos olvidados en el abordaje posgramsciano de Laclau.
[30] Para repensar estos vínculos desde un pensamiento crítico latinoamericano, se debe destacar, en primer lugar, los aportes de los teóricos decolonialistas de la “filosofía de la liberación” que buscan complejizar las contribuciones de la teoría de la dependencia, integrándola con aspectos de la teoría crítica, desde un pensamiento político con eje en la periferia (ver Dussel 2011). En cuanto a los abordajes que piensan estas relaciones de dominación desde una herencia gramsciana, se destacan en particular las contribuciones de García Linera (2012).
[31] Resulta importante aclarar que la teoría de la hegemonía siempre ha mantenido una posición de crítica radicalizada tendiente a las “emancipaciones” (Laclau 1993, 235) y a la “liberación” social (Laclau 1996, 13), cuestionando a las concepciones objetivistas y también a las nihilistas (Laclau 1996; 2003, 189, 300). Sin embargo, en particular a partir de La razón populista, ha tendido a relegar la conceptualización y el desarrollo de esta dimensión de crítica radicalizada (que aquí solo analíticamente se distingue de los aspectos teóricos de su obra, en el momento en que no hay una distinción tajante entre teoría y normatividad). Estos déficits críticos y contra-hegemónicos conducen a señalar la necesidad de promover una mayor radicalidad desde la izquierda para estrechar los vínculos con la herencia marxista (y gramsciana), que el posmarxismo procura conservar.
[32] Un análisis crítico no debería pasar por alto también la denuncia de las políticas extractivistas sobre el desarrollo de la naturaleza y el derecho a un medio ambiente sano. En ese marco, junto con la crítica al uso de los fertilizantes y agrotóxicos del modelo “neodesarrollista” en países como Argentina y Brasil, se destacan los aportes de la filosofía del “buen vivir” (sumak kawsay) de los movimientos indígenas y plurinacionales de Bolivia y Ecuador.
[33] El papel de los medios masivos como empresas privadas y como actores políticos clave del capitalismo actual no implica una esencialización, sino que se deriva del análisis contextualizado e histórico de las características que adquieren los mass media en las últimas décadas, producto de la revolución tecnológica y comunicacional y de las reformas neoliberales que promovieron la formación de grupos empresariales multimediáticos.
[34] En su texto fundacional Laclau (junto con Mouffe, 1987) colocaba en primer plano la defensa de los nuevos movimientos sociales, en resguardo de los derechos de las minorías étnicas y culturales y la pluralidad social, aunque en trabajos posteriores, en particular en su última etapa, abandonó la conceptualización de estos ejes.
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