El populismo: ¿una amenaza a la democracia en América Latina? Un diálogo con Kurt Weyland

Populism: A Threat to Democracy in Latin America? A Dialogue with Kurt Weyland

O populismo: uma ameaça à democracia na América Latina? Um diálogo com Kurt Weyland

Jenny Pontón Cevallos
FLACSO, Ecuador

El populismo: ¿una amenaza a la democracia en América Latina? Un diálogo con Kurt Weyland

Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 55, 2016

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

El populismo: ¿una amenaza a la democracia en América Latina? Un diálogo con Kurt Weyland

Presentación

Kurt Weyland es PhD en Ciencia Política por Stanford University, Estados Unidos. Desde 2001, es profesor de Política Latinoamericana en el Departamento de Gobierno de University of Texas en Austin, en el mismo país. Las líneas de investigación del profesor Weyland se centran en democratización y gobiernos autoritarios, política social y difusión de políticas, y populismo en América Latina, especialmente en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Perú y Venezuela. Es autor de varios libros como Democracy without Equity: Failures of Reform in Brazil (1996, University of Pittsburgh Press); The Politics of Market Reform in Fragile Democracies: Argentina, Brazil, Peru, and Venezuela (2002, Princeton University Press); Bounded Rationality and Policy Diffusion: Social Sector Reform in Latin America (2007, Princeton University Press); y Making Waves: Democratic Contention in Europe and Latin America since the Revolutions of 1848 (2014, Cambridge University Press). Adicionalmente es autor de varios capítulos de libros y artículos en reconocidas revistas científicas. En agosto de 2015, Kurt Weyland estuvo en Quito para participar como ponente en el III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, llevado a cabo en las instalaciones de FLACSO Ecuador, donde expuso sobre “El populismo como amenaza a la democracia en América Latina”. En el marco del mencionado Congreso, nos concedió la siguiente entrevista.




¿Cómo define usted el populismo?

El populismo es claramente un gran tema, muy controversial porque inicialmente fue definido como una etapa histórica, después en términos de políticas económicas, sociales y redistributivas. Yo prefiero definirlo de manera mucho más amplia en términos políticos porque el populista puede ser de derecha o de izquierda, puede ser neoliberal o realizar intervenciones desde el Estado –como lo hicieron de diferente modo Alberto Fujimori y Hugo Chávez–, pero lo que tienen en común los líderes populistas es la estrategia política. Esta estrategia se basa en un liderazgo personalista muy fuerte, se trata de un líder que llega al poder y se mantiene ahí con base en vínculos no organizados con una masa heterogénea de seguidores. Por lo tanto, los elementos típicos del populismo son el liderazgo personalista y la falta de institucionalización del vínculo con los votantes. Esto le da al populismo una base bastante fluida, no muy sólida, en términos de sustentación. De eso se derivan, en mi opinión, muchas tendencias típicamente populistas tanto de derecha como de izquierda. Esto significa que las tendencias populistas nos permiten entender muchas de las dinámicas de los gobiernos; significa que esta definición de populismo funciona para explicar cosas.

¿Considera que el populismo es una amenaza para la democracia en América Latina?

La naturaleza del liderazgo personalista, no organizado y no institucionalizado significa que los populistas pueden tener una base popular bastante fuerte pero nunca muy sólida, organizada y disciplinada. Los populistas un día son los héroes de la patria y en poco tiempo se les puede evaporar el apoyo popular porque estos líderes no tienen una base popular muy duradera ni sólida. Su incentivo es aumentar el poder y la intensidad del vínculo con la población al máximo posible y esto lleva a varias tendencias. Primero, que los populistas –como no tienen vínculo institucional– consideran a las otras instituciones como amenazas, como limitaciones a su poder y quieren disminuir la independencia de estas instituciones, tratan de hegemonizar el poder político. También, dado que no tienen un vínculo institucional con los seguidores, tratan de aumentar su aceptación a través de la polarización, donde nosotros (los populistas) somos “los buenos” y la oposición no es una competencia leal sino “los enemigos”. Esta idea de que la oposición está conformada por “los enemigos” acarrea una tendencia hegemónica muy fuerte, que a su vez lleva a conflictos sociales y políticos intensos porque la oposición también responde en términos intransigentes. En este sentido, la polarización destruye el pluralismo y constituye una amenaza para la democracia

¿Cuáles serían las diferencias entre el populismo de izquierda y de derecha?

Claramente las diferencias son en términos de proclama política e ideología política, pero también hay diferencias en la manera en que llegan al poder. Normalmente la derecha lo hace aprovechando crisis muy fuertes como la hiperinflación. Las crisis económicas muy severas permiten a los líderes populistas de derecha llegar al poder y después implementar medidas neoliberales para disminuir la inflación. Otro tipo de crisis son las guerras civiles con las guerrillas de izquierda, como lo hizo Álvaro Uribe con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Eso significa que se eligen con base en una crisis y que tienen apoyo popular muy grande en el inicio, pero cuando resuelven estas crisis ya no tienen una base duradera. Por otro lado, los populistas de izquierda se eligen por otros temas, no por crisis muy fuertes temporales, sino con base en problemas estructurales como la pobreza, la desigualdad y el desempleo, que son temas muy difíciles de resolver. La hiperinflación se puede resolver, la guerrilla se puede derrotar, pero la pobreza y el desempleo no se resuelven en cinco años y esto permite a los populistas de izquierda conseguir un apoyo más duradero. Pueden conseguir mejorías pero nunca van a resolver esos problemas estructurales; por eso tienen una base que apela a la población más duradera.

¿Cree que en la actualidad hay gobiernos populistas en América Latina?

Lo que permite el surgimiento del populismo es la debilidad de las instituciones, específicamente en el sistema partidario. Podemos ver que en Perú y Ecuador el populismo ha sido bastante recurrente. En Venezuela surgió la posibilidad del populismo cuando colapsó el sistema partidista anterior. En un país como Chile, que durante los últimos 20 ó 30 años ha tenido un sistema de partidos muy fuertes, no hay espacio político para el populismo. En Brasil se ha consolidado el sistema de partidos políticos aunque tuvimos una experiencia populista con Fernando Collor de Mello en los inicios de la década de 1990, pero cuando se consolidó el sistema partidista, ya no hubo espacio para populistas. El Partido de los Trabajadores de Lula da Silva no es populista, es un partido organizado e institucionalizado. Lula tiene una popularidad personal pero no es un líder populista, nunca trató de conseguir fama para reelegirse continuamente, no tenía una asamblea constituyente a su favor, no habló de refundación, por lo que se puede decir que el estilo de Lula fue una estrategia política bastante diferente. Para mí, el surgimiento del populismo depende de una variable muy importante: la fortaleza del sistema de partidos políticos.

En sus investigaciones, usted habla de que en América Latina han existido en los últimos años dos tipos de gobiernos de izquierda: radicales y moderados. ¿Considera a los primeros populistas?

La razón para el surgimiento del populismo de izquierda más radical fue en parte la debilidad del sistema de partidos pero también la oportunidad dada por el boom económico. Surgió en países que se beneficiaron mucho del aumento del precio del petróleo y del gas natural. Ahora, con la disminución del precio de estos recursos, hay dos caminos diferentes. Por un lado, Venezuela se radicalizó porque se alejó mucho del modelo neoliberal, nacionalizó numerosas empresas y antagonizó con los empresarios domésticos e internacionales; la lógica ha sido radicalizar ese modelo. Antes de las elecciones municipales de 2013, el Presidente Nicolás Maduro intervino en varias tiendas de consumo para disminuir los precios; en términos de la economía de mercado, es un Gobierno muy intervencionista. Mientras que en Bolivia y Ecuador, en mi opinión, ha habido una moderación: ya no están siguiendo este camino de nacionalización. Están moderando y recortando gastos del Estado para solventar la crisis de la disminución del precio del petróleo. Esto ha permitido a Evo Morales y a Rafael Correa tener mayor acercamiento con los empresarios; pero en Venezuela existe mucha desconfianza en ese sector porque ven en el poder arbitrario de Maduro una enorme incertidumbre. Creo que, en el caso venezolano, la relación entre el Gobierno y los empresarios ha llegado a un límite muy difícil de reconciliar.

En mis investigaciones también clasifiqué estos cuatro gobiernos –Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela y Ortega en Nicaragua– como izquierda radical y populista, no obstante, existen diferencias entre ellos bastante fuertes. Evo Morales es producto de un movimiento social fuerte aunque fragmentado; él tiene una base popular más intensa, es decir, hay un movimiento social que lo sostiene. Creo que, en términos políticos, el menos amenazado es Morales y el más amenazado es Correa porque este último no tenía movimiento social ni político antes de ser Presidente. Explico el caso de Correa a partir del de Chávez. Hugo no era producto de un movimiento social sino de un cuerpo de militares golpistas, pero durante su Gobierno, enfrentó tanta oposición que creó una organización poblacional como los círculos bolivarianos, los consejos comunales, entre otros. Los chavistas tienen entre un 15% y 25% de seguidores fervientes y comprometidos con el proyecto. Cuan - do la oposición realiza marchas, hay grupos que los van a reprimir violentamente. Chávez construyó cierta base popular, no una organización muy institucionalizada, pero sí seguidores más fervientes. Este no fue el caso de Ecuador porque Correa fue tan exitoso que no enfrentó huelgas ni golpes, por lo tanto, no tenía intención de crear grupos que lo protegieran y ahora me parece que es el Presidente con menos seguidores comprometidos y el más frágil en el poder.

¿Considera que es posible llegar al poder con estrategias populistas y una vez ahí consolidarse políticamente?

Me parece cada vez más difícil convertir el populismo en algo más duradero. Hay esta generación clásica de populistas como Perón, Lázaro Cárdenas, Getúlio Vargas, entre otros, que eran muy personalistas pero después crearon organizaciones y partidos políticos con cierta fuerza. Creo que, en la época actual, esto es más difícil porque la base popular es aún más heterogénea. En los casos de populismo clásico, uno de los grupos más comprometidos con los proyectos populistas es la clase trabajadora que tiene capacidad de organización colectiva en sindicatos o partidos. Los casos actuales de populismo tienen como legado cierta organización, pero sus bases populares son heterogéneas porque están conformadas mayoritariamente por sectores informales que carecen de sindicatos. En todos esos países donde los partidos son débiles, el uso de medios de comunicación de masas y digitales son fuertes; esto permite llegar de manera mucho más fácil a la población aunque no se logre crear organizaciones. Un ejemplo de este recurso fue el programa televisivo Aló Presidente que tenía Hugo Chávez. Por tal motivo, creo que es muy difícil que en esta época alguien que comience como populista logre luego institucionalizar un partido. El liderazgo personalista significa que no quieren otros líderes, por lo que, cuando surge uno que podría ser poderoso, el líder lo “decapita” en términos políticos, como fue el caso de Yoshiyama bajo Fujimori. Asimismo, Chávez no tenía un sucesor; cuando sufrió de cáncer fue muy difícil encontrar a alguien y muchos dicen que Maduro no se compara con la grandeza política que tuvo Chávez. Es muy difícil el problema de la sucesión en los gobiernos populistas. Son gobiernos personalistas, lo cual significa no querer institucionalizar el propio movimiento porque la institucionalización significa limitar el poder del máximo líder impidiendo que otros sectores tengan poder de veto y que surjan otros líderes. Por eso desinstitucionalizan el juego político.

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