URVIO - Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad
N.° 19, diciembre diciembre de 2016, pp. 7-15

Presentación
¿Ciudades seguras?

Presentation
Safe Cities?


Martín Scarpacci

En la ciudad de Quito, Ecuador, acaba de realizarse Hábitat III, encuentro máximo de las Naciones Unidas en materia de políticas públicas aplicadas a lo urbano. Este evento, que se realiza cada veinte años, sirve de excusa para preguntarnos si realmente el paso de los siglos en la era moderna ha cambiado la base material de las sociedades, y por lo tanto, sus problemáticas; o si por el contrario, los equívocos urbanos de fondo no se han modificado demasiado hasta el presente.

Es claro que el paso del tiempo y las geografías diversas plantean realidades múltiples, sin embargo, lo que aquí intentamos encontrar es un punto de referencia. En este caso, sobre la seguridad urbana en amplio espectro, dialogando así, con el medio material y simbólico de las clases populares en el contexto urbano, y a partir de ello evidenciar avances y retrocesos. Como punto de referencia inicial tomamos el trabajo de Friedrich Engels de 1845, La condición de la clase obrera en Inglaterra.

En aquel entonces Engels reconoce frente a sí poderosos contrastes en las ciudades inglesas, y describe un escenario urbano contradictorio de abundancia e indigencia. Así advierte sobre la desigualdad extrema que se presenta ante sus ojos, acumulación y miseria. La riqueza creada surge como fruto de la explotación brutal a las clases extirpadas de la ruralidad inglesa, que recién llegadas al mercado de trabajo como mano de obra libre pretenden ser empleadas en la ciudad industrial, aunque esto solo suceda cuando la industria lo requiera.

La situación que aquí se describe define lo que Engels denomina “crimen social” (Engels [1845] 2007, 69), donde los recién llegados están expuestos y vulnerables a condiciones de vida lamentables. El modo de producción de la Revolución Industrial produce su propio espacio urbano, el mismo que encierra contradicciones de origen: la fatalidad y esplendor surgen de modo simultáneo producto del mismo proceso. Pero lo particular e interesante es que de modo casi natural, la opulencia y la miseria se reproducen por separado. La segregación por grupos de una misma clase fragmenta el espacio urbano, de modo que un ciudadano que habita los barrios burgueses no transita los mismos que el proletario; de esta manera, la desigualdad se esconde en fragmentos urbanos. En sus palabras “los barrios obreros, por un acuerdo inconsciente y tácito, tanto como por intuición consciente y confesada, se separan con el mayor rigor de las partes de la ciudad reservadas a la clase media” (Engels [1845] 2007, 94).

Para las clases populares, el sistema es una trampa casi sin salida: “si uno de esos hombres excedentes tiene bastante valor y pasión para entrar en conflicto abierto con la sociedad, para responder a la guerra camuflada que le hace la burguesía por una guerra abierta, ¿qué hace? Va a robar, a saquear, a asesinar” (Engels [1845] 2007, 145). Pero esto no es sencillo, la burguesía domina los medios de control y represión. Es por ello que las fuerzas policiales se vuelven fundamentales en el escenario urbano para mantener el orden social afín a los intereses de la burguesía. En este contexto, cualquier persona que habite un medio tan terrible y hostil, tiene mayores probabilidades de verse de cerca con el alcoholismo, la prostitución, el crimen y otras dificultades que acechan detrás de la pobreza material y espiritual.

Más adelante Engels se concentra en describir la vida urbana del “ejército de reserva” de la clase obrera, y describe la dramática situación del espacio que habitan y las actividades que realizan. El autor narra cómo la población excedente realiza un sinfín de actividades, de diferentes oficios, ventas ambulantes, trabajos indignos y cómo también ejercen la caridad y el robo. Pero no se detiene allí, y continúa su relato, afirmando que las habitaciones de los obreros están mal agrupadas, mal construidas, mal conservadas, mal ventiladas, húmedas e insalubres. Además confinados a un espacio mínimo. En la mayoría de los casos, una familia entera duerme en una sola habitación. Y por si esto fuera poco, la instalación interior es miserable. Después de este relato del siglo XIX surge la pregunta del por qué es hoy, en pleno siglo XXI, ciento setenta y un años después, tan fácilmente imaginable el cuadro urbano descrito por Engels.

En 1973, Henry Lefebvre analiza a Engels para escribir el libro El pensamiento marxista y la ciudad. En un determinado pasaje se detiene en el siguiente comentario, el caso dramático descrito en 1845 era en 1973 más real que nunca. Específicamente se refería a los sufrimientos del “proletariado negro y puertorriqueño de las grandes ciudades norteamericanas” (Lefebvre [1973] 2014, 20). Tal vez las cosas no hayan cambiado demasiado a través del tiempo y las Ciudades Seguras del nuevo milenio aun no resuelven aquel problema original que lleva dos siglos lacerando sociedades. Nos referimos específicamente al problema de la estructura, que produce y reproduce sociedades desiguales, y que además, es muy posible que el establishment tampoco esté dispuesto a alentar algún cambio, pues para hacerlo debe cuestionar su propio status quo. Por el contrario, se crean definiciones y conceptos sofisticados que esconden verdaderos problemas de hoy y siempre. Desde la perspectiva marxista que no se enfrenten los desequilibrios es lógico, ya que el modo de producción capitalista si bien se ha complejizado, sigue siendo estructuralmente el mismo; inclusive agravado por el aumento de la escala, por el impacto de la financiarización de la economía, por su virtualización, por el poder de represión, por el control de los medios de comunicación, por su hegemonía y por varias otras razones que se escapan a este análisis.

El trabajo de Engels es contundente, y afirma que desde el mismo origen de la ciudad industrial las clases dominantes conocían las causas del problema de la seguridad urbana y también cómo suprimirla. No afrontar estructuralmente el problema de la seguridad y la desigualdad es una cuestión de economía política burguesa, una cuestión económica y política de beneficios. Finalmente, el autor sentencia, refiriéndose a las clases dominantes: “dicen que la miseria, la inseguridad, el engaño y el trabajo obligatorio son las causas esenciales [del crimen y la degradación social], que cada uno responda, y ellos mismos se verán obligados a responder: bien, demos a los pobres la propiedad, garanticemos su existencia” (Engels [1845] 2007, 145). Por último Lefebvre al respecto concluye: “es mucho más fácil incriminar a la ciudad, o a la inmoralidad general, o a las fuerzas del mal, que llevar el ataque a su verdadero plan: la política” (Lefebvre [1973] 2014, 21).

Poco tiempo después de que Francis Fukuyama en 1992 decretara mediante su teoría el fin de las luchas ideológicas y el advenimiento de la democracia liberal con su provocador artículo “El fin de la Historia” se realizaba Hábitat II. Fukuyama ilustraba el inicio de una nueva era, en la que ya sin obstáculos, tras el estallido de la Unión Soviética, la hegemonía neoliberal no tendría límites ni rival. El espacio no iba a escapar a esta nueva realidad.

Desde Hábitat II realizado en 1996, en la ciudad de Estambul hasta el Hábitat III de Quito, transcurrieron veinte años. Durante ese periodo de tiempo, teóricos influyentes han orientado el quehacer con respecto al espacio urbano. Una de las novedades sería la del espacio del consenso y la asociación entre el sector público y el sector privado. Por su parte, Manuel Delgado tiempo después, irónicamente afirmaría que este espacio público del consenso es un espacio altamente ideologizado (Delgado 2011). Pero ya no sería una ideología de lucha y emancipación, sino por el contrario, de sumisión y dependencia, pero… bajo un discurso amigable. El espacio público como arena de la política donde debaten los diversos se esfumaba y surgía y se difundía la gestación de un espacio cívico como un todo armónico y políticamente correcto, no obstante sometido a las lógicas del mercado. Tal vez sea redundante afirmar que este espacio no sería para todos.

En este contexto, con el repliegue del Estado de Bienestar y el exterminio de la planificación central, el neoliberalismo desde los espacios de la oficialidad global produjo su modo de intervenir las ciudades: se llamó Planificación Estratégica. Según Carlos Vainer, este modelo de Planeamiento Urbano está comprometido con las agencias de cooperación y las instituciones multilaterales en la difusión y en la implementación de sus conceptos básicos. De modo específico Vainer utiliza dos ejemplos relevantes, el primero, la publicación que anima la experiencia de Barcelona, por la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Programa de Gestión Urbana, constituido y financiado por la Agencia Hábitat de las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Mundial (Borja, 1995). En el segundo ejemplo se remite a las recomendaciones realizadas en la publicación de la Agencia Hábitat de las Naciones Unidas de la que Jordi Borja y Manuel Castells mediante el libro Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Crean un documento donde realizan un detallado análisis de propuestas con eje en lo expuesto en la conferencia de Hábitat II. Allí, los autores presentan sus análisis y propuestas, según Vainer, verdaderas recetas de Planificación Estratégica para aplicar en las ciudades de todo el globo (Vainer 2000, 77).

Este tipo de espacio, el espacio público del consenso elimina o estigmatiza la posibilidad de disentir, de debatir, de confrontar, de reclamar, de pensar y actuar diferente a lo que el consenso de los actores privilegiados determine. Disentir no es posible, porque disentir socaba intereses y revela otras realidades, el espacio público del consenso es por sobre todas las cosas un espacio de las burguesías, y por lo tanto, un espacio fragmentado que no les corresponde a todos los habitantes. Sin embargo, como corresponde a un discurso correcto, será el tiempo de la Participación Ciudadana, una participación pasteurizada, descremada e inocua. Este tipo de participación decora el espacio del consenso e instrumentaliza al excluido. Así se logra el consenso de la ciudad neoliberal, y se habla en nombre de él, en nombre del acuerdo entre “todos” los ciudadanos.

El discurso técnico construido y puesto en práctica mediante la asociación público privada define un urbanismo y una arquitectura aséptica y pura, un espacio concebido para consumidores, para el valor de cambio, más no para su uso. Estos espacios en general en América Latina no se corresponden con las realidades y necesidades de la población local, sino que son espacios globales, para ciudadanos globales, espacios hegemónicos. Según Lefebvre, para que funcione un espacio impuesto (e importado) existe una “violencia inherente” (Lefebvre 1974, 370), se refiere a la violencia del espacio que margina al ciudadano que no encaja en lo políticamente correcto ni con el modelo “consensuado”. Pero si por alguna razón de descuido, por falta de comprensión del ciudadano “extranjero al consenso”, ya sea por desafío de lo establecido o por ignorar, o desconocer la semiótica espacial traspasa los límites territoriales de la segregación a la que este pertenece, aparece la “violencia expresa” que se encargará de devolverlo a su confín de exclusión. Esta compleja herramienta de control social, subjetiva y objetiva de ser necesario, por un lado termina por consolidar a un ciudadano modelo, mientras que por el otro criminaliza a todo ciudadano por fuera de él. La criminalización de la lucha social y de la pobreza, la anulación de la protesta y el disenso consolida la segregación socioespacial de las ciudades latinoamericanas en fragmentos altamente definidos para diferentes clases sociales.

Una de las formas de lucha y antídoto contra este espacio regulado está en la reapropiación del espacio mediante el arte y la filosofía entendiendo a la ciudad como obra construida socialmente, por todos, asumiendo y practicando un espacio creado de modo colectivo y dinámico, un espacio de lo vivido. Para que esto suceda no existe otra manera que no sea mediante la politización del espacio, usado y vivido por los más diversos grupos o movimientos sociales, y que por lo tanto, demuela el artificio neoliberal del consenso. El espacio público urbano es un espacio de contradicciones y confrontaciones, eliminar o suprimir la esencia del desacuerdo democrático transforma el espacio público en espacio concebido, primero para el consumo, y segundo, para el orden, el control y la represión, si esta última fuese necesaria.

En este sentido, el espacio del valor de cambio es el espacio de la sociedad del consumo, y por lo tanto de la desigualdad. La sociedad del consumo de manera necesaria viene con ese “residuo”. Rescatar el espacio del valor de uso se vuelve elemental a la hora de revertir y recrear una sociedad asentada, valga la redundancia, en otros valores. Para que esto suceda, el cambio debe ser de fondo, desplazar la lógica capitalista, específicamente, el modo utilitario rentista se vuelve fundamental si queremos construir ciudades más equitativas.

Sin embargo, veinte años después que Hábitat II instalara aquellos conceptos, la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III (HIII) de octubre de 2016 plantea en su punto 133 estos nuevos. Que no son nuevos. En realidad insisten con lo mismo con otro orden y con otras palabras.

Instamos a las empresas a que dediquen su creatividad e innovación a resolver los problemas que plantea el desarrollo sostenible en las zonas urbanas, reconociendo que las actividades, la inversión y la innovación de la empresa privada son los principales motores de la productividad, el crecimiento inclusivo y la creación de empleo, y que la inversión privada, en particular las inversiones extranjeras directas, junto con un sistema financiero internacional estable, son un elemento esencial de los esfuerzos de desarrollo (ONU 2016, 20).

Además, en el punto 77 de la Nueva Agenda Urbana, Naciones Unidas se compromete a fortalecer la resiliencia(1)en las ciudades. Se plantea que estos contextos estructurales, riesgosos y adversos ya sean sociales, naturales o económicos pueden ser revertidos “mediante la incorporación de una perspectiva holística”. Además agrega que es necesario “reducir la vulnerabilidad, especialmente en las zonas propensas a los riesgos de los asentamientos formales e informales, incluidos los barrios marginales, y para permitir que las familias, las comunidades, las instituciones y los servicios se preparen para las repercusiones de los peligros, reaccionen a ellas, se adapten y se recuperen con rapidez, incluidos los peligros de crisis súbitas y los derivados de las tensiones latentes” (ONU 2016, 13).

La pregunta que surge es: -cómo hacemos- para que la familia que “vive entre el descuido y el desprecio” (Lefebvre [1973] 2014, 21), debido a las condiciones materiales con que vive, cambie espontáneamente su “actitud” y que además, ante la crisis y el riesgo “se adapte y se recupere con rapidez”. ¿Cómo esperan que esto suceda?, ¿qué tipo de magia debe operar?, si no se plantea ningún cambio al modelo socioeconómico que lo ha llevado hasta allí. Por el contrario, se afirma por un lado que “la inversión y la innovación de la empresa privada son los principales motores de la productividad [y] en particular las inversiones extranjeras” mientras que por el otro, se le dice a la familia que ante la crisis esté preparado, se adapte y se recupere, que resista, eso sí, sin rebelarse. Me pregunto si estas tenazas institucionales que constriñen la vida material de las poblaciones populares logran además eliminar el deseo de otra realidad posible. La respuesta es que sí. En cierta manera lo logran: a las clases populares les extirpan hasta el grito y los sueños.

En Delitos violentos en ciudades de América Latina (Vilalta et al., 2016), el Banco Interamericano de Desarrollo señala cuatro factores estructurales que contribuyen a la violencia en las ciudades latinoamericanas. Los mismos son: i) penurias económicas; ii) inestabilidad residencial; iii) desintegración familiar y; iv) consumo de alcohol. Otro tiempo, otro lugar, pero mismos factores de degradación social que describía Engels en 1845 para las ciudades inglesas. Los investigadores de este trabajo exponen una realidad que ya no se puede ocultar, donde una de las formas estructurales para revertir esta situación, como ya hemos visto, la expresaba Engels cuando decía “demos a los pobres la propiedad, garanticemos su existencia”. Acaso no es eso lo que hacen los países escandinavos donde las Ciudades son Seguras. Será por eso que el documento advierte en su inicio que “las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan el punto de vista del Banco Interamericano de Desarrollo” (Vilalta et al., 2016, 3).

Factores similares se advierten en las urbes inglesas de Engels en 1845, en las norteamericanas que describe Lefebvre en 1973 y en las latinoamericanas que narra la investigación publicada por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2016. La coincidencia de estos puntos corresponde con la necesidad de un cambio estructural que no se enfrenta, como ya hemos dicho, ni con políticas superficiales ni con espacios del consenso. Sino que por el contrario, se vuelve necesaria una arremetida de fondo contra el sistema en su conjunto, disputando a las nuevas derechas las instituciones del Estado, chocando de frente contra intereses empresariales que mercantilizan la vivienda. Creando políticas que se expresen en contra del poderoso poder inmobiliario que posee o representa a quienes tienen la propiedad de la tierra, y por sobre todo surge la necesidad de crear un “sentido común de los afectos” (Castro-Gómez 2016) alternativo al “sentido común hegemónico capitalista”. Hegemonía que consolida una sociedad montada sobre el consumo y la superficialidad y que encuentra en la justicia social del derecho a la vivienda digna y más lejos aun, en el derecho a la ciudad para todos, una estridencia de las clases oprimidas.

Estas verdades son tan evidentes a esta altura que ni el conservadurismo religioso lo esconde. Más claro y más radical que las Naciones Unidas, que encuentra en la inyección de dinero la salvación, el día dos de noviembre de 2016, el Papa Francisco ante un grupo de personas de diferentes movimientos sociales se expresaba en sentido contrario:

En este nuestro tercer encuentro expresamos la misma sed, la sed de justicia, el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos. Agradezco a los delegados, que han llegado desde las periferias urbanas, rurales y laborales de los cinco continentes, de más de 60 países, a debatir una vez más cómo defender estos derechos que nos convocan […] ¿Quién gobierna entonces? El dinero. ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de Estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso (Papa Francisco 2016).

De igual manera, a pesar de la claridad del reclamo y lucha que se realiza desde los más diversos ámbitos, el neoliberalismo crece de la mano de un neofascismo (Chomsky 2016). Los resultados electorales y plebiscitos de la región así lo demuestran El status quo en su conjunto protege un modelo económico y político que produce desigualdad, y no importa demasiado a cuesta de qué. Por el contrario, se vuelve a instalar un discurso distractor que orienta el quehacer urbano para los nuevos próximos veinte años, y que conjuntamente fragmenta la ciudad y al territorio como objeto de análisis en un sin fin de definiciones. La ciudad como espacio de la sociedad urbana se disgrega en conceptos como: Ciudades Sostenibles(2), Ciudades Seguras, Ciudades Resilientes, Ciudades Inclusivas y muchas otras múltiples definiciones que resuenan novedosas e igualmente superficiales si es que pensamos a cada una de estas de modo aislado. Por su parte, los veinte años anteriores fueron orientados por conceptos como gobernanza urbana, marketing, competencia de ciudades, asociación público-privada, ciudadanías y espacios del consenso y varias otras que de fondo siempre perseguían la mercantilización de lo público, o al menos eso lograron. Después de lo señalado me pregunto si será por esa razón que La situación de la clase obrera en Inglaterra continúa siendo un texto tan vigente.

En realidad, el debate de HIII se centra en sostener un modelo económico rentista que utiliza a la ciudad como motor de la economía. Los miembros partes, Estados, Naciones Unidas y diversos bancos concentraron el debate sobre la inversión, es decir, sobre cómo reproducir el sistema que nos ha llevado a los latinoamericanos a estos nefastos niveles de desigualdad y violencia. Por ejemplo, un comunicado de prensa del BID del 18 de octubre de 2016 en su titular expresa: “Hábitat III: Bancos Multilaterales de Desarrollo se unen para apoyar la Nueva Agenda Urbana”. Mientras que otro publicado en octubre de 2015 reza en su título: “Banco Mundial y ONU-Hábitat: Intensificando la alianza para la Transformación del Desarrollo Urbano Sostenible”. A partir de estos titulares, es evidente que los Bancos y las Naciones Unidas poseen un alto interés en financiar el desarrollo urbano de las ciudades, y aquí surge la pregunta de por qué el altruismo de estas empresas financieras que viven, como es lógico, del lucro y del interés (en doble sentido). Será que allí, en la urbe, existen monstruosas rentabilidades que no se quieren perder.

Pero hasta dónde el problema de la seguridad es un problema económico y por qué se obliga a los ciudadanos de lo local a la dependencia de las decisiones de actores de organismos multilaterales y de Estados nacionales. Si estas instancias de gobierno no viven la ciudad en el día cotidiano, y además, subordinan lo local mediante la deuda a futuro, mercantilizan el espacio urbano y los recursos naturales para la devastación y alimento de un sistema que jamás los beneficia. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han sometido durante décadas a los Estados latinoamericanos a seguir sus recetas, a privatizar, a desregularizar; en fin, a disminuir el gasto público en educación, salud, vivienda en favor de la apertura a la economía mundial.

El gran beneficio que estas estrategias han generado mediante inversiones nacionales y extranjeras es para la economía de mercado, mas nunca para la ciudadanía. Organismos internacionales como Naciones Unidas, Estados, el sistema bancario y financiero en su conjunto, sumado a los medios oligopólicos de la información y especialistas, poseen intereses en común. Aquí, nos preguntamos nuevamente, ¿cuánto realmente ha cambiado la realidad de la vida cotidiana para las clases trabajadoras urbanas desde 1845? Pareciera que las problemáticas, aunque profundizadas se mantienen. En ese sentido, el investigador uruguayo Raúl Zibechi nos dice:

[Hoy] tenemos una mayor violencia estatal pero focalizada en los sectores populares de la población, los de abajo. ¿Responde esto a una política directa de los gobiernos? Yo no diría eso, pero veamos qué interesante: aquí existe un modelo extractivo que genera polarización social, que no genera empleo digno; el modelo extractivo –soja, especulación urbana, mineral de hierro, megaobras de infraestructura- casi no genera empleo pero sí grandes bolsas de pobreza –favelas, cinturones de pobreza de Sao Paulo, Río y las ciudades argentinas- donde la policía es la que manda, la policía es el orden, la policía tiene una legitimidad social para matar porque esa población es sobrante desde el punto de vista del modelo [se refiere a matar a los mismos ciudadanos excedentes de Engels]. Si tuviera que hacer una síntesis en una frase, diría: la crisis de los gobiernos progresistas se debe a la incapacidad de salir del modelo extractivo y en haber profundizado este, que no es solo un modelo económico, es un modelo de sociedad, como lo fue la sociedad industrial: son las relaciones sociales, la cultura, la vida; este es un modelo de muerte que margina a un 30 o 40% de la población, condenada a permanecer en sus periferias, recibir políticas sociales y no poder ni siquiera organizarse, ya que cuando se mueve un poquito, cuando salen de sus barrios, son criminalizados solo por el aspecto; es, como decimos allá, “por portación de cara” (Zibechi 2016).

En sentido contrario a lo que reclama Zibechi, el status quo antes definido defiende la continuidad del modelo que subordina a lo urbano y a la naturaleza a la economía de mercado, específicamente a la lógica rentista, es decir, valorización del valor. Si no cambian las correlaciones de fuerzas junto con un reclamo y participación multisectorial y activo de la ciudadanía en su conjunto, veremos aumentar a ritmos cada vez más acelerados la desigualdad y la violencia. De manera simultánea a la reunión de los Estados partes realizada por Naciones Unidas en HIII, sucedieron un sin fin de eventos paralelos, todos sumamente valiosos. “Todas las voces” se expresaron en múltiples espacios públicos sin necesidad de consenso, evadiendo el espacio oficial del pensamiento único.

La larga lista de “voces” fue integrada por la Universidad Central del Ecuador, por distintos conglomerados de movimientos sociales bajo lo que se denominó Resistencia a Hábitat III; por su parte, en la FLACSO Sede-Ecuador sucedieron tres eventos por esos días, el Seminario Internacional de Hábitat 3 Alternativo, el Encuentro Internacional Ciudades del futuro, y el Encuentro Regional Alternativas Urbanas y Sujetos de la transformación. Además, en la Escuela Politécnica Nacional se realizó el Encuentro que se denominó Ciudades Sostenibles, y un sin fin de eventos paralelos en otras Universidades, museos, expresiones sociales, presentaciones de libros,(3) foros, conferencias, exposiciones, festivales y conversatorios que hicieron ruido a espacio público: es decir, a voces diversas de actores diversos, no siempre de acuerdo, pero que debaten un destino y un espacio en común.


Uno de estos eventos, de los más significativos, se llevó adelante en el Mercado San Roque de Quito, cuando el día 19 de octubre se tuvo la oportunidad de escuchar al investigador David Harvey que comenzaba diciendo: “Creo que esta es la cuarta vez que he hablado en este mercado. San Roque es un lugar muy especial. Especial por muchos aspectos, no solamente por la variedad de productos que se encuentran, sino también por su carácter popular y por su gente. Siempre me siento cómodo y confortable”. La presentación de Harvey continuó articulando frase con frase de manera sencilla pero potente, se refería a los temas de las políticas urbanas, a la inversión, al crédito, a la especulación inmobiliaria, a los medios de comunicación, a la conferencia de HIII y lo resumía del siguiente modo:

Estamos construyendo ciudades para que las personas inviertan en ellas y no para que las personas vivan en ellas. Lo que lleva a la paradoja de una ciudad con una gran crisis de vivienda asequible porque se construye de manera continuada vivienda de lujo. El capital necesita invertir en supermercados, porque el capital no sabe cómo invertir en agricultura campesina. Si lo hace, la única manera que sabe hacerlo es a través de micro créditos para la población empobrecida. ¿Qué implica esto? extracción de riqueza de las poblaciones empobrecidas. Cuando uno se pregunta el por qué, se da cuenta, en definitiva, que esa es la naturaleza del capital. De eso se trata el capital. Si queremos cambiar esto, tenemos que cambiar al capital. ¿Dónde demonios en el foro de Hábitat se oye discutir sobre esto? Solamente te dicen que seas resiliente a lo que dice el capital. Y además, esperan que sea sostenible, pero lo que realmente necesitan que sea sostenible es la acumulación del capital. Una de las cosas que me gusta del mercado de San Roque es que se puede hablar abiertamente sobre este tipo de cosas. No se puede hablar de esto en la prensa ni en la televisión. No se puede hablar de esto en Hábitat III, aunque esto sea lo más importante de lo que se debería hablar. La pregunta entonces es, ¿por qué no estamos hablando de esto? (Harvey 2016).

Así presentamos esta edición de URVIO Nº19 Ciudades Seguras, como debate amplio y complejo, siempre centrado en su carácter democrático. En este sentido URVIO se compone por voces diversas, de manera análoga al espacio público que anhelamos, el espacio del debate, de las posiciones definidas y las luchas comprometidas con las ideas y los hechos. Es por ello que en cada artículo, cada sección, como cada una de las personas que tan amablemente participa de esta realización colectiva lo hace desde su posición y perspectiva de análisis, de modo libre y respetuoso. Agradecemos del modo más sincero a cada uno de ellos.

Bibliografía

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Borja, Jordi. 1995. Barcelona: Un modelo de transformación urbana. Quito: Programa de gestión Urbana/Oficina Regional para América Latina y Caribe.

Castro-Gómez, Santiago. 2016. Palabras de cierre de las “Jornadas Filosóficas: El Pensamiento crítico hoy”. FLACSO Ecuador, 18 de Noviembre 2016.

Chomsky, Noam. 2016. “Trump es resultado del miedo y de una sociedad quebrada por el neoliberalismo”, http://annurtv.com/sitio/noam-chomsky-trump-es-resultado-del-miedo-y-de-una-sociedad-quebrada-por-el-neoliberalismo/.

Delgado, Manuel. 2011. El espacio público como ideología. Madrid: Los libros de la Catarata.

Engels, Friedrich. [1845] 2007. La condición de la clase obrera en Inglaterra. Santiago de Chile: CEME. http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/engelsf/engelsde00008.pdf.

Lefebvre, Henry. 1974. La production de l’espace social. Barcelona: Anthropos.

Lefebvre, Henri. (1973) 2014. El pensamiento marxista y la ciudad. México: Editorial Coyoacán.

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Vainer, Carlos. 2000. “Patria, empresa y mercadería”. En A cidade do pensamento único. Desmanchando consensos, editado por Otilia Arantes, Carlos Vainer y Ermínia Maricato, 75-104. Petrópolis: Editora Vozes Ltda. http://www.ub.edu/escult/doctorat/html/lecturas/a_ciudade_do_pensamento_unico.pdf.

Vilalta, Carlos, José Castillo y Juan Torres. 2016. “Delitos violentos en ciudades de América Latina”, DOI: http://dx.doi.org/10.18235/0000428.

Vive HABITAT III. 2016. “Fortalecimiento de la Resiliencia Urbana”, http://rumboahabitat3.ec/es/noticias/noticias/261-resiliencia-urbana.html.

Zibechi, Raul. 2016. “La crisis de los gobiernos progresistas se debe a su incapacidad para salir del modelo extractivo”, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=211751.

Notas:

(1) La resiliencia, según la definición oficial, “se refiere a la habilidad de un sistema de volver a un Estado igual o mejorado luego un impacto que haya sufrido. También se refiere al potencial de los individuos, comunidades y ecosistemas de prevenir, absorber, acomodar, y recuperarse de una serie de impactos y amenazas. En el ámbito urbano, la resiliencia es una cualidad del desarrollo sostenible y a la vez es un motor del desarrollo mismo”. En esta presentación cuestionamos el concepto. Tomado de: Vive HABITAT III.

(2) Estos nombres se corresponden con algunos de los ejes de Hábitat III.

(3) El día 19 de octubre se presentó en la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador la Colección “Ciudades de la Gente en América Latina y el Caribe”.

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